Con sus 27 kilómetros de largo y tan sólo 14 de ancho, la isla de Malta puede ser recorrida de un extremo a otro en tan sólo 45 minutos.  Por eso, a pocos días que tengamos para disfrutar de ella (en nuestro caso, sólo cuatro), y si bien únicamente para conocer en profundidad La Valeta podríamos invertir una semana, no hay excusa que valga para no acercarse a su parte sur y  descubrir algunos de sus lugares más pintorescos.

Nosotros tuvimos la oportunidad de conocer tres, y con ellos pudimos hacernos una pequeña idea de los diferentes y variados atractivos que Malta ofrece:

Historia: Seguimos sumergiéndonos en la inabarcable historia de este pequeño país. Por si lo que hasta el momento habíamos visto fuese poco (que si Caballeros, que si ingleses, que si fenicios, que si….), la visita al templo de Hagar Qim nos transporta ni más ni menos que al año 3200 antes de Cristo. A 500 metros, el todavía más antiguo templo de Mnajdra me gusta bastante más. Quizá por su función de calendario, o porque los restos que de él quedan en pie se me antojan algo más “reconocibles”.

Por cierto, ¿veis los señores que aparecen en la foto? Estando en el templo de Mnajdra se acercaron a nuestra guía, entre intrigados y nerviosos, y con hilo de voz le preguntaron: “Disculpe… ¿Puede decirnos si…? Ejem… ¿Puede decirnos si esto fue construido por el hombre?”. Tuve que contener la  respiración para no echarme a reír ahí mismo, y me hubiese encantado ver su reacción si el guía les hubiese dicho “No, por supuesto que no: lo construyeron los extraterrestres”.

Los templos de Haagar Qim y Mnajdra son Patrimonio de la Humanidad desde el año 1992, pero como descubriríamos más adelante en Gozo, no son los únicos, ni mucho menos los más antiguos que podemos ver en el archipiélago maltés… Permitidme que por hoy lo deje ahí y continúe con la historia el próximo día ;) .

Naturaleza: Las islas de Malta esconden tesoros naturales tan hermosos como éste: la Gruta Azul. Al parecer el nombre  viene del fenómeno que se produce en el interior de la cavidad, cuyas paredes y techo reflejan los colores del agua de una manera espectacular. Para verlo hay que tomar un bote y adentrarse en las cuevas, donde además viven multitud de peces, componiendo un acuario natural que debe ser una auténtica delicia para los aficionados al submarismo. Desgraciadamente, nosotros no pudimos verlo porque debido al viento de mil demonios que hacía, hubiese sido una locura subir en la barquita.  No obstante, el mero hecho de observar esta curiosa formación geológica con la isla de Filfla al fondo, merece el desplazamiento a propósito.

Como curiosidad, esta cueva no es la única “cosa” azul que podemos ver en Malta: uno de los principales atractivos de Gozo es la “Ventana Azul”; y la isla de Comino, a pesar de su reducido tamaño, tiene espacio también para su propio “Lago Azul”.

Ciudades y pueblos: Mi aspecto favorito, y sin embargo (escapando de La Valeta y alrededores), al que menos tiempo dedicamos. Por una parte, no me parece mal: ya tendré tiempo para regresar a Malta por mi propio pie y alquilar una casa en alguna villa de pescadores por una temporada (¡por soñar!). Pero debo reconocer que “asomarse” al puerto de Marsaxlokk, con sus innumerables barcos vigilándonos desde los ojos de Osiris pintados en su proa, y no tener tiempo ni para tomar un café… es bastante frustrante. Sobre todo si el tiempo que podrías haber dedicado a eso lo inviertes en visitar el Palacio Parisio de Naxxar (en el norte de la isla), que si bien es bonito, para mi gusto no tiene la mitad de interés que un (gratuito) paseo por Marsaxlokk,  ni ningún elemento súper-espectacular que justifique los ocho euros que cuesta ver sus cinco salas. Resumiendo: si venís a Malta y tenéis que escoger: Marsaxlokk SÍ, Palacio Parisio NO. Claro que ésta es sólo mi opinión.

Marsaxlokk vs…

… el Palacio Parisio.

Regresamos al norte y almorzamos en el puerto de Vittoriosa, que no es otro que el Gran Puerto de La Valeta, en el lado que ocupa la primera de las Tres Ciudades.

La ciudad de Birgu fue bautizada Vittoriosa en honor al triunfo contra el Imperio Otomano, y pasear por ella, de alguna manera, me quitó el regustillo amargo que me había dejado pasar tan rápido por Marsaxlokk.

Puerto de Vittoriosa (el sol se escondía y volvía a salir de un momento para otro)

La bandera de Malta y la bandera del… ¿Vaticano?

Podría decir que Vittoriosa es uno de los lugares que más me han gustado de Malta, más incluso que la propia Valeta, pero como es difícil establecer preferencias, dejémoslo simplemente en que me ha gustado “muchísimo”.

Sus callecitas sembradas de maceteros parecen haber sido sacadas de un cuento, y a cada paso te encuentras con un santo, un crucifijo, o el busto de una Dolorosa a tamaño real. La Semana Santa estaba cerca, y no cabe duda de que el maltés es un pueblo muy religioso, algo que también atestiguan las banderas del Vaticano que hay casi por todas partes. No puedo negarlo: me sorprende. Para mí una bandera es más bien un símbolo estatal, y por mucho que ese “estado” esté dirigido por el representante de Dios en la tierra… me cuesta comprender qué pinta en un país que no sea el suyo.

Y hablando de símbolos: ¿habéis visto que curiosos son los autobuses de Malta? Ninguno es igual al otro, excepto por esos chillones colores naranja y amarillo. Herencia de los ingleses y cada uno más viejo que el anterior, al parecer mantenerlos es más costoso de lo que debería, y por ese motivo el gobierno ha decidido privatizar el transporte público, jubilar estas reliquias y poner unas flotas nuevas (e insulsas) en su lugar. Espero que recapaciten.