Posiblemente uno de los mejores trayectos para maravillarse con el intenso verde de los paisajes de Laos sea el viaje de Luang Namtha a Oudomxay y de ésta a Nong Khiaw.

Que la carretera es mala resulta innegable; de hecho suele ser descrita como una de las peores carreteras del norte del país, por las infernales curvas y lo largo y pesado del trayecto. Pero pese a todo, visualmente es una maravilla.

Ya lo he dicho anteriormente, y aún con la seguridad de repetirme lo diré una vez más: el verde de Laos nunca dejará de sorprenderme. No se trata de un verde cualquiera, no; es un verde salvaje, un verde agresivo, casi en contraste con lo apacible del país. Por eso, el mero hecho de mirar por la ventanilla y no ver más que vastas extensiones verde oscuro y verde brillante, dando forma a selvas y montañas, convierte un viaje que tendría todas las papeletas para ser una tortura, en una experiencia memorable.

Y de vez en cuando, una aldea; una pequeña aldea a pie de carretera que aparece entre las palmeras y pasa fugaz ante nuestros ojos, cual prisionera que tratara de escapar de toda esa locura vegetal.

Aldea a toda velocidad

Área de servicio

Mi odisea personal fue más larga si cabe al llegar tarde a Oudomxay y perder el autobús a Nong Khiaw, lo que me obligó a cambiar mis planes y dormir en Pak Mong: un pueblo compuesto por una única calle donde al ser ya de noche no había nada que hacer, y en una habitación llena de humedad pero barata al fin y al cabo.

Los retratos de familia le dan un toque más cálido.

Cuando al día siguiente llegué a Nong Khiaw, el paisaje que lo rodea me dejó con la boca abierta. Y me resultó extraño que nadie me hubiese hablado de ello antes, o que ni una sola persona hubiese puesto algo de énfasis en su belleza, que para mi es excepcional: un conjunto de altos picos sin demasiado que envidiar a Yangshuo*, con el añadido de que por el momento Nong Khiaw se ha salvado de la explotación turística y mantiene el encanto de una sencilla aldea laosiana.

[* De acuerdo, puede que compararlo con Yangshuo sea un tanto exagerado, pero su modesta fama creo que no le hace justicia… y quizá sea mejor así.]

El puente

En lo que respecta a los aspectos prácticos, Nong Khiaw es una pequeña aldea situada a orillas del Nam Ou (río Ou) y dividida por éste en dos zonas bien diferenciadas. A un lado, cinco o seis restaurantes con wifi, hostales con vistas y servicios de sauna y masaje; en el otro, el pueblo propiamente dicho, el verdadero Nong Khiaw.

Cruzar el puente que une -y separa- ambas zonas es cambiar de un mundo a otro, aún cuando la orilla turística sea bastante discreta. Son dos realidades distintas, cada una con sus pros y sus contras: por una parte las vistas desde los hostales de la primera orilla son un lujo demasiado grande para dejarlo pasar, y el wifi… ¡ah, el wifi! No creo tener que decir nada más para que adivinéis dónde elegí dormir.

Mi cabaña

Vistas desde la terraza

Pero por otra parte, en la orilla “turística” no hay mucho que ver, y se hace necesario cruzar al pueblo, al “verdadero” Nong Khiaw, para saborear la esencia de una pequeña aldea del interior de Laos. No hay que caminar mucho para dar con ella: en cuanto uno empieza a avanzar por la calle principal que discurre paralela al río, todo lo visto en el otro lado desaparece (forasteros incluidos, en su mayoría de excursión por los alrededores) y se tiene la oportunidad de ser espectador privilegiado del día a día de los habitantes de Nong Khiaw, aquellos que no dependen tanto del turismo y hacen su vida en ese lado del Nam Ou.

Los ancianos en las puertas de sus casas viendo la vida pasar. Los jóvenes en el patio de la escuela: ellos de impecables pantalón negro y camisa blanca; ellas con sus faldas lisas, oscuras e iguales, y los abrigos de colores brillantes marcando la diferencia. Un gallo persiguiendo a una gallina, dando espantosos chillidos y batiendo las alas. Un mono amaestrado pero con muy mal carácter de cara a los extranjeros. Un Sabai diii salido de los labios de una niña sonriente. Nada más, eso es Nong Khiaw.

En Nong Khiaw me quedé tres, cuatro o cinco días (creo que fueron cuatro, pero es fácil perder la noción del tiempo en un lugar así), recuperando fuerzas tras el trekking de Muang Sing, y dudando seriamente si ir a Muang Khua, una aldea aún más pequeña a la que sólo se puede acceder en barco, siguiendo el curso del río durante seis horas en dirección opuesta a Luang Prabang.

Por una parte quería, pero por otra Luang Prabang me llamaba insistentemente. Había pospuesto mi regreso una y otra vez con la “excusa” de tener que explorar mejor el norte del país, y ya no me apetecía esperar más. Había llegado el momento de volver a Luang Prabang, y esta vez lo haría en barco, para cambiar.