Mañana podré decir que esta semana, en menos de 48 horas, caminé entre campos de té en las montañas de Kerala, comí una sopa de noodles en el barrio chino de Kuala Lumpur, y regresé a Kerala para hacer un crucero en los backwaters. No estaba en mis planes. El visado indio permite permanecer hasta seis meses en el país, pero exige al menos una salida cada 90 días. Ellos sabrán para qué tipo de control de la economía seguridad nacional.
De haberme encontrado en el norte de India la solución hubiera sido sencilla, tomando quizás un autobús a la frontera de Nepal o de Bangladesh. Estando en el sur esperaba encontrar un vuelo barato a Colombo (Sri Lanka) o tal vez a Malé (Maldivas), pero irónicamente los vuelos a estos dos destinos, a pesar de estar mucho más cerca, eran carísimos y me obligaban a hacer escala en varios países (sí, varios países a pesar de haber vuelos directos: esas jugarretas que solo las compañías aéreas pueden permitirse hacer impunemente). La opción más cercana y económica resultó ser la capital de Malasia (juro que, dadas las condiciones, llegué a sopesar hacer una fugaz visita a España para pasar el fin de semana con mi familia), así que aquí estoy.
La primera vez que vine a Kuala Lumpur fue hace seis años, durante mi «vuelta al mundo». En aquella ocasión mi llegada a la ciudad fue para mí como el esperado final de capítulo de una novela de aventuras. Pese a no haber estado nunca, mi madre me había hablado de Kuala Lumpur y de las Torres Petronas muchos años atrás, haciendo brotar en mi una gran expectativa sobre esta ciudad de acero. Había fantaseado con ella, estaba en mi itinerario desde el principio, nunca dejé de divisarla en el horizonte, y cuando por fin llegué a ella, clavé (metafóricamente hablando) una bandera en su suelo en señal de conquista. Eso fue para mí: una pequeña conquista.
Esta vez ha sido diferente. Mentiría si dijera que no me he emocionado al contemplar nuevamente las Petronas, pero de aquel viaje, que conservo en mi memoria como una dulce travesía, al actual, hay un abismo del que no he sido consciente hasta que hace un rato las Torres desaparecieron de mi vista tras la segunda curva tomada por el autobús que me traía de vuelta al aeropuerto. Inesperadamente, me ha sobrevenido un regusto amargo al que intento dar explicación.
De alguna manera, aunque en esta ocasión también he disfrutado como una niña entrando a curiosear en templos chinos e hindúes, aunque he saboreado cada plato y cada instante en los animados food-court, aunque me he emocionado contemplando las Petronas de día y de noche…, ahora que espero al avión que me llevará de regreso a India con la misma instantaneidad con la que vine, siento que no es lo mismo ni se puede comparar. Como si no hubiera «viajado».
No voy a cometer el error de culpar de esta sensación a las facilidades que tenemos hoy para movernos por el mundo. Al contrario, doy gracias por ellas; si no de qué iba a tener yo la posibilidad de estar hoy aquí y mañana allí.
Sin embargo, que algo tan MÁGICO como que en menos de cinco horas puedas pasar de bañarte en el mar Arábigo a perderte entre la multitud de una capital futurística a 2.900 kilómetros de distancia, podamos hacerlo casi sin haberlo pretendido, «porque así se han dado las cosas», y lleguemos a asumirlo con la mayor normalidad, como quien va de un momentito a comprar el pan, me entristece profundamente.
Cuando viajar es tan fácil que parece un truco de magia, corre el riesgo de perder la magia. Por eso, definitivamente no: yo a esta «escapada» no puedo llamarla «viajar».
Yo, de mayor, quiero ser como TU …
Yo quiero ser hombre como tú y en la ciudad gozar. Como hombre yo quiero vivir, ser un mono me va a aburrir… ;)
«Cuando viajar es tan fácil que parece un truco de magia» ¡Exacto y totalmente de acuerdo! Cuando empezamos nuestro actual viaje por Latinoamérica fue lo que pensé, nada de «desplazarnos a» viajemos yendo, sin tener el destino final asegurado… No sé eso me apetecía. Ahora ya estamos en La Patagonia, pronto en Ushuaia, ese era el lugar fijado para esa «banderita» de conquista… Sólo han sido algo más de 555 días… Habría preferido que más… Un abrazo y sigue con introspecciones varias… El mundo ya lo vemos a través de Google ;-)
«Sólo 555 días»… ¡Y seguro que ahora viene lo mejor!
Enhorabuena por ese pedazo de viaje, ¡probablemente la luna de miel más larga del mundo! :)
A mi me encantaria ir al carnaval brasilero porque es conocido como el mas festivo y duradero en todo el mundo ,el cual se celebra entre la tarde del viernes y el miercoles de ceniza al medio dia.
Yo lo tengo claro… la gran experiencia de los viajes, para mi, no es ir o haber estado «aquí» o «allí», son el camino… las anécdotas, son las gentes que encuentras… es todo lo que ocurre mientras llegas de «x» a «y».
Por eso me gusta mas viajar por tierra, avanzas lento y se asimilan poco a poco esos cambios radicales de escenario (otra cosa es cuando la visa se acaba, y no queda otra que saltar en el tiempo! jejeje)
Me encantan estos post introspectivos :)
Un abrazo Carmen!
Estoy de acuerdo contigo, aunque puestos a debatir creo que no es solo el hecho de viajar por tierra, lentamente, lo que influye para que un viaje se saboree de la forma que decimos. Es sobre todo el proceso previo, lo que va «antes» de ese viaje, esa ilusión, los preparativos que poco a poco te hacen sentir más «allí» que «aquí»… En este caso concreto, creo que eso es lo que me faltó: aterricé de golpe y porrazo en Kuala Lumpur como podría haberlo hecho en Bangkok, sin haberlo preparado, deseado… y me fui con la misma rapidez con la que llegué, sin tiempo para asimilarlo. ¡Una pena!
¡Un abrazo muy fuerte, Alicia!
Les dejo una web donde comienzan los viajes, parte imprescindible del propio viaje, el equipaje.
un abrazo, gran blog
¡Me encanta tu post!
Esas experiencias vividas y pasadas, creo que lo mejor para mi es viajar y olvidarte de todo, vivir esa experiencia como si fuera la ultima, no eh tenido la oportunidad de viajar ahí, pero se que cuando lo haga sera algo inexplicable. mi ultimo viaje fue a México con México destinos un trato increíble, se que si un día llegan a ir no se arrepentirán.
Y otras veces qué gusto da subirse a un avión y, sin más, por arte de magia, aparecer no mucho después en precisamente ese lugar en el que deseabas estar!
Acabo de llegar a tu blog saltando de uno a otro, voy a darme una vuelta por aquí, me ha gustado leerte en esta entrada :).
me ha encantado el post carmen!! Yo soy de viajar en tren todo lo que puedo, desde luego es una de las maneras que mas saboreo el trayecto!!
Hola!!
Me encanta tu blog y estoy preparando un viaje a India por lo que tus consejos me servirán sin lugar a dudas.
¿podría pedirte un consejo? Ya que he visto que te has paseado por Kerala y sus campos de té, y conoces otras partes de India, quisiera consejo porque voy a ir en Marzo a India, concretamente a Calcuta para estar con unos amigos pero posteriormente y antes de mi vuelta a Madrid, me sobran como 3-4 días para visitar alguna otra parte de India, que no sea Calcuta, jeje y estaba barajando ir a Kerala (munnar y Alleppey) o ir a Agra y New Delhi o ir a Varanasi…. ¿Qué opinas por el tiempo que tengo? cual merecerá más la pena,
Muchas gracias!! y a seguir viajando
Que bonito ese artículo! Muchas gracias y saludos desde Argentina :)
Muchas veces la gente no entiende, que el sufrimiento de caminar o pedalear para llegar a un sitio, pueda ser gratificante. Tu lo has descrito en este artículo, los mejores momentos de mis viajes, han sido aquellos lugares que para llegar tuve que sufrir. Buen blog.
Viajar es tener libertad, relajo, desestres, vivir una vez mas, Nunca dejen de viajar ya que de sus recuerdos vives y son lo que te quedaran para toda la vida