Antes de nada, quiero avisar que esta entrada (sobre todo los dos primeros bloques) es más bien un resumen que pretende servir como nexo de unión entre la última vez que escribí en Delhi, y hoy que lo hago desde Jaipur, para que sepáis qué ha sucedido estos días y el por qué de este salto espacio-temporal. Que no os pille de sorpresa si está un poco apelotonado e intento contar demasiadas cosas en poco espacio. Dicho esto, allá voy:
De estaciones
El lunes, nada más levantarme, fui por mi cuenta a la estación de New Delhi, a comprar un billete de tren a Jaipur para el miércoles. Todo fue bastante bien, salvo las dos o tres veces que me perdí hasta dar con la International Tourist Bureau. Encontrarla hubiese sido difícil de por si, ya que llegando desde la parada de metro, que queda en el lado opuesto del edificio, no está nada bien indicada. Si a eso le añadimos la cantidad de gente que allí se congrega, no os quiero contar.
Cantidades industriales de seres humanos (¡sonrían!)
Por la tarde, tras comer un thali vegetariano en Pahar Ganj [música de Psicosis: ¡quedaos con el dato!], me acerqué a la casa de las Misioneras de la Caridad, donde tenía que hacer un recado. Lo que iba a ser un trámite de media hora, se convirtió en una tarde entera con los niños, aunque si me lo permitís, esta parte del viaje prefiero guardármela para mi (de todas formas, las emociones nunca han sido fáciles de transmitir, y hablar por hablar… es tontería).
Al final se me hizo bastante tarde, de modo que todas las visitas que aún tenía pendientes quedaban una vez más aplazadas hasta el martes, mi último día en la ciudad. Llegué a casa sobre las nueve y media, y no tardé más de una hora en quedarme dormida.
De parásitos
La fiesta comenzó sobre las tres de la mañana. Me desperté empapada en sudor y con unas nauseas terribles, que fueron empeorando a medida que pasaban las horas. A las once, cuando por fin me levanté, Devesh me estaba esperando para ir al Indira Gandhi Memorial, pero en cuanto me vio salir de la habitación, y cuando ya estaba abriendo la boca para reñirme por haberme quedado dormida, lo vio claro: “You’re sick”.
Qué os voy a contar… lo que tenía que pasar, ha pasado. La verdad es que estoy un poco decepcionada conmigo misma, me imaginaba con más aguante. Mira que ponerme mala al cuarto día, con solo tres comidas en el estómago… Aunque, en cierto modo, creo que eso me ha ayudado también a pasarlo tan rápido. Al no tener nada dentro, poco tenía que echar, y en poco más de un día, la enfermedad, “como vino, se fue”.
Eso sí, ¡vaya día! 37’8 de fiebre (que igual no os parece mucho, pero me gustaría veros a vosotros en mi situación), escalofríos, calambres, diarrea (dejémoslo en amago), nauseas… Y lo peor de todo: que perdí el día; y con él, todo lo que me hubiese gustado hacer.
En fin, gajes del oficio. Podría haberme quedado un par de días más en la ciudad, pero ya tenía el billete comprado para Jaipur y tampoco quería abusar de la hospitalidad de mi anfitrión, de modo que decidí esperar a ver cómo transcurría la noche y por la mañana, en función de ello, tomar la decisión (no sin antes prometer que, como cuando vuelva hacia el norte tengo que pasar casi obligatoriamente por Delhi, haré todo lo que pueda por volver para ver lo que se me ha quedado pendiente).
El problema de irte a dormir con casi 38 de fiebre, y tener un tren a las seis de la mañana (para el que tienes que salir de casa a las cuatro y media), es que sabes que no te vas a levantar. Así que, cuando me acosté, ya daba por hecho que ese tren lo perdía. Sin embargo, cuando desperté, a eso de las nueve, me encontraba mucho mejor, de modo que hice la mochila y me dirigí a la estación de autobuses, donde compré un billete para el próximo autobús a Jaipur, que salía a las once.
El viaje duró cinco horas y media, y no se me hizo largo. A medio camino, hicimos una parada de 20 minutos en una estación de servicio donde una japonesa de unos 50 años, que ya me había fichado antes de subir en Delhi, aprovechó para abordarme de nuevo y contarme su vida. En cierto modo, lo entiendo: éramos las únicas extranjeras, y las únicas mujeres del autobús, y eso une mucho…
Todas las estaciones de servicio son iguales
De familias
Una vez en Jaipur, me lancé a la búsqueda de mi primer alojamiento por mi cuenta, ya que dado lo precipitado del viaje no me había dado tiempo a establecer contacto con nadie en ciudad. Una locura. Por todos los costados se me acercaban rickshaw queriendo llevarme al hostal donde le pagaban mejores comisiones.
Al final (y no sin antes dar algunas vueltas sin sentido, con mis 20 kilos de mochila encima), me subí en el auto-rickshaw de Ghan, un hombre con pinta de buena persona, que se ofreció a llevarme donde yo quisiera por sólo diez rupias. Aunque al principio desconfié (por precaución, como siempre), tras unas vueltas por la ciudad y unos minutos de conversación, el hombre consiguió ganarme, e incluso dejé que me llevase a una guesthouse de su confianza, con las condiciones de que no me costase más de 400 rupias la noche (que para mi presupuesto es bastante, pero dadas las horas que eran y lo cansada que estaba tampoco podía ponerme muy exigente) y que estuviese limpia. Me llevó a tres, hasta que al final la última me gustó y le dije que sí.
Es una casita con ocho o nueve habitaciones, alrededor de un patio con un pequeño jardín, sillas y un columpio. La zona es tranquila, y aunque la ropa de cama no está todo lo limpia que me gustaría (por primera vez he usado la sábana-saco), tengo baño privado, lo que no deja de ser algo importante (N.A: tras escribir esto me han entrado ganas de incluir una foto, pero por miedo a herir la sensibilidad del lector, lo voy a omitir).
Naturalmente, Ghan, por muy simpático que sea no es tonto, y algo espera sacar de todo esto. Como quien no quiere la cosa, me ha engatusado para ser mi conductor en Jaipur los dos días que permanezca aquí. No me parece mal; el hombre me ha caído bien y, me guste o no, algún rickshaw voy a necesitar si quiero ver varias cosas, cada una en una punta de la ciudad, en sólo dos días.
Una vez dejada la mochila en la habitación, Ghan insistió en que fuese a cenar a su casa. Yo le expliqué que, aunque me apeteciese muchísimo, tenía el estómago un poco delicado y no podía comer nada más que arroz blanco. Así que Ghan llamó a su mujer por teléfono y le dijo que hiciese arroz con agua mineral (así cualquiera se niega), y en menos de un cuarto de hora me encontraba en el hogar indio más auténtico en que jamás hubiese imaginado que fuese a cenar.
La casa consta de una única estancia (dos, si consideramos la cocina como una habitación aparte, aunque no haya tabique), de no más de cinco metros de largo por cuatro de ancho, que hace las veces de cocina, salón, comedor y dormitorio, y que está ocupada casi en su totalidad por dos camas de matrimonio, donde duermen Ghan, su mujer, y sus dos hijos. A la hora de comer, las camas hacen las veces de mesa-cojín.
La mujer de Ghan prepara chapati en el momento
Los niños cenan chapati con verdura
Ghan y su mujer se casaron en 1996. El suyo es uno de los muchos matrimonios concertados que todavía hoy se dan en India. Ella es de Delhi y él de Jaipur, donde trabaja como conductor de rickshaw desde hace 18 años. No se vieron ni hablaron hasta el día de la boda; todas las negociaciones corrieron a cargo de las madres de ambos, que se conocían gracias a la amiga de una amiga de una amiga común.
Sin embargo, parecen muy felices. Como dice Ghan, “el amor se trabaja”, y cuando le ves mirar a su mujer y referirse a ella como “my beautiful wife”, mientras te enseña los álbumes de su boda, te preguntas si no será su amor mucho más real que el de muchas de las parejas que cada día se casan “por amor” en nuestro país, y acaban en divorcio un año después.
Lógicamente, no estoy defendiendo la falta de libertad a la hora de decidir sobre los aspectos más básicos de la vida. Simplemente, no dudo que se quieran de verdad, y eso me hace plantearme que, tal vez, cuando no te queda más remedio que querer a alguien, cuando no hay opción para pensar en los “y si” que van quedando en el camino (y que quizás sólo existan en tu imaginación), aprendes a amarlo de verdad.
De vacas
Por último, quería agradecer todos los comentarios que he recibido estos días. No puedo contestarlos porque cuando llego al ciber tengo el tiempo justo para leerlos, escribir lo mío y subir las nuevas fotos, pero los leo todos y me hacen mucha ilusión.
Y diréis: ¿qué tiene eso que ver con las vacas? No, no os estoy llamando rumiantes. Me ha llamado la atención el impacto social (:P generado por la foto de la vaca ajedrecista, así que, a falta de poder responderos a todos uno por uno, y como creo recordar que alguien por ahí pedía explicaciones respecto al estatus de dicho animal en este país (que si es un dios, que si es una mascota…), con esto espero dejar un poco aclaradas las cosas.
Antes de nada: escribo desde un lugar sin libros, sin Google, y en estos momentos, sin nadie cerca a quien pueda preguntar, así que lo voy a explicar a mi manera, que posiblemente no será la mejor. De modo que como esta tarde venga algún listillo con el libro de Álvaro Enterría debajo del brazo dispuesto a corregirme y dejarme mal, queda automáticamente inscrito en mi lista negra. Avisados estáis. Y ahora, mi explicación:
Según la religión hindú, todo es sagrado. Se podría decir que todos procedemos de una misma fuerza, una misma energía, que se encuentra en el “centro” de la tierra, y se manifiesta en forma de árboles, animales, plantas, ríos, personas… pero que no deja de ser eso: una misma energía, diferentes aspectos de una misma realidad, de un mismo todo, a cuyo centro (al que podriamos llamar ¿Dios?) los hinduistas esperan volver algún día; reunirse con él. Por eso, seas hombre, animal (vaca) o cosa, ya de partida, formas parte de la divinidad.
En el caso de la vaca, a esto se le suma, además, que es un animal muy útil. No sólo proporciona leche (función nutritiva, por la que es considerada madre de la humanidad), sino también combustible (a partir del estiércol), y es una «fábrica» de bueyes, en un pais donde comprar un tractor no es algo que pueda permitirse todo el mundo. Por todo esto, a ojos de una familia india matar a una vaca simplemente para comerla resulta inconcebible, además de absurdo (¡sería como matar a la gallina de los huevos de oro!).
Y tras esta mala explicación, me voy, que tengo a Ghan mirándome por encima del ojo, y me está poniendo un poquito nerviosa. El próximo día no se si escribiré más, pero seguro que mejor (porque peor es imposible). ¡Un abrazo!
Una vaca sobre la ciudad de Jaipur
Que suerte has tenido poder cenar en casa de Ghan…
Una pregunta: cuanto pagaste el tren/bus hasta Jaipur? Solo para tener una idea.
Uy, Sonja, ahora no se decirte. El bus 550, eso seguro: pero el tren… creo que tambien eran 580 o algo asi. La diferencia, en cualquier caso, minima, y tiempo de viaje, el mismo. Tren solo tienes el de las 6 de la manana, y buses hay casi cada hora, eso si.
mira, si tenìa que pasar, mejor que haya pasado de pronto, ya lo has echado fuera de tu sistema… un abrazo, cuìdate mucho!
Carmen! Que suerte haber encontrado una persona como Ghan, que no se aproveche de la situación y siendo tan hospitalario!
Ahora, cuidate mucho!
Besos!
Laura
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http://www.viajealatardecer.com
http://madridallabout.blogspot.com
Mmm…
Curioso…
Mira tú qué bien le va a la señorita… No esperaba menos, y avisaré a mi madre de que tiene razón cuando dice eso de «gente buena hay en todos lados»…
Espero que te sigas cruzando sólo con gente «asín»…
Un baci!
Me encanta leerte Ku. Me sigues pareciendo una de las personas más valientes que conozco. Enhorabuena por lo bien que te esta saliendo todo.
Besotes,
Palmy
Tuviste suerte encontrando a Ghan, o bueno, encontrándote él a ti. Va a ser cierto que el roce hace el cariño, al menos en casos como el de esta familia. Aún así sigo prefiriendo el sistema occidental…
Una pena que no completases los objetivos a visitar en Delhi, pero bueno, superaste otro reto personal con la enfermedad, suerte que pasó rápida! Cuando vuelvas ya te asaltaremos para que nos resumas esa tarde con la congregación que te reservas ;)
Osea que no las matan para comerlas, pero conservan el resto de «funcionalidades productivas». Desde mi ignorancia pensaba que ni las mataban, ni las tocaban (y mucho menos ordeñarlas!).
Esperaremos la siguiente crónica :) Besos!
muy bien Ku, lo haces de puta madre, la gente esta encantada de como transmites. Un beso muy fuerte. Te quiero mucho
Aqui el otro «sin rumbo» muerto de envidia de tus andanzas! Muy bien relatado, y esos consejillos para encontrar los «turist ticket offices» ya me los apunto…
Sigue disfrutando. Un beso
Carmen has conseguido que me enganche, esto es mejor que una serie de TV, porque además conozco a la protagonista!!!!y lo más importante aprendo algo.
Te envidio por la experiencia que estás viviendo porque yo sola no lo podría hacer!!!
Mucho ánimo para los momentos que más lo necesites y por favor no dejes de enseñarnos cosas, que para mi es como si fuera contigo en la mochila, viajando a través de tus ojitos y tu cámara!!
Escribe ya!!!que quiero más!!!MUAAAAAAAAA
KU
Me paran por la calle para comentar tus comentarios.
Tienes al pueblo enganchado.
!Que bien escribe la chica! – !que huevos tiene la niña!- !que valiente es la KU! ALABADOSEADIOS, … y un sin fin de cosas mas …………
Te seguimos muchos , con interes.
Te quiero tanto como siempre, hasta el infinito ida y vuelta. Mua.
Carmen, definitivamente, tienes fans…que enganchaditos nos tienes. Se agradece que pongas tantas fotos! Un besazo.
Hola! Ves como al final si escribí!!!! Aún no lo he leido todo, pero antes de terminar te escribo q luego me olvido, he he he. Por lo q veo, a pesar de la enfermedad y de más, las cosas van! veo q te están introduciendo en la cultura y conociendo las cosas de una forma más profunda!! Buen proseguimiento del vieje, y por si no sabemos nada el uno del otro antes, feliz navidad y feliz año!!
«por si no sabemos nada el uno del otro»… No tengas cara dura! ;)
Ya escribí el otro día para darte ánimos y hoy vuelvo a darte unos pocos más. No nos conocemos pera ya te he cogido cariño jejeje. Queremos más entradas!!!! me muero de curiosidad
Ya tienes otra entrada, y aprovecho para saludarte hoy, que todavia tengo un ratito de ciber, ya que el ultimo dia no pude =) Besos!
carmen! chica dura! q se note q eres dl norte d españa! ibérica alla dnd vayas! jajaja, ya sabia yo q te ibas a recuperar pronto d esos pekeños contratiempos xq al final puede mas la ilusion…seguro q estando aki en casa, al final nos hacemos los mártires y alargamos el «malestar» un poco mas, todo el cuerpo se controla con la cabeza! y te admiro un monton x seguir cn esa ilusion!! estan genial tus entradas,me encanta leerlas xq se aprende un monton, y mira tú, hasta de las cosas mas sencillas q nos rodean aki…..las familias :)
un beso fuerte!!!! q siga asi!
Esta todo superguay! las fotos, lo que escribes, hasta las emociones que se te notan desde aquí.
He oído que esta muy bueno el té de Tibet aunque nose si sera cierto no tiene buena pinta pero tengo entendido que no te puedes ir de alli sin probarlo .
Feliz Navidad y mucha suerte y emociones para el nuevo año que llega.
Muy bueno el post!
Creo que seria imposible ver una vaca paseando por ahi y no querer comer asado! jaja
Pues en India lo tienes mal para comer vaca ;) De todas, una vez allí, te adaptas, y puede ocurrirte como a mí, que regresé siendo vegetariana!