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Familiar e inolvidable Jakarta

El miércoles, tras un agotador viaje de 24 horas, con escala de casi 12 en el aeropuerto de Kuala Lumpur (en el que por suerte han montado una “zona FIFA”, con playstations  y seis pantallas de alta definición, donde pude dar rienda suelta a mi patriotismo animando a España), llegué a Jakarta. Para entonces, Abhu, mi primer anfitrión por tierras indonesias, llevaba ya un buen rato esperándome.

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Estatua que recibia a los aviones que llegaban al antiguo aeropuerto (centro de Jakarta)

De camino a casa, mi nuevo amigo no quiso dejar pasar la oportunidad de llevarme a conocer su oficina. Abhu es ingeniero y trabaja en una empresa familiar que, aunque pequeña, levanta edificios por todo el país. Huelga decir que mi estado físico en esos momentos, tras más de treinta horas sin dormir, no era el más deseable; pero al ver el entusiasmo y la ilusión que mi anfitrión mostraba, fui incapaz de negarme.

En la oficina estaba su padre, quién salió a recibirme como si fuese la hija a quien hace mucho tiempo que no ve. La sonrisa le llegaba de oreja a oreja, y no cesaba de repetir “¡español, español!”, lo que en un principio me hizo pensar que se refería a mí, pero no: se refería a mi país. El idioma indonesio es muy curioso, y en cierto modo, relativamente fácil para una persona de habla hispana, ya que muchas palabras (extranjerismos) se escriben casi igual, y se dicen como se leen. Así, por ejemplo, “España” es “Spanyol”, “taxi” es “taksi”, étc. Por supuesto, muchas otras palabras (las propias de aquí) no tienen nada que ver con las nuestras o con las anglosajonas, así que lo de aprender indonesio mejor lo dejo para otra ocasión; ya que, por otra parte, de poco iba a servirme en un país con más de 300 idiomas y dialectos diferentes…

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Casa de la familia de Abhu

De la oficina, tras parar en un bonito restaurante donde Abhu me hizo probar algunos platos típicos, fuimos a su casa. Allí, más recibimientos: la madre, la prima y la novia de Abhu, con quien se casará el próximo mes de noviembre; boda a la que, por supuesto, les faltó tiempo para invitarme. Tras una parada de algunos minutos donde no dejaron de hacerme preguntas y proponerme planes, Abhu decidió que había llegado la hora de salir a la calle de nuevo. Yo, no lo voy a negar, no pensaba en otra cosa más que en acostarme y dormir dos días seguidos, pero como ya me ocurriera al salir del aeropuerto, me resultó imposible decir que no.

Fuimos a Karawasi, una localidad a treinta kilómetros de Jakarta donde Abhu tenía que llevar a su novia al centro comercial donde trabajará el próximo mes, y de paso, paramos en casa de algunos amigos. Las atenciones, una vez más, fueron desmesuradas: dulces, refrescos y, sobre todo, sonrisas y más sonrisas. Baste decir que, cuando nos fuimos, la familia entera salió a la puerta a despedirnos, y no entró en la casa hasta que el coche hubo doblado la esquina y les perdimos de vista… Lamentablemente, de esa visita no tengo fotografías: a esas alturas el cerebro me funcionada con ralentí y no tuve la ocurrencia de sacar la cámara.

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Esto es muy comun en Indonesia!!

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Abhu y su novia en el centro comercial

Al día siguiente, después de un sueño reparador de ¡once horas!, Abhu y su novia me llevaron a conocer lo más representativo de la ciudad. En primer lugar, su tráfico. Y es que, como ellos dicen, en Jakarta no hay más que ver que el tráfico. Esto, por supuesto, es una exageración, pero no se puede negar que los embotellamientos que se forman tanto en el centro como en los alrededores de la ciudad, sobre todo en hora punta, son terribles. A Jakarta, con sus más de nueve millones de habitantes, no le vendría nada mal un buen metro; pero el día que eso ocurra, por lo visto, está muy lejos.

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Pleased to meet you traffic jam

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En el parque del Monas

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A este hombre el corazon no le cabe en el pecho

Entre visitas a la zona comercial (donde la novia de Abhu intentó ayudarme a comprar unas sandalias para la boda del sábado) y al Monas, el monumento nacional, se nos pasó la mañana. Abhu sugirió ir a comer a un restaurante de cocina “sulawesi” (esto es, de la isla de Sulawesi), y no pudo estar más acertado con su elección: el restaurante era auténtico y, frente a las mesas, un grupo de músicos tocaba incansablemente folklore popular de esa isla. Unas canciones preciosas, cuya melodía y voces no dejaron de recordarme durante toda la comida ¡a la música mariachi!

Pero lo realmente destacable del almuerzo fue precisamente lo que comimos. Al principio, cuando llegaron los platos, nada me llamó especialmente la atención: un gran recipiente lleno de arroz blanco y muchos pequeños cuencos con diferentes tipos de carne y verdura. La sorpresa vino cuando Abhu me dijo “Prueba esto”, señalando una carne de aspecto dudoso que tenía frente a mi. Al observar que al decirlo su boca se torcía en una sonrisa pícara, le pregunté “Emmm… ¿pero qué es?”, a lo que él respondió“¡Perro! Éste es uno de los pocos sitios donde puedes comer perro en la ciudad; es típico de Sulawesi. Por eso te he traído”, y rompió a reír como un condenado. Ni que decir tiene que ni su novia ni yo lo probamos… no así el resto de platos (en teoría, cerdo… o al menos rezo por ello), que estaban deliciosos.

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Cara de «casi la lio con el perro»

Tras un nuevo desplazamiento en coche que nos tuvo retenidos en la carretera más de una hora, nos acercamos al centro histórico de la ciudad: Kota. Allí la arquitectura cambia radicalmente, y los grandes rascacielos de cristal dejan paso a bajos edificios blancos de estilo holandés, haciendo imposible olvidar los años en que Indonesia se encontró bajo el dominio de los “Dutch” (que si bien fueron los que por más largo tiempo estuvieron, en absoluto fueron los únicos: portugueses, británicos y españoles también peleamos por nuestra pizquita de especias).

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La plaza de Taman Fatahillah, en el centro de Kota, es en la actualidad un hervidero, y uno de los lugares clave donde observar la multiculturalidad de un país tan diverso: jóvenes con guitarras, fotógrafos profesionales y amateur sacando fotos a diestro y siniestro, muchachas musulmanas con velo, punkies vestidos con cuero y cadenas dando palmas al son de melodías del folklore popular de la isla de Java (el contraste dentro del contraste), muchos puestos de comida, y bicicletas holandesas cuyo alquiler ronda los dos dólares la hora, ¡sin salir de la plaza!

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Los tatuajes temporales tienen gran aceptacion entre los chicos malotes de Jakarta

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En las calles tambien se come muy bien

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Casco o gorrito de epoca a elegir

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Pero Abhu no estaba dispuesto a limitarse a mostrarme lo más “bonito” de la ciudad, y desde allí fuimos, dando un paseo, hasta el antiguo puerto holandés, ahora ocupado por enormes barcos de pesca. En el camino, la cara menos amable de Jakarta: gente viviendo en chabolas bajo los puentes del tren, muchísima mendicidad, basura, y niños de no más de siete años, completamente solos, como perdidos, sentados en las aceras.

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Que gente mas simpatica!

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A pesar de ello, el ambiente en el puerto me encantó, y sin duda en ello tuvo muchísimo que ver la simpatía de las personas con las que nos íbamos cruzando. Esta es una característica que ya llevaba notando desde que pasé el control de pasaportes en el aeropuerto; el encuentro con la familia y amigos de Abhu no hizo otra cosa que corroborarlo y ahí, definitivamente, lo confirmé: los indonesios, sea cual sea su clase social, son personas alegres y de una amabilidad desbordante. Supongo que esto que digo no suene a nuevo, y es una pena, porque en el caso de Indonesia me está llamando muy especialmente la atención. Aunque, como dice Abhu, si la gente de Indonesia es así es porque sonreír es la mejor manera de escapar del estrés y olvidarse de los problemas de uno. Por otra parte, tampoco puede obviarse el creciente problema de delincuencia callejera que, en forma de robos y peleas, cada día se manifiesta en las calles de sus ciudades; algo que también tuve la ocasión de comprobar un par de veces en un trayecto de apenas noventa minutos…

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Pandilleros (dos que no salen en foto nos siguieron con un hierro en la mano…)

Y es que tanto Abhu como su encantadora familia me han enseñado muchísimas cosas. Si tengo que hacer balance, lo mejor de los tres días que he pasado en Jakarta no han sido ni las visitas ni los paseos, sino las larguísimas conversaciones que hemos compartido (o más bien debería decir “entrevistas”, en las que yo preguntaba y ellos respondían) y con las que he aprendido más de lo que hubiera imaginado de este enorme país y su basta cultura.

Abhu ha sido el mejor anfitrión que jamás hubiese podido soñar, y no sólo no ha escatimado en gastos o en atenciones (me ha llevado a comer a sus restaurantes favoritos, me ha transportado en coche a todas partes, me ha introducido en su vida y en la de todos sus allegados… por citar sólo algunos ejemplos) sino que además es una fuente inagotable de información sobre la historia y el estilo de vida indonesio. Me resultaría imposible hacer un resumen, en tan sólo unas líneas, de todo lo que me ha contado, pero está todo en mis apuntes y, de ahora en adelante, intentaré que vaya saliendo en las próximas entradas, cuando la ocasión lo propicie.

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En los restaurantes se expone la comida en vitrinas, y esos platos pueden estar ahi durante dias!

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Efectos de los terremotos en fachada de hotel de lujo

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La novia de Abhu se divierte con la camara mientras nosotros sufrimos buscando unas sandalias (que nunca encontramos)

La última noche, la familia al completo me tenía preparada una sorpresa muy especial: a la salida del trabajo, todos se reunieron para llevarme a cenar a su restaurante “fetiche” y me agasajaron con una increíble cena en la que desfilaron más de quince platos típicos indonesios. Un derroche que, a sabiendas del terrible gasto que para ellos suponía, me emocionó hasta el punto de casi hacerme saltar las lágrimas.

Durante la cena, los padres de Abhu aprovecharon para contarme la historia de la familia, posiblemente uno de los mejores ejemplos de la compleja psicología de un país, por una parte indiscutiblemente ligada a la religión y, al mismo tiempo, tan abierta.

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Por resumirlo de alguna forma (es una historia complicada), diré que el abuelo de Abhu era budista; su hija (la tía de Abhu), cristiana católica; y sus dos hijos (el padre y el tío de Abhu), musulmanes ortodoxos que incluso peregrinaron a la Meca. Pero el padre de Abhu, un hombre de mentalidad muy abierta, al conocer a su mujer (católica), y dado que el matrimonio entre religiones diferentes no está permitido (ni desde el punto de vista legal ni, por supuesto, desde el religioso), no dudó en convertirse al cristianismo para casarse con ella, ya que, como él mismo me dijo “no estaba dispuesto a dejar pasar el amor de su vida por una cuestión de “formas”…”

Debido a la educación recibida por parte de sus progenitores, Abhu y su hermana tuvieron la opción de escoger qué religión querían profesar, y optaron por el catolicismo. Más adelante, la hermana de Abhu se enamoró de un protestante, y para casarse con él tuvo que hacerse protestante también; algo que, si bien al padre de Abhu le trae sin cuidado (no le importa que doctrina siga su hija, siempre que ésta crea en Dios), a su madre no le gusta tanto.

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Una gran pareja

Por su parte, Abhu, católico convencido, todavía tenía un secreto por revelarme; algo que hizo cuando toda la familia se hubo ido y ambos nos quedamos a solas a tomar el último té (mi amigo come muchísimo, pero alcohol no bebe): Abhu estuvo saliendo, durante cuatro años, con una chica musulmana; según él, la única mujer de la que ha estado verdaderamente enamorado. Pero las diferencias entre ambos (y sobre todo, la nula aceptación de los padres de ella a tener como yerno a un cristiano católico), a la larga, les hicieron separarse, y a día de hoy todavía es una herida que no ha conseguido superar… si bien, o al menos eso afirma, quiere mucho a su futura mujer.

Esto, como digo, es sólo un ejemplo de la complicada idiosincrasia de un país en el que la religión tiene un papel fundamental (hasta el punto de que el primer precepto escrito en la Pancasila es  que “todos los ciudadanos deben tener una religión oficial –dato que, por cierto, está señalado en su DNI- basada en la creencia de un único Dios”), y al mismo tiempo, se acepta y puede encontrase de todo, desde musulmanes (el 90%) hasta cristianos  e incluso hinduistas (lo sé: esto contradice un poco lo que acabo de decir, ¡yo tampoco lo entiendo!), pero curiosamente no judíos, al menos de los que yo tenga noticia…

Para terminar, la última gran sorpresa de Abhu y los suyos: cuando me preguntaron a dónde pensaba dirigirme después de Bandung, y les dije que posiblemente a Yogyakarta, sin pensárselo dos veces me ofrecieron ni más ni menos que ¡la casa que tienen allí! “Para entrar sólo tienes que pedirle las llaves a nuestro vecino”… Mi cara, como podéis imaginar, fue todo un poema, y no supe ni cómo reaccionar ni qué decir, más que darles, una y mil veces, las gracias.

Una vez más, una muestra de la generosidad indonesia, que al parecer no conoce límites. Y todavía no sabía lo que me estaba esperando en casa de Rahma

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Padres, hermana y cuñado de Abhu en la graduacion de este

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Boda de la hermana de Abhu (la calidad de la foto no es la mejor, pero el reflejo me lo puso muy dificil)

Nota final: Quiero aclarar que, a pesar de lo que  pueda parecer, Abhu y su familia no son ni mucho menos “ricos”. El sueldo de Abhu, ingeniero, es de 250 euros al mes, algo que si bien le da para “vivir acomodadamente” sin salir de Indonesia, de ninguna forma le permite viajar o permitirse comprar ropa “de marca”… Su coche, por ejemplo, no es suyo en propiedad, sino de la empresa; y en su casa viven sus padres, su novia, él y, hasta hace poco, también su hermana (ahora en casa de su marido) y su abuela (fallecida hace unos meses). Según sus propias palabras “en Indonesia hay unos pocos ricos privilegiados, unos pobres muy pobres; y nosotros, los de en medio… que estamos simplemente jodidos”.

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10 comentarios en Familiar e inolvidable Jakarta

  1. Emanuele 4 julio, 2010 at 17:40 #

    Che persone meravigliose! Spero solo che la futura moglie di Abhu non scopra questo sito e il traduttore di Google :p
    Un abbraccio!

  2. Saray 4 julio, 2010 at 20:19 #

    Increible todo lo que cuentas! que corazones más grandes! Deseando leer la entrada de la boda :)

  3. MAMI 5 julio, 2010 at 17:09 #

    Mi pregunta ¿ Como llegaste a Abhu? ¿ Le tenias localizado desde España?
    ¿Fue algo que surgio en el viaje?
    Da gusto encontrar gente así por el mundo. A cambio de nada.
    un beso. Mami

    • Ku 7 julio, 2010 at 10:05 #

      Como he llegado a toda las personas que me han alojado estos meses, mami: Couchsurfing, «la nueva forma de viajar» (parezco un anuncio cutre, dios mio…)

  4. OTRA LAURA 6 julio, 2010 at 10:05 #

    Qué gozada todo lo que cuentas! Llevaba varios dias sin leer, y he estado «devorando» tus últimas entradas. Y las fotos son geniales! Cuídate mucho!

  5. riky 6 julio, 2010 at 16:12 #

    Que curiosa esa familia..que gusto encontrarte con gente como esa (después de tu experiencia vietnamita)..
    por lo que cuentas, en general las gentes son muy amables y eso es de agradecer..esa boda me tiene en ascuas..je,je
    Un besote..

  6. Paco 6 julio, 2010 at 22:49 #

    Una entrada esplendida, como ya nos tiene habituados.
    De esa familia deberíamos aprender todos un poco, tal vez las cosas funcionarían mejor.

    Un saludo.

  7. Gildo Kaldorana 11 septiembre, 2011 at 20:52 #

    Bueno, solo decir que me encanta que haya alguien que habla bien de Jakarta.
    Las fotos son realmente bien hechas.
    Salam dan terima kasih.

    • Ku 15 septiembre, 2011 at 14:59 #

      Lo mejor de Jakarta es su gente, Gildo :D

      Gracias por el (inmerecido) «piropo» a mis fotos, y un abrazo!!!

  8. AnnaA 29 septiembre, 2011 at 23:01 #

    Me ha encantado la entrada, felicidades es genial!

    Nunca me arrastraba mucho la idea de viajar a Asia, siempre me ha llamado más Ámerica latina, Europa o África, pero gracias a tu blog me entra un gusanillo bastante interesante… jejeje… XD

    Saludos y a disfrutar!

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