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Últimos días en India

Cada vez que pienso que en menos de una semana habré cambiado la intensa y contradictoria India por los apacibles paisajes del sudeste asiático, me entra una extraña tristeza que no soy capaz de explicar. Ha sido mucho tiempo; tal vez no “muchísimo”, pero cuatro meses, vividos de una manera tan intensa, tan lejos de todo lo que conoces y amas, quieras que no dejan huella en el espíritu y en el corazón.

Cuando el 11 de diciembre bajé del avión en Delhi y fui consciente, de golpe, de que estaba completamente sola y no “tenía que ir” a ninguna parte, que podía hacer lo que quisiese, y que, por otro lado, al final del día no habría una cara amiga con la que compartir todo lo visto y vivido, fui víctima de un conglomerado de emociones como jamás había sentido hasta entonces.

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Primer paseo por Delhi.

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Trabajadores descansando (o esperando clientes) en Chandni Chowk, Delhi.

Por una parte, esa sensación de extrema libertad me provocó un subidón de adrenalina indescriptible. Era LA LIBERTAD. Habrá quien piense que exagero, o que es una postura muy inmadura pretender que la vida sea así, que forma parte de la naturaleza del ser humano tener obligaciones y responsabilidades, que todos tenemos que responder ante alguien… con todas estas afirmaciones estoy de acuerdo; yo tampoco querría que mi vida fuese un eterno vagar sin rumbo ni objetivos. Pero el tener la oportunidad, al menos por una vez, de sentir esa libertad total de la que hablo, una libertad casi salvaje, primitiva, es algo único e impagable.

No puede comparase a la libertad del fin de semana, ni a la del principio de las vacaciones escolares; no había ningún “primer día de colegio” al final de los tres meses estivales, ni ninguna “reunión del lunes por la mañana” por la que preocuparse. Ni siquiera el pensamiento de “antes de las próximas navidades tendré que volver a casa” o “cuando se me acabe el dinero…”, ya que, aunque el regreso es algo que siempre tengo presente, siempre he tenido claro que si algo verdaderamente “bueno” apareciese en mi camino, no tendré ninguna duda en ir a por ello con todas mis fuerzas. Era la libertad para hacer lo que realmente desease, para perseguir mis sueños; la oportunidad de decidir qué hacer con mi vida, desde cero, y sin condiciones.

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Mujeres lavando ropa en los ghat de Varanasi.

Por otra parte, el sentimiento de completa soledad también pegó fuerte en mí. Estaba sola, sola como jamás había estado, en un país completamente desconocido y de cultura y costumbres diametralmente opuestas a las de mi hogar. Por supuesto, podía llamar a mi familia en cualquier momento (algo que hice en cuanto hube dormido un poco y recuperado fuerzas tras los agotadores viajes de avión), e incluso, si me sentía realmente mal, sólo tendría que comprar un billete de vuelta y en menos de diez horas estaría en casa. Pero sabía que eso no era posible, al menos, de momento.

Sin tener mucha idea, valiéndome únicamente de una guía (bastante mala) donde había marcado los lugares que me parecían más interesantes para visitar, empecé a moverme. Al principio todo era un reto: regatear con los vendedores, comprar un billete de autobús… Mi primera noche en Jaipur (tras mi estancia en Delhi con Devesh, a quien nunca podré agradecer el apoyo y la ayuda prestada  en aquellos primeros momentos), cuando, al final de un agotador día lidiando con el acoso de los conductores de rickshaw, y todavía con una fuerte diarrea, me encontré sola en una habitación inmunda, lloré como una magdalena. Fue el primer y único día que he llorado en todo este tiempo.

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Niños de la calle en Jaipur.

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Vistas de la «Ciudad Rosa».

Poco a poco, el camino, ese que no estaba trazado en ninguna parte, fue apareciendo por si solo. Como en la película de Walt Disney Alicia en el País de las Maravillas, empezó a dibujarse delante de mí. “¿Qué dirección  tengo que seguir?”, preguntó Alicia al gato. “Eso dependerá de hacia donde quieras ir”, respondió éste. “Verá usted, señor gato, es que ‘realmente’ no lo sé…”, dijo Alicia. “Entonces, ‘realmente’ no importa el camino que escojas”, sentenció burlonamente el gato, antes de desvanecerse en el aire.

Y así fue. Sin tener un destino fijo en mente, el camino fue brotando de manera natural. Llegaba a una ciudad sin saber exactamente qué esperar ni cuánto tiempo me quedaría, y enseguida tenía claro qué hacer y hacia dónde me gustaría ir a continuación. Por supuesto, también he cometido errores y he tenido mis tropiezos (recordad mi odisea en Mumbai), pero al final, incluso de estos he aprendido, y no puedo más que pensar que, si no llega a ser por ellos, no hubiese llegado a determinados lugares y personas que han resultado de una importancia capital, no sólo en el viaje, sino también en mi vida.

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Hermanos jugando en Orchha.

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Regresando del cole (Orchha).

Sobre todo, las personas. Este viaje (que no ha hecho más que empezar) está siendo un viaje de personas. Personas que han tenido la amabilidad de alojarme en sus casas, darme de comer, o simplemente, con quienes he compartido una conversación. Durante estos meses he tenido la suerte de dar con gente maravillosa que me ha ayudado en todo, y de las que he aprendido más de lo que yo misma hubiese imaginado. Devesh, Kavii, Aladdin, Raja, Dan…  incluso el dueño del puesto de chai donde todas las mañanas desayunaba en Haridwar. A través de cada uno de ellos, India me ha mostrado su mejor cara, y a todos ellos les estoy inmensamente agradecida.

Tampoco puedo olvidarme de los “no-indios”, viajeros como yo, de España, Argentina, Nueva Zelanda, Chile, Uruguay, Japón… con los que algunas veces sólo me he cruzado, y otras he compartido días de viaje. También con ellos he mantenido largas conversaciones, intercambiando diferentes puntos de vista sobre el país en el que estábamos viajando, y sobre la vida. Unas veces estábamos de acuerdo, otras no, pero todos me han aportado algo, y con todos ellos mantengo un contacto regular vía e-mail, ya que si llego a visitar alguno de sus países no tengo la menor duda de que me alojarán en sus casas (¡más les vale!).

Si hago ahora esta reflexión es porque, al dejar éste país, siento que estoy cerrando una etapa importante de mi viaje. Lo que India ha supuesto para mi es algo que difícilmente podré transmitirle jamás a nadie. Han sido unos meses en los que  no sólo he disfrutado o aprendido cosas más o menos interesantes sobre este fascinante país (del que me voy con la sensación de apenas haber arañado la superficie), sino que, sobre todo, he aprendiendo sobre mí misma, me he puesto a prueba y he salido reforzada, segura de que poder llegar hasta donde yo quiera y convencida de que la limitaciones no existen. En definitiva, como dirían aquí, de que “Sab Kuch Milega”.

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Con Kavii visitando Chittorgarh.

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Preciosa niña de Nepal.

Mientras pienso en todo esto, la vida en Kolkata se desarrolla más o menos igual. Cada tarde salgo a pasear y descubro un nuevo rincón de esta hechizante ciudad, donde las contradicciones del país se manifiestan de la forma más radical. Unos días aparezco en el barrio de Kalighat, donde los hindúes acuden al templo a sacrificar a sus animales; otros, en el enorme parque Maidan, pulmón de Kolkata, donde el imponente edificio del Victoria Memorial recuerda a sus habitantes los años en que la ciudad fuese capital del país cuando éste aún se encontraba bajo el dominio del Imperio Británico.

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Típico taxi de Kolkata en el barrio de Kalighat.

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Victoria Memorial, en el parque Maidan.

En apenas unos metros puedo pasar del peor barrio de chabolas (a los que los propios indios llaman “madrigueras”),  al centro comercial más lujoso, donde los jóvenes se comunican entre ellos en inglés, para disfrutar de la última película de Tim Burton en 3D en una enorme sala con butacas reclinables y aire acondicionado. Al regresar al hostal paso por delante de unos sin techo, ya casi como de la familia, que todos los días, a todas horas y en la misma esquina, se inyectan alcohol puro en vena porque no tienen dinero para una droga “mejor”.

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Caos en el cruce.

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Caos en el cruce (diez segundos después).

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Centro Comercial Forum.

Por las mañanas trabajo en Prem Dan, donde cada vez me siento más cómoda. Atrás ha quedado la fuerte impresión del primer día, lo que me hace pensar en lo fácil que le resulta al ser humano asumir como “normales” situaciones tan terribles. Que, por otra parte, ¿por qué no? ¿Qué diferencia a esas mujeres de mí? Tan sólo un poco de mala suerte o, simplemente, el peso de los años bajo esas condiciones realmente duras en que les ha tocado vivir.

Allí, los voluntarios hacemos cosas que la mayoría de nosotros, si nos lo llegan a  decir antes, hubiésemos considerado como impensables, y cada día descubrimos enfermedades que ni siquiera sabíamos que existían. Enfermedades raras y complicadas, y otras pasmosamente sencillas, pero que, precisamente por su sencillez, sorprende cómo es posible que esa persona haya llegado a esa situación, cómo no se hizo nada por evitarlo.

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Baños públicos en el barrio musulmán.

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Estado de los edificios en Kolkata.

He visto a una mujer con un agujero en la cabeza (y cuando digo un agujero, quiero decir exactamente eso: un enorme agujero) lleno de gusanos. Pensar que todo comenzó con una simple herida mal curada, que poco a poco se ha ido infectando, te hace planteártelo todo: lo mal repartido que está el mundo, cuán cierta es la frase de que hay quien nace con estrella y quien nace estrellado. Esta enfermedad es relativamente frecuente en los pies de los conductores de rickshaw, y son muchas las voluntarias a las que ya les ha tocado turno en dispensario, sin ningún conocimiento de medicina previo, para quitarles los parásitos con pinzas, de uno en uno.

Tengo un fuerte debate interno acerca de las medidas de control existentes en estos centros. Por una parte, no puedo sino admirar a todas las hermanas, voluntarios y trabajadores que cada día hacen lo que pueden por tratar de mejorar la situación de estas personas; cosas para las que no se han preparado, sólo a base de fuerza de voluntad y ganas de ayudar, y que verdaderamente hacen un gran trabajo. Por otra, no puedo entender cómo no existe un control más exhaustivo sobre “quién puede hacer qué”.

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Voluntarios antes de ir a trabajar (7 am).

Por ejemplo, esta mañana, mientras estábamos en el patio, escuchamos un fuerte tumulto cerca de la entrada. Al acercarme, un montón de internos rodeaban una ambulancia que había arrollado a un hombre. El hombre era un interno, y se había tirado bajo las ruedas del vehículo cuando éste daba marcha atrás. No sabemos si lo hizo intencionadamente o no, pero eso es lo de menos. El hombre no se movía, pero todavía podía estar vivo. Entonces, uno de los indios que allí trabajan (no de los voluntarios), lo levantó sin más y lo puso en una silla. En menos de cinco minutos, el hombre murió.

Yo no sé nada de medicina, pero tampoco creo que haya que tener muchos conocimientos para saber que a un hombre que ha tenido un accidente no hay que levantarle ni moverle hasta que alguien cualificado le examine y diga qué hacer. No sé, no soy nadie para hablar ni criticar nada, pero a esa clase de control me refiero.

En cualquier caso, mañana será otro día en Prem Dan…

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Pastor con su rebaño en pleno parque Maidan.

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18 comentarios en Últimos días en India

  1. Gromit 24 marzo, 2010 at 18:05 #

    Mmm…
    Curioso…
    Siempre dice mi madre que hay que tener conocidos hasta en el infierno… Así que creo que es bueno que remarques esa faceta «personal» de tu viaje… Porque no tengo la menor duda de que es la más importante de todas…
    Anyway… Te has olvidado de alguien…
    http://www.flickr.com/photos/trajinando/4326758939/in/set-72157623216207421/

  2. Paco 24 marzo, 2010 at 18:42 #

    Creo que desde el principio de tú viaje, te sigo con sumo interés. Para mí, eres una especie de heroína muy particular. Después de leer esta última entrega y la reflexión personal que haces, no me queda otra que quitarme el sombrero y darte la enhorabuena; lo que estas consiguiendo esta al alcance de muy pocos, y no, porque no sea posible, más bien por falta de valentía para hacerlo.
    Animo y suerte en tu siguiente etapa.

    Un saludo.

  3. panedu 24 marzo, 2010 at 19:19 #

    Muy curioso el dejar a un niño durmiendo atado con una cuerda a la tienda…

    Esta claro que no se debe mover a un accidentado, es una de las primeras cosas que te dicen en cualquier curso de primeros auxilios, pero claro hay que tener en cuenta cuantos médicos hay en el centro y bueno que el indio lo haría con su mejor intención. (alguien le tendra que formar, digo yo)
    Algo que siempre me ha llamado la atención de la India es el contraste entre gente con mucho dinero y otros que no tienen absolutamente nada.

    Y bueno lo del parque es lo mas típico Ingles jajaja su propio Hyde Park, de las mejores ideas que han tenido en organización de ciudades.

    Para Gro: Ese hombre se merece un articulo solo para él y no ser únicamente mencionado :p

  4. Rubén 24 marzo, 2010 at 19:30 #

    THEY WANT TO BE SPECIAL!!!! Yo también opino que deberías haber incluido esa imagen, porque sólo lo alusivo del texto de la sudadera del señor, y cómo se te acercó únicamente con la ilusión de ser retratado, sin pararse siquiera a ver el resultado de la foto, merece especial mención de nuevo :)

    Sigue la senda de baldosas amarillas!

  5. Riky 24 marzo, 2010 at 20:16 #

    Hola
    Casi que me da pena que abandones la India. Son tantas las vivencias y situaciones, compartidas con nosotros…que.. no se.. ademas parece un país seguro, o al menos eso trasmites en tus crónicas.Pero bueno, el viaje sigue..y seguro que en Asia te ira bien.
    Me a impresionando, la labor que hacéis los voluntarios, y los cosas que nos cuentas, en la Casa de la Madre Teresa..
    Gracias a ti, conozco un poquito mas de la India.
    Suerte Carmen, y un Fuerte Abrazo.

  6. bibliotecadeideas 25 marzo, 2010 at 1:41 #

    Carmen,

    Vaya post, me ha gustado mucho. Veo que estas viajando en todos los sentidos, que realmente lo que estas haciendo es eso «un viaje», qué suerte!!

    No sé que decirte en este post porque ha habido muchas cosas que me han impresionado sól, síguenos relatando.

    Salud y suerte, Luis.

  7. Bea 25 marzo, 2010 at 1:18 #

    Encontré tu blog por casualidad hace unos meses y desde entonces me paseo por él de vez en cuando…Leer este último capítulo de tu aventura ha sido como volver atrás un año en mi vida. Yo también lo dejé todo, cogí una mochila y me fui sola a viajar. También sentí la libertad y el pánico del que hablas, normalicé cosas que jamás creí posibles y descubrí mucho más de mí de lo que había conocido los anteriores 27 años. Leerte es volver a viajar…Gracias

  8. OTRA LAURA 25 marzo, 2010 at 9:13 #

    Me sumo al comentario de Paco; yo también me quito el sombrero y te doy, de verdad, la enhorabuena! Y para nada es síntoma de inmadurez el buscar la libertad de que hablas; precisamente es ahora, que no tienes esas responsabilidades u obligaciones, cuando lo puedes hacer. Lo inmaduro sería hacerlo cuando «ya» existen. Hay responsabilidades «maravillosas», que supongo que son las que nos dan a algunos ese «sentido» que todos buscamos, pero todo tiene su «tempo». Animo y disfruta esta última semana!

  9. Sergio (Guadalix) 25 marzo, 2010 at 9:35 #

    Que gran entrada Carmen. Esta vez, lo de menos, son las fotos

    Te sigo leyendo desde el primer dia. Mucho animo en tu proxima etapa, no tengo ninguna duda de que vas a llegar hasta el final

    PD: coincido con los demas, aquel hombre a mi tambien me causo gran simpatia

  10. Emanuele 25 marzo, 2010 at 11:09 #

    Menuda entrada! Meravigliosa, emozionante, e al tempo stesso mi trasmette un’energia e una voglia di partire al più presto, di sperimentare quella libertà di cui parli, anche se solo per un poco. L’India non è mai stata la mia passione, ma non vedo l’ora di leggere dei tuoi viaggi nel Sud-Est asiatico, che sarà fra le mie prime mete :)
    Continua così!
    Un abrazo

  11. mami 25 marzo, 2010 at 17:32 #

    KU
    Siento que estas bien y con eso me vale.
    Cada dia te superas en tu escrito, en tu redaccion y con tus fotos.
    Sumergida en mi nostalgia compensa la balanza tu profundo sentir alegre,positivo, y sin hacernos sentir las «pequeñas adversidades» con las que te vas enfrentando.
    En el fondo, me das envidia.
    T.Q.

  12. Criss 25 marzo, 2010 at 19:22 #

    jo Carmen, me ha impactado lo de las enfermedades pero en concreto la herida en la cabeza….xq la has descrito, dios mio, viva tu coraje,y tu ganas e ilusion, dime como te recompones despues de vivir todo esto, ….
    te doy un aplauso y supongo q como todos los q te leen en general, xq nos fdemuestras cada dia, no solo un viaje, o unos paisajes, o gente q conoces, nos transmites tus vivencias d tal forma q casi te hacen partícipe, es increible!
    de verdad, enhorabuena x todo lo q haces!y nunca mires atras! solo hacia adelante! q es hacia dnd se va escalando!! ;)
    un beso enorme!!y cuidate mucho!!

  13. CHAPETE 25 marzo, 2010 at 21:10 #

    Hola Carmen, no se si me recuerdas, te tuve sobre mis cervicales / hombros en una cabalgata de reyes en Torrelavega, y en otra ocasión me servistes la mesa en tu casa de Suances. En fin… soy un buen amigo de tu madre – cuanto te pareces a ella (personalmente pienso que es una suerte) – y te escribo desde Palma de Mallorca, simplemente para decirte que admiro lo que estas haciendo, y de alguna manera poderme decir….yo conozco a esta heroína anónima!!!!.
    Suerte, salud y besos

  14. Laia 26 marzo, 2010 at 1:29 #

    Carmen, tengo tantas cosas que decir, que no voy a decir nada. Todos los dias entro en tu blog para ver si has actualizado…sigue asi! Al final, la India nos va a unir más de lo que lo hizo la universidad ;)

    Besazos!

  15. Ku 26 marzo, 2010 at 7:08 #

    Me he conectado ahora por primera vez desde que escribi esto, y la verdad, no me esperaba tanta respuesta. Muchas gracias por los animos y las frases de apoyo, no sabeis cuanto se agradecen. Gracias tambien a los «nuevos» (Chapete, Bea, Paco…), me ha hecho mucha ilusion leeros.

    Sinceramente, me ha sorprendido ver tal cantidad de comentarios. Esta visto que lo que tiene tiron es el sentimentalismo y las penurias… tendre que hacer uso de ellos mas a menuro… jeje, es broma. La verdad es que cuando lo publique no estaba muy convencida de ello (en principio, lo estaba escribiendo para mi), pero bueno… vista la respuesta, me siento mas tranquila.

    Las fotografias estan escogidas al azar. Como no tengo mucho tiempo para andar seleccionando (cada minuto de internet cuesta), cogi las primeras que vi, dentro de las que no habia publicado antes. Si llego a saber que el hombre de Haridwar era tan querido, le hubiese dedicado un parrafo!

    En fin, no quiero soltar otra parrafada (que igual no lee nadie), asi que para terminar, y una vez mas: muchas gracias a todos.

  16. jose 26 marzo, 2010 at 10:56 #

    Cuando hay un deseo (y un par) hay un camino.A por el Sudeste Asiatico,suertuda.

  17. Mari 26 marzo, 2010 at 23:21 #

    Sobran las palabras…

  18. LOURELLA 29 marzo, 2010 at 1:52 #

    aLA, Trajinando, que es gerundio!!!
    Que podía decirte cuando acabo de ver Skins (4ª temporada ya) y estoy escuchando Skind DF??

    Nada. Que tal y como te sucedió en Madrid, en la India también habrás dejado un legado. Un impronta más profunda que aquellas sensaciones que te evocaban el señor del tendedero…Eres muy especial, y has roto con las directrices impuestas al indivduo. Enhorabuena por saborear la libertad y tan hábilmente hilvanar las palabras que nos hacen parte de tu proyecto.

    PD. El post; de los mejores. Sigue por esa línea. Aunque pierde el hilo informativo riguroso y el tono más o menos objetivo, resuelves la parte afectiva sin caer en sentimentalismo de rebajas. Es más, transmites mucho. Más de lo crees.
    Bicos!!!

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