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Cartas desde Birmania (4): La dictadura es una broma en Mandalay

En Mandalay, en un edificio de la calle 39, entre la 80 y la 81, se encuentra la casa-teatro de los Moustache Brothers. Cuando llego, a las siete y media de la tarde, nada parece indicar que allí, en algo menos de una hora, vaya a tener lugar un espectáculo. Se trata de un lugar lúgubre, sin ningún tipo de iluminación, ni siquiera una farola. Tan sólo un viejo cartel con el nombre de la familia de cómicos confirma que no me he equivocado.

Como todavía tengo tiempo hasta las ocho y media, me siento en el bar adyacente a tomar una Star Cola rodeada por un grupo de niños que siguen con atención una película de Hollywood en televisión, justo antes de ceder su puesto a los adultos con su fútbol. De vez en cuando, uno de ellos se gira, y tras mirarme con curiosidad, dice algo al de al lado, y se ríen.

La hora pasa despacio, y me da tiempo a pasear varias veces por los alrededores para hacerme una idea del barrio. Se supone que estoy en el “Broadway” de Mandalay, la zona donde tradicionalmente se concentraban las compañías de A-Nyeint (el folklore popular birmano, un popurrí de sátira social, música, danza y marionetas), pero nada parece indicar que haya algún otro teatro o espectáculo en los alrededores: la gente tiene demasiado miedo.

Cuando llega la hora, me acerco a la casa. En la puerta me reciben los largos bigotes de Lu Maw, quien casi en un susurro me dice: “¿Has venido a ver el show? ¡Pasa, pasa!”

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La habitación es muy pequeña, y sus paredes están completamente cubiertas por carteles, recortes de periódico, fotografías de los hermanos, y, sobre todo, cientos de marionetas. Aguardando a la función sólo hay tres personas: un neozelandés, un francés y una rusa. En el mismo momento en que se cierran las cortinas de la puerta, entran corriendo una pareja de ingleses. Somos seis personas para ver el espectáculo de esta noche.

Lu Maw es el maestro de ceremonias, y no deja de hablar ni un solo segundo en la hora y media que dura el espectáculo. Constantemente hace bromas sobre las tres veces que su hermano Par Par Lay (“el bigotes número uno”) ha estado encarcelado, o sobre la situación económica y social de su país.

Hace poco ha habido una crisis mundial muy grande… Sólo dos países no la han sufrido: Afganistán y Birmania. ¿Sabéis por qué? Afganistán tiene el opio, y Birmania, la heroína, ¡montañas de heroína! ¡Somos un país muy rico! ¡Qué afortunados!”, “¿Habéis entrado en el Palacio? ¿Habéis pagado la entrada? Bien, bien, eso está bien. ¿Sabéis a dónde va ese dinero? Sí, sí, al ejército: ¡buhhhh!, pero ¿sabéis también a dónde? A las fábricas de pastillas químicas. Así que si os gustan las drogas entrad al Palacio más veces, ¡depende de vosotros! Somos uno de los mayores abastecedores de pastillas del mundo, somos un país muy rico, ¡qué suerte!”

Poco a poco, por turnos, los demás miembros de la troupe van haciendo aparición: Par Par Lay, Lu Zaw (que no es hermano, sino primo de los otros dos, y el único que no lleva bigote) y sus mujeres. Cada uno de ellos, en solitario o en grupo, hace un número cómico, parodiando las tradiciones del país. Se ríen de todo y de todos.

“No os preocupeis, sabemos que el KGB está controlando.  El FBI, la CIA y… también la Guardia Civil” dice Lu Maw tras lanzarme una mirada cómplice. “Pero tenemos un plan: si vienen los militares, uno de los chicos de la entrada silbará,  todos nosotros saldremos corriendo, ¡y os arrestarán a vosotros!”

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Al finalizar el show, venden camisetas (yo les compro una) y nos invitan a volver cuando queramos, a cualquier hora del día, para hacerles preguntas o conversar un rato.

Les tomo la palabra, y al día siguiente me dejo caer nuevamente por la vieja casa de la calle 39. Lu Maw está en la puerta, fumando tabaco verde con un amigo. Se acuerda de mi. “¡Penélope! ¿Quieres fumar?”. Rechazo su ofrecimiento, y me siento con ellos a escuchar la historia de “los Moustaches”.

Somos una familia de artistas, desde hace tres generaciones. Mi padre y mi abuelo ya están muertos, así que ahora quedamos nosotros”.  “Antes íbamos de pueblo en pueblo, era nuestra forma de ganarnos la vida, a la gente le gusta reírse… Pero en 1996 nos invitaron a actuar durante un mitin de Aung San Suu Kyi, y a los militares no les gustaron nuestras bromas. Se llevaron a Par Par Lay, y también a Lu Zaw. Les han tenido casi siete años realizando trabajos forzados, ¡con grilletes y picando piedra! ¿Puedes imaginarlo?”. “Ahora no nos dejan salir a la carretera, tenemos que actuar aquí, y dependemos de los turistas y los periodistas para que se nos conozca. Así que ¡haz fotos! y cuélgalas en Facebook, en Myspace, ¡en tu blog! Envíaselas a tus amigos y háblales de nosotros, ¡queremos que la gente venga! Ya has visto el  público que teníamos anoche… hay días que sólo vienen dos personas, pero actuamos igualmente. Es nuestro trabajo y no vamos a dejar de hacerlo, aunque sabemos que nos jugamos el tipo con cada actuación”.

Me despido con una sonrisa, y prometo volver a pasar un día antes de irme de Mandalay. “¿Todavía no tienes billete? Pues creo que te vas a quedar varios días en la ciudad… ¡es el Water Festival!”.

Razón no le falta: encontrar un billete de autobús cada día parece más difícil, de modo que existe la posibilidad de que tenga que quedarme aquí hasta el 19 de Abril. Afortunadamente, tengo días de sobra para ver lo que me queda de lo “básico” del país: el Lago Inle, la Golden Rock y Yangon, pero creo que me voy a quedar sin hacer el trekking desde Kalaw hasta el lago, algo que me hacía mucha ilusión. Sin embargo, tal vez deba tomármelo como una señal divina indicándome que es mejor que no me meta en camisas de once varas: hace muchísimo calor, y el trekking (de tres días) no es ningún paseo.

Todo se irá viendo. De momento, seguiremos descubriendo Mandalay…

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Nota: El título de este post es un homenaje-casi-copia (salvo por una coma) a un artículo publicado por el gran periodista David Jiménez en el diario El Mundo. Un texto infinitamente mejor que mi post, huelga decirlo, que me sirvió de inspiración a la hora de relatar mi experiencia.

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7 comentarios en Cartas desde Birmania (4): La dictadura es una broma en Mandalay

  1. .melo 12 abril, 2010 at 13:50 #

    Buenas Ku,

    Me alegro de que estás disfrutando en Mandalay y que hayas pasado un buen rato con los Moustache Brothers, yo me reí mucho y además me ayudó a comprender a través de su humor la realidad del país.

    Buen viaje

  2. mami 12 abril, 2010 at 14:16 #

    Kuuu!!sacate una foto con Kyaw! me haria mucha ilusión!ajaj que sensacion al pensar que pasas por los mismos sitios,se me erizan los pelos!
    tengo una sorpresa para ti… pronto te daras cuentas de que se trata!
    por cierto estas echa una deportista desde las 12 hasta las 5 en bici!
    Hoy me han dicho en clase que ole por irte sin pagar despues de la timada!
    estamos contigo! ajaj

  3. MARINA 12 abril, 2010 at 14:17 #

    KUUU QUE LA DEL COMENTARIO DE MAMI… SOY YO QUE ESTOY EN EL DESPACHO ^^!!

  4. Rubén 14 abril, 2010 at 10:49 #

    Vaya narices los mostachos!!! Ahí, ahí! :)

  5. Palmy 14 abril, 2010 at 15:00 #

    Que gusto poder volver a leerte. Me he leido los 4 ultimos del tirón. Llegué ayer de NY, pero la verdad es que leyendote a ti no tengo mucho que contar, jeje. Por cierto, ningun problema con lo de no subir fotos, para nada se hace pesado. Sigue cuidándote.

    Un beso,

    Palmy

  6. panedu 14 abril, 2010 at 19:32 #

    Que buen show, me hubiese encantado verle :) Aun sin fotos ni video, gracias a ti me lo he imaginado jejeje
    Y por favor, pasa una foto del bigotes por facebook, email o lo que sea jajaja

    ehhh el water festival, es lo mismo que hacian en Tailandia,no???

    Sigue disfrutando de Mandalay y ya nos contaras.

  7. Andrés 21 noviembre, 2016 at 9:01 #

    Iré a saludar a los Moustache Brothers en tres semanas. Gracias por tu blog.

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