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Kathmandú en el recuerdo

Hoy es lunes y debería haber publicado un post sobre cualquier lugar del mundo. Tengo dos ya medio preparados, pero no los he podido terminar.

Hoy no es un lunes cualquiera. Tampoco ayer fue un domingo cualquiera. El sábado sí amaneció como tal, al menos para mí, aquí en Cantabria, aunque duró poco: lo que tardaron en avisarme para que viera las noticias de lo que estaba sucediendo en Nepal.

Hablaban de un terremoto, pero al principio no me espantó. Informaciones demasiado difusas, baile de números, escasas imágenes… Sí, había sucedido una desgracia, pero nunca se está preparado para algo tan brutal. Así que la mente se pone en lo mejor.

Las cifras fueron concretándose y aumentando a lo largo del día y hasta ahora no se han detenido. Esta mañana leía que se calculan por lo menos 3200 muertos y el doble de heridos, aunque serán más. Cuando el sábado por la tarde vi las primeras fotografías de la plaza Durbar de Kathmandú, con sus templos reducidos a montañas de ruinas, se me encogió el alma y empecé a llorar. No solo por los edificios, claro: fue el choque de la realidad.

He llorado mucho este fin de semana. Siento Nepal como mío, y asistir en la distancia a lo que está sufriendo su gente me desgarra por dentro. Han ocurrido otros sucesos en estos últimos días, otras catástrofes terribles, pero yo solo he llorado (estrictamente, quiero decir: con lágrimas) por Nepal. Es inevitable y, creo, algo inherente a nuestra naturaleza humana: cuando algo te toca de cerca, te afecta más.

Desde el sábado por la mañana no pienso en otra cosa que en los nepalíes, ese pueblo maravilloso, humilde, generoso, optimista, que en cuestión de minutos han visto su mundo derrumbarse, literalmente, a su alrededor. Pienso en las víctimas, en las personas que han perdido a sus familiares, sus casas, en quienes luchan por su vida, en los hospitales desbordados, en los alpinistas desaparecidos, en el caos que inunda ahora el país de las sonrisas, y vuelvo a llorar otra vez. Lloro de rabia, porque esto es una injusta y enorme putada.

Pero también lloro por mí, porque como persona soy egoísta, y al derrumbarse Kathmandú (y Bhaktapur, y otros lugares a los que se concede menos protagonismo) he perdido algo mío. Vuelvo una y otra vez a las fotos que saqué hace un año o en mi primer viaje al país, y las comparo con las que ahora ocupan las portadas de los periódicos y llenan las Redes Sociales. El antes y el después, lo que el viernes era y el sábado al amanecer dejó de ser. Tan fácil. Mientras aquí dormíamos.

Tengo planeados algunos viajes a Nepal este año, e iré. Si pudiese iría ahora mismo. Iré sola, y tal vez acompañada por alguno de mis grupos. Va a ser duro. Hace unos meses, cuando empezamos a preparar el viaje, a mí se me llenaba la boca tratando de describir Kathmandú. Sin éxito, porque a la belleza uno puede aproximarse mediante adjetivos, pero Kathmandú además de ser hermosa tenía un aura que solo se puede sentir. Su atmósfera rozaba lo irreal, como la que rodea los sueños.

Ayer alguien me dijo que podía considerarme afortunada, y sé que lo soy. Todos quienes la conocimos lo somos. Pero, como cuando la vida te arrebata a un ser querido al que sabes que no volverás a ver, asumir el vacío no es fácil. Te invade la pena de la pérdida, la nostalgia por los momentos vividos, la culpa por no haberlo aprovechado más.

Kathmandú no ha muerto, sigue ahí, pero ha sufrido daños irreparables. Habrá que esperar un poco, ver cómo enfocan la recuperación, qué deciden hacer con los edificios históricos. Puede que intenten reconstruirlos, pero llevará décadas y no será igual. También sus gentes habrán cambiado, porque de un trauma así no se sale sin secuelas.

Y lo siento, además de por ellos y por todos los que este sábado sentimos que el terremoto nos arrancaba algo nuestro, por aquellos que ya no conocerán esa Kathmandú. Viajarán a Nepal, se enamorarán de sus gentes, de sus montañas y paisajes, y seguro que también se enamoran de ella, porque su luz no reside en sus piedras y con el tiempo volverá a brillar. Pero será diferente y nunca lo sabrán. Porque lo que ha quedado reducido a escombros no son solo sus monumentos: es algo que no se ve en las fotografías ni se puede explicar.

Kathmandú para mí era pasado y presente; ahora es recuerdo, y ésta es una idea muy difícil de asimilar.

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10 comentarios en Kathmandú en el recuerdo

  1. Ana 28 abril, 2015 at 15:45 #

    Gracias, Carmen. Una pena tan grande como la tuya, exactamente por todo lo que aquí escribís, que dimensiona con tanta emoción la porción «física» de esta pérdida. El calor de las gentes es cosa aparte y ese tesoro persiste, por suerte…
    Habrá que llegarse hasta allí para encontrarlo en algún momento.
    Abrazo grande.
    Ana.

    • Carmen 29 abril, 2015 at 12:16 #

      Gracias, Ana. Has entendido perfectamente lo que quería decir. Por supuesto, de lo que se ha llevado el terremoto lo que menos importa son las piedras. Sufro por Nepal y sus gentes, y por lo que aún les queda por sufrir. Pero como bien dices, hay una «dimensión física» en la pérdida que también me toca muy de cerca. Y sin olvidar lo primero, ésta también me entristece en el alma.

      Un abrazo fuerte.

      • Ana 29 abril, 2015 at 16:25 #

        Comprendo y comparto con vos, Carmen.
        Abrazo bien grande.
        Ana.

  2. Patri 28 abril, 2015 at 19:17 #

    Conmovedor post. Se nota que te ha salido directo del corazón. Todos lloramos con Nepal, son días de luto y mucha tristeza. Ya nunca será lo que fue, ya sólo queda ayudar a la gente que ha sobrevivido, a los que siguen allí entre los escombros. Es terriblemente injusto, sí, la tierra parece que siempre se ceba con los más vulnerables.
    Un abrazo de la cosmopolilla

    • Carmen 29 abril, 2015 at 12:17 #

      No puedo añadir más. ¡Un abrazo, Patri!

  3. Ada Red 2 mayo, 2015 at 22:00 #

    Me emociona mucho este desastre. Claro que la desgracia se ceba con los más débiles, siempre. A misma intensidad de desastre natural, ellos siempre están en desventaja, siempre menos preparados. El mundo es un lugar muy difícil para la mayoría de personas.
    Nuncahe estado en Nepal, pero hace años tengo en mente ese destino, que postergué en parte porque un cardiólogo me lo desaconsejó vivamente (quería hacer el trekking de los Annapurnas también) hasta que resolviese un asuntillo en mi corazón. En agosto pasado me decidí a resolverlo y, físicamente, mi corazón parece que está preparado… pero ahora, justo ahora, yo no sé si lo estoy, o si quizás lo estoy más que nunca.

    Gracias por tus crónicas. Escribes muy bien y las fotos son preciosas. Soy una neolectora ávida de mundos por descubrir.
    Un abrazo.

  4. Pau 7 mayo, 2015 at 9:48 #

    Me sentí tan mal cuando me enteré de la noticia, es un lugar que conozco muy de pasada pero que dejó una gran huella en mí.

  5. Jonathan 5 febrero, 2016 at 14:00 #

    Buenas Carmen, en marzo comienzo con mi pareja la vuelta al mundo y te tengo que decir que me estoy enganchando mucho a tu blog…
    En abril estaremos en nepal 21 días y quisieramos ayudar y colaborar voluntariamente en la zona del desastre. Por donde empezamos? sabes algun contacto o web donde podamos solicitar información al respecto?

    Muchas gracias de antemano!

  6. MONICA 22 julio, 2016 at 19:57 #

    HERMOSA NEPAL… INCREIBLE SU GENTE… SU CULTURA!!!!!

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