La principal característica de las islas Andamán es, que a la hora de comer, los platos tardan en llegar a la mesa un tiempo indeterminado entre los 45 y los 90 minutos. Y se preparan de uno en uno, de forma que si se viaja en compañía y cada comensal pide algo diferente, cuando el último finalmente recibe lo que ha pedido, el primero ya ha terminado de hacer la digestión.
La experiencia de comer en cualquier chiringuito de Andamán no es mas que un reflejo del ritmo de la vida en el archipiélago en todos los aspectos: lento. A Andamán se va a bajar pulsaciones. Y, de paso, a escapar un poco de la locura india, ya que el panorama social y cultural de estas islas es considerablemente diferente al del país al que políticamente pertenecen.
Apartadas de las rutas más trilladas (aunque cada vez menos), las islas Andamán y sus primas, las Nicobar, se encuentran a una distancia de más de mil kilómetros de la India continental. En el mapa más parecen una prolongación del sudeste asiático, y es que eso son: parte de una cordillera sumergida en el Golfo de Bengala que se extiende desde Indonesia hasta Myanmar, cuyas cimas forman cientos de islas e islotes.
Con todas las papeletas para convertirse en menos de una década en uno de los enclaves turísticos más destacados de India, choca pensar que hasta la llegada de los ingleses, hace poco más de dos siglos, las Andamán fueran un territorio virgen habitado por tribus que habían permanecido aisladas del mundo 60.000 años, desde su llegada de África en una de las primeras migraciones humanas fuera del continente negro. Pobre gente. Quién les ha visto y quién les ve. Apenas quedan unos pocos grupos salpicados aquí y allá, de los cuales el pueblo de los Jarawa, con no más de 400 individuos, es el más numeroso. En la pequeña isla de Sentinel del Norte, los sentineleses se resisten a todo contacto con el mundo exterior, no dudando en atacar (en legítima defensa) a cualquiera que tenga la osadía de acercarse a su territorio.
De modo que quien mantuviera esperanzas de conocer algo de las Andamán tribales, puede ir borrando la idea de su cabeza. El trabajo de organizaciones como Survival, llamando al boicot al turismo en las islas, y en especial a los safaris humanos, parece dar poco a poco sus frutos, y a día de hoy lo más cerca que se puede estar de los indígenas es en la carretera ilegal Andaman Trunk Road que conecta Port Blair con Diglipur atravesando en su camino la reserva jarawa. Una carretera que Survival lucha por cerrar.
En definitivas cuentas, a las islas Andamán se va a disfrutar de la playa, los fondos marinos y algún que otro espectáculo de la naturaleza. Así que, sin más preámbulos, aquí va la primera parte de una serie de pistas en primera persona para no perderse en el paraíso:
Cómo llegar
En avión: La opción fácil. Compañías como Air India, Spice Jet, Go Air o Jet Connect tienen vuelos directos con Port Blair desde Kolkata, Chennai o Delhi (si bien los de Delhi suelen volar vía Kolkata). Los precios varían considerablemente según la época del año y la antelación con que se compre el billete.
En barco: Para los más románticos (y valientes). Toda la información sobre los barcos, y la odisea que supone conseguir los billetes, la tenéis en un recuadro al final del post “Una india en miniatura”.
El permiso: Se llegue en avión, en barco o a nado, los visitantes extranjeros necesitan un permiso conocido como RAP (Restrited Area Permit) que da acceso a determinadas áreas de las islas (las más turísticas). Actualmente este permiso se otorga de forma gratuita en el propio aeropuerto o puerto de Port Blair. Es recomendable hacer varias fotocopias de él, pues además de enseñarlo cada vez que se llegue a una nueva isla o a zonas controladas, podrán pedirnos una copia al comprar los billetes de barco o al registrarnos en los hoteles. Algunas islas y zonas concretas requieren de un permiso específico que sí hay que pagar. Otros áreas, así como las islas Nicobar en su totalidad, tienen el acceso restringido con el fin de proteger su biodiversidad y a las tribus aborígenes.
Port Blair
El primer pensamiento que me asaltó al poner pie en Port Blair fue que había dejado India muy atrás. Calles limpias, menos concurridas y hasta ordenadas; edificios en perfecto estado de conservación (muchos reconstruidos tras el tsunami de 2004, todo hay que decirlo); parterres con flores adornando los paseos… y lo más sorprendente: una mendicidad inexistente.
Con esa fachada y atmósfera rebosante de buen rollo, tratar de imaginar el ambiente que se respiraría en la capital del paradisíaco archipiélago tan solo cien años atrás, cuando la colonia penal vivía su apogeo, se me hacía extremadamente difícil. Pero para eso está la visita a Cellular Jail, prisión hoy convertida en monumento nacional, donde fueron encerrados y torturados muchos combatientes por la independencia de India; un lugar escalofriante cuyos muros ocultaron atrocidades que lo sitúan casi a la altura de Tuol Sleng.
[Tenía fotos estupendas de Port Blair, de la cárcel, de su forma de estrella desde el tejado, de las celdas… Pero en un despiste borré la tarjeta de memoria que las contenía (cuando me di cuenta quise partirme la cabeza contra una pared). Ésta estaba en otra tarjeta y es la única que sobrevivió.]
Para airearse nada mejor que tomar un barquito a la isla Ross; otra pequeña sorpresa en una ciudad que aparentaba no ser más que una base para explorar las islas vecinas. La que fuera sede central de la administración británica en las Andamán en la época del Imperio, es en la actualidad un museo al aire libre, un “Angkor” del colonialismo (y sigo con las referencias a Camboya, me declaro culpable de todos los cargos) caído en desgracia tras el terremoto de 1941 y la posterior invasión japonesa, devorado por la selva.
[Uno de los puntos más divertidos de la visita a la isla Ross es el viaje en el barco que lleva a ella. En ningún otro trayecto (de dos, cuatro y hasta seis horas) entre las islas de Andamán los pasajeros se ven obligados a ponerse el chaleco salvavidas. Para ir a la isla Ross -situada a menos de 1 km del puerto, un viaje que no dura ni 15 minutos-, sí. Se tarda menos en cruzar el charco que en atar el chaleco, algo que da pie a situaciones de lo más cómicas.]
En la isla Ross se podría pasar, con mucho gusto, medio día o un día completo, pero desgraciadamente no está permitido. La duración máxima del paseo es de una hora y poco más (lo que tarda en ir y volver el barco con nuevos visitantes), así que se impone darse prisa para verlo todo. Con lo bien que se quedaría uno ahí de picnic entre ciervos fisgones y esos árboles ganando cada vez más terreno a la piedra… Un lugar encantador y realmente alucinante. ¡Qué poquito tiempo necesita la naturaleza para imponer sus reglas!
Carmen!
Tan buena narradora como siempre! Menuda intro a esas maravillosas islas (eso me han dicho,ojalá lo pudiera asegurar en persona).
Espero ansiosa a la continuación…
Besos!
Mónica
¡Hola Mónica!
Son unos post muy «prácticos», pero me alegra que te gusten, y sobre todo ojalá un día me cuentes que te han servido para organizar tu viaje a estas islas!
Un abrazo!!
Bambi! ♥
Buenos dias desde Calcuta. Visitaré las islas Andaman la semana que viene alrededor de 2 semanas…tús post son muy interesantes y de mucha ayuda. Gracias.