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Pasando el tiempo en la arena (placeres culpables en Arambol)

Adelanté mi viaje a Goa debido a un contratiempo de última hora en Mumbai. Ya sabéis que a lo largo de este viaje estoy tratando de alojarme siempre en la casa de alguien de la ciudad que vaya a visitar; pues bien, en Mumbai había contactado con un chico de 28 años en quien tenía grandes expectativas, pues cumplía todas las características que buscaba en un habitante de esta ciudad.

Generalmente no suelo buscar un perfil determinado, me basta con que sean personas normales y corrientes que puedan enseñarme algo de su vida, de modo que cuanta más variedad, mejor. Sin embargo, en Mumbai me apetecía dar con una persona joven, moderna, alguien que hubiese ido a la universidad y perteneciese a esta nueva generación de indios que viven en la gran ciudad y tienen un estilo de vida bastante occidentalizado. Quería que me enseñase su visión del mundo, su rutina, los sitios que prefiere para salir, sus aficiones… algo que posiblemente no pudiese ver en otra parte del país. Cuando di con Kumar, estuve segura de haber encontrado lo que buscaba.

Pero, cuando a las ocho de la mañana llegué a Mumbai, no hubo forma de ponerme en contacto con él. Yo sabía que el día (1 de enero) no era el mejor, y que la gente como él la noche anterior había trasnochado (no como la gran mayoría de la población, a quienes el cambio de año no es algo que les afecte en lo más mínimo), así que, tras intentar llamarle dos o tres veces, me di por vencida y pensé una solución rápida.

Podía quedarme en un hotel, pero esa opción traía consigo varios aspectos negativos:

1- Mumbai es una ciudad muy cara. Por supuesto, podría hacer la vista gorda y pagar, por una vez, 1000 rupias por una habitación, en lugar de 300. Pero si puedo evitarlo, lo prefiero. Sobre todo porque Mumbai no es ciudad de una noche, sino de tres o cuatro.

2- Cuando me bajé del tren, frustrada por no poder hablar con Kumar, estaba de nones. Seguidamente, el taxi hacia el centro me cobró una burrada (450 rupias, ¡dolor!), y por experiencia sé que, cuando algo no empieza bien, me cuesta mucho cambiar el chip y reciclarme, de modo que tenía miedo de quedarme y coger manía a una ciudad en la que había depositado tantas expectativas.

Por eso, pensé “¿Por qué voy a quedarme, pagando más, y sobre todo, arriesgándome a que no me guste la ciudad, pudiendo irme a otra parte, y visitar Mumbai a mi regreso?”.

Y eso hice. Con las mismas fui a la terminal de autobuses y compré un billete a Goa. No puedo omitir que tuve la opción de escoger entre varios precios, y no sé por qué terminé (entre el cansancio, mi mal humor y la habilidad del vendedor, supongo que me lié) comprando el más caro por 700 rupias. Un día torcido. Tras comprar el billete tenía seis horas por delante hasta la salida del autobús, que invertí en pasear por la ciudad, buscar un lugar donde comer, escribir un poco y conectarme a Internet. Por fin, a las cinco de la tarde estaba saliendo hacia Goa.

El viaje en autobús es para contarlo. Para empezar, debido a las paradas que teníamos que hacer para recoger pasajeros en diferentes puntos de la ciudad, tardamos tres horas en salir de Mumbai; de modo que, aunque hubiésemos arrancado a las cinco de la tarde, hasta las ocho no comenzó el viaje propiamente dicho. Contra lo que pueda parecer, esas tres horas fueron lo mejor del día. Subida en lo alto de mi litera, en posición semi-horizontal, y con una ventana todo lo largo de mi cuerpo (abierta), pude disfrutar de una de las mejores panorámicas de la ciudad y de un lugar privilegiado para sacar fotos (algo así como «Madrid Visión», pero en versión cama).

Ha sido la primera vez que he viajado en autobús nocturno. Trato de evitarlos porque no me fío de la destreza al volante por la noche de los conductores indios, de modo que no sé si normalmente todos son así (cuando he ido sentada he notado baches, pero tampoco nada exagerado) o es que la carretera a Goa es muy mala (alguna vez que abrí el ojo pude ver como íbamos por un camino de arenisca secundario en mitad de la selva), pero aquello se movía más –y daba más golpes- que la «pandereta» de las ferias. Realmente es para vivirlo: tumbado en la litera, te mueves tanto que más de una vez despiertas colgado al borde de la cama, a punto de caerte.

Literas autobus India

Literas del autobús nocturno.

A todo esto, las literas no eran individuales, sino para dos personas. El revisor trató de convencerme para que comprase el billete que correspondería a mi acompañante por “solo” 500 rupias más, ya que en cualquiera de las siguientes paradas de Mumbai podría subirse alguien y «él no me garantizaba que fuese hombre o mujer». Yo le dije que a mi me daba lo mismo, pero que no pensaba pagar casi el doble por dormir más cómoda. En cada parada, el hombre volvía a repetirme su oferta y yo, en mis trece, volvía a contestarle educadamente que no tenía ninguna intención de pagar más.

Al final, en la última parada, el revisor vino y señalando a un chico joven, de unos 30 años, me dijo: “Este hombre va a compartir la litera con usted, ¿está segura de que no quiere comprar el otro billete?” a lo que yo le respondí que no tenía ningún problema en que durmiese conmigo. Lo gracioso (y de lo que yo ya me había ido dando cuenta en cada parada, al ver que muchos rechazaban el sitio) es que el que tenía problemas para compartir espacio con una mujer, ¡era él! Total, que al final viajé sola, más ancha que larga.

Finalmente, tras doce horas de viaje (quince contando el paseo por Mumbai) hasta Mapsa (la primera parada que hacen los autobuses en Goa, y que es el pueblo con mejor acceso a las playas del norte) y otra hora en el autobús de Mapsa a Arambol, llegué a mi destino.

Playas de Goa

Arambol

Pero antes de continuar, un poco de historia para situarnos. Goa es el estado más pequeño de India, aunque los indios no se refieren a él como tal, sino que le dan un nombre diferente (que ahora mismo no recuerdo), ya que fue uno de los territorios que más tiempo tardó en lograr la independencia, y al parecer debe tener una organización política algo diferente.

A lo largo de su historia Goa ha estado ocupado por musulmanes (en el siglo XIV), y sobre todo, por portugueses, quienes en 1510 lo convirtieron en una de sus bases para hacerse con el control de la Ruta de las Especias. Finalmente, en 1542 los misioneros Jesuitas de San Francisco Javier se instalaron en allí, fundando la ciudad ahora conocida como Old Goa, y para la mitad del sigo XVI ya se habían expandido hasta las provincias de Bardez y Salcete.

A finales del siglo XVIII, los portugueses fueron casi echados por los Marathas, y entre medio hubo una pequeña ocupación por parte de los británicos. No sería hasta 1961 cuando los portugueses fueron definitivamente echados del subcontinente (recordad que el resto del país logró la independencia en 1947) y Goa pudo considerarse definitivamente libre de ocupación.

Amanecer en Goa, India

Interminable playa de Arambol por la mañana.

El lugar donde me encuentro, Arambol, es una playa tranquila, sobre todo comparándola con otras más famosas o turísticas, como Anjuna. Eso no quiere decir que Arambol esté vacía o no sea conocida: lo es, pero aquí la gente viene, sobre todo, a relajarse (aunque también hay fiestas y raves todas las noches).

Es un lugar lleno de guiris: todos los que no he visto en un mes se han dado cita aquí. Los hay de todo tipo: jóvenes (sorprende la cantidad de chavales de no más de veinte años que vienen hasta aquí en grupo con sus amigos), mayores (de más de sesenta años, ya sea en pareja o solitarios), nuevos y viejos hippies, familias, extranjeros (de Estados Unidos y Alemania, sobre todo) y también indios (cuyo pasatiempo preferido es hacer fotos a las guiris en bikini).

Playa bicicleta orilla India

Goa ha supuesto un cambio radical de escenario y ritmo en mi viaje. Del clima seco y templado del norte, al húmedo y caluroso del sur (lo que se ha traducido en 27 picaduras de mosquitos, ¡sólo en las piernas!); de las duchas de agua helada, a los baños en el mar caliente; de los días sin parar de callejear y visitar cosas, a los días sin hacer nada. Para que os hagáis una idea, este es el programa de un día normal aquí:

07:00 Levantarse
07:20 Paseo por la playa, viendo a los pescadores llegar o salir con las barcazas, a los turistas practicando yoga, tai-chi…
09:00 Desayuno.
10:00 Playa, baño, sol, escribir, leer, pasear, playa, baño, sol, escribir, leer, pasear, playa, baño, sol…
13:30 Almuerzo.
14:30 Playa, baño, sol, escribir, leer, playa, baño, sol…
17:00 Posicionarse para la puesta de sol.
18:20 Fin de la puesta de sol. Bungalow: ducha, vestirse… Paseo por la playa, entre las cientos de mesas iluminadas con velas.
20:00 Cena.
21:30 Sobremesa, charla en el porche de alguno de los bungalows, dormir…

Alojamiento en las playas de Goa, India

Mi «hogar» en Goa, en primera línea de playa.

Puede parecer bastante idílico, y realmente lo es; sin embargo, no tardé en darme cuenta (al segundo día) de que algo fallaba. No me sentía cómoda del todo, tenía la sensación de estar fuera de lugar. Principalmente creo que esto se ha debido a que este ritmo de vida, este “no hacer nada”, no encaja con mi viaje, o con lo que yo estoy buscando. Un par de días para descansar vienen bien, pero más no; enseguida he empezado a echar de menos la carretera, los autobuses, los templos… Por otra parte, no dudo que este mismo lugar, en otro momento de mi vida y acompañada amigos, ganaría mucho.

Por este motivo, el tercer día por la mañana y una vez habiendo hablado con Kumar y arreglado lo de Mumbai, decidí comprar un billete  de vuelta a la gran ciudad. Sin embargo, dadas las fechas, estaba todo ocupado, no sólo para ese día, ¡sino también para los dos siguientes! Y así fue como quedé literalmente atrapada en el paraiso.

Puesta de sol en Arambol, India

He de reconocer que no he estado mal. El ritmo de Goa al final atrapa, e incluso hoy, mientras metía las cosas en la mochila, he sentido un poco de tristeza al pensar que tengo que irme. Los paseos, los baños, el pescado a la parrilla… tiran mucho. Han sido unos buenos días para reponer fuerzas y, sobre todo, para depurar el estómago. Tras un mes sin comer otra cosa que arroz, curries y chapatis, cuando el primer día pedí una ensalada de atún y sentí la textura de la lechuga cruda en mi boca, estuve a punto de mugir de placer. Por no hablar de las ensaladas de fruta o los zumos de sandía.

He tenido mucho tiempo para pensar. De hecho, hubo un día que, paseando por la playa y escuchando las dos mismas canciones una y otra vez, tome conciencia de repente de lo lejos que estaba de casa. Os parecerá raro, pero hasta ahora, con tantas cosas que ver, no me había parado realmente a pensarlo. Fue una sensación un poco rara, sentir mi vida como algo tan lejano, tan ajeno.

India ensalada de fruta y helado

Hora de desayunar (ensalada de fruta con helado)

En Arambol, además de los nuevos y viejos hipies (que se reunen cada tarde para cantar, bailar y hacer malabares a la puesta de sol, acompañados de mucho guiri pasado de vueltas… y cocaína), llama también la atención el importante número de vacas campando a sus anchas por la playa. ¡En serio! Probablemente éste sea uno de los pocos lugares del mundo donde podáis ver vacas galopando en manada a la orilla del mar y haciendo valer sus derechos frente a los de los turistas.

Hippies tocando la guitarra en Goa, India

Romántica puesta de sol en familia.

Hippies Arambol India

Focalizando la mente.

En relación a esto, tengo una anécdota graciosa. Un día, estando tumbada en la playa, escuché un mugido muy cerca de mi cabeza que casi me mata del susto, y me hizo levantarme de golpe. Se trataba de una vaca que pasó por encima de mi toalla y siguió su camino sin inmutarse ni frenarse ante nada, en dirección a la toalla de un chico que estaba tumbado leyendo muy cerca de mí. El chico, al escuchar a la vaca, se levantó también de un salto y se alejó unos pasos de sus cosas, lo justo para que la vaca siguiese su camino. Pero la vaca tenía otros planes: fue directa al libro que el chico estaba leyendo, ¡y comenzó a comérselo!

Yo no pude resistir la tentación de ir a por la cámara y sacar varias fotos del momento, tanto de la vaca como del pobre chaval que, desde una distancia prudencial, miraba sus cosas sin atreverse a ir a por ellas. El chico se acercó a preguntarme si podía ver las fotos, y así fue como conocí a Josh.

Vacas en la playa Goa India

Vaca intelectualmente inquieta.

Tomar el sol en India

Josh desterrado de su propia toalla.

Josh es de California, tiene 30 años y ha venido a Goa de vacaciones durante un mes, sólo a disfrutar de la playa y el sol. Con él, y con otro chico de Nueva Zelanda que conocimos esa misma tarde (Willy, de 32 años, que lleva cuatro meses en India) he pasado los últimos días en Arambol.

La verdad es que, acompañada, la playa ha ganado bastante. Seguía sintiendo que me faltaba algo, «movimiento”, pero el tiempo se me ha pasado volando. Han sido dos días increíbles, y Willy casi me ha convencido para ir a vivir a su país, de lo bien que me lo ha pintado (¿sabíais que Nueva Zelanda sólo tiene cuatro millones de habitantes? ¡Una superficie mayor que la de Reino Unido, con una población como la de Madrid!).

Barca sobre la arena de la playa

Para ser sincera, he tenido que ser muy fuerte para no cambiar el billete y quedarme un día más, pero al final he resistido la tentación. He pensado en Kumar, que me espera en Mumbai, he tenido en cuenta todo lo que me queda por ver, y aquí estoy, haciendo tiempo hasta las seis de la tarde, que será cuando coja el autobús hacia Mumbai. No puedo prometer que en este tiempo no vaya a caer un último bañito…

Me queda el consuelo de que Goa es un lugar al que sin duda voy a volver, en un futuro viaje dedicado exclusivamente al sur de India. ¿Alguien se apunta?

Vacas en la playa India

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15 comentarios en Pasando el tiempo en la arena (placeres culpables en Arambol)

  1. carla 6 enero, 2010 at 17:47 #

    jaja…yo me apunto a ir a Goa eh? mola…por cierto, me gusta mucho la ùltima foto de esta entrada!! es genial!! Ya era hora de que te tomaras un poco de relax… espero que realmente hayas descansado bastante!!
    suerte!

  2. Gromit 6 enero, 2010 at 19:06 #

    Mmm…
    Curioso…
    Yo voy tomando notas… Yo, notas…
    Y de paso algún dibujo al margen… Pero esos son secretos…

  3. Laia 7 enero, 2010 at 5:53 #

    carmencita! me han contratado para trabajar en la produccion de una peli! empieza el rodaje en unas horas! ahora me voy a recoger a los actores! estoy nerviosa perdida. Ya te ire contando, un besazo! Viva Tranche!

  4. panedu 7 enero, 2010 at 14:59 #

    Me da a mi que Goa es de esos sitios que te gustan nada mas llegar por lo paradisiaco que parece y pasados cuatro días ya estas aburrido.
    De todas maneras me encantan las casitas al lado de la playa y aun me llama la atención las vacas paseando libremente, esas costumbres hay que traerlas para Cantabria jejejeje

  5. Riky 7 enero, 2010 at 19:10 #

    Hola Carmen.
    La verdad que las fotos son muy guapas,algunas de ellas (los templos y paisajes) maravillosas.De momento, si no fuera por el suplicio de los desplazamientos ,(que también tienen su encanto) tu viaje parece idílico, y sobretodo esta ultima etapa.En un viaje tan largo, seguro que vendrán tiempos duros, y también nos lo contaras, pero de momento….a disfrutarrr.
    Un Beso.
    ah!, aquí en la tierruca, hace un tiempo de perros..y un frió que pela.

  6. Rubén 8 enero, 2010 at 15:00 #

    Si algún día haces una exposición con las fotos del viaje, dedica un capítulo especial a las vacas… Ya llevas dos instantáneas vacunas de premio.

  7. David 11 enero, 2010 at 11:50 #

    que bonita la ultima foto….

    quda apuntada esa playa!

  8. Kirvi 11 enero, 2010 at 17:35 #

    Hola, ¿q tal?

    Bueno, ten en cuenta q las visitas no organizadas a pesar de la incertidumbre, suelen salir bien, y por lo q veo a ti te va bien, y te estás haciendo un book con una fotos muy chulas!!!! X cierto no se si no se guardo en el face, pero el report muy bueno, me lo leí entero!!

  9. LOURELLA 12 enero, 2010 at 12:36 #

    Ku!!!!!!

    Ya has visto el auténtico Goa, ya contarás…
    Ummmm y lo de Josh…. no sé yo… no me convence: no se parece en nada jejejeje.
    Me imagino que tu inglés ha mejorado muchísimo, a que sí.. Te envío por e-mail las fotos de mi cumple!

    Al final me ha salido bastante más caro que tu visita por Mumbai. Te has percatado de que el estilo occidentalizado es menos de fiar…jejejej. Bueno, espero tu post de los días por la city.

    Por cierto, quien me diera a mí unos días en la playita, de tanta nieve no levanto cabeza…

    PD. Raves?¿? Qué es eso¿?

  10. Abel 14 enero, 2010 at 15:52 #

    Comulgo con Rubén: la foto de las dos vacas contemplando la salida del sol es de premio. ¡Piénsatelo!

  11. Abel 14 enero, 2010 at 16:03 #

    Corrijo: «puesta de sol…» jeje

  12. mami 15 enero, 2010 at 18:58 #

    KU
    Hace mucho que no nos cuentas nada. Nos tienes abandonados.
    ¿donde estas? Cuenta algo.
    Por aqui todo sigue igual. Pocos cambios. En la calle solo se habla del tiempo. Mucho frio poco frio.Mucha nieve. Mucho viento… es el tema base. Fijate que pena.
    Cuenta algo para ocuparnos.
    besos. mua.

  13. mar 21 enero, 2010 at 13:22 #

    Hola chica, soy una sevillana de 24 años que vive actualmente en ecuador, tambien he estado viajando por sidney, mexico, costa rica, peru etc. ahora vivo en Quito hasta julio del 2010 asi que si pasas por aqui no dudes en contar con mi ayuda, para lo que sea, te guie en algo o tomemos un cafe…te recomiendo que no tengas dudas en venir a latinoamerica, es increible, algo muy especial te lo aseguro y yo puedo ayudarte en los paises donde he estado, no es para nada tan peligroso como dicen, es algo maravilloso.
    un besito

    Mar

    • Ku 27 enero, 2010 at 8:38 #

      Hola Mar, muchas gracias por tu ofrecimiento! no dudes que, si llego a ir a latinoamerica, me pondre en contacto contigo. Un beso!

  14. Belén 28 enero, 2010 at 14:27 #

    ¡Yo me apunto!
    ¿Me llevas en la maleta?

    Ya te digo como está josh!!!si esq California tiene esos tesoros…

    Unas vacaciones chulas chulas, y ahora a seguir moviendo el esqueleto.
    Suerte en Mumbai!!!

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