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Postales de las Capitales Bálticas

El pasado mayo hice un crucero por las Capitales Bálticas y cuando regresé a casa mi vida había cambiado. Ojo, no digo que un crucero te cambie la vida (ojalá fuera tan fácil), pero mira por dónde, tu vida puede cambiar mientras estás de crucero.

La invitación me llegó en unos días agitados, de esos en los que no sabes si andas hacia atrás o hacia adelante, y no tardé ni dos segundos en decidir subirme al barco. Para mí, un crucero no es un “viaje” (tal y como yo lo entiendo), pero por experiencias anteriores sabía que me lo iba a pasar muy bien, justo lo que necesitaba en aquellos momentos.

A un crucero vas a eso: a divertirte. Ni más ni menos. Así que dejas aparcado (solo por unos días) tu afán de exploración y la libreta de reportero (?), cambias mochila por maleta, y te relajas, dispuesta a dejarte llevar y a ser tratada a cuerpo de reina. Que los escenarios desfilen delante de ti, sin más. Que te den de comer bien. Y de beber, ilimitadamente. Echarte unas risas. Y de paso, como aderezo, te haces con unas cuantas postales de un puñado de ciudades. No está mal, ¿no? Eso para mí son vacaciones.

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[Girafas tomando un café en el Museo Natural de Helsinki.]

El crucero por las Capitales Bálticas de Costa Cruceros dura una semana en la que se visitan cuatro ciudades: Estocolmo, Helsinki, Tallín y San Petersburgo. Todas desconocidas para mí, excepto la última, donde había estado cuatro años atrás durante el Transmongoliano.

El itinerario me apetecía mucho porque el norte de Europa es una zona que tengo poco explorada. Entre unas cosas y otras siempre lo dejo para más adelante, cuando tenga más dinero (ya que no son países precisamente baratos) o menos fuerzas para trotar con la mochila al hombro por carreteras llenas de baches. Viajando en crucero sabes que no vas a profundizar, pero te llevas una primera impresión general y los gastos están controlados. Y queda para el futuro el volver a aquellos lugares que más te hayan gustado.

Por otra parte, sea cual sea el itinerario elegido, no hay que olvidar que el centro neurálgico del crucero siempre es el barco. Lo demás son añadidos. Es en el buque donde transcurre la acción principal, donde socializas, comes, duermes y (llegado el caso) también bailas. A mí el ambiente de los cruceros siempre me ha recordado al de una fiesta de fin de curso (aunque con invitados un poco mayores… todo hay que decirlo): miles de personas con ganas de divertirse. Siempre que sepas a lo que vas, y que te rodees de un buen grupo de amigos con el mismo espíritu, el plan no puede salir mal.

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[Parte del grupo que me acompañó en el crucero por el mar Báltico.]

Helsinki, Finlandia

Dejando atrás Estocolmo, de donde partimos y a donde regresaríamos el último día, Helsinki fue nuestra primera escala y, debo decirlo, la ciudad que menos me conmovió del itinerario. Apenas pasamos unas horas en ella, así que no tengo una base sólida para juzgarla, pero sinceramente no fue un amor a primera vista: me pareció un poco fría o, en otras palabras, no es una ciudad en la que viviría.

También tuvimos un poco de mala suerte, ya que llovió y efectivamente hacía bastante frío. Esto nos llevó a recorrerla a paso apresurado. Lo bueno es que sus principales puntos de interés están cerca unos de otros, así que no nos faltó tiempo para hacernos, al menos, una idea general: paseamos por el centro, curioseamos en los puestos de comida del puerto, visitamos la Catedral luterana, y llegamos hasta la puertas de la Catedral Uspenski (ortodoxa), a la que no pudimos entrar porque en esos momentos estaba cerrada.

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[Plaza del Senado, monumento a Alejandro II y Catedral luterana de Helsinki.]

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[Catedral Uspenski.]

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Tras eso, vuelta al calorcito y comodidades del barco (que pueden llegar a enganchar, os lo aseguro). En mi caso, al Samsara Spa, cuyo suplemento pagué de forma independiente para disfrutar de sus saunas, baños turcos, termas, duchas y piscina de talasoterapia por tiempo ilimitado durante toda la semana. Por cien euros más, creo que lo amorticé de sobra; en el crucero hay mucho tiempo libre, además de una jornada solo de navegación, y no hubo día que me saltase mi sesión de “wellness». Al fin y al cabo, había ido a dejarme mimar, ¿no? Pues hasta sus últimas consecuencias. Lo disfruté muchísimo.

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San Petersburgo, Rusia

Nuestra segunda escala fue en San Petersburgo; una ciudad en la que, al contrario que Helsinki, no me importaría vivir una temporada. Me encanta: es preciosa, tiene vida y el romanticismo propio de las capitales rusas, siempre rodeadas por un halo de Historia y leyendas.

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[Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada.]

El Costa Luminosa hizo una parada de dos días en ella; un tiempo ni de lejos suficiente para conocerla, y ni siquiera para ver sus lugares más emblemáticos, aunque la visites en una excursión organizada que te lleve a ellos a tiro hecho. El problema es que en San Petersburgo hay TANTO por ver que las excursiones se organizan y dividen en diferentes itinerarios que visitan apenas una parte de ella. Toca, pues, elegir. De todas formas, dudo mucho que a alguien no le guste San Petersburgo, así que este es el claro ejemplo de ciudad a la que volverás más adelante. Seguro. La escala en el crucero es solo un pequeño aperitivo para abrir el apetito de un futuro viaje a Rusia

Por otra parte, hay que señalar que en este caso la excursión no es opcional (a menos que quieras quedarte los dos días en el barco, claro), ya que debido a las limitaciones del visado que se da a los cruceristas, San Petersburgo es la única escala que no se puede organizar por cuenta propia; tienes que hacerlo necesariamente acompañado por un guía, cosas de la burocracia. De entre todas las opciones que ofrece Costa para visitarla, nosotros nos apuntamos a la más completa, el “Gran Tour de San Petersburgo + Espectáculo de Ballet”.

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[Palacio de Invierno y Museo del Hermitage.]

Lo que más me gustó de la excursión fue la guía que nos tocó en gracia: una base de datos de la Historia de su país, con un español perfecto y una predisposición encomiable a contarnos hasta la última curiosidad de la calle mas estrecha. Sin embargo, la joven se enfrentaba a un factor que no dependía ni de ella ni de nosotros: el tiempo disponible. El «Gran Tour de San Petersburgo» es fiel a su nombre y trata de abarcar más de lo que humanamente es posible ver (y disfrutar) en solo dos días, de modo que al final vas corriendo de un lado a otro, pasas casi más horas en el autobús que en los lugares que visitas, te quedas a medias en todo, y en general, terminas bastante cansado. Y eso excluyendo de partida lugares tan emblemáticos como la Fortaleza de San Pedro y San Pablo o la Catedral de San Isaac, que no vimos más que en la distancia.

Yo dentro de lo que cabe tuve suerte porque ya conocía San Petersburgo. Cuando hice el Transmongoliano pasé cuatro días recorriendo sus calles, viajando en su fascinante metro, contemplando durante horas la belleza (exterior e interior) de la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada y bebiendo cerveza en lata con los rusos sentada en un canal. Es decir, había tenido ocasión de vivirla. Por su parte, esta excursión me permitió «completar la foto», dándome acceso a algunos lugares que por tiempo o presupuesto en aquel viaje quedaron fuera de mi alcance, como el Museo Hermitage, el Palacio de Catalina, y los jardines del Palacio Peterhof. Especialmente en el caso de los dos últimos, la excursión es muy útil, ya que ambos se encuentran en las afueras de la ciudad y de ir por libre hay que buscarse la vida para llegar hasta ellos.

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[Banda de músicos en el Palacio de Catalina.]

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[Interior del Museo Hermitage. Un punto negativo de hacer estas excursiones es que todos los cruceros manejan más o menos los mismos horarios, por lo que haces las visitas en hora punta de afluencia turística.]

Pero, sin duda, el mejor recuerdo que me llevo de esta segunda (y fugaz) visita a San Petersburgo es la noche en el Teatro del Hermitage para asistir al ballet ruso. Concretamente asistimos a la representación de El lago de los cisnes, todo un lujo, más cuando eran «días de noches blancas» y a la salida del espectáculo nos esperaba otro aún mayor en forma de interminable ocaso sobre el río Nevá. En conjunto fue una experiencia preciosa que me alegro de haber vivido, y una bonita forma de despedirnos de San Petersburgo… hasta la próxima vez.

Tallín, Estonia

De Tallín me llevé un gorro, literalmente. Y no un gorro cualquiera: el gorro definitivo. Un gorro de lana tan largo que da para envolverse varias veces en él y hace las veces de bufanda. En Estonia saben bastante de frío.

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Bromas aparte, Tallín es una ciudad bellísima y con un brillante pasado como ciudad Hanseática durante la Edad Media que todavía se puede sentir gracias al excelente estado de conservación de su trazado urbano y edificios (a pesar de haber sido bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, lo que le confiere más mérito). No se puede negar que vive para el turismo, pero es lo menos que puede esperarse de un lugar con tanto encanto. Bien por los estonios; para mí, eso no merma ni un ápice su atractivo.

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[Callejuelas de la ciudad antigua de Tallín.]

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[La farmacia más antigua de Europa.]

No importa la cantidad de restaurantes y tiendas que te cruces en el camino; si no sales de la Ciudad antigua (declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997), sientes que estás en el pueblecito de un cuento, bonito hasta decir basta y tan recogido que, al contrario de San Petersburgo, un día da para verlo bastante bien, aunque resulta tan acogedor que apetece quedarse mucho más. Además, los restaurantes y tiendecitas también son una monada; las personas que los atienden, encantadoras; por lo que el único riesgo que representan es el de volver a casa con un gorro como el mío. Solo me quedé con ganas de cenar en una de las coquetas terrazas de la Plaza del Ayuntamiento; tuvimos tiempo (el crucero hace noche allí), pero no supimos organizarnos.

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Estocolmo, Suecia

Y para terminar, Estocolmo. Por inclinaciones personales yo me sigo quedando con la antigua Leningrado, pero hay que reconocer que, puestos a ser objetivos, Estocolmo es (de todas las del crucero) la ciudad que más invita a vivir en ella. Aúna modernidad con el encanto de sus barrios más antiguos (siento tirar de frases hechas, pero es la verdad), goza de un nivel de vida espectacular y, lo más importante de todo: tiene un ambientazo. Hacia las doce del mediodía, todas las terrazas estaban abarrotadas de gente tomando sus cervezas y copas de vino blanco. ¡Qué diferencia con Helsinki, por favor! (Aunque a ésta seguiré dándole el beneficio de la duda, por si la pillamos en un mal día).

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[Plaza Stortorget de Estocolmo.]

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[Guardia en el Palacio Real.]

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[Largo paseo en el puerto de Estocolmo.]

Así, paseando por Estocolmo, terminó nuestro crucero por las Capitales Bálticas. Una semana muy bien aprovechada en la que disfruté tanto fuera como dentro de barco, entre copas, música, saunas, interminables partidas de billar y mucho cachondeo.

Y, como decía al comienzo, cuando llegué a casa mi vida había cambiado. Parece ser cierto que a veces solo hay que desconectar y dejar que las cosas, simplemente, pasen.

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[El Costa Luminosa fue nuestra ciudad flotante aquellos días. La fotografía no hace justicia a su tamaño; nunca dejará de sorprenderme todo lo que hay dentro de esos barcos. Punto extra para Costa por amenizar cada salida de puerto con el «Con te partirò» de Andrea Bocelli. Un puntazo.]

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12 comentarios en Postales de las Capitales Bálticas

  1. Bea Y Gonza 11 octubre, 2015 at 12:57 #

    Sin duda son capitales muy poco conocidas, por descubrir pensamos aún. Y como bien dices capaces de cambiar tu visión y vida.
    Un saludo!!

  2. Rafa 29 octubre, 2015 at 12:18 #

    Estaba pensando entre ir a Helsinki o Estocolmo , porque voy con un grupo de amigos, de los cuales nos gusta no solo disfrutar de lo que ofrece la ciudad, sino también del ambiente, que para nosotros es muy importante. Y duda aclarada. gracias.

  3. Mariola 12 enero, 2016 at 14:05 #

    Carmen, en que cambio tu vida? cuéntenos, nos dejo con la intriga
    muaks

  4. Sagrario 3 febrero, 2016 at 21:24 #

    Un viaje precioso pero se me ha hecho corto.

  5. Karen 18 febrero, 2016 at 4:03 #

    Colombia es uno de los destinos turisticos mas bellos que he podido conocer, no dude en visitar este hermoso pais. Enibague.com podran conocer la.mejor informacion de ibague una de las ciudades mas bellas de Colombia.

  6. Luis 9 marzo, 2016 at 6:53 #

    Bonito artículo Carmen, da una idea muy completa de lo que fue tu viaje. Seguiré atento a tu blog.

  7. waldo 4 abril, 2016 at 15:52 #

    muy bueno me encanta.

  8. Romy 12 agosto, 2016 at 0:34 #

    Holaa..super bueno tu Blog. .nosotros estamos pensando en hacer un crucero por el Báltico me has dado muchos datos útiles. .!!!
    Gracias
    Más adelante te escribiré para hacerte un par de preguntas si nos animamos a ir en nuestras vacaciones y ver si huimos un poco del frío invierno de Moscú

  9. Alberto 30 marzo, 2017 at 11:52 #

    Conozco Estocolmo(preciosa), Helsinki(poco interesante), San Petersburgo(una vez en verano y
    tres en su gran invierno), Tallin(un encanto)…..Tres ciudades, no cuatro, del mayor interés.

  10. Gloria Molina Arrotea 11 octubre, 2017 at 23:16 #

    En crucero no conoces nada. Estocolmo al menos merece 4 largos dias, Helsinski 2 ó 3, San Peter menos de 5 ni vayan y aprovechen llegar a Moscú!!! Tallin divina pero un dia y una noche y te comes en uno de sus maravillosos restaurantes un buen pulpo.

  11. Donde Invertir 15 julio, 2018 at 18:23 #

    Con mis compañeras de universidad estamos buscando armar un viaje de fin de verano y ha sido muy valiosa esta publicación. Muchas gracias!

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