Vaya susto, ¿eh? No, no voy a recorrer Australia, ¡ya me gustaría! Pero el día que empecé a mirar billetes para Sudamérica (a dónde exactamente, daba igual) descubrí que la opción más económica para dar el salto, sin regresar por el oeste, era comprar dos vuelos: uno de Singapore a Sydney, y otro de Sydney a Santiago de Chile.
Y ya de haber llegado hasta la otra punta del mundo, ¡qué menos que asomarse un poquito y comprobar si es cierto que caminan cabeza abajo! La visa de tránsito australiana permite permanecer hasta 72 horas en el país sin pagar nada, así que compré los billetes con 70 horas de diferencia entre uno y otro, y listo: ya tenía mi fin de semana en Australia.
La primera impresión de Sydney me dejó sin aliento… literalmente. Cuando salí del metro hacía tanto frío que se me cortó la respiración y tuve que entrar corriendo de nuevo, a esperar unos minutos antes de reunir el valor suficiente para salir a la calle. Más adelante me enteraría de que estábamos a 12 grados, una temperatura que tampoco es tan baja, pero qué queréis que os diga: acostumbrada al calor húmedo y sofocante del sudeste asiático, para mi eso era un frío glaciar. ¡Y mi única ropa de abrigo era un chubasquero azul!
Como un fin de semana es muy poco tiempo para hacer un estudio sociológico de ningún tipo, estos días me he relajado abiertamente y he sido una turista más en compañía de Sasha, mi anfitriona, quien no me ha dejado sola en ningún momento. Sasha es una chica ruso-americana (nació y vivió hasta los ocho años en Moscú, pero después se fue a vivir con su madre a Estados Unidos) que durante los últimos tres años se ha dedicado a viajar por el mundo en compañía de su novio, Richy, al que conoció en Canadá y con quién desde hace dos meses vive en la casita de North Sydney donde me he quedado estos días.
Debo decir que, para tener ambos 21 años recién cumplidos, me ha impresionado muchísimo su manera de desenvolverse ante la vida, su independencia, y lo claras que tienen las cosas: ambos trabajan para pagar el alquiler de 1800 dólares australianos (unos 1260 euros, es decir: más de 600 euros al mes cada uno, sin contar gastos) de su vivienda, y al mismo tiempo se han matriculado en la universidad para continuar con sus estudios. Todo sin la ayuda de sus padres, que en el caso de Richy viven en un pequeño pueblo a dos horas de Sydney; y en el de Shasha, en Nueva York y Moscú.
¿Y qué se puede hacer en Sydney, en compañía de dos jovencitos, un fin de semana? Pues salir de fiesta, por supuesto; aunque también ha habido lugar para el turisteo fácil. El viernes no hemos perdido el tiempo y ya desde las nueve de la mañana Sasha me ha llevado a recorrer la ciudad, o al menos gran parte de ella. Hemos ido a ver la famosísima Ópera, el jardín botánico, el centro comercial y financiero, el antiguo puerto… un largo paseo que nos ha llevado gran parte del día.
A eso de las cinco, su amigo George se ha unido a nosotras y juntos hemos caminado un poco más, disfrutando del tardecer en el barrio de «The Rocks» (el casco antiguo de Sydney, lleno de edificios históricos, galerías de arte, pubs… todo muy bohemio) para finalizar tomándo unas cervezas en el “hotel” más antiguo de Sydney. Y entonces ha sido cuando me he enterado de que en Australia, un “hotel” es un pub normal y corriente. Al parecer, en el inicio de los tiempos (de Sydney, claro; y para eso sólo hace falta remontarse unos 200 años) los hoteles tenían en la planta baja un pub (o los pubs tenían en la planta superior un hotel, como prefiráis) y ya se han quedado con ese nombre, aunque no sirvan de alojamiento o su construcción sea reciente. Así que si llegáis solos y desamparados a Australia, y estáis buscado donde dormir, tened cuidado de no equivocaros, a ver si vais a acabar en el bar (uhhhh….).
A las siete, Sasha y Richy han ido a ver el boxeo a su local favorito, mientras que por mi parte, yo (dado que no soy una gran admiradora de ese deporte y la entrada costaba 40 dólares) he preferido quedarme con George, quien me ha llevado en su coche de excursión a muchos otro rincones de la ciudad, como Bondi Beach en su versión nocturna (“no puedes decir que has estado en Sydney si no has visto Bondi Beach… aunque sea de noche”, según sus palabras) e incluso ¡al cementerio!, que como pude comprobar, además de ser muy bonito está colgado del mar y tiene unas vistas de la playa increíbles.
Algunos kilómetros y muchas cervezas más tarde, mi acompañante y yo nos hemos reunido de nuevo con Sasha y Richy, así como con muchos otros amigos, y hemos salido, ahora ya sí, “de fiesta”. Aunque sé que a muchos les gustaría, os voy a decepcionar: de esa noche no hay fotos (más que las que hicieron los chicos con sus teléfonos móviles, que aún estoy a la espera de recibir), y aunque las hubiese, jamás las pondría aquí, así que solo diré que fue una noche muy divertida, muy larga (llegamos a casa rozando las siete de la mañana) y muy cara. Lo cierto es que me lo pasé muy bien, ya que tanto Sasha como sus amigos estuvieron pendientes de mí en todo momento, hablamos mucho y me contaron cosas muy interesantes de la ciudad y el país en el que viven.
Sin embargo, también tengo que admitir que aunque me divertí mucho, por otra parte, en algún rinconcito dentro de mí, no pude dejar de sentirme como una “observadora” en una fiesta que no me correspondía. Es algo difícil de explicar, y puede que no llegue a entenderse, pero lo cierto es que esta fue una sensación que no me abandonó en toda la noche. Después de tantos meses sin salir de fiesta, sin ver a mis amigos, y llevando un estilo de vida tan diferente al que llevo en mi casa, fue un poco raro encontrarse. de repente, en un ambiente tan familiar, en un bar lleno de gente joven bebiendo alcohol y bailando al son de un grupo de música en vivo (Creep, de Radiohead, Time to Pretend, de MGMT; 1901, de Phoenix… todos los éxitos del mundo occidental) y al mismo tiempo, tan lejano a mi hogar. Fue… como estar y no estar al mismo tiempo.
Y es que, aunque no puede negarse que Sydney es una de las capitales del mundo, una gran ciudad y además muy hermosa, hay algo que no puedo ocultar: desde el mismísimo momento en que atravesé las puertas del metro y sentí ese frío del que os hablaba al comienzo, he sido presa de un sentimiento de profunda tristeza que todavía no he conseguido quitarme de encima.
El sábado, mientras paseaba sola por sus calles, tomando alguna de las fotografías que no había podido hacer el día anterior, pensé mucho en ello, traté de “psicoanalizarme”, de encontrar el motivo, el por qué de esa enorme presión en el pecho. Al final, después de darle muchas vueltas, la única conclusión a la que he podido llegar es que esta parada ha sido, para mi, como un pequeño aviso; como “asomar la cabecita” a lo que me espera al final de este viaje; un final, por cierto, cada vez más cercano e inminente.
Después de ocho meses viviendo en una parte del mundo tan cálida, tan colorida, tan alegre, con un estilo de vida tan distinto al “occidental”, Sydney se me ha antojado una ciudad gris, fría, por mucha Ópera o pubs irlandeses que tenga. Caminando por el puerto, sentada en un vagón del metro, o comiendo un “meat pie” en cualquier esquina, no podía dejar de mirar a mi alrededor, a las chicas con sus bolsitos de marca, a los chicos con sus iphones, a esas caras tristes, a esa ropa marrón, negra o gris (¿por qué todo el mundo viste igual? ¿¿por qué??)., y preguntarme, una y otra vez, qué es lo que iba mal, ya no conmigo, sino con “ellos”; con el mundo en general. Por qué esa tristeza, esa insatisfacción constante, esa falta de valores, esa deshumanización.
De hecho, hay una anécdota de la noche del viernes que me gustaría compartir; una situación que se dio en esa discoteca a la que fuimos, y que a mi me dejó tocada bastante rato. Como ya he comentado, todo el mundo iba vestido igual, una cosa invariable: negro, algo de blanco, y gris. Tal vez un poquito de marrón de vez en cuando. En esa sala, la única que llevaba una camiseta de rayas rosas (por que no tenía otra cosa que ponerme, todo hay que decirlo), era yo. De repente, entró en escena una chica gorda, ataviada de los pies a la cabeza con un abrigo rojo pasión. A su paso, todo el mundo (incluidos mis amigos) empezaron a reír, a hacer bromas y señalarla con el dedo. “¿Por qué es tan gorrrrrda?” me decía uno de ellos, mientras se sujetaba el abdomen para no desencajarse.
Yo no daba crédito. Simplemente, me sentí completamente fuera de lugar, como si acabase de aterrizar de otro planeta. Y no es que yo sea la persona más buena del mundo, por supuesto que no: anda que no habré criticado, que no me habre reído de gente en esta vida o que no soy la primera en vestirme de oscuro un sábado por la noche. El por qué me sentí tan mal, por qué me resultó todo tan ajeno en esos momentos, no tiene explicación. Incluso para mí, todo es muy confuso todavía.
Por otra parte, soy consciente de que estas declaraciones no me favorecen en absoluto, que me van a caer críticas por todas partes, que se me va a tachar de hipócrita… no me importa demasiado. El sábado, mientras caminaba sin rumbo fijo por las calles de la ciudad, esos eran mis pensamientos, y como este es mi blog y puedo decir lo que quiera, tal cual los transmito.
Y así, sin más, me despedí de Sasha, de Richy y de toda la pandilla. El domingo, a las once de la mañana, estaba tomando mi anteúltimo avión del viaje. Un avión que me alejaba de esa ciudad que tanto había sido capaz de perturbarme en sólo dos días, y que al mismo tiempo me acercaba definitivamente a mi casa, a mi hogar, donde “la vida real” me espera desde el mismo día que decidí coger mi mochila y largarme.
Desconozco si algo habrá cambiado desde aquel 9 de diciembre; si lo que me voy a encontrar podrá parecerse, de alguna manera, a lo que he visto en Sydney. En cualquier caso, lo que ha quedado claro (ahora sí puedo decirlo), es que yo no soy la misma persona que hace ocho meses salió de casa con la simple intención de ver mundo y salir un poco de su rutina, de escapar de una perspectiva de vida que no terminaba de llenarle del todo.
En fin: lo que tenga que ser, será. Por suerte, hasta que ese momento llegue todavía quedan varios meses y un montón de kilómetros por delante. Próximo destino: ¡Sudamérica!
Ya me gustaría pasearme por Sydney, aunque sólo fuera un mísero fin de semana.
Me asustas, me produces miedo. Ya sabiamos el viaje algo te cambiaría,pero no puedes olvidate de quien eres. No debes olvidar donde vas a estar.Tu cultura. 25 años de vida. El viaje solo ha sido un parentesis.Tu eres occidental. ¡¡¡No vengas con shari!!! ¡aqui no!
Llamanos alguna vez. T.Q.
Menuda entrada nos has dejado hoy. Esa reflexión final da mucho que pensar.
Pero queda claro, que estemos donde estemos, seamos del color que seamos o de la religión que seamos, al final todos somos personas y en todos los sitios se comportan igual con respecto a los demás y si podemos reírnos y hacer burla de ellos, no perdemos la ocasión.
Suerte en tu nuevo continente.
Admito que he tenido que leer la entrada un par de veces para entender todo lo que has dicho. Asi como quien no quiere la cosa, «ahora vas y lo cascas». Te sale asi de natural o lo tenias preparado?
Habra que tener cuidado » a ver si vamos a acabar en el bar» jeje Un besazo!
Como madre, entiendo el comentario de la tuya. Mis hijos nunca han salido de casa y no se como llevaría tenerles lejos durante tanto tiempo. Pero creo que puede sentirse muy orgullosa de tener una hija como tú, tan valiente, inteligente y honesta. Es normal que el viaje te cambie, pero contando con la base que tenías, estoy segura que lo habrá hecho para bien. Te deseo mucha suerte y éxitos en latinoamerica: estoy deseando que publiques tu primera entrada desde allí.
Carmen!! he vuelto!! jaja, despues d varias semanas sin internet en Santan, volvemos a torre….
respecto a las entradas anteriores no puedo decir mas q me han impactado las fotos sobretodo, no me extraña q te obsesionasen las torres! son imponentes detras d un objetivo no me imagino en realidad!!! los campos de té precioso todo
y respecto a lo de sidney, decirte q me he sentido un poco identificada en como te has sentido, evidente es q no he ido hasta australia para estar asi, pero en primer lugar lo q has dicho de la ropa, negro gris blanco me ha recordado a italia!! jajaja aunq la gente no tnga nada q ver xq los italianos son d lo mas alegres, pero si q es verdad q el caracter o el estado d animo se refleja tb en la vestimenta, esta claro! el luto es la mayor expresion d ello
y x lo d los comentarios q has tenido q oir sobre la chica d rojo…decirte q no creo q vayas a recibir criticas, sino palabras de conformidad contigo…xq esta claro q cuanto mas se tiene, mas se quiere y nunca es suficiente…y es suma y sigue, y eso crea infelicidad y esa infelicidad hace q nos preocupemos mas d los demas q d nosotros mismos x el miedo q da darse cuenta d las cosas……..pero como no soy freud voy a parar aki, creo q ya me has entendido
esta claro q los occidentales estamos rozandos los limites xq tenemos tanto d todo….pero tb esta claro q si uno es capaz d verlo, podemos valorar lo q nos rodea y controlar la situacion :)
eres una afortunada!! x todo lo q estas viviendo, y no pienses en negativo sobre el fin d tu viaje, siempre en positivo, xq en tu casa esta el origen d todo!! dsd alli has salido tu y todo lo q tu eres asi q disfruta mucho de sudamerica, sigue como hasta ahora! pero no olvides q en esta parte dl mundo se vive muy bien eh?? jajaja, y como bien dices, lo q tenga q ser será ;)
un beso enorme!!!
Estas creciendo.. Querida Carmen…viendo la vida.. el Mundo ..con una perspectiva que muchos de nosotros no veremos jamás. Animo!.. y mucha suerte con tu nueva etapa.
Un Abrazote
Con perspectivas así no está de más que de vez en cuando «se nos suba a sangre a la cabeza». Creo que has ganado algo de lo que no todo el mundo puede presumir. Cuando estés boca arriba, sólo es cuestión de equilibrar lo que eras, con lo que has aprendido, creo yo.
¿Ya a sudamérica? jo, hacía mucho que no me pasaba por aquí…
Carmencita querida , aunque no te conozca personalmente me animo a decirtelo : QUERIDA !!!! Estoy totalmente de acuerdo con lo que escribis , los que vivimos en los paises desrrollados y » mejor vida» material tenemos somos presos del sistema , somos robots , somos un desastre… No puedo entender como nos acostumbramos a criticar a todo el mundo cuando encerramos a nuestros hijos todo el dia frente a la play station , idiotizandolos de ahi en mas a un futuro gris.En el tercer mundo , con sus millones de problemas la gente sin embargo es mas libre , o por lo menos tiene algun horizonte por el cual luchar , cosa que en España se ha perdido hace tiempo . ¿Alguien se paro un segundo a preguntarse por que hace lo que hace ?? ¿Por ellos mismos o por que les hicieron hacerlo ??? Enhorabuena viajera !!!!! Hoy mientras trabaje en lo que trabajo , las mil horas que trabajo por que si, tratare de acordarme de lo que acabo de leer y asi poder evadirme un poquito de esa ficcion de vida que me impusieron , que nos impusieron…
Sepa ud. que esta semana es la Feria de las Naciones en Santander, y el menda se ha tomado un lassi de mango a su salud :)
Un saludo desde Paris!!!!
No he podido leer todo el articulo, pero la semana que viene cuando vuelva prometo leerlo :)
Ayer he hablado con varios Australianos y que ganas me han entrado de ir jejeje pero bueno, mas adelante quizas.
Un besuco!
Carmen,
se il viaggio non ci facesse cambiare un po’ non varrebbe la pena fare tanti chilometri solo per qualche foto, no? :) Credo di capire quello che intendi – a dire il vero a me capita già adesso, a volte. Credo anche che in definitiva ci si (ri)abitui a tutto e che una volta tornata, dopo un po’ di fatica iniziale, potrai tranquillamente ritornare alla tua vecchia vita… se è questo ciò che desideri. Sta a te riuscire a trovare una sintesi fra tutto quello che stai imparando adesso e ciò che hai vissuto nei tuoi 25 anni da spagnola.
Un abbraccio, e tranquillizza tua madre: non sei asiatica, occidentale o qualsiasi altra etichetta preconfezionata, sei semplicemente una persona che ragiona con la propria testa e che è aperta verso il mondo… pur rimanendo, in definitiva, sempre sé stessa.
Madre mia… un mes sin internet y todo lo que me he perdido, tengo que ponerme al día.
Sin duda creo que Australia es uno de mis lugares favoritos, y esas fotazas me vuelven a dar la razón.
Sudamérica, ahora viajas hacia otro mundo, un mundo que conozco mucho más, pero me quedo con tu viaje por todo Oriente, que ha sido una pasada.
Voy a leerme todas las entradas que me he perdido.
Un besazo.
👏👏👏
Hola Carmen!
Mi nombre es Beatriz y llegué a tu blog por la recomendación de un amigo, desde entonces soy adicta y he leído cada una de tus entradas. Con esta entrada has conseguido transmitirnos perfectamente tus pensamientos en Sidney, pues el solo leerla también me ha perturbado a mí. Mi amigo, que también está viajando por Asia (javixas), inicia cada semana con una foto en la que muestra las sonrisas con las que se ha encontrado durante su viaje. A veces, mientras paseo por la calle o durante mis viajes diarios en metro busco esas mismas sonrisas, esa alegría en los rostros de la gente, pero no las encuentro. Admiro tu capacidad para salirte del camino marcado y buscar más allá, para desenvolverte sin problemas en un mundo tan distinto al tuyo y sentirte como pez en el agua. Te deseo mucha suerte con el resto de tu viaje y, sobre todo, continúa escribiendo. Para los que todavía seguimos inmersos en la rutina leerte es nuestra forma de evadirnos.
Muchísimas gracias por tus palabras, Beatriz. Me alegra saber que de vez en cuando soy capaz de transmitir mis sentimientos o impresiones a alguien, y sobre todo, descubrir que hay más personas que se sienten identificadas conmigo. Tu amigo Javi hace muy bien al ir coleccionando todas esas sonrisas, yo tampoco las he visto en ningún otro lugar del mundo, y uno de los mayores miedos que tengo al terminar este viaje es precisamente ese: a perderlas.
Un beso muy fuerte desde Bolivia!
Qué maravillosa forma de describir las sensaciones de un viaje. Te felicito por tu blog y te deseo suerte para lo de Bitácoras :)
Vaya gesto feo el de señalar a la moza. Yo cuando estuve en Australia no llegué a ver eso, pero claro, fuimos a nuestra bola, y no llegamos a entrar en ningún bar.
En los países occidentales se tiende a ser bastante criticón. Y me incluyo, por desgracia… Todo lo que se sale de lo «normal» es raro, una mierda, criticable…
Por eso de la gente que más me ha llamado la atención por el mundo en ese aspecto son los japoneses. Lo que pude vivir es que son gente muy amable, y les importa un pito si te pones un elefante de bufanda o si vas en bragas por la calle. Ir por Takeshita dori era otro mundo. Chicas disfradas sin ningún problema… Ya no entro en cómo sean en profundidad, pero a priori los veo muy tolerantes con el aspecto, lo cual me parece fantástico, la verdad.
Y como creo que ya te he comentado en alguna entrada, los hindúes son la sonrisa personificada. MIra que sufren y padecen en la vida, pero la sonrisa no se les va de la cara, y tienen una amabilidad (había señoras que me cedían el asiento en los buses locales) que ya quisiéramos. Es tremendo. Yo le decía a mi suegra que tenía que apreciar más la vida, que no teníamos ni idea de lo que se podía llegar a sufrir y de lo afortunados que somos en el planeta. Son los «males» del mundo occidental, supongo…
¡Estoy tan de acuerdo que no puedo añadir nada más a tu comentario!
Yo vivo en Australia hace 13 anios, y de ellos, vivi 6 en Sydney. Es una ciudad que tiene construcciones muy interesantes, tal y como las que hablaste.Tambien a mi siempre me ha llamado la atencion lo que comentabas de los colores con que visten en invierno. Y tambien he sentido el mismo sentimiento de no pertenencia (aunque sean corteses y amables). Es una lastima que no hayas podido estar mas tiempo, pues es un pasi muy grande y diverso, aunque es mucho mas caro que cualquier otro de los que visitaste; me temo que no irias muy lejos con tu presupuesto. Mi plan es trabajar unos anos mas, para ahorrar lo suficiente para irme a recorrer Australia y el mundo y despues, irme a vivir a otra parte donde el costo de vida sea mas bajo y la calidad de vida y el ambiente sea mas atractivo.
¡Hola Javier!
Australia es mi gran pendiente, pero ya has podido ver con qué presupuesto me movía en ese viaje… Espero poder volver pronto y dedicarle el tiempo que merece. ¿Has leído el libro «En las antípodas» de Bill Bryson? Te lo recomiendo, es genial!
¡Un abrazo desde la otra punta del mundo!
OMG! otra coincidencia yo también fui a Sydney el 2010 eso sí por trabajo.
Concuerdo COMPLETAMENTE con tu post y a pesar de otros comentarios que te dicen que vas «creciendo» no sé que edad tienes, yo soy ya 30 y siempre y entonces no tiene relación con eso….
A mi la ciudad ME CARGÓ, el jet lag me tenía podrida a pesar de estar en un muy buen Hotel, estuve 1 semana y los Australianos son fríos, ese trato tan frío me descolocó, de hecho un día de la semana me encontré con una colega que es Peruana y hablamos en español pero más que eso, fue su abrazo! lo que necesitaba.
Paradojas de la vida, mi hermana se fue a vivir a Brisbane, así es que Australia es destino «obligado» pero desde mi humilde punto de vista de viajera, yo no volvería.
Un abrazo!