Hace apenas un día que llegué a Buenos Aires y mi cuerpo está todavía recuperándose del viaje. Los dos vuelos (en realidad, cuatro) que he tenido que tomar para llegar hasta aquí, de 19 y 20 horas cada uno, convierten este viaje en el más largo que he tenido que hacer hasta la fecha por goleada. ¡Y es que un poco más y doy la vuelta al mundo sin pisar tierra!

Auckland – Sydney – Dubai – Río de Janeiro – Buenos Aires. Casi nada. No pocas personas me han preguntado por qué no volé directamente por el Pacífico, y la respuesta es tan sencilla como ésta: era la opción más barata. Con una abrumadora diferencia de precio además: aproximadamente 500 euros menos, cuando yo compré el billete.

En cualquier caso tengo que decir que, aunque largo,  este ha sido el viaje en avión más placentero que jamás haya realizado. Y los agradecimientos sólo debo dárselos a una aerolínea: Emirates. La mejor con la que yo haya volado, con mucha diferencia. Y eso que cuento con un buen historial detrás como para que estas cosas ya no me sorprendan, pero ¡qué narices! Lo admito: estoy sorprendida realmente. Gratamente sorprendida, y por eso creo que tengo que compartirlo. Porque cuando las cosas son buenas,  hay que decirlas.

Aquí tenéis mis cinco razones para volar con Emirates:

El embarque y la puntualidad

Porque el embarque puede llegar a ser tan importante como el vuelo en sí, y lo que mal empieza (como en muchos casos sucede) nunca puede terminar bien. Con Emirates el embarque es rápido y se hace por zonas, lo que evita “embotellamientos” en los pasillos al subir al avión. Una vez todos sentados, el despegue es casi inmediato.

Viendo el aterrizaje en la pantalla del asiento

La atención del personal

Importantísimo, porque para aguantar caretos ya tenemos a los auxiliares de vuelo de Ryanair. Los “azafatos” y “azafatas” de Emirates, además de tener un uniforme elegantísimo que no me importaría llevar a mi, son un auténtico encanto y muy eficientes en su trabajo: rápidos para servir las comidas e inmediatos cuando se les llama por medio del botoncito del asiento. También hay que decir que la aerolínea no regatea en lo que a personal se refiere, ni en tierra ni en el aire: no habría menos de quince auxiliares en esos aviones, sin contar a los de Business Class.

Los asientos

Los aviones en los que volamos (un Airbus A380-800 y un Boeing 777-300ER) cuentan, incluso en clase turista, con asientos realmente amplios y cómodos, espacio para estirar las piernas y una “almohada” adaptable a la posición a la cabeza, lo que facilita mucho el sueño. Por supuesto, tampoco faltan las clásicas almohada y mantita, y un kit de antifaz, calcetines y cepillo de dientes para viajar aún más cómodo.

He de decir que yo dormí bastante bien (con cortes) en el primer vuelo, y casi la totalidad del viaje en el segundo; un sueño sin duda favorecido por el hecho de que tuviese dos asientos para mi y no dudase en tumbarme en ellos. Otra cosa que me gustaría destacar es la temperatura del avión: perfecta. Y es que pasarse con el aire acondicionado (error que cometen muchas aerolíneas) pueden convertir incluso el vuelo más corto en una pesadilla.

La comida

Lo primero que me sorprendió, días antes de volar, fue la amplísima oferta de menús disponibles en la página web cuando se entra a seleccionar asiento. Una cosa de locos, verdaderamente:  sólo asiáticos habría siete u ocho (hablo “de memoria”).

Por algún motivo, la web sólo me dejó seleccionar los menús del segundo vuelo, así que en el primero tuve que conformarme con “lo que me diesen”. Y para la próxima vez (porque habrá una próxima vez, seguro), ahora sé que eso es lo mejor que puedo hacer. Por un simple motivo: el seleccionar un menú, por ejemplo, hindú, limita todas tus comidas a ese tipo de cocina y a la larga es un poco aburrido. Por otra parte, para mi gusto la calidad del menú “de serie” es mucho mejor, y además te dan a elegir entre dos opciones, carne o pescado. Aunque claro, si se tiene algún tipo de requerimiento especial con las comidas, no quedará más remedio que seleccionarlo.

Si no se selecciona nada, sabremos todas las comidas que vamos a hacer durante el vuelo gracias a un pequeño menú que el auxiliar nos da nada más sentarnos. En él se nos indica, además, que en cualquier momento podemos pedir snacks dulces o salados, así como todas las bebidas (alcohólicas o no) que deseemos. Todo está incluido, excepto el champagne, que cuesta 8 dólares americanos.

Por último, sólo decir que la presentación de las bandejas está cuidada hasta el más mínimo detalle. Cada una de ellas incluye, además del plato principal, un pequeño entrante (como el taquito de carne sobre ensalada de arroz que veis en la fotografía), galletitas saladas, queso, pan, mantequilla, mermelada y un postre, generalmente tarta o fruta. Esto en los menús “de serie”; en los menús específicos la cosa cambia, siendo por ejemplo en el menú hindú, el postre un clásico curd o yogur de India.

Entretenimiento a bordo

Simplemente espectacular. Sinceramente, jamás he volado con una compañía que ofrezca una oferta tan variada de películas, series de televisión, música y juegos. No sabría decir con exactitud cuantas películas habría en esa lista, pero me atrevería a apostar por más de 100, entre últimos estrenos, clásicas, infantiles, de Hollywood, Bollywood… muchas con la posibilidad de elegir idioma español, o al menos subtítulos.

Para que os hagáis una idea, en aquellas casi 40 horas de vuelo a mi me dio tiempo a ver In Time, Los Descendientes, The Way, Mi semana con Marilyn, La aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio, No controles, El Gato con Botas  y un documental sobre El Bulli, entre otras. La series de televisión no me dio tiempo a tocarlas.

Librito con la programación

En lo que respecta a la música, más de lo mismo: ni juntando todos los discos que tengo en el ordenador y todos mis antiguos cds, podría competir con la colección de Emirates. Discografías enteras de los Beatles o David Bowie, discos de culto de Nirvana o AC/DC, musicales (yo escuché casi todos los musicales de Andrew Lloud Webber… varias veces), música clásica, grandes éxitos… una auténtica locura, de verdad.

Como curiosidad, algo divertido son las (dos o tres, según el avión) cámaras instaladas que permiten vivir el despegue y el aterrizaje desde el propio asiento, como si estuvieses en la cabina del piloto o en la cola del avión.

Pero, sin duda, lo que más gratamente me sorprendió fue que cada asiento contase con su propio enchufe (lo que en mi caso me permitió usar el ordenador sin temor a quedarme sin batería) y hubiese señal wifi que, aunque con un precio algo elevado (creo recordar que eran algo más de dos dólares por 5MB), permite comprobar el correo tras muchas horas “desconectado”.

Pantalla táctil multimedia, mando, enchufe y entrada usb

Con semejante  oferta podéis creer que las casi 40 horas de viaje se me pasaron, nunca mejor dicho, “volando”. Y a día de hoy puedo afirmar que Emirates es, sin duda, la mejor aerolínea con la que yo haya volado. ¿Cuál es la vuestra? Me encantaría saberlo :D