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La otra cara de Bolivia: Sucre se viste de fiesta

A veces los planes se tuercen. Y a veces los planes se tuercen para mejor. Había llegado a Sucre sin intención de detenerme en ella demasiado tiempo. En primer lugar, porque mi intuición me decía que era una ciudad donde no había demasiado que ver; segundo, porque dado que ahora viajo con el tiempo limitado, tengo que empezar a seleccionar: no puedo, ni pretender verlo “todo”, ni quedarme en cada punto de cinco  a diez días (como hasta ahora estoy haciendo… glups). Así pues, yo había escogido: le daría un repaso rápido a Sucre (dos días, una noche) y de ahí me dirigiría a la vulgarmente  conocida como “Ruta del Che”: un recorrido por los pueblitos de la provincia de Vallegrande, donde vivió sus últimos días el comandante Ernesto “Che” Guevara, luchando por la independencia de Bolivia, hasta morir a manos del ejército del propio país que intentaba liberar, y de la CIA.

Plaza 25 Mayo

Plaza 25 de Mayo

Creyendo yo que todo eso era muy fácil de hacer, y que no iba a encontrar ningún inconveniente para ello, el primer día me dediqué a recorrer la ciudad con toda la tranquilidad del mundo. Fundada en 1450 con el nombre de “La Plata”, Sucre es otra ciudad colonial, más bien pequeñita, pero de gran importancia histórica ya que fue aquí donde se dio el primer grito libertario de América y, veinte años después, se firmó el Acta de la Independencia del dominio español, el 6 de agosto de 1825. Sucre es, también (aunque quizás haya a quien le pille de sorpresa), la capital constitucional del Estado Plurinacional de Bolivia,  si bien en la práctica es en La Paz donde se encuentra la sede de Gobierno, del poder Legislativo, y donde se mueve todo el cotarro…

No iba tan mal encaminada en mis predicciones: en un día tuve tiempo de darme unos buenos paseos por el centro (que al fin y al cabo es la zona con más encanto), y de hacerme una idea general de la ciudad. Aunque de edificios bajos, que le confieren un aire más bien de “pueblo grande”, Sucre me sorprendió enormemente. Comparándola con Potosí, y sobre todo, con Uyuni o Tupiza (también, menudas comparaciones hago yo…) Sucre, y sobre todo sus habitantes, es mucho más moderna y cosmopolita: restaurantes y cafés de lujo, jóvenes con pantalones caídos y ropa de marca (o muy buenas imitaciones), parejas de la mano y besuqueándose por la calle; mujeres de americana discutiendo, por sus teléfonos móviles, asuntos de trabajo… Lo cierto es que, si uno no se mueve de la zona circundante a la plaza 25 de mayo, en ciertos momentos es fácil olvidarse de que se está en Bolivia (¡por no mencionar que la altitud es algo menor, y la temperatura infinitamente más agradable!); al menos, hasta que se entra en el mercado.

Calles y edificios (5)

Primer plano, el Juzgado; al fondo, la Catedral

Calles y edificios

Calles y edificios (8)

El Mercado Central de Sucre ha sido uno de mis grandes descubrimientos, y uno de esos lugares donde podría pasar horas metida, simplemente mirando embobada a todas partes. ¡Es un microcosmos con vida propia! El funcionamiento de las carnicerías ya constituye, de por sí, un buen espectáculo; pero lo mejor, sin lugar a dudas, son los “comedores”: de flanes, de pasteles, de “salteñas”, de hamburguesas… ¡de todo! Al más puro estilo asiático, aquí el mercado deja de ser un lugar de paso, con una finalidad puramente mercantil (perdón por la redundancia), para convertirse en un auténtico centro de reunión social. Me encanta.

Mercado (3)

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Mercado (8)

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En esas estaba cuando se torcieron mis planes: se me rompió la mochila (detalle que ya he mencionado en un comentario de la entrada anterior, de modo que no voy a contarlo de nuevo), un inconveniente que me sacó de mi éxtasis, y me obligó a salir a la calle a buscar una sustituta, tras lo cual decidí que había llegado el momento de acercarme a una agencia y preguntar qué posibilidades tenía para ir hasta Vallegrande o La Higuera, dos de los pueblos que quería visitar, dentro de la famosa “Ruta del Che”. En ninguna de las (varias) agencias en las que entré, me lo pintaron nada bien: que si la mejor opción era ir a Samaipata (¡casi llegando a Santa Cruz!), y de ahí tomar otro autobús a Vallegrande, pero la carretera estaba cortada…; que si otra alternativa era ir  a Villaserrana, a seis horas de Sucre, pero una vez allí no me garantizaban que hubiese autobuses hasta Vallegrande todos los días… En resumidas cuentas: un buen lío. Un buen lío que podría permitirme si todavía viajase con tiempo ilimitado, pero en el que si perdía ahora cinco días, descolocaba todos mis planes… Así que, muy a mi pesar, renuncié a ello y compré un billete a Cochabamba para el día siguiente. A veces, toca resignarse.

Un poco frustrada por el cambio de planes (reconozco que nunca me convenció del todo la idea de visitar Cochabamba), por la noche me dediqué a otra de mis actividades preferidas: los paseos nocturnos. Y es que si el centro de Sucre es bonito de día, de noche tiene una magia especial. Sus majestuosos edificios son iluminados en tonos amarillos y dorados, convirtiendo el centro de la ciudad en un decorado de teatro del siglo XVII. Dejo unas fotos que intentan (pero no consiguen) dar una idea de ello:

Banco Nacional - Día

Banco Nacional - Noche

Prefectura del Dpto - Día

Prefectura del Dpto - Noche

Catedral - Día

Catedral - Noche

Al día siguiente me desperté de golpe, con un único pensamiento en la cabeza: “¡No quiero ir a Cochabamba! ¿Qué se me ha perdido a mí ahí?”. Así que, ni corta ni perezosa, con las legañas todavía en los ojos, corrí hasta la agencia del día anterior a cambiar mi billete por otro para La Paz. A mi parecer, era un poquito pronto para desplazarme hasta esa ciudad, pero no tenía intención de quedarme toda la semana: La Paz es una excelente base para realizar otras excursiones, como por ejemplo, al pueblo de Coroico, en las Yungas bolivianas. Y esa era mi intención. Tuve suerte, y unas mentirijillas por aquí, otras por allá, conseguí que me cambiasen el billete para esa misma tarde.

Así que mi segundo día en Sucre, mucho más tranquila y convencida del rumbo que tomaba mi viaje, me dediqué a hacer tiempo hasta la hora de salida del autobús. Faltarían dos o tres horas, cuando comencé  a sospechar que algo se estaba cociendo en esa ciudad: gran alboroto en todas las calles, policía cada dos metros, gente “disfrazada” de a saber qué… pero sin duda, el golpe de efecto fue cuando, al pasar frente a la Catedral, me encontré una banda de músicos gritando a bombo y platillo (nunca mejor dicho) que eran “Los Intocables”. ¿Los “intocables” de qué? De La Paz, por lo que pude leer en sus tambores… ¿Y qué habían venido, esos tipos, desde La Paz, a hacer a Sucre? ¿Para qué estaban ensayando?

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¿Os acordáis de “Piolín”, el canario amarillo de la Warner? Pues en determinados aspectos yo me parezco bastante a él. Reconozco que a veces soy un poco lentita, tanto a la hora de razonar como de percatarme de las cosas; puede estar pasando una procesión delante de mí, y yo sin enterarme (aprovecho este momento para decir, que, si alguna vez no saludo a alguien por la calle, más que por falta de ganas o educación, suele ser porque estoy en la parra). Pues eso fue exactamente lo que me pasó en Sucre: literalmente, estaba pasando un desfile por delante de mis narices, y yo no me había dado cuenta de ello.

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La Virgen, la policia, la gente... "Me parece haber visto un lindo gatito..."

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¡Es cierto, es cierto! He visto un lindo gatito...

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Este fin de semana, 10 y 11 de Septiembre, ha tenido lugar la Entrada de la Virgen de Guadalupe, fiesta grande de Sucre, para cuya majestuosa entrada folklórica se han desplazado hasta la ciudad más de cincuenta delegaciones, fraternidades, grupos folklóricos y bandas de música de todo el país. Concretamente, esa tarde de viernes en que yo me encontraba haciendo tiempo antes de abandonar la ciudad, estaba comenzando el desfile de los colegios de la zona (¡y no sabéis qué cantidad de colegios!), en el que tanto alumnos como profesores desfilaban con sus trajes tipicos, al ritmo de pasos de baile para los cuales llevan ensayando todo el año.

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Durante aproximadamente una hora (apurando, como siempre), me quedé sentada en una grada, sin saber qué hacer. ¿Cambiar otra vez el billete, para el día siguiente? ¿Merecería la pena quedarse para ver el desfile del sábado? ¿Me mandarían a la mierda en la agencia? Y aunque no fuese así: ¿podía permitirme quedarme un día más? Al final, a contrarreloj, corrí a la agencia. Tras explicarles mi situación, conseguí que, aunque muy a regañadientes, me cambiasen el billete para el sábado por la tarde. De ahí, corriendo al hostal: ¿Tendrían habitaciones libres? la ciudad estaba abarrotada de gente venida de todo el país… La suerte pareció sonreírme una vez más, y había una habitación disponible. ¡Me quedaba a la fiesta!

Este texto comenzaba diciendo que, en ocasiones, los planes se «tuercen» a mejor; y éste es el mejor ejemplo de ello. Desconozco hasta qué punto merecerá la pena la «Ruta del Che» (aunque era mi plan inicial, otra parte mía quiere convencerse de que, hoy día, debe ser una turistada como cualquier otra..) pero, ¡qué bien hice quedándome en Sucre! No sólo ha sido uno de los desfiles más espectaculares a los que he tenido el privilegio de asistir en mi vida, sino que, además (pero no por ello menos importante), quedarme me ha dado la oportunidad de ver una cara de Bolivia (y sobre todo, de los bolivianos) que, de otra manera, me hubiera quedado sin conocer.

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Ambientazo nocturno la noche del viernes, en el desfile de los colegios

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El recuerdo que, por lo que hasta el momento había visto y vivido, iba a llevarme de este país, iba a ser bonito pero, las cosas como son: bastante triste también. Gracias a las fiestas de la Virgen de Guadalupe, Bolivia me ha mostrado su mejor cara; una cara alegre como pocas, fuerte, vital. Una auténtica y muy agradable sorpresa, que no sé si las fotos serán capaces de transmitir…

Como describir cada minuto del desfile que aquella noche, y sobre todo durante el día siguiente, tuvo lugar por las calles de Sucre, es una empresa sin sentido, os dejo directamente con las fotografías que, más mal que bien, conseguí tomar entre aglomeraciones, porrazos y petardos. Si esta entrada se ha atrasado dos días ha sido porque, cuando quise hacer recapitulación, tenía ni más ni menos que 1.193 imágenes entre las dos tarjetas de memoria. Repito: mil ciento noventa y tres. Huelga decir que la selección de 93 que podéis ver en su álbum ha sido hecha a dedo, ya que cuando se parte de una base de 1.193 fotos, pretender hacerla con algo de “criterio” es más bien una misión imposible… aunque le dediques dos noches enteras. Con todo este rollo estoy intentando salvarme el pellejo alegando que seguramente tengo fotos mucho mejores que se me han pasado por alto. Y mucho peores también (pero, por suerte, esas no las váis a ver nunca, jeje). ¡Que las disfruteis!

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La cara humana de la fiesta

Si os han gustado, ya sabéis que en su álbum hay más!

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6 comentarios en La otra cara de Bolivia: Sucre se viste de fiesta

  1. Riky 15 septiembre, 2010 at 20:11 #

    Joer! valla fiestorro!!!!!… Que colorista!!!!!… Que fotos!!!!!.Santa paciencia los de la agencia..jajaja…

  2. Almudena 16 septiembre, 2010 at 7:49 #

    QUe fotos más bonitas, y la fiesta genial, me está gustando tu recorrido por Bolivia, espero ansiosas más novedades de tu gran viaje.
    Un beso.

    Across The Universe

  3. Rubén 16 septiembre, 2010 at 9:29 #

    No es la primera vez en el viaje que te pasa, seguir el barullo y acabar en una celebración :D Mucho colorido!! :)

  4. Mari 16 septiembre, 2010 at 15:39 #

    QUE SUERTE ESTAS TENIENDO!!
    Acaba en todos los saraos!
    me encanta el mercado!!!
    con sus colores desprende vida!!!
    y los flanes tienen una pinta..mmmm
    …ya queda poco!!!estoy deseando achucharte
    te quiere
    TICO

  5. mami 16 septiembre, 2010 at 17:21 #

    Ku
    Lo mejor de Bolivia,LOS DE LA AGENCIA. ¡Y eso que era día de fiesta!
    ¡parece el desfile de Rio! ¡Que exuberancia! ¡Que mujeronas!!! ¡ja-ja!
    No nos has contado a que altura estabas.
    un besazo

  6. po 17 septiembre, 2010 at 11:38 #

    de fiesta en fiesta, no sé si la altitud tiene que ver pero bailan inclinados. Que suerte tuvieron con el tiempo. UNBESAZO

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