Si tuviera que elegir una experiencia especial, que no se parezca a nada que haya vivido anteriormente en India, y que me gustaría (y espero) repetir a cualquier coste, sin duda me quedo con el water-trekking en los alrededores de Srinagar.
Water-trekking. Si el nombre os suena de nada, os diré que a mí tampoco hasta que lo probé. Primera pista: aquellos que sientan recelo hacia las largas y extenuantes caminatas pueden estar tranquilos; de trekking solo tiene el apellido. De hecho, caminar, lo que se dice caminar, no se camina mucho. Poco. Nada. Imaginad todo lo contrario: tres o cinco días a bordo de una sikhara, tratado a cuerpo de rey, sin más ocupación que contemplar los paisajes que desfilan ante tus ojos a golpe de remo.
Como actividad habrá a quien le parezca aburrido. Para ellos, en el extremo opuesto están los maravillosos trekkings (estos sí, de verdad) que pueden realizarse en las montañas. Pero hacedme caso: el water-trekking es algo único, una delicia. Una forma diferente de descubrir y deleitarse ante la belleza del Valle de Kashmir.
En mi caso la excursión tuvo una duración de tres días con sus dos noches. En el momento de contratarlo me pareció suficiente, y además haberlo alargado hubiese incrementado demasiado su precio hasta hacerlo inasumible para mí. Esos tres días me costaron 130 euros (me consta que me hicieron un buen descuento); una cifra razonable teniendo en cuenta que estaba pagando, no solo la comida, los permisos exigidos para circular por determinadas zonas o las propinas dadas a varios aldeanos en aquellos momentos en que precisamos su ayuda, sino lo que es mucho más importante: el tiempo y los servicios de tres personas, un guía y dos remeros, solo para mí.
[Al ver la casa de Sultán (el remero titular), una humilde choza provisional al haber sido su casa destruida en unas inundaciones, y enterarme de que su hijo había abandonado el colegio (también de forma «provisional») por no poder pagarlo, el precio del trekking me pareció injusto y ridículo.]
[Mis acompañantes preparan la comida. En primer plano Lucky, el guía (de quien ya he hablado aquí); en segundo plano, Sultán y su sobrino.]
¿No vale eso 43 euros al día? Yo creo que más, aunque evidentemente si hubiese tenido a alguien con quien compartir el gasto hubiese sido mejor. O no, porque lo cierto es que disfruté mucho aquel tiempo con mi soledad; ese “imperio de la conciencia”, como la describió Bécquer. Para aquellas ocasiones en las que una persona necesita estar sola, reflexionar, encontrarse y redirigirse (como en aquellos días era mi caso), no se me ocurre mejor telón de fondo que el verde y exuberante Valle de Kashmir: el paraíso secreto de los emperadores mongoles.
Además, no estaba sola del todo. Lo suficiente para sumergirme en mis pensamientos varias horas cada día, pero con la posibilidad de entablar conversación con mis acompañantes; los mejores que hubiese podido desear. Con ellos mantuve también largas conversaciones, y tampoco faltaron los encuentros con los hombres y mujeres que transitan los lagos y canales con sus barcas, con los pescadores faenando entre los juncos, con los niños que salían a saludarnos, o en aquellas aldeas en las que de vez en cuando nos deteníamos para estirar las piernas y, en el caso de los remeros, también los brazos.
[Niños de una ciudad vecina a Srinagar. La diferencia con los niños de las aldeas es palpable.]
[Comprando pescado extra-fresco para la cena.]
[Al contrario que en Srinagar, donde los niños se ven obligados a abandonar sus estudios a temprana edad para aprender el negocio de sus padres (sikhara-men u otros oficios relacionados con el turismo) y así contribuir a la complicada economía familiar, en las aldeas todos los niños estudian y muchos llegan a ir a la universidad. Durante el paseo tuve la oportunidad de hablar con varias estudiantes de economía, medicina… incluso filología.]
[Las aldeas a orillas del los lagos no son especialmente bonitas, pero el paisaje en que se encuentran hace que las construcciones a medio terminar pasen a un segundo plano.]
Un trabajo duro el de los sikhara-men. Al esfuerzo propio de remar hay que añadir los obstáculos que aparecen en el camino, como varias presas cerradas (que, aún con ayuda, costó mucho abrir), y aquellas zonas en las que debido a la vegetación la sikhara queda encallada y parece que no vaya a moverse nunca. Debo admitir que, en momentos como esos, mi papel de “reina por un día» me hizo sentir incómoda al principio (como mochilera no estoy acostumbrada a ser servida y tratada de esa manera), pero la confianza ganada con mis acompañantes hizo que se me pasase enseguida.
[Las presas: primer obstáculo.]
[La vegetación: segundo gran obstáculo]
Y disfruté. Del sonido del aire al mover las ramas de los árboles, del silencio, y de la música cuando la poníamos. Del calor del sol sobre mi piel durante el día y del frío de la noche, durmiendo en la sikhara mecida por las aguas. De la comodidad de aquella embarcación y de las penurias para salir a hacer pis a campo abierto intentando no ser vista, o aún peor, sobre arenas movedizas.
De la imagen de esas monumentales montañas coronadas de nieve, la de los pastores cuidando sus rebaños en las praderas y la de los trabajadores de las fábricas de pashminas en un entorno menos idílico; la otra cara de una misma realidad.
Del sabor del té, el del pan de Cachemira mojado en él y el del curry más picante que jamás haya comido. De las sublimes puestas de sol sobre el lago, y de la luna llena, al despertar sobresaltada por la llamada a la oración de alguna mezquita cercana o por las voces de unos pescadores nocturnos.
Poco más puedo añadir. Aquellos días recorriendo el Valle de Kashmir en barca fueron terapéuticos para mí, y eso es algo que no se puede describir; ni con palabras, ni con fotografías.
[He dicho que su imagen no es muy bonita, pero las fábricas de tejidos son una constante a lo largo del recorrido.]
[Preparando la cena mientras el sol se pone sobre el lago]
¿Qué se puede añadir aquí? A ver quién es capaz de ver esto y no desear poder chascar los dedos y aparecer ipsofacto flotando en una sikhara sobre las aguas del lago Dal y sus alrededores…
Aparte de las fotos, me quedo con la idea que desde el comienzo del post tengo en la cabeza: siguen quedando lugares «auténticos» escondidos por el mundo.
¡Un abrazo fuerte Ku!
Una terapia de relajación en toda regla. Como dice Antonio, yo chascaría los dedos ahora mismo y cambiaría el taller donde estoy por quedarme flotando varios días allí…
Un abrazo!
Preciosidad de paisajes, no sólo los que nos vas descubriendo con la barca, sino los que se ven de fondo :D
A ver si algún día hablamos y nos «montas» un viaje a India con los peques :P
Hola Carmen,
hará cosa de un año y pico descubrí tu blog y me he convertido en una fan incondicional y una seguidora acérrima de tus relatos, aunque siempre en la sombra. Descubrí el blog buscando historias de India, una vez regresé a casa, después de pasar cinco meses viajando por el país y movida por la nostalgia y la necesidad de sentirme un poco más cerca de todo lo vivido. Me atrapó y me fui queriendo regresar. Ahora, después de ahorrar y alimentar la pasión y las ganas por descubrir más, el próximo 10 de octubre vuelvo a poner los pies en Delhi.
Tengo ganas, muchas ganas, y miedo, aunque diferente del de la primera vez. Y las noticias no ayudan. A pesar que cuando fui no sentí (ni por asomo) en ningún momento inseguridad o peligro o posibles riesgos, hoy sí que hay momentos, sobretodo después de leer el periódico (y de hablar con mi madre) en que me pregunto si no me arriesgo demasiado yendo a India ahora. Me gustaría saber qué opinas, la verdad es que relajas bastante con lo que explicas y haces que no me sienta tan «rara» por estar encantada con un país con tantas contradicciones y tan distinto en todos los sentidos.
Muchas gracias (y perdón por el parrafón). Un saludo!
¡Hola Adriana!
Disculpa la tardanza en responder. No he visto este comentarios hasta ahora.
Qué casualidad: llegas a Delhi prácticamente el día que yo salgo hacia el Este! No te preocupes por la seguridad, los medios de comunicación muestran solo una cara de la moneda, y generalmente la mala, que es la que vende. India sigue siendo un país seguro, pero de todas formas, si te sientes más tranquila escríbeme un email (espero poder leerlo) porque yo voy a estar por aquí y si tienes algún problema podría ayudarte.
Un abrazo fuerte y buen viaje!!
Cuánto me queda por ver, sentir y oír de la India!!!….aunque tres días en una barca de ese tamaño, ¿no te entro claustrofobia aún estando en una espacio tan abierto?
Ciao, hasta la próxima!!
¡Pero qué bien escribes, Carmen! Has sido captar de una manera tan certera lo que se siente navegando por Cachemira en sus barcas. Yo no estuve 3 días sobre ellas, apenas uno, pero la paz, el sosiego, la posibilidad de contemplar como el mundo sigue rodando subido en una canoa, era exactamente igual a cómo lo describes. Me ha encantado revivir aquella experiencia, y también, las sensacionales fotos que siempre ilustran tus entradas.
¡Muchas gracias a todos por los comentarios! No he tenido tiempo de responder antes y ya veis… ¡el día que lo hago estoy en India otra vez!
Me alegro mucho de que el post os haya gustado, y eso que en mi opinión se queda muy corto… ¡transmitir la belleza del Valle de Kashmir es muy difícil!
Un abrazo a todos!
Gracias por compartir tu experiencia, una consulta, como contactas a la gente del tour y también quisiera saber si es viable hacerlo en Enero, por el frio. Gracias! Un abrazo!