Como decía el último día, la Ciudad Vieja de Jerusalén puede resultar apabullante en un principio, pero con un par de vistazos al plano uno rápidamente se sitúa en ella. A partir de aquí, cada uno debemos encontrar nuestro propio camino.
Existen tantos itinerarios como tipos de personas: tal vez os apetezca visitar primero los Santos Lugares del cristianismo, no podáis esperar para ver el Muro de las Lamentaciones… o puede que prefiráis dedicar vuestras primeras horas a visitar algún museo para situaros, ya no sólo en el espacio, sino también en la Historia.
Así lo hicimos nosotros, de modo que nuestras primeras visitas fueron al Museo del Holocausto, el Museo de Israel, y el Museo de la Torre de David. Un buen aperitivo que nos puso en antecedentes para lo que estábamos por descubrir: una ciudad que es un libro abierto.
Museo del Holocausto Yad Vashem
Llevaba años soñando con visitar este museo. ¡Ups…! ¡Creo que ya he dicho algo parecido sobre Israel! Bueno, no importa, porque es verdad. Si alguna vez os he contado que de pequeña era una lectora voraz de bibliografía sobre el antiguo Egipto, añado ahora que mi biblioteca sobre el Holocausto judío no se queda atrás. Y hace unas semanas se ha visto incrementada con un nuevo volumen comprado, precisamente, en el Museo del Holocausto de Jerusalén, Yad Vashem.
Creo que no me quemo al afirmar que, al margen de la propia Ciudad Vieja de Jerusalén, este museo bien vale un desplazamiento a propósito, tal es el interés que tiene. Su severa entrada, desprovista de cualquier elemento ornamental, no admite concesiones: nos encontramos en un lugar solemne, un monumento a la memoria de las víctimas de uno de los mayores genocidios de la Historia que debemos visitar con el mayor de los respetos.
El complejo es tan grande, y esconde tantas salas y recovecos, que voy a mencionar únicamente los tres más me sobrecogieron:
Avenida de los Justos: Un paseo entre árboles plantados en homenaje de aquellas personas que ayudaron a los judíos en época de la Alemania nazi. Bajo cada árbol, una pequeña placa recuerda el nombre de aquellos que arriesgaron su vida y las de sus familias por una causa justa.
Valle de las Naciones: Visto desde arriba, las piedras forman el mapa de Europa. Si entramos en su interior, nos encontraremos con un enorme laberinto en cuyas paredes han sido grabados los nombres de todas las comunidades judías que fueron destruidas durante el Holocausto.
Museo: No hay palabras que puedan describir la cantidad de información que se almacena ahí. Salas y salas, fotografías y fotografías, vídeos y vídeos, maquetas de los barracones y los hornos crematorios, cartas, zapatos y todos los objetos personales que podáis imaginar. En una hora es posible recorrerlo muy deprisa; en un par de horas, quizá tengáis tiempo de ver bastantes cosas e incluso fijar vuestra atención en algún detalle; pero para verlo bien (y con “bien” me refiero a todos los documentales, fijar la vista en cada fotografía, abrir cada cajón, leer toda la información…) es necesario al menos un día entero. Puedo decir que es uno de los lugares más impactantes en los que he estado en mi vida. La energía (negativa) es tan densa que puede cortarse con un cuchillo; quizá por eso tampoco me sorprendió encontrarme con tantas personas llorando.
Yad Layeled: en un edificio aparte se encuentra esta sala en memoria de los niños asesinados en el Holocausto. Se trata de una sala a oscuras llena de lucecitas, cada una de ellas en representación de un niño. Una voz por megafonía dice sus nombres repetidamente.
Como sólo es posible fotografiar los exteriores, aquí tenéis un vídeo que muestra de manera rápida el interior del edificio principal.
Museo de Israel
Un gran museo que recoge exposiciones, tanto permanentes como temporales, que abarcan desde la arqueología hasta el arte contemporáneo. Por razones de tiempo, nosotros nos limitamos a ver sus dos elementos más característicos: una enorme maqueta de la ciudad de Jerusalén en época del Segundo Templo (s.I d.C), y parte de los famosos y controvertidos Rollos del Mar Muerto, protegidos en una sala que han dado en llamar “el Santuario del Libro”, donde, por supuesto, tampoco es posible hacer fotos.
Museo Torre de David
Entramos en la Ciudad Vieja de Jerusalén, ya que este museo se encuentra en el Barrio Cristiano, a pocos metros de la Puerta de Jaffa. Una visita imprescindible por el minucioso repaso que, a través salas llenas de maquetas, paneles y audiovisuales se da a la Historia de Jerusalén, pero sobre todo por el edificio en el que se encuentra: una fortaleza construida (aunque su nombre lleve a equivocación) por Herodes el Grande, en la que encontramos piedras de las diferentes etapas en que fue ampliada y reconstruida por los sucesivos gobernantes de la ciudad.
Aquí volvemos al problema de siempre: es tal la cantidad de información que, si no nos marcamos un orden de antemano, podemos acabar saturados. Yo os propongo el siguiente: comenzad por el documental que en unos 15 minutos narra de forma entretenida la Historia de Jerusalén para poneros a tono, y sólo después empezad recorred las salas de exposiciones: un paseo cronológico por la Historia de la ciudad desde su fundación, sin perder una etapa y haciendo especial hincapié en la importancia que la ciudad tiene y ha tenido para las tres grandes religiones monoteistas. Tras esto podemos salir al exterior para estudiar el yacimiento arqueológico, con hallazgos que van del periodo asmoneo hasta el otomano. Pero la guinda final, sin lugar a duda, la pone la panorámica de 360 grados que se disfruta desde lo alto de la torre, desde donde podremos ubicar la Explanada de las Mezquitas, el Monte de los Olivos, y los Santos Lugares, cuyas cúpulas destacan en todo ese entramado de callejuelas en el que es casi imposible no perderse.
Tras esta necesaria pausa introductoria para situarnos en tiempo y en el espacio, estaremos algo más preparados: ¡vamos a pasear por Jerusalén!
Hola, Ku!
Resulta que este post, me pilla en medio de la lectura de un libro (Eichmann en Jerusalén), que trata sobre el juicio a este genocida Nazi, y en estos momentos tengo la cabeza llena de datos sobre el Holocausto, es sobrecogedor todo lo que se refiere a este tema.
Lo de el museo tiene que ser impresionante, un testimonio para que nunca se olvide de lo que es capaz lo mas execrable de la miseria humana.
Un Abrazote!
Ah! y disculpa la tardanza
Siempre son un recurso cuando llueve, pero en Jerusalén no suele darse el caso ;)
@Riky: ¡Cuánto tiempo! ¡Qué alegría volver a verte por aquí! (aunque sé que lo haces para seguirme la pista ahora que me voy de nuevo :P). El museo del Holocausto es impresionante. Ni la casa de Ana Frank, ni el Museo del Holocausto de Berlín, ni ningún otro sitio relacionado con ese episodio tan negro de la Historia, me ha impresionado tanto. De los tres museos, quizá sea éste el que más merece la pena. Vamos, que es un auténtico pecado ir hasta Jerusalén y saltárselo… Eso sí: es una visita dura. Un abrazo!!
@Pau: No, no, Pau! Incluso si no quieres ver los tres (porque tengas poco tiempo, o lo que sea), el del Holocausto es imprescindible, lo digo en serio! Cuando vayas, me darás la razón ;)
La verdad es que lo de los museos no es lo mio. A no ser que me llame alguno en concreto mucho la atención (como el de Ana Frank que he ido dos veces) no suelo ir. Pero la verdad es que los que describes Carmen en este tema me parecen muy interesantes sobretodo el del Holocausto. Así que el día que vaya a Jerusalén (después de leer tus posts tengo que ir si o si jeje), al menos éste no me lo perderé :)
Un abrazo
P.D. ¿Como van esos nervios? ;)
Hola Saray!!
Los nervios…. ay, no sé yo qué decirte de los nervios! Debería estar nerviosa… me voy dentro de cuatro días y no tengo ni casa en San Petersburgo, ni la mochila preparada, ni puñetera idea de qué voy a hacer con mi vida! jajaja Pero, si te digo la verdad, tengo TANTAS cosas que hacer (entre otras, terminar las dos últimas entradas sobre Israel) NO relacionadas con el viaje, que… ¡es como si no me fuese! jajaja Supongo que el miércoles me llevaré un susto de narices, cuando me vea en el aeropuerto y me falten 12 cosas en la mochila!
El museo del Holocausto es imprescindible, punto pelota. No tengo nada más que decir sobre ese tema :)
Un abrazo!
jaja ya veo que de momento los nervios no tienen hueco para estar muy presentes. Bueno, todo a su tiempo ;) Ahora a que te de tiempo a hacer todo lo que quieres hacer antes de partir!
Pues justo ahora acaban de decir en las noticias que Israel es el país con más museos per cápita del mundo!
Animo!
¡Para todos un saludo especial!
Por gustos personales trato de aprovechar al máximo la visita a los museos:El Museo Nacional de Israel y el del Holocausto (Yad vashem) son fuera de serie. He visitado 4 veces el del Holocausto y 3 el de Israel y aún no termino de disfrutarlos por completo. La verdad es que aún no he visto todo lo que contienen. Los recomiendo ampliamente como lugares obligados a visitar. Probablemente el próximo año vuelva a Israel y espero poder terminar de apreciar al menos el del Holocausto pues el otro, con algo así como 500.000 piezas arquelógicas, creo que me llevaron al menos otras dos veces a Israel.
Sin duda son grandes museos, ¡es imposible ver todo lo que contienen en una, dos o tres visitas! :D
Un saludo, Gerardo!