Reconozco que me ha costado encontrar el momento para sentarme a escribir esta entrada, y todavía no estoy segura de lo que va a salir de aquí. No es la primera vez que me pasa: varias veces, a lo largo de este viaje, he permanecido horas delante de la pantalla en blanco, sin saber cómo arrancar.
En ocasiones la dificultad reside en que, sencillamente, no hay mucho que contar: en un viaje tan prolongado, es normal que se den días de una relativa tranquilidad, sin novedades en el frente como para ser compartidas con todo el mundo. Pero el viaje continúa, y si no quieres ocasionar un agujero negro en la bitácora, un salto espacio-temporal que deje a todo el mundo sin comprender qué ha pasado, tienes que escribir. Es parte del reto. De ahí que este blog/diario haya tenido sus altibajos: como el viaje.
Sin embargo, ésta no es una de esas ocasiones. Esta vez, la dificultad está en que hay tanto que decir que no sé ni por dónde comenzar. No tengo una estructura clara en mi cabeza de la que partir, no sólo a la hora de plasmar mis impresiones en un papel, sino ni siquiera para empezar a pensar sobre el lugar donde he pasado la última semana. Supongo que necesito tiempo; el mismo que ahora mismo me apremia para que escriba “algo” de una vez.
De Cuzco se pueden decir muchas cosas. Puedo ir a la Wikipedia y, basándome en su incuestionable rigor científico, hacer un “corta y pega” de su historia, o de sus edificios más representativos; puedo hablaros del imperio incaico (brevemente, y siempre desde la ignorancia de quien, en realidad, ha empezado a informarse hace apenas pocos días); puedo contaros dónde he dormido, o lo que he comido. Puedo comentaros, para sacaros una sonrisa, que mi alojamiento en la ciudad, más que un hostal ha sido un “bar con camas”, punto de reunión de todos los concurrentes del “gringo trail”, y en cuyos dormitorios compartidos se da rienda suelta a las más bajas pasiones ante los ojos de todo el mundo (no me quedó otra que aguantarlo: era el lugar más barato). Efectivamente, puedo decir muchas cosas. Puedo llenar páginas y páginas, si me da la gana. Pero ninguna solución me convence.
En realidad, lo que me gustaría sería poder transmitir el desorden mental (más bien “embotellamiento”) que este lugar ha originado en mi cerebro; pero eso, por definición, es imposible: si una idea clara y sencilla muchas veces se queda en el camino o es entendida “a medias”, como para intentar transmitir El Caos.
Cuzco es una ciudad que pesa. Esa ha sido la sensación que me ha acompañado a lo largo de todos estos días, y posiblemente la única cosa que puedo afirmar sin miedo a equivocarme. Así que voy a empezar por ahí: Cuzco pesa. Pesan sus edificios, levantados sobre piedras de cientos de toneladas; pesa su ambiente, pues no podemos olvidar que, si bien ya hemos descendido un poco, seguimos a más de 3000 metros sobre el nivel del mar. Pero sobre todo, por encima de todo, pesa su historia.
En Cuzco la historia pesa tanto que, a menos que se sea un experto en la materia, es muy fácil sentirse abrumado. Yo, que soy una persona que disfruta con este tipo de cosas (con la historia, la mitología, las leyendas, etc.), me he sentido sobrepasada en muchos momentos, con ganas de gritar, de pedir un respiro, de desconectarme, de huir.
Pero, en Cuzco, eso no es posible: la ciudad habla por sí sola. Cada calle, cada plaza, cada acera, está contando parte de esa historia, de su historia. Es casi imposible girar una esquina y no darse de bruces con una iglesia de quinientos años. Iglesias, catedrales, conventos; piedras, piedras, piedras. La escapatoria, en Cuzco, no existe. A menos que te encierres en el hostal y no salgas hasta el día de partida de tu autobús (cosa que, estoy segura, muchos de mis “coinquilinos” han hecho… más de uno habrá regresado a su casa con el hígado inflamado, alguna enfermedad venérea inesperada, y sin tener ni idea de dónde ha estado), Cuzco es una ciudad a la que hay que enfrentarse, algo que yo decidí hacer poco a poco.
Cuzco no es una ciudad grande: en un día puede ser recorrida de punta a punta; es necesario otro día más para ver los yacimientos arqueológicos que la rodean (si se hace el “City Tour” siguen sobrando horas que pueden emplearse en pasear un poco más por el centro), y existen excursiones de una jornada que prometen una vista general del Valle Sagrado. Tres días son, digamos, suficientes para verlo “todo” y pasar a lo siguiente: Machu Picchu, en este caso.
Sin embargo, yo me lo he tomado con mucha más calma. Lo decidí el primer día cuando, cámara en mano y bien segura de mí misma, salí dispuesta a ver la ciudad; así, a lo grande, “en general”. A las tres horas de paseo ya estaba de regreso, con el cerebro embotellado, la tarjeta de memoria a punto de reventar y sin saber decir a qué edificio correspondía cada fotografía. En mi desesperación, miraba el plano una y otra vez, y era incapaz de ubicarme: “¿Esta iglesia es “esta” iglesia, o es “esta” otra…? ¿Y el convento? ¿He pasado por un convento? No, es la otra iglesia, la de la plaza de La Merced.. ¡No, hombre, no! Esa es la plaza del Regocijo…”.
Como decía, se puede ver Cuzco en un solo día… a riesgo de no enterarse de nada. ¡Eh! que las fotos quedan igual de bonitas, y con un poco de investigación a posteriori se sale del paso… Cada uno sabrá lo que necesita. Por mi parte, de la misma manera que renuncio a hacer muchas cosas “típicas”, como excursiones “naturalistas” y demás, sé de qué pie cojeo y a cuales tengo que dedicar más tiempo: Cuzco y el Valle Sagrado me han llevado seis días. Y no lo he visto todo, ni muchísimo menos. Un lugar tan rico en historia, arte y cultura, necesita más de cinco, seis y siete días para ser saboreado.
En mi opinión, Cuzco y el Valle en general, es un lugar para disfrutar en pequeñas dosis. Yo, cada mañana, agarraba el mapa y decidía qué parte de la ciudad (o qué pueblo) iba a ver ese día, y me dedicaba a ello en cuerpo y alma. A veces, la zona que pretendía ver se me quedaba “pequeña” y me sobraba tiempo. En ese caso, no pasaba a lo siguiente: me quedaba en el sitio, tal vez sentada en una cafetería con un libro, tal vez en una esquina del mercado, siendo testigo de las transacciones comerciales entre unos y otros; tal vez en un ciber-café, donde me metía en Internet y sacaba toda la información de los lugares que había visto y comprobaba si me faltaba alguno. Para enterarme. Así, lo he disfrutado mucho más.
Es que, en Cuzco, nada es lo que parece. O, mejor dicho: si lo es, pero al mismo tiempo es muchísimas cosas más. Empezando por su nombre: Cusco, el oficial, y como es llamado entre los peruanos; Cuzco, de la época de la colonia, y como todavía se le conoce en el exterior (de ahí que yo use éste, “para que nos entendamos”); Qosqo, del original quechua, y que, en teoría, significa “ombligo del mundo”…
La misma Plaza de Armas, por poner un ejemplo, no debe ser vista únicamente como aquella plaza construida por los colonizadores, donde el “rebelde” Tupac Amaru II fue ejecutado tras ver morir a toda su familia. Antes había sido la Huacaypata, centro administrativo, religioso y cultural de la capital del Imperio Inca; mucho más grande que la actual, y donde se celebraban todas las fiestas y las victorias del ejército. Mucho antes todavía, el lugar lo ocupaba un simple pantano.
La gigantesca Catedral, construida entre los años 1560 y 1664, no fue, desde la llegada de los españoles, el primer y principal centro religioso de la ciudad; treinta años antes, en ese terreno se erigía la Iglesia del Triunfo (ahora, sólo una capilla auxiliar de la Catedral), que a su vez había sido levantada sobre los cimientos de uno de los muchos palacios incas que, en época del Imperio, rodeaban la plaza. La barroca Iglesia de los Jesuitas, asimismo, fue construida sobre el palacio del inca Huayna Cápac. Y el Convento de Santo Domingo, de estilo renacentista, se levanta sobre el Qorikancha, uno de los templos más importantes de la ciudad durante el Imperio, dedicado al dios Sol.
¿Queréis más? Podría seguir.
Por eso no voy a ser tan pretenciosa (ni tan loca) como para intentar resumir la historia de la ciudad habitada más antigua de América en cuatro páginas de Word; una suerte de “Cuzco para Dummies” con más medias mentiras que verdades. No tendría ningún sentido. Tampoco voy a daros las pautas para visitar la ciudad y sus alrededores (el que necesite algún consejo, sabe que puede contactar conmigo en el email), ya que existen tantas opciones como tipos de turistas, y como os podréis maginar, yo, fiel a mi estilo, lo he hecho todo por libre; tanto la ciudad, como el Valle (y aún así, no ha sido barato).
Cuzco y el Valle Sagrado de los Incas es un espacio geográfico e histórico demasiado grande como para pretender condensarlo en una única entrada escrita sobre la marcha mientras se viaja. Y es inabarcable porque, incluso en el caso de que supiésemos sus hechos y etapas de memoria, que fuésemos doctores en cronología precolombina, que tuviésemos un master en Historia Moderna de América Latina, esa historia no termina ahí. En Cuzco, un lugar donde los estratos de la historia están a la vista de cualquiera, a través de esas piedras sobre piedras, de esas construcciones coloniales levantadas sobre los templos y palacios de los antiguos incas, la fusión cultural es, más que nunca, marca de la casa. Y se trata de un fenómeno que no terminó hace quinientos años, ni hace trescientos, ni antesdeayer: sigue vivo.
Y es que, aunque para muchos este tema no merezca ser digno de mención, e incluso habrá quien diga –no sin falta de razón- que están “destrozando” una ciudad que, hasta hace pocos años (aproximadamente, hasta el terremoto de 1950, que destruyó buena parte de los edificios coloniales, y fue el punto de partida de la explosión urbana del Cuzco que ahora conocemos) tenía un carácter de museo incólume; en mi opinión, no es menos fascinante que, en esos mismos edificios coloniales, en esas mismas calles con tanta historia, las nuevas generaciones hayan levantado sus colegios, negocios, hoteles, restaurantes, tiendas de souvenirs, e incluso un McDonald’s. ¡Un McDonalds en el mismísimo centro de la capital del imperio inca!
Para mí (y hablo sólo por mí) es casi igual de atrayente que el actual Palacio Arzobispal se levante sobre las ruinas del antiguo palacio de Inca Roca, como que, en ese mismo lugar donde el jefe del ejército inca festejó con los suyos alguna batalla importante, cuatrocientos años después un chavalito de unos 35 años (de ascendencia criolla), promocione a pleno pulmón sus excursiones organizadas al Valle Sagrado, “todo incluido”. O que frente a la Capilla de la Sagrada Familia, donde antaño tenían lugar las ejecuciones de los condenados, dos chicas (de etnia quechua) discutan hasta casi llegar a las manos por venderme sus pendientes de plata de ley. O que una misteriosa pareja, venida de quiénsabedónde, se siente durante tres horas frente a las ruinas de Ollantaytambo, con los ojos cerrados y los brazos en posición de meditación, seguros de que la carga mística del lugar va a transmitirles nosequé tipo de paz espiritual. O que los «toboganes» de Saqsaywaman sean, en la actualidad, usados realmente como «toboganes» por los niños (y adultos…) que visitan las ruinas, sin ningún tipo de pudor ni respeto por lo que algún día representaron.
Es la historia sobre la historia; historia que se sigue escribiendo día tras día. Y no tiene por qué ser, necesariamente, menos buena que la anterior… ¿O acaso alguien pensaba que los cusqueños iban a quedar detenidos en el tiempo, cual estatuas de sal?
Nota: Si esta entrada no os ha aclarado nada sobre Cuzco y el Valle… bienvenidos a mi mundo. Si me dais un par de semanas de reposo, os preparo una audio-guía iniciática en fascículos. Pero ahora no: hoy, no he salido aún de Cuzco y ya estoy llegando a Machu Picchu… ¡mi cerebro necesita un stop!
Nota 2: En cualquier caso, las galerías (Cuzco y Valle) están ahí, para testimoniar que he estado en los lugares de los que hablo, y para mostrar algunos otros en los que, por cuestiones de tiempo y espacio, no me he podido detener…
Estupenda crónica. Como siempre, claro. Sigo admirando (envidiando) el viaje que te estás pegando y la forma que tienes de vivirlo y relatarlo. Gracias.
PD: con respecto a los toboganes. ¿Se sabe algo sobre su función original? A lo mejor siempre fueron un juego de niños :D
Francamente Dani, esta vez puedo asegurarte que jamás un comentario me ha hecho tanta ilusión… Si sigo pegada a la pantalla del ordenador es porque por más que leo esta (maldita) entrada, no termino de quedar contenta con ella, ¡qué mal me lo ha hecho pasar…! Así que tu comentario me ha animado mucho =D (aunque no me lo crea del todo =P).
Los toboganes son un gran misterio. Por lo que me pude enterar (pegando bien la oreja a los guías de otros grupos, jiji) se llaman «el rodadero», o algo así… pero nadie sabe explicar para qué sirvieron, si es que alguna vez sirvieron para algo. Todo el complejo de Sacsayhuaman es, en realidad, un gran misterio… Está lleno de túneles, torreones, grutas… Se dice que pudo ser una fortaleza (por el murallón que tiene, bien podría serlo), pero también un templo dedicado al sol (en la actualidad, el día 24 de junio se sigue haciendo una celebración que escenifica un ritual de la época incaica y que pudo haber tenido lugar ahí)… en fin, como siempre: casi nadie sabe nada. Y si los que deberían saber algo, no saben… Como para ponerme a hablar yo sobre ello!
anda el dia d mi cumple, una celebracion nueva x san juan! jejeje
estupenda entrada Carmen, y como siempre consigues transmitir todo, no solo el viaje en si, hablando d monumentos, cultura o historia, si no la reaccion q te provoca a ti cada lugar, x eso me gusta tanto tu blog! si en cada sitio q te paras pones siempre una sonrisa o tienes respuesta a todo…no seria humano!!!
y vale mas una «critica» o un «pensamiento en alto» sobre un lugar, q una cronica q se pueda leer en internet! COMPLIMENTI!!! ;)
sigo observando el cielo y el ambiente tan puro q se ve en las fotos…q gusto!
un besito fuerte!!
Escucha a Criss que sabe lo que dice: una cronica objetiva la podemos leer en internet, lo que hace especial tu blog es ver el mundo a traves de tus ojos :) La entrada es genial porque es un lio, como el que tienes tu :) Y si queremos mas informacion: wikipedia jeje (yo voy a buscar el MORAY de los circulos,parece cosa de extraterrestres!)
Un besazo enorme, que ganas tengo de vayas a Machu Pichu de una vez caray!
Enhorabuena por la entrada, Carmen. A mi me ha gustado mucho.
Sobre las terrazas circulares de Moray, tengo entendido que eran campos experimentales de cultivo, donde los incas estudiaban a que altura era más adecuado plantar determinadas semillas para obtener mejores rendimientos en las cosechas. A mi no me convence del todo, pero ahí lo dejo por si acaso :)
Eso es, Diego! Al menos, esa explicación es la que he leído/escuchado yo también. A mi sí me convence, eh! Aunque por lo que parece no era sólo eso, sino que hay quien dice que tenía esa forma porque también se usaba como anfiteatro… No sé: eso ya me parece buscarle los 5 pies al gato!
A mí también me ha encantado tu crónica! Y las fotografías siguen siendo fantásticas. Cuando enciendo el ordenador y veo que hay entrada tuya, me alegro un montón, y paso un rato estupendo, así que, de verdad, gracias por contarlo!!
La foto de los rodaderos se la voy a enseñar a una geóloga y a una arqueóloga, a ver qué opinan :)
Tú siempre tan «profesional» Rubén…. :P
Impresionante crónica!!! está genial relatado, me encanta tu viaje, aaaains no queiro perderme nada y no me queda nada para dar a luz, me veo con el portátil en el hospital por si acaso, jajajaja.
Yo no conozco Cuzco, pero mi chico si y me estaba diciendo que es una pasada y que hay que ir.
Un besazo!!!
Me gusta tu compromiso con este cuento inacabado; que te esfuerces, aunque sea para no decir nada. No sé como andarás de pasta pero gastate algo mas para no ser testigo de procacidades que no creo contribuyan nada a tu viaje. Te espero contando los días. UN BESO
Hola Carmen:
Maravillosos reportajes sobre Perú.
Nosotros somos también otros trotamundos, te hemos enlazado en nuestro blog en el apartado «Gente viajera».
Tienes nuestro voto en Premios Bitácoras, suerte y buen viaje.
Asun y Ricardo
Querida Carmen,
Recién ahora te contesto, qué mal!! Pero he estado viajando, y tú sabes cómo es cuando andas ‘trajinando por el mundo’… En fin, sólo decirte que me ha encantado tu blog, la manera espontánea e íntima que tienes de contar… Tu Cuzco me ha gustado muchísimo! Es uno de los destinos que ‘me partió la cabeza’, y tú me has hecho recordar lo que sentí la primera vez que visité la ciudad eterna.
Yo estoy subiéndome a un avión. Me voy en seis días a Mozambique… Wauuuu! Imagínate, estoy fascinada, porque no conozco nada de África del sur.
Me encanta que estemos en contacto. A ver si podemos linquearnos. Me encantaría!
Un abrazote!!
María
Carlos, Cris, Laura… gracias por ser tan incondicionales :) (y poco objetivos! jiji)
Hola Ku!
Un placer que te hayas pasado por mi blog, así que encantado te devuelvo la visita.
Te deseo toda la suerte del mundo con tu pedazo viaje y también con los premios Bitácoras.
Un abrazo y buen viaje!
Alguien puede ampliar la información de los toboganes
Un viaje infaltable de las listas alos lugares que debes conocer si o si, y la Ciudad del Cusco es tan hermosa que está lleno de mucha historia Inca, Colonial y Republicana, sus calles tienen tanto que contar, gracias por el blog. https://incredibletravelperu.com/city-tour-en-cusco/