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Día 5: Luces y sombras en la histórica Bergen

Las coloreadas fachadas del Bryggen constituyen una de las imágenes más representativas de Noruega. Considerada la “puerta de entrada a los fiordos”, Bergen es una de esas poblaciones que engañan a simple vista, nada más desembarcar, cuando uno posa por primera vez el pie en su puerto. 

La primera impresión es que se trate de una ciudad pequeña. Parece un pueblo, y sin embargo, con sus más de 260.000 habitantes Bergen es la segunda ciudad del país por población, sólo detrás de su capital, Oslo.

También Bergen fue capital de Noruega mucho tiempo atrás. Fundada en el año 1070 por el rey Olav Kyrre, Bergen adquirió ese estátus en el siglo XIII, y a finales de ese mismo siglo, al tiempo que Oslo era nombrada capital oficial de Noruega, Bergen se convirtió en una de las ciudades más importantes de la Liga Hanseática.

Tras pasar rápidamente ante el Haakonshallen y la Torre Rosenkrantz, visitamos el museo Schøtstuene, antigua oficina abierta por la Liga Hanseática en el siglo XIV, donde tenían lugar las asambleas de este importante grupo económico y social compuesto por aquellos mercaderes llegados del norte de Alemania que controlaban el comercio, especialmente del bacalao seco, en esta zona de Europa. 

Indagar en la historia y curiosidades de los hanseáticos produce la misma sensación que sumergirse en un libro de intrigas y esoterismo. Un grupo de hombres prácticamente aislados, comunicándose entre ellos únicamente en frisio y alemán, sometidos desde los 14 años a duras pruebas de iniciación, con la prohibición expresa de tener contacto con mujeres… un mundo oscuro en definitiva, ¡y todavía no habíamos visto nada! Cuando más tarde visitamos el museo Hanseático y descubrimos el modo en que los mozos eran obligados a dormir, de dos en dos en pequeños armarios cerrados con llave (en teoría para protegerse del frío, aunque lo de cerrarles a cal y canto no pueda decirse que siga la misma lógica), resultó imposible que la imaginación no echase a volar sola. 

A pocos metros de la vieja oficina hanseática se encuentra el Bryggen, centro neurálgico de la ciudad en la época medieval, donde los mercaderes tenían sus casas. Declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 1979, el conjunto es tan pintoresco que parece un montaje, un juego de casitas de muñecas.

En cierta forma, sus vivos colores y el hecho de que en la actualidad se trate de un barrio eminentemente turístico, el Bryggen me recordó vagamente al Caminito de Buenos Aires. Tiendas de souvenirs y artesanías, pubs, restaurantes… Aún así el conjunto está estupendamente conservado, y uno no debe esforzarse mucho para imaginar la vida en aquella época.  

Son 62 casas de madera para ser exactos, y se encuentran tan pegadas las unas a las otras que los vecinos podrían (en caso de que así lo quisieran) darse un abrazo de ventana a ventana. Su apariencia exterior engaña: como veríamos en el museo Hanseático, por dentro son auténticas mansiones, llenas de pasadizos y salones, e incluso escaleras secretas ocultas tras armarios para llegar a las “habitaciones de verano” de los capataces. Claro que el hecho de que estuviesen tan juntas tenía sus inconvenientes, y el barrio entero sufrió repetidos incendios a lo largo de su historia; el último, en 1955.

Tras la visita al museo Hanseático nos dirigimos al funicular Fløibanen, que en menos de diez minutos nos dejó en lo alto del monte Fløien, una de las siete montañas del “de syv fjell” que rodea Bergen. 

Desde sus 320 metros las vistas de la ciudad son absolutamente maravillosas, ¡más con el buen tiempo que nos había tocado en suerte! Y nunca mejor dicho, porque Bergen es conocida como La Ciudad de la Lluvia, y nosotros gozamos no sólo de un sol radiante, sino de una envidiable temperatura de más de 20 grados. 

Hacía tanto calor (según el criterio de un grupo de personas que habían viajado a Noruega bien provistas de chaquetas y abrigos), que no pudimos resistirnos a hacer una parada en el restaurante del mirador para tomar una Coca-Cola, posiblemente la más cara de nuestra vida.

Mereció la pena, porque el lugar se encuentra exactamente igual que en las fotografías de los años 20 que uno puede ver antes de subir en el funicular. Y yo, que me había fijado en ellas, no pude evitar imaginarme dentro de un cuadro de Renoir, pongamos por ejemplo El Baile en el Moulin de la Galette, aunque ni el siglo ni la vestimenta tengan nada que ver con los de las fotografías en blanco y negro que acababa de ver. Un sinsentido. Habíamos quedado que los viajes son emociones, ¿no? Aunque estas sean completamente irracionales, como es el caso.

Había llegado la hora de comer y nos moríamos de ganas de conocer el Mercado del Pescado, de modo que hacia allí nos dirigimos, esta vez a pie, por un precioso y arbolado paseo monte abajo que nos ocupó aproximadamente tres cuartos de hora.

A pesar de ser tarde para los estándares noruegos, el Fisketorget estaba hasta los topes, fundamentalmente turistas comprando caviar, salmón y ballena, o comiendo marisco fresco en sus puestecitos. Una de las mayores sorpresas de este viaje fue comprobar que gran parte de las personas que atienden estos puestos son de origen español o latino; nosotros tuvimos ocasión de hablar con  Alba, una jovencita que se mudó a Noruega hace un año y está encantada de la vida, ¡es ya toda una experta en caviar! 

Tras probar diferentes tipos de huevas, nos dimos un homenaje a base de gambas frescas y unos bocadillos muy típicos de esta zona, de salmón u otros pescados. Yo me decidí por el de gambas del mar del Norte, de las que a pesar de su en ocasiones no demasiado agradable aspecto (¡un amigo dice que le recuerdan a larvas!), me declaro auténtica fan. 

Tras el almuerzo el grupo se separó para disfrutar de Bergen cada uno a su aire. Mientras Ignacio se perdía entre la multitud haciendo algunas de sus estupendas fotos y el resto de mis compañeros tenían un encuentro fortuito con un nudista frente a la Iglesia de San Juan, yo me dediqué a callejear en el centro, peleando con mi cámara y encolerizándome cuando por enésima vez en el día decidió apagarse por su propia voluntad y no sacar más fotos.

En ese momento juré que lo primero que haría al regresar a España sería comprar una nueva y tomarme otra vez en serio el tema fotográfico, que en los últimos tiempos tengo algo abandonado, en parte por desmotivación, en parte por falta de tiempo. ¡Y lo he cumplido! Lo primero, claro; lo segundo veremos en qué queda… pero prometo intentarlo :D 

Estatua del dramaturgo Ludvig Holberg

Aquella noche el Empress se vistió de fiesta para la Cena con el Capitán… una cena que al final se llevó adelante «sin capitán», pues éste no podía dejar el puente de mando.

Pero, ¿quién necesita un capitán para divertirse? Vestidos con “nuestras mejores galas” acudimos al cocktail en el salón Broadway, y tras la cena en el Restaurante Miramar, terminamos la velada bailando en la discoteca del barco hasta horas de las que no quiero acordarme. Alguien debió advertirnos que la excursión que al día siguiente nos esperaba requeriría de todas nuestras fuerzas, pero nadie lo hizo. O sí. En cualquier caso, lo pagamos.

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12 comentarios en Día 5: Luces y sombras en la histórica Bergen

  1. ALFONSO 17 junio, 2012 at 14:18 #

    Sigo entusiasmado con tu blog, que tengo desde hace tiempo en mis favoritos. Qué forma tan amena de contar tus aventuras. Sigue así, para deleite de tus lectores. Yo visité hace años Noruega y recuerdo mi llegada a Bergen bajo una de las mayores trombas de agua que he conocido. Al día siguiente, ya bajo un sol primaveral, pudimos disfrutar de esta preciosa ciudad y del típico barrio de Bryggen. Por supuesto que no dejamos de comer en el Mercado del Pescado. Saludos cordiales.

    • Ku 19 junio, 2012 at 16:48 #

      ¡Hola Alfonso! Muchísimas gracias por tus palabras, no sabes cuánto me alegra que mi blog «siga estando» entre tus favoritos :D

      Eso nos dijeros, que en Bergen suele llover. Y era lo que esperábamos… ¡pero ya ves! Tuvimos un tiempo alucinante, ¡hacía un calor terrible! Yo creo que ni sus propios habitantes se lo creían :P

      Por lo que cuentas estuviste varios días, ¿fuiste por tu cuenta? ¿en coche?

      Un abrazo!!

      • Alfonso 23 junio, 2012 at 20:01 #

        Observo que en mi anterior comentario el enlace sobre mi nombre redirecciona a una página de esas extrañas de índole comercial. Espero que ahora resulte correcto y reenvíe a mi verdadero blog.
        El viaje al que te refieres fué una auténtica locura: con un grupo de amigos, en un autobús !desde Sevilla! a Copenhague, Estocolmo, Oslo y Bergen, volviendo por Munich, Salzburg, paso del Brenner al lago de Garda, Costa Azul, etc. hasta Sevilla. Ni te cuento… todo eso haciendo camping durante un mes… perdí 4 kilos. A partir de ese viaje, comencé a viajar solo…

        • Ku 26 junio, 2012 at 12:16 #

          ¡Menudo viaje!! No me extraña que perdieras cuatro kilos… A pesar de ello, esos viajes son los mejores :D

  2. Riky 17 junio, 2012 at 20:51 #

    Que bonito Bergen, las casas de madera de vivos colores, siempre me llaman la atención, me sorprende tal cantidad de habitantes. Lo del mercado del pescado, lo vi en la tele, y ya me causo una buena impresión. Total, que disfrutaste de lo lindo, pues que bien. A ver!.. no me descuides esas fotos eh!

    • Ku 19 junio, 2012 at 16:50 #

      ¡Hola Riky!

      Prometo no descuidar el tema de las fotos. Ahora mismo tengo en la cantera un montón de crónicas que ya no me queda más remedio que publicar con las fotos que hice en su momento.. pero te prometo que en los próximos viajes, con la cámara nueva, voy a volver a tomarme en serio este tema :D

      Un fuerte abrazo!!

  3. Blai 18 junio, 2012 at 7:32 #

    Ai Carmen, ya sabes que te sigo siguiendo aunque no siga comentándote xD

    Pero esta vez sí! A mi Bergen me gustó mucho, encontré una ciudad muy pero que muy estudiantil y con muy buen rollo y ambiente. Me gustó desde el momento cero.

    Vaya pedazo de experiencia, la del crucero. Realmente es algo muy diferente al «viajar» al que estamos acostumbrados pero también tiene que tener grandes ventajas!

    Vaya pedazo de viajes te has pegado por Noruega, conoces el país muy pero que muy bien! A mi que encantó y tengo ganas de volver más al norte, a ver si me toca la lotería, que barato lo que se dice barato no es xD

    Un abrazo desde Beijing!

    • Ku 19 junio, 2012 at 17:16 #

      Viajar en crucero es muyyyy diferente a lo que estás haciendo tú ahora mismo, Blai! jejeje Pero es toda una experiencia, al menos para probar una vez!

      Llevo un mesecito dedicado a Noruega integramente, ¡ya ves! Y todavía no he empezado con el viaje al norte… Tengo crónicas para dar y tomar! :D

      Un abrazo a… ¿a dónde volabas ahora???

  4. Valentina 18 junio, 2012 at 16:50 #

    Me has picado la curiosidad con lo de los hanséaticos!! :)

    • Ku 19 junio, 2012 at 17:17 #

      ¡Hola Valentina!

      Para ser sincera, yo la primera vez que escuché hablar de la Liga Hanseática fue hace unas semanas en Alemania (un viaje que todavía tengo que contar), y mira tú por dónde… este mes no he parado de encontrármelos en todas partes! Es un grupo de lo más interesante, cuando viajes a Noruega y visites sus casas alucinarás!

  5. José Carlos DS 29 junio, 2012 at 20:26 #

    Tiene pinta de ser una ciudad con muy buen ambiente, así en plan joven y aunque es un sitio quizás más conocido que los anteriores, si que tiene un encanto especial, sobre todo en su puerto y la zona del mercado que anda que no se debe comer bien por allí :D

    Tienes razón que se da un aire al Camino en Buenos Aires, al ver las imágenes me ha venido a la mente en un flash el hilo que realizó Sele hace unos meses sobre ese lugar y parece calcados, aunque quizás en Noruega se ve todo mejor conservado.

    • Ku 6 julio, 2012 at 9:25 #

      ¡Eres el único que me ha dado la «razón» con lo de Caminito! jajaja A ver… yo sé que no tiene nada que ver, pero esas casitas de colores, esas tiendas de souvenirs… es el mismo estilo, pero más frío… ¡ya sabemos que Buenos Aires es incomparable!

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