“Por cierto, me llamo Acyuta”, dijo la devota peruana antes de salir de la habitación que me había sido adjudicada. “Madre mía, qué nombre más raro”, pensé. “¿Tendrá orígenes quechuas o aimaras?” La misma situación se produciría cada vez que me presentasen a un nuevo compañero. “¿Cómo te llamas?”. “Prahlad”. “Dinabandhu”. “Mi nombre es Hánuman”. […]
