Ayer por la noche llegué a India. No he dicho nada antes pero he venido para una buena temporada. De hecho, si todo va bien el viaje que tengo por delante es largo; de los largos de verdad, sin billete de vuelta ni meta definida.

Desde 2011, cuando realicé la ruta del transmongoliano que, sin comerlo ni beberlo, me llevó ocho meses después a Nueva Zelanda y Uruguay, no hacía algo así: colgarme la mochila y dejarme llevar sin mirar el reloj ni el calendario. Pero entonces no tenía ningún reparo en anunciarlo a bombo y platillo; es más, no dudaba en compartir cada uno de los pormenores aquí o en las Redes Sociales. Esta vez no lo he hecho.

El por qué podría resumirlo en dos motivos fundamentalmente, aunque en realidad los estoy pensando sobre la marcha: no he tenido tiempo de reflexionar sobre ello antes, o simplemente no he querido hacerlo. El primero, que en las últimas semanas he estado bastante ocupada ultimando los preparativos para el viaje que del 2 al 17 de noviembre realizaré por el norte de este país con el primer grupo de viajeros que se han animado a descubrir India conmigo y Panipuri. Va a ser una experiencia nueva para mí y espero que fantástica para ellos, así que ya les estoy esperando :D

El segundo motivo es más difícil de explicar. Yo misma no podría definirlo con precisión, pero sé que está ahí. Supongo que tiene que ver con que durante el año y medio que he soñado con volver a hacer algo así (los viajes de uno o dos meses que he realizado entre medio han funcionado como paliativo, pero lo siento: no es lo mismo) me he acostumbrado tanto a reprimir mis verdaderos instintos, que ahora me cuesta dejar aflorar las emociones.

Es un viaje largamente esperado y muy importante para mí, que finalmente se ha materializado en el momento en que más lo necesitaba (¡si no hubiese llegado ya posiblemente hubiese explotado!) y quizá también por ello he preferido mantenerlo en “secreto”. Tal vez tenía miedo a que, si lo decía en voz alta, algo pudiese pasar que impidiese mi partida.

Pero aquí estoy, en India, sin planes más allá del viaje de noviembre y sin caminos dibujados, aunque por supuesto sí muchos sueños con nombres de países y experiencias, que tampoco voy a desvelar para dejar que sean ellos los que me sorprendan.

Tengo las emociones tan a flor de piel, a empujones entre ellas para intentar salir después de tanto tiempo contenidas, que creo que todavía no me he hecho a la idea de que todo esto es real. Ayer paseé por las calles de la ciudad y fui a hacer mis recados como drogada (el haber dormido menos de cuatro horas en los últimos tres días pudo tener algo que ver), y no fue hasta la tarde, al encontrarme con mi amigo Devesh en una visita que se prolongó hasta casi la una de la mañana en una agradable velada con su encantadora familia vecina, cuando empecé a tomar conciencia de todo.

Mañana me subiré a un tren que en 32 horas me dejará en Guwahati para explorar los estados tribales del noreste de India, conocidos como las «siete hermanas». No creo que en esta ocasión me de tiempo a conocer más que uno o dos y de forma bastante superficial, pero eso no importa. Como digo, en este viaje no hay metas, ni planes, ni nada… Solo ganas de gritar: “¡He vuelto a la ruta! ¡Vuelvo a viajar!” 

También tengo muchas ganas de escribir, pero las crónicas irán viniendo cuando la conexión se ponga de mi parte. Próximas noticias, dentro de unas semanas :)

[Había que elegir una foto para ilustrar esta entrada y a falta de nuevas (por ahora), ésta de mi primer viaje a India en 2009 me ha parecido la más apropiada ;) ]