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Qom, mucho más que religión

Cada persona que me preguntaba cuál era mi siguiente destino, fruncía el ceño al enterarse de que me dirigía a Qom. “¿Qom? ¿Qué hay en Qom?” “¿Acaso eres musulmana?” (remarcando bien la sorna, ésta era la favorita de todos) “No te va a gustar la gente de Qom, a nadie le gusta”. Pero yo, erre que erre, estaba empeñada en ir.

Qom es la segunda ciudad más sagrada de Irán (el primer puesto lo ocupa Mashhad), pero en la práctica es ella el núcleo religioso del país. Que albergue la tumba de Fátima Ma’sumeh (hermana del Imán Reza, enterrado en Mashhad) es solo un motivo secundario: Qom es el mayor centro de estudios islámicos chiitas del mundo, concentrando así entre su población a un enorme número de talabeh (estudiantes de teología), mullah, y toda la fauna del clero chií en general. 

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Irán es una República Islámica en la que el 90% de la población rechaza frontalmente la religión. Yendo aún más allá, todas las personas con las que hasta el momento había tenido un trato más o menos cercano ni siquiera creen en Dios, por lo que me interesaba sobremanera ir a Qom a fin de tener al menos un ligero acercamiento a esa pequeña minoría que sí abraza la fe y, por voluntad propia, sigue los preceptos morales impuestos a golpe de martillo por el régimen de los ayatolah.

Pese a todo lo (malo) que me habían dicho, mi primera imagen de Qom fue la cara sonriente de Amir, mi anfitrión en la ciudad: profesor, padre de familia y hombre de mentalidad muy abierta, del que no supe que era musulmán practicante hasta que el segundo día le vi rezando en el salón. Todo apuntaba a lo contrario, desde las bromas que él mismo inició al verme por primera vez con el chador, a la manera de vestir de su mujer, demasiado provocativa para los valores del Islam. Una familia estupenda que me acogió en su casa como a una hija más (de hecho, los días que pasé con ellos durmieron los tres en la cama de matrimonio para cederme a mí el cuarto del pequeñín, casi nada).

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La primera noche, tras el triste resultado del partido de Irán contra Argentina (para el que ellos mismos hacían apuestas sobre cuántos goles les iban a meter, pero cuya derrota en el último minuto fue obviamente más difícil de aceptar), me invitaron a conocer la «vida noctuna» de la ciudad. Así presentado yo no sabía que esperar, y cuando me encontré una plaza llena hasta la bandera de peregrinos de Irak y otros países vecinos, recitando a pleno pulmón sus oraciones, se me puso el vello de punta, lo puedo asegurar.

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La visita al Mausoleo de Fátima no fue menos emocionante. Para entrar tuvimos que buscarme un chador provisional (al día siguiente ya me dejarían ellos otro mucho más elegante, bordado con flores negras y grises, para mi uso personal), y una vez dentro me convertí en una más. El chador es un engorro, pero tiene el súperpoder de hacerte invisible: la mejor llave para estudiar un fervor religioso que casi se puede tocar (por no hablar de la belleza del edificio, sublime, sobre todo con la iluminación nocturna).

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Pero lo más bonito vino después, cuando fuimos a dar una vuelta en coche encontrándonos con un atasco de narices debido a los cientos de personas que habían salido a «celebrar» el resultado del partido (no sin motivos, se sentían orgullosos de su juego, y un solo gol de Argentina era para ellos casi como una victoria). Enormes banderas, caras pintadas de rojo y verde, motos haciendo el caballito… «Imagínate si hubiéramos ganado», exclamó satisfecho Amir, antes de señalar a un policía que estaba reprendiendo a una joven, a saber por qué, y añadir: «Los iraníes solo quieren ser felices… pero no nos lo ponen fácil».

Al día siguiente, bajo un sol abrasador, salí a pasear por el centro de la ciudad. Mi primera parada fue el bazar, donde por primera vez fue consciente de esa presión invisible, al verme de golpe y porrazo rodeada por decenas de mujeres cubiertas por los chador. Para llegar hasta allí había caminado más de media hora por calles donde el panorama es el mismo (en Qom TODAS las mujeres visten con chador), pero quizás al encontrarme en un lugar cerrado aquella visión fantasmal me impresionó más. Tanto me agobié (cosa rara en mí) que preferí salir a achicharrame al exterior.

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Durante toda la mañana prácticamente fui el único alma vagando por aquellas calles y plazas. Hacía tanto calor que hasta las carreteras se encontraban vacías de coches, y solo en los alrededores del Santuario había algo de movimiento de peregrinos, turistas y mullahs caminando despacito de un lado a otro.

Me cubrí con el chador y entré. Estuve un buen rato, haciendo fotos (que contra la creencia general no está prohibido, siempre que se haga con discreción) y observando lo pintoresco de algunos detalles, como las mujeres que en la puerta del Mausoleo charlaban y comían en grupo, como quien hace un picnic en el parque.

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Finalmente volví a casa para pasar algo de tiempo con la familia. Shiva (la mujer de Amir) me pidió que le acompañara a comprarse un top para el cumpleaños de su hijo, que era dos días después y al que por supuesto me invitaron. Con mucha lástima tuve que decir que no: me veo obligada a ponerme límites porque si no, no me voy nunca.

Regresamos pronto porque la madre de Amir quería conocerme, así que bajamos a su piso (las familias iraníes suelen vivir juntas, en diferentes apartamentos pero ocupando un mismo edificio) donde me encontré con toda una merienda esperándome. Y tras la merienda vinieron los regalos: un anillo, un colgante, un pequeño Corán para mi protección… «¡Ya basta de tanta generosidad! ¡No puedo soportarlo, no estoy acostumbrada!», tuve ganas de gritar, pero la noche apenas acababa de empezar.

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[Típico salón iraní, enorme y completamente alfombrado. Atención a los pepinos junto a las naranjas y las uvas (están considerados fruta también). La foto es pésima, pero no tengo otra mejor.]

Me invitaron a cenar, antes de subir otra vez en el coche para ir a visitar a la familia de Shiva. Doble ración de merienda-post-cena, más gestos de cariño, más regalos (el tasbih del abuelo, casi me da algo de la emoción), y el más importante de todos: haberme mostrado esa otra cara de Qom, piadosa sin extremismos, generosa y volcada en el otro (más que en su relación con Dios), que a los propios iraníes les cuesta ver.

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7 comentarios en Qom, mucho más que religión

  1. Marcello Arrambide 2 julio, 2014 at 20:39 #

    Irán es de los destinos capaz de ofrecer un viaje inigualable… cultura, gastronomía, historia. Saludos.

  2. Alicia's Own 2 julio, 2014 at 23:20 #

    Hermoso tu viaje y no pude parar de leerte! Genial!

  3. pablo 3 julio, 2014 at 11:21 #

    Sensacional el relato. Y la experiencia, claro. Qu’e envidia, solo de pensarlo. Y entiendo tan bien tus comentarios… la invisibilidad y a la vez el agobio en el bazar, los pelos de punta ante el fervor (del signo que sea), la necesidad de pasarlo bien a pesar de lo dificil que se lo ponen… Intenta ir a Mashad, es impresionante tambi’en.
    Gracias por tus escritos.

  4. Carol 'Moonfower' 3 julio, 2014 at 18:48 #

    ¡Impresionante relato Carmen! Me ha puesto los pelos de punta al imaginar algunos de los momentos que describes y también por la inmensa generosidad de tus anfitriones.

    Una experiencia intensa en todos los sentidos.

    Un abrazo y a seguir disfrutando.

  5. Mami 5 julio, 2014 at 13:33 #

    KU nos falta la foto tuya con el chandor

  6. Amir 9 julio, 2014 at 6:53 #

    That is very interesting to read travel diary especially when someone visits Qom, my hometown. Although I do not know Spanish, i used Google translation (as you suggested) to understand your travel diary on your blog. Your writing is full of kindness and love to my family and I Thank you.
    There are some moments on your diary that i like them such as when you were in bazaar without Chador and felt alone or when you visited Shrine.
    I hope during your traveling you will grow up. In Persian there is a poem from Iranian famous poet , Sa’di, which describes the benefits of traveling:

    بسیار سفر باید تا پخته شود خامی صوفی نشود صافی تا درنکشدجامی

    it says: travel brings wisdom or he/she that travels far knows much

  7. José Carlos DS 16 julio, 2014 at 19:25 #

    Ciertamente no me deja de sorprender la hospitalidad de países como Irán, si te quedas con la visión general de los medios, parece uno de esos reductos en los que nada más poner un pie eres el objetivo, pero leyéndote y viendo viajes recientes de otros viajeros, te das cuenta que el problema no es su población, sino quien los gobiernan que dan esa mala imagen de todo un país.

    Como siempre un placer leerte, aunque este 2014 mis obligaciones me impidan hacerlo tan habitualmente como antes, pero bueno, saco mis ratos :D

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