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Kathmandu pasado y presente

La primera vez que vine a Kathmandu, tras pasar “casi seis” días en ella, escribí que la ciudad me había atrapado. En esta ocasión voy a cumplir diez.

He regresado a Kathmandu después de cuatro años. No lo había planeado, Nepal no estaba en los planes de este viaje, pero ya hemos vagabundeado lo suficiente para saber que los bocetos de los viajes sin rumbo se dibujan en papel mojado.

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[La vida da muchas vueltas. Casi tantas como esta señora alrededor de la estupa.]

Según mis ilusiones de unos meses atrás, por estas fechas yo debería estar tumbada bajo el sol en una playa tropical con una cerveza en la mano; en su lugar me encuentro en la húmeda habitación de una guesthouse en el barrio de Thamel, envuelta en una manta de pelo de yak, dando pequeños mordiscos a un falafel que me sabe a gloria. Parecido. Y qué contenta estoy de que mis deseos no se hayan cumplido.

Kathmandu ha sido un regalo inesperado. Lo que comenzó como una solución de emergencia, una decisión táctica debido a la necesidad de salir de India antes de los 90 días consecutivos de estancia que, como máximo, permite el visado, y a la imposibilidad de viajar a Bangladesh con motivo de las revueltas previas a las elecciones nacionales, ha terminado convirtiéndose en un paréntesis dentro de este viaje y en el tiempo, un reencuentro con mi yo de hace cuatro años y una oportunidad para hacer balance antes de continuar; algo que hasta podríamos considerar apropiado dadas las fechas en las que estamos (¡cómo le gusta a la gente hacer balances, borrones y cuentas nuevas, al final y al comienzo del año!).

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No tengo muchas historias que contar de Kathmandu porque esta vez no he venido movida por un gran afán de exploración y descubrimiento. Vine a pasármelo bien, y eso es lo que he hecho: recibí el Año Nuevo dando saltos en la calle con unos Hare Krishna espontáneos; me he permitido el pequeño lujo de comer en restaurantes internacionales y beber más de una cerveza escuchando bandas de rock en directo; he lavado toda mi ropa, que aquí la dejan impecable y sale muy barato; y también he escrito bastante, en esta misma habitación, algunos días sin salir de ella. El resto del tiempo he paseado.

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[¿Habrá un solo rincón de esta ciudad que no sea fotogénico?]

He paseado por los mismos lugares que hace cuatro años; las mismas calles, las mismas plazas, los mismos barrios. Y admito haber sentido bastante nostalgia, al reencontrarme, habiendo yo cambiado tanto, con una Kathmandu que se mantiene exactamente igual a como la recordaba.

Igual, pero más cara. ¡Más todavía! Antes de venir, releyendo el post que escribí en 2009, no pude evitar ruborizarme al enfrentarme a las palabras de una Carmen de 24 años, indignadísima porque el Gobierno de Nepal pretendía hacerle pagar 300 rupias “por pisar una plaza pública”. Ese era el precio de entrar a Durbar Square entonces, 300 rupias; el de ahora, 750: casi el triple. ¡Ay, si lo llega a saber aquella Carmen! Y esto es solo el principio: la plaza Durbar de Patan cuesta hoy 500 rupias, frente a las 250 de 2009; Pashupatinath ha duplicado también su precio, de 500 rupias a la friolera de ¡mil! Sinceramente, ya no hay rubores que valgan; al contrario, me posiciono firmemente con mi Yo de aquel entonces: los peajes turísticos en Nepal son un atraco a mano armada. Pero tratándose de este país, no queda más remedio que perdonárselo.

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Esta pequeña escapada a Nepal ha sido una bocanada de aire fresco entre tanto trote por India. ¡Y mira que India me encanta! Allí me siento como pez en el agua, tan “en casa” como en mi propio país. Sin embargo, debo reconocer que cuando esta vez he entrado a Nepal, he sentido la diferencia positivamente. Como si me quitasen un pequeño peso de encima; como si me dijesen “Ey, aquí puedes bajar la guardia. Relájate y tómate unos días de descanso”.

Es curioso: precisamente aquellos aspectos de este país que en mi primer viaje me hicieron extrañar tanto India (llegué a calificar Nepal como “demasiado light”, y a sus habitantes, «carentes de la gracia y autenticidad incomparable de sus vecinos”), han sido los que en esta ocasión me han atrapado. Será que mi dosis india de este último año y medio, sumando unos viajes y otros, ha sido bastante elevada y, por mucho que me guste, admito que India es un país muy intenso que a la larga agota, aunque la fascinación que provoca mientras estás en él no te permita ser consciente de ello en el momento.

Tienes que salir fuera para darte cuenta de que la propia intensidad del país, esa lucha contante contra todos los elementos (la densidad de población, el tráfico, el regateo, las pequeñas “peleas” diarias por las cosas más nimias… incluso los simples cruces de miradas) ha ido cargando paulatinamente tus circuitos. Y cuando sales, esa tensión se libera; más en un país como Nepal y en una ciudad como Kathmandu que, confirmando mis primeras impresiones, sin renunciar a todo lo bueno y hermoso de la tradición, presume de una libertad que la sitúan a años luz de sus vecinos.

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En Kathmandu puedes sentarte en el centro de una plaza como Durbar, que con sus templos, palacios y pagodas parece sacada de un cuento oriental, al lado de unos chavales punkies con el pelo teñido de azul, escuchando rock duro a todo volumen. Las parejas se abrazan en la calle y las mujeres fuman abiertamente; algo que no es de admirar, pero sí un signo de libertad impensable al otro lado de la frontera. A pocos metros del Palacio de la Kumari, la diosa niña viviente, un grupo de chicas jóvenes, embutidas en unos pantalones pitillo negros, con sus larguísimas melenas sueltas y muy maquilladas, van tan guapas y modernas que las mochileras como yo, con nuestros pantalones de Ali Baba, damos la impresión de haber salido ayer de la caverna.

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[Autorretrato en un espejo lleno de mier…]

Kathmandu es una ciudad con tal personalidad, que resulta muy difícil no enamorarse de ella. Puestos a analizar cada una de sus caras puede haber cosas que gusten más o menos, pero en conjunto la atracción es irresistible, arrolladora.

Esa fusión entre unas construcciones detenidas en el tiempo, que en su decadencia aún destilan todo el romanticismo de siglos atrás, y esos supermercados donde puedes encontrar cualquier artículo de cualquier país, cualquier bebida de cualquier sabor, tampones y preservativos de todas las marcas imaginables. Ese ambiente de Fe en los lugares sagrados, como la estupa de Boudhanath, a la que viejas tibetanas acuden en peregrinación llenando el silencio con sus mantras, en contraste con el barrio de Thamel, donde la vida pasa a otro ritmo, mucho más deprisa.

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En Kathmandu, hasta un barrio backpacker como Thamel rezuma personalidad propia. No es un Paharganj, ni mucho menos se parece a Khao San Road; en él no tienes la sensación de estar en un gueto para mochileros, o un lugar ideado para cogerte la borrachera de tu vida y después comer un banana pancake. Thamel, a su modo, tiene clase. Y aunque sin duda es el refugio de los turistas en esta ciudad, aunque las tiendas de souvenirs y ropa de montaña se suceden sin interrupción y los restaurantes coreanos, japoneses e italianos presentan precios muy alejados de la media del país, no deja de ser Kathmandu. Una parte de Kathmandu más moderna, si queremos verlo así, territorio tanto de extranjeros como de la juventud local, en cuyos pubs y salas de conciertos los chicos coquetean con las chicas, y las bandas de rock buscan su oportunidad todas las noches, para deleite de nuestros oídos.

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Me encanta Thamel. Me encantan sus pubs irlandeses y sus supermercados abastecidos de TODO lo que puedas desear: desde licores y vino de importación, provenientes de todos los países del mundo, a aperitivos para salivar frente a la estantería durante horas. Uno de los “reencuentros” que, pese a lo tonto que pueda parecer, más me ha emocionado durante estos días aquí, ha sido descubrir que la marca Gullón mantiene su presencia dentro de la sección de dulces como algunos de los productos estrella. De Aguilar de Campoo al techo del mundo: ou, yeah.

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[Mi pequeño homenaje a las galletas Gullón. Una foto que tenía pendiente.]

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[Aunque si hay algo que de verdad me haya vuelto loca estos días son los fabulosos gorritos de animales. Volveré a por ti, gorro-de-cabeza-de-serpiente, lo prometo.]

Pero se acabó lo que se daba; toca mover ficha y cambiar de escenario. Gracias Kathmandu por estas “vacaciones”, por hacerme viajar atrás en el tiempo y situarme en el presente, por revivir mis recuerdos y permitirme crear otros nuevos igualmente bonitos. Por este regalo inesperado. Cuando me fui de aquí la última vez no pensaba en el regreso, pero esta vez sí. Espero de corazón que no pasen otros cuatro años.

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37 comentarios en Kathmandu pasado y presente

  1. Rosa 7 enero, 2014 at 15:15 #

    Pasado, presente y futuro….ya que tienes intenciones de volver. =P

  2. Adrilax 7 enero, 2014 at 15:53 #

    Un post buenísimo. Me encantan las palabras y las fotos… Se me ocurren algunas preguntas sobre Kathmandú que tal vez te haga en otro momento, si finalmente le hago una visita en febrero o marzo… Le tengo ganas a Nepal. Mucha suerte en tu camino y a seguir soñando con los ojos abiertos :-)

    • Carmen 11 enero, 2014 at 8:32 #

      Cuando quieras, Adrilax! Estaré encantada de responder a todo. ¡Un abrazo!

  3. jose 7 enero, 2014 at 19:08 #

    una entrada preciosa.

  4. mami 7 enero, 2014 at 19:11 #

    No parece real, parece un decorado.
    un beso

  5. Maricel 7 enero, 2014 at 20:43 #

    Estuve en abril del 2012 en Nepal y me encantó. Gracias por tan lindos recuerdos!!!

    • Carmen 11 enero, 2014 at 8:36 #

      ¡Gracias a ti por dejar tu huella aquí, Maricel!

  6. Luis López de Guideo App 7 enero, 2014 at 21:35 #

    me ha encantado el post, magnífica fotos y estupendo el texto. Te hace estar allí, acompañarte durante tu estancia en la habitación del barrio de Thamel, gracias por no haber estado en esa playa y por haberte ido a Kathmandu para habernos podido regalar este post :-)

    Un saludo y feliz año nuevo.

    • Carmen 11 enero, 2014 at 8:37 #

      Gracias, Luis! Yo también estoy muy contenta por el cambio de planes inesperado. Eso sí: la playa sigue en el punto de mira. ¡Muy pronto! :D

  7. crisss 8 enero, 2014 at 2:28 #

    ay carmen!!! que entrada mas bonita, que envidia me da la autonomia y la seguridad con la q te mueves, se te ve tan decidida y aunq muchas veces vayas sin rumbo (geográfico) tienes la cabeza súper ordenada y lo plasmas perfectamente cuando escribes
    me encanta leer esta especie de diario y no «blog» q nos permite entrar un pokito en tus pensamientos
    un besoteeeee

    • Carmen 11 enero, 2014 at 8:39 #

      ¡¡Que me sonrojas, Criss!! Qué maja siempre, gracias por seguir leyéndome y por todos tus comentarios. Eres una compañía constante. ¡Un abrazo!

  8. po 8 enero, 2014 at 10:37 #

    inolvidable sitio, buena descripción y mejores fotos, los de la gaviota te quitan la sanidad por » aventurera » que no «emprendedora», ánimo, mientras Katmandú se detiene aquí vamos hacia atrás.

    • Carmen 11 enero, 2014 at 8:40 #

      Me declaro fan incondicional de tus comentarios, jajaja!

  9. Iván 8 enero, 2014 at 10:53 #

    Creo que es una ciudad con personalidad y que como bien dices sirve como oxigeno al salir de la India. En mi caso tuve esas mismas sensaciones durante la vuelta al mundo, tras 3 meses en India pasé unas 2 semanas en ella dejando la vida pasar. Buen viaje Carmen, a disfrutar

    • Carmen 11 enero, 2014 at 8:42 #

      Exactamente, Iván. Lo curioso es que yo no lo sintiese así la primera vez que vine, pero sí… Cuando India agota, nada mejor que una escapadita a Nepal para oxigenarse. ¡Un abrazo!

  10. Rodi G 8 enero, 2014 at 11:00 #

    buen artículo. saludos

  11. José Carlos DS 8 enero, 2014 at 14:18 #

    Sabes que los primeros días tuve mis diferencias con India, fue un país que costó al principio acomodar el culo a su sillón, pero del que al final me levanté bastante a gusto. Sin embargo con Nepal fue distinto, un amor a primera vista con ese toque light que me hizo mucho más llevadero los días que pasamos por allí, especialmente por el animado thamel donde por las noches hay un ambiente rockero que me encantó :D

    Me alegra que estas «minivacaciones» te hayan servido para disfrutar aún más de Kathmandú y que retomes tu aventura con aún más fuerzas.

    Un saludote! Feliz Año :D

    • Carmen 11 enero, 2014 at 8:53 #

      Jeje, se que a ti India te costó un poquito más, pero tienes que regresar para darle otra oportunidad y seguir descubriéndola, que hay mucho por ver! India es un país que por lo general requiere un tiempo de adaptación, y lo malo de viajar por pocos días es que cuando por fin te empiezas a adaptar… ya te tienes que ir!

      ¡Feliz año, José Carlos!!

  12. Percebe 12 enero, 2014 at 4:53 #

    Decía Mandela que no hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado para ver cuánto has cambiado tú.

    Viendo la ciudad, sospecho además que no podías haber elegido mejor lugar para reencontrarte.

    Ahhh! No hagas derogar mucho tu promesa y vuelve pronto por el gorro-cabeza-de-serpiente. Y luego lo cuentas por aquí, claro :)

    • Carmen 12 enero, 2014 at 9:16 #

      A to pongo por testigo que el día que compre el gorro-de-cabeza-de-serpiente me haré una foto con él y la publicaré ;)

  13. Jose 15 enero, 2014 at 23:03 #

    Uff!, tus fotos y tu forma de escribir describen tanto lo que estás viendo y sintiendo, que casi es como si estuviera en Nepal contigo, gracias por compartirlo!

    • Carmen 5 marzo, 2014 at 19:54 #

      ¡Gracias a ti por acompañarme en este viaje!

  14. Mochilas en viaje 18 enero, 2014 at 8:48 #

    Hola Carmen,

    A nosotros nos pasó lo mismo, nos quedamos con las ganas de ir a Bangladesh. Nos encontramos en Sri Lanka, para renovar la visa de India y después volvemos.
    A diferencia de lo que decís, hay algo en Thamel que no nos terminó de gustar. Tal vez porque preferimos un aire más provinciano.
    Muy lindo el texto y las fotos.

    Saludos,

    Lucas y Ludmila

    • Carmen 5 marzo, 2014 at 19:56 #

      Hola chicos!

      Disculpad que no haya podido responder antes, problemas de salud me lo han impedido.

      Parece que este no es el año d eBangladesh para nadie, y en el camino nos hemos cruzado… ahora soy yo quien está en Sri Lanka ;)

      Un abrazo fuerte y buen viaje!

  15. Sonia - La Zapatilla 28 enero, 2014 at 16:32 #

    Madre mía, qué lugar. Debo decir que una parte de mi se siente «envidiosilla» porque tu ya has estado dos veces en Kathmandu y yo sólo puedo soñar con ella. Preciosas tus imágenes, todas, me ha gustado hasta el autorretrato en el espejo lleno de m… ;P Muy chulo el artículo y la ciudad, aunque sea cara (espero que no se ponga mucho más cara o no me lo voy a poder permitir nunca). Gracias por mostrarme el mundo! :)

    Un abrazo,
    Sonia.

    • Carmen 5 marzo, 2014 at 20:01 #

      ¡Hola Sonia!

      Si quieres un «consuelo» (por llamarlo de alguna forma…), Sri Lanka es muchíiiisimo más caro que Nepal, jeje (información fresca, en directo desde la antigua Ceilán). ¡Para venir aquí sí que hay que ahorrar!

      Me alegro mucho de que te haya gustado el post. ¡Y perdona la tardanza en responder! (qué lejano siento Kathmandu ahora…)

      Un abrazo!

  16. Gustavo Prieto 29 enero, 2014 at 16:55 #

    Pues yo tambien pase la nochevieja por alli!! De haberlo sabido… un abrazo! Ahora estoy por Rajasthan en India.

    • Carmen 5 marzo, 2014 at 20:02 #

      ¡Vaya, nos hemos cruzado! ¿Dónde estás ahora?

      ¡Un abrazo desde Sri Lanka!

  17. TfCanaryIslands88 17 marzo, 2014 at 19:36 #

    Cuanto más leo sobre Nepal, más me enamoro, aun sin haber estado.

    Tengo en mente un proyecto de blog de viajes, espero poder empezar a desarrollarlo pronto y, por qué no, coincidir contigo en algún lugar del mundo. Un placer leer tu blog.

    Saludos!

  18. Yuri Diaz 14 agosto, 2016 at 10:21 #

    Ya me parecia rarisimo que Kathmandu, Nepal en general no te hubiera acariciado el alma. Escuchando el OM MANI por sus calles donde se camina despacio y con alegria, diria yo.

    Para mi un refugio en mi,primer viaje a India ya hace 25 años. India, mi amada India se me metio al corazon, hinchado latia y laria cada v z mas rapido….me maravillaba, otras la lagrimas no,podian parar a veces de asombro otras de inmensa tristeza…..tantos que no tienen nada…y tienen esa mirada que nos lleva al Nirvana.

    Ya pensaba yo…co o puede creer que es caro pagar nepali ruppee por entrar a Patan o a Dubar…si son museos vivientes.

    Que bueno que también es tu remanso a partir de hoy.

    Un abrazo
    Si les mii Direccióminadyuri n electronica , reconoceras Cantabria

  19. padre angel 3 diciembre, 2020 at 10:15 #

    sos un pelotudo

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