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Beijing (II): Ciudad Prohibida vs. Palacio de Verano

No se trata de convertirlo en un concurso, y por supuesto nadie pone en duda que si se viaja a Beijing, la Ciudad Prohibida es algo que hay que ver. Pero no puedo esconderlo: entre ésta y el Palacio de Verano… me quedo con el segundo sin dudarlo.

Y no por la mala fama que la Ciudad Prohibida arrastra de estar atestada de turistas, de aglomeraciones y de agobios… Qué queréis que os diga: me lo habían pintado tan mal que no me pareció para tanto.

Cierto es que alrededor de los edificios principales, frente a los sucios cristales que a duras penas permiten vislumbrar en la penumbra el interior de las estancias, los apelotonamientos son de campeonato y a uno se le quitan las ganas de meter el codo para hacerse un hueco entre la multitud. Pero en el resto del complejo palaciego no he sentido ningún tipo de agobio, no me ha parecido que hubiese “más gente de lo normal”. Es más, en algunas zonas he llegado a estar casi sola. ¿He tenido suerte?

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Ahí se concentra toda la aglomeración

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Con sus 980 edificios distribuidos en 72.000 m2 de superficie, la Ciudad Púrpura Prohibida es una ciudad dentro de la propia ciudad de Beijing.

Durante más de 500 años, desde la dinastía Ming hasta la dinastía Qing, este complejo sirvió de residencia real y centro del poder político del país. Muy pocos tenían acceso al interior de sus murallas, y dado que la Familia Imperial tampoco salía de ella con frecuencia, podría decirse que lo que ocurría en la Ciudad Prohibida y la realidad exterior discurrían en dos dimensiones paralelas.

La historia de los Emperadores que habitaron la Ciudad Prohibida es apasionante, y si uno es un poco romántico disfrutará paseando por sus plazas, asomándose a las habitaciones reales, y tratando de imaginar el aspecto que éstas tendrían en su época de esplendor.

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Pero, como ya he confesado, no ha sido ésta mi visita favorita en Beijing. De hecho, me decepcionó un poco. Y es que, pasada la primera gran impresión (que impresiona), atravesadas sus plazas, admirada la pureza de las formas de sus edificios, y tras luchar una y mil veces con el reflejo del cristal y cientos de chinos por tratar de ver algo de los aposentos reales (lo poco que hay que ver), al final uno termina algo cansado. Dicen que son necesarias como mínimo cuatro o cinco horas para ver el complejo entero, pero yo lo ventilé en tres. Con audioguía y todo.

Posiblemente me hubiese gustado más si fuese posible entrar en las habitaciones, o si éstas presentasen un aspecto algo más “habitado”… En mi opinión, el nombre de “Museo del Palacio” no le puede ir más al pelo. Es un museo. Sumamente interesante, pero un museo al fin y al cabo.

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El Palacio de Verano me ha causado una impresión totalmente opuesta. Me ha encantado, embelesado, obnubilado, y todos los sinónimos que se os ocurran. He invertido en él seis horas y me hubiese quedado más tiempo. Es el lugar ideal para pasar un domingo (el día que yo fui), paseando, tomando el sol, y mezclándose tanto con los turistas como con locales que lo emplean como lugar de esparcimiento.

Tal como ocurre en la Ciudad Prohibida, el interior de los edificios del Palacio de Verano rara vez es accesible al gran público, más que a través de un sucio cristal. Y cuando es posible entrar, sus salas han sido reconvertidas en galerías ocupadas por vitrinas de vestidos, tronos y otros enseres, guardando de esta forma poca semejanza al aspecto que debían tener en su época.

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Pero poco importa. El lugar de retiro de la Emperatriz Cixi es un lugar idílico. Una basta extensión de terreno ocupada en su mayor parte por un gran lago, rodeado de riachuelos, puentes, jardines y paseos. Tan agradable que lo último que apetece es meterse en una habitación a analizar “momias”. Sólo en disfrutar de sus exteriores puede invertirse tranquilamente un día entero. Y repetir al día siguiente.

Merece la pena subir, eso sí (y por ende, pagar la entrada completa, en lugar de la que sólo da acceso a los jardines), a la Pagoda del Buda Fragante, en lo alto de la Colina de la Longevidad Milenaria. Todos los nombres de los diferentes edificios que se encuentran salpicados en esas casi 300 hectáreas de terreno tienen nombres así de evocadores. Desde lo más alto, las vistas del lago y los rascacielos de Beijing son simplemente espectaculares.

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15 comentarios en Beijing (II): Ciudad Prohibida vs. Palacio de Verano

  1. Antonio Aguilar (Historias de nuestro planeta) 16 septiembre, 2011 at 13:36 #

    ¡Hola Carmen!

    Me pregunto cómo serían los nombres de las cosas (lugares, comidas, etc…) en España si hiciésemos el análogo con la Ciudad Imperial. (Sí, llevo una mañana dura, jeje) ¿Cómo sería bocadillo de calamares con mayonesa? ¿Y cómo tinto de verano en terracita al sol?

    A seguir así!

    • Ku 17 septiembre, 2011 at 5:09 #

      Antonio, no sé si estoy dormida o qué pasa…. ¡pero no he entendido una palabra de lo que has dicho!! Bueno, sí… «bocadillo de calamares» mmmmm… ¡quién lo pillara! Explícame eso de las analogías, por favor :P

      • Antonio Aguilar (Historias de nuestro planeta) 17 septiembre, 2011 at 22:18 #

        Jaja, al releerme me acabo de plantear en qué estado mental me pongo a leer blogs… Yo también he pensado «Bocadillo de calamares rico rico, pero ni pajolera de qué diantres me está hablando éste….»

        Me hacían gracia los nombres tan rimbombantes que leí en la entrada, y me imaginaba cómo sería el convertir los de cosas sencillas de aquí en algo parecido a los que has visto estos días en Beijing… Vamos, que elimines el comentario este tal y como lo leas que puede servir como prueba para demostrar que ando tocado de la azotea…

        Me seguiré pasando en mejores condiciones para comentar!

        Estamos esperando el Beijing (III) !!

        • Ku 19 septiembre, 2011 at 7:43 #

          Ahhhhhh!!! Ahora sí! :D No elimino nada, que queda muy gracioso :P

  2. victor asturias 17 septiembre, 2011 at 10:07 #

    Hola Carmen,

    Felicidades por el blog !!

    Difícil elección. Yo me quedo con la Ciudad Prohibida por su significado histórico. Sí es verdad que siempre está atestado de hordas de turistas, pero entrar en ella es retroceder a la historia de la dinastía china antes de que llegase la revolución.

    Saludos.

    • Ku 19 septiembre, 2011 at 7:41 #

      ¡Hola Víctor!

      Hay gustos para todo :D A mi me hizo menos tilín, la verdad. También es cierto que tenía las expectativas muy, muy altas, y eso a veces juega malas pasadas…

      Los turistas, como digo, no influyeron en mi percepción. Angkor Wat en Camboya, o el Valle de los Reyes en Egipto también están llenos de gente, y aún así, me impresionaron mucho más…

      No sé, yo creo que la culpa la tuvieron las expectativas, y que al ser un palacio, tal vez esperaba encontrar un poquitín más «escenificado» como debía ser la vida en su interior en aquella época… Más falso, es verdad, pero que al menos me evocase algo más que unas simples paredes y unos interiores a los que no se puede entrar…

      En cualquier caso, no cabe duda de que es un lugar impresionante. Yo no puedo dejar de verlo como una cárcel, por mucho lujo que rodease a quienes habitaban en su interior. Pobres concubinas y demás, ahí encerrados… ¡no quiero ni pensarlo!

      Un abrazo!

      • Ku 19 septiembre, 2011 at 7:42 #

        PD: De ahí que prefiera el Palacio de Verano, al menos tenía ese súper jardín…. :P

  3. Mami 18 septiembre, 2011 at 21:03 #

    KU, yo tuve mas suerte que tu en la Ciudad Prohibida, éramos pocos los turistas que allí había el día que la visite,supongo que los cinco grados bajo cero que nos acompañaron fue la razón de la falta de gente. Me gusto mucho. El Palacio de Verano, con aquella temperatura, nos obligaba a desarrollar un poco la imaginación,ya que las flores se dejaban desear,pero,sin duda también me gusto.¡Que frío pase!!!

    • Ku 19 septiembre, 2011 at 7:45 #

      Efectivamente, en invierno debe ser una visita completamente diferente!

  4. Blai 19 septiembre, 2011 at 0:00 #

    No tengo dudas, Carmen… Yo me quedo con la Ciudad Prohibida!

    Fue lo primero que vi en China y en Pekín (a parte de la Plaza de Tiananmen) y para mi fue realmente espectacular. En cambio, el Palacio de Verano me pareció más «light»… No sé…

    Espero que los días en China sigan siendo geniales, que seguro lo serán. Aún te queda mucho por ver, y estoy seguro que la imagen que te has llevado de Pekín, cambiará mucho a medida que vayas avanzando en el viaje.

    Un fuertísimo abrazo!

    • Ku 19 septiembre, 2011 at 7:47 #

      Jajaja, ¡otro minipunto para la Ciudad Prohibida! A ver, que no lo niego… el lugar es la leche. Pero entre vivir ahí o en el Palacio de Verano, ¡no me compares! Es taaaan bonito. ¡La Ciudad Prohibida es una cárcel!

      No me llevo mala impresión de Beijing, pero te aseguro que lo comparo con la ciudad donde estoy ahora (Shanghai) y…… ¡no hay color! Enamorada me tiene :D

      Un abrazo!!

  5. Pau 19 septiembre, 2011 at 14:08 #

    Qué preciosidades, aunque no me imagino nada de China que no esté masificado ;)

    • Ku 23 septiembre, 2011 at 10:03 #

      Da igual cuantos haya, Pau: siempre hay sitio para un chino más, te lo aseguro xD

  6. José Carlos DS 30 septiembre, 2011 at 2:55 #

    Pues te doy totalmente la razón, sin haber estado aún, ahora mismo también me decanto por el palacio de verano, solo por disfrutar de las vistas del lago bien merece la pena la visita, seguramente la Ciudad Prohibida es preciosa, pero no se hace tan placentera la visita.

    :P

    • Ku 30 septiembre, 2011 at 14:14 #

      Es que los jardines y el lago suman puntos enteros…. No sé si lo he dicho por ahí (el navegador hoy me va como quiere y me está costando lo suyo entrar en los comments) pero para mi, a su lado la Ciudad Prohibida es una cárcel…. de oro, pero cárcel.

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