Lágrimas grandes y redondas caen sobre el teclado mientras escribo estas líneas* en el vuelo UX042 de Air Europa con destino Madrid. El motivo no es la melancolía propia del final de un viaje, ni esa sensación más veces comentada de sentir que “un trocito de mi” queda en aquel último lugar donde haya estado, o que una etapa termina. Bueno, sí es eso, pero esta vez de forma literal. Es algo más.
Como la fiebre, tenía que ocurrir en Uruguay: un país del que no sé si escribiré mucho o poco (pues ni de lejos he llegado a conocer todo lo que me hubiese gustado), pero que con toda seguridad ha quedado marcado a fuego en mi memoria para siempre.
Iré dejando que los recuerdos vayan emergiendo poco a poco, cuando y cómo les apetezca. Hoy, por ejemplo, tengo ganas de empezar por el final, el último lugar que he visitado y uno de los que más me han gustado de Uruguay: Cabo Polonio.
Situado a tan sólo 90 kilómetros de la frontera con Brasil, Cabo Polonio es algo así como una especie de “fin del mundo” que está en Uruguay como podría haber estado en cualquier otro lugar del planeta. Quiero decir con esto que quien lo visite buscando la “esencia” uruguaya, algo realmente típico, no lo va a encontrar, porque Cabo Polonio está en Uruguay pero es una cosa aparte de Uruguay.
Para llegar a Cabo Polonio desde Punta del Este (balneario a 140 kilómetros de Montevideo en el que habíamos pasado los dos últimos días) hubimos de tomar, en primer lugar, un autobús que en más o menos tres horas nos dejó en Castillos: un pueblo inhóspito, desolador, como aquellos del Lejano Oeste en los que los cardos corren por las calles vacías llenas de polvo. Casualmente, o no, se trata del pueblo con mayor índice de suicidios de Uruguay, y no faltan carteles anunciando sesiones de terapia para prevenir esta tendencia que den fe de ello.
En Castillos tomamos un segundo autobús hasta llegar, en algo más de una hora, a la entrada al Parque Natural de Cabo Polonio. Desde ese punto la única forma de continuar hasta acceder al pueblo es en unos grandes “camiones” especialmente preparados para sortear las dunas, o a pie (una buena caminata).
La primera imagen que vino a mi mente cuando el camión llegó a la línea de playa y empezó a acercarse al único pueblo de Cabo Polonio, es que había regresado a la isla de Olkhon, en Rusia. El parecido, dentro de sus naturales diferencias, es asombroso. No en aspectos concretos, sino en el “todo”, el conjunto, el ambiente. Esas casitas de cuento, pintadas de colores y desperdigadas, como arrojadas desde el cielo por una mano anónima… Y sobre todo, la ausencia casi total de comodidades.
En Cabo Polonio no hay electricidad, y por tanto tampoco luz, ni televisión, ni teléfono, ni agua corriente, salvo por los generadores propios que a cada alojamiento permiten hacer un apaño, ofreciendo un chorrito de agua caliente y una luz como de luciérnaga, pegada al techo. Por su parte, los lugares para comer en su mayoría optan por una solución tan rústica como romántica: las velas. Por supuesto tampoco falta el clásico restaurante de “más categoría” que ofrece todo tipo de comodidades e incluso wifi, pero… ¿quién iría a Cabo Polonio para meterse en un lugar así?
Una vez instalados en nuestro pequeño palacio salimos a recorrer el singular pueblo. Los primeros asentamientos de Cabo Polonio datan de finales del siglo XVIII, pero no sería hasta mediados del siglo pasado cuando esa sencilla aldea de pescadores comenzase a atraer como un imán a artistas y “bohemios” de todo el mundo. Después llegaron los turistas. Incluso se empezaron a construir casas y pequeños hoteles que amenazaron gravemente con poner en peligro su ecosistema. En la actualidad Cabo Polonio es un polvorín debido a un ligero conflicto entre intereses públicos y privados, pero su belleza permanece intacta.
Antes de ir, los propios uruguayos (no todos, pero sí varios) me habían advertido que mejor fuese a otro sitio, que “sí, Cabo polonio está muy bien” pero “ya no es lo que era”. Que había lugares menos famoso y más auténticos.
Es normal. A veces yo también actúo así cuando hablo de mi tierra, cuando veo que todo el mundo va a un sitio “habiendo este otro que es mucho más original y menos conocido”, pero hay que ponerse en la piel del que viene de fuera, y personalmente creo que Cabo Polonio es una auténtica maravilla. Un remanso de paz al que ir pensando sólo en pasear, tomar el sol, leer un libro tumbado en una hamaca, desconectado de todo, y comiendo delicioso pescado fresco, milanesas, buñuelos de algas, empanadas y tortas caseras. Esta es la principal diferencia con respecto a la isla de Olkhon (dejando a un lado el frío glaciar del lago Baikal): la oferta gastronómica. Más que variada, abundante; como no podía ser de otra manera en Uruguay.
Tras contemplar una de las puestas de sol más hermosas de mi vida y cenar un cebiche de muerte a la luz de las velas, fuimos a la cama relamiéndonos y soñando con todo lo que haríamos al día siguiente: pasear hasta las enormes dunas, revolcarnos y tirarnos rodando por ellas, tomar una barquita hasta alguna de las islas para ver a los leones marinos, quizá (¡quién sabe!) bañarnos….
Pero entonces estalló la tormenta.
Y no una tormenta normalita, no. Una tormenta que nos despertó a las dos de la mañana con un rugido demencial, y de la que al día siguiente nos enteraríamos que en Buenos aires había matado a varias personas. Si en Buenos aires o Montevideo la tormenta fue fuerte, no quiero contar cómo se vivió en un cabo metido nosecuántos kilómetros mar adentro. Hasta las seis y media de la madrugada no conseguí conciliar el sueño de nuevo.
El panorama a la mañana siguiente era desolador. Si a mi llegada Cabo Polonio me había recordado a Olkhon en estética, excepto por el maravilloso sol y la cálida temperatura que hacía, ahora me encontraba en la isla de Siberia en toda su esencia (toda su esencia el día que llegué a ella, porque por suerte después despejó). Un cielo plomizo, gris y pesado; pozas como estanques por todas partes; y sobre todo, el viento. Un viento frío e infernal, que podría volver loco al más cuerdo.
De modo que mis planes de correr por las dunas, bañarme en el mar, hacer fotos y más fotos y cantar el Kumbayah se vieron truncados. Apenas tuve las fuerzas (porque para enfrentarse a ese viento hay que tener mucha fuerza) necesarias para llegar al faro y subir hasta su torreón a sacar dos fotos, y retroceder sobre mis pasos para refugiarme en el hostal al calor de un fuego, con un libro y una botella de grappamiel.
Aún así fue un día inolvidable. Y por la tarde, cuando despejó un poco, pude dar mi ansiado paseo hasta las dunas, ver otra puesta de sol espectacular y terminar el día cenando cebiche, muzzarella y pescado a la plancha en el Viejo Lobo. A la luz de las velas. Y eso es un recuerdo imborrable que me llevo de Uruguay; un recuerdo que nadie me podrá quitar.
*Este texto fue escrito el pasado domingo en el avión de Buenos Aires a Madrid. Perdonad el retraso: los regresos a casa siempre son moviditos :)
bienvenida a casa Carmen!!! como siempre las fotos espectaculares…pero lo mejor de todo te lo llevas tu claro…porque las vivencias q tienes a estas alturas no hacen mas q darme envidia…y seguro q no ha hecho mas q empezar…
estoy deseando seguir leyendo, cada dia aprendo una cosita mas!
un beso!!
¡Hola Cris!
Gracias por la bienvenida, pero esta vez se impone que nos veamos ya! ;) Voy a estar unos días por Cantabria, así que te daré un toque para tomar un cafetillo en cuanto podamos. A menos que estés en Italia, claro, que tú tampoco paras!
Y muchas gracias por estar siempre ahí, de verdad, te llevo siempre conmigo :D
Hola!
De pura casualidad llegué a tu blog y veo tus entradas de Uruguay. Qué lástima lo que te pasó, pero entiendo que con una gripe de esas puedes sentirte morir. Me ha dado pocas veces en la vida una influenza de esas, pero las recuerdo perfectamente porque ha sido horroroso y sólo se puede soportar en cama. Una lata estando de viaje y con el tiempo contado y sabiendo que te estás perdiendo muchas cosas por culpa de ese maldito bicho que te atacó y sin nadie que te pueda atender en esos momentos que ni te puedes mover.
A ver si para la próxima alcanzas a venir a Chile, que no sé si tenías planeado conocer y que estaba al lado prácticamente, aún no he leído más entradas y no sé qué planes tenías originalmente.
Espero que encuentres una buena cámara para reponer la rota y consigue una que no sea muy delicada y resista todas las condiciones de tus viajes. A mí me resulta tan cómoda una compacta que aunque sé que no te dan tanta calidad fotográfica, la comodidad de poder cargarla en cualquier lado sin mayor problemas y cargar la batería rápidamente sin tener que reponer esas pesadas y que no te duran nada es impagable!
Suerte!
¡Hola Ale!
En esta ocasión el viaje terminaba en Uruguay, pero Chile es un país que deseo conocer desde hace mucho. De hecho, cuando hace un año y medio viajé por Argentina, Bolivia y Perú, el plan original era hacer Chile, Bolivia y Perú, pero finalmente unos problemas con el billete de avión me lo impidieron. Espero ir muy pronto :D
Lo de la cámara ha sido una faena. Aún hace alguna foto, pero ya no es la que era… y además está hecha un desastre. ¡Pero no está el bolsillo para mucho gasto! Veré que solución le encuentro ;)
Un abrazo!!
Bienvenida Carmen,
La verdad es que el plan que describes no está nada mal….paz, tiempo para escribir y leer, comer, dormir la siesta, tocar la guitarra junto al fuego. ¡Se puede pedir más de la vida! A veces, los imprevistos suelen generar situaciones que recordamos toda la vida, precisamente porque conllevan la emoción que, al fin y al cabo, es lo que nos hace sentir vivos. Quizá Cabo Plinio hubiera sido un sitio más de haber cumplido todos tus planes. Esa tormenta lo hace especial e inolvidable.
Un abrazo…
¡Hola JR!
Gracias por la bienvenida, pronto me la podrás dar en persona :D
Sin duda los días pasados en Cabo Polonio han sido inolvidables. Es fácil ofuscarse cuando uno tiene unos planes, una lista de cosas que quiere hacer y ver en determinado sitio, y las cosas no salen… pero viajando se aprende que en realidad los mejores recuerdos, las mejores experiencias, son las no planeadas, las sorpresas que te da el camino :)
Un abrazo!
Todavía no fui a Cabo Polonio… lo tengo tan cerca… Seguramente te encontraste con varios argentinos, ¿no? Es un lugar muy popular en verano especialmente.
Que tengas un buen regreso, yo también me vuelvo a Buenos Aires dentro de muy pocos días. Ojalá nos crucemos otra vez por ahí y sino, seguiremos charlando virtualmente.
Cuidate y, como diría Moria, «si querés llorar, llorá». :D Siempre viene bien. ¡Fuerza!
¡Cómo que no has ido a Cabo Polonio! Pues ahora que regresas a Buenos Aires haz una escapada, no te lo puedes perder. Y en cierta forma puede recordarte a Asia… muy a su manera ;)
Por cierto, ¿y ese cambio de planes? ¡Ya me contarás!
Hola Carmen!Llevo algo así como un año leyendo tu blog, he leido todas y cada una de las entradas. En primer lugar, gracias por ayudarme a soñar y a creer de verdad que mi sueño es posible, que vivir viajando no es una utopia sino una realidad. Cada día tecleo la dirección para ver si hay una nueva entrada y todo hay que decirlo, me tenias un tanto preocupada con tantos días sin aparecer!Ahora mismo no puedo realizar ningún gran viaje ni dejarlo todo para viajar y viajar sin billete de vuelta, pero eso no me impide soñar e imaginar todas las rutas que haré en un futuro!
Nunca comento, disfruto del relato, cierro y sigo con mis cosas (Esto de leer blogs de viajes es un «vicio», es como leer tu libro preferido, pero es una novela a tiempo real y sin capitulo final!vamos, un libro perfecto!). Acostumbro a sentirme bastante identificada con lo que cuentas, tus inquietudes y tus opiniones, pero lo de hoy ha sido el colmo, no comentar me ha parecido muy egoísta por mi parte jajajajaja!Cabo Polonio es uno de los lugares con los que llevo tiempo soñando y, por eso, al leer el título de la entrada, me ha dado un vuelco al corazón. Aunque confío plenamente en que algún día iré, ver que tú has ido ha sido como la confirmación de mi visita a ese rincón de «el paísito». No es un lugar muy conocido por aquí, así que leer algo sobre él escrito por alguien de aquí, sinceramente, me ha encantado! Aunque espero que no corra la voz y que siga conservando esa magia tan especial!jajajaja
Bueno dejo ya de enrollarme no sin antes decirte que has influido muucho en la forma de ver mi futuro!
Ps: se me olvidaba, algo que siempre siempre quiero preguntar, no por simple curiosidad sino porque me interesaría bastante la verdad, como haces para viajar y viajar sin parar?me refiero a la financión!Trabajas «on the road», todo el dinero viene de tus relatos y colaboraciones en publicaciones, trabajas un tiempo aquí y después lo gastas en viajar…?
Un abrazo!
Hola C.,
Qué puedo decirte… Me has abrumado con tus palabras. Muchísimas gracias, de corazón. Comentarios como el tuyo me llenan el alma y hacen que todo esfuerzo (que hay mucho detrás) tenga sentido. ¡Gracias! Por cierto, ¿y ese amor por Cabo Polonio? ¿De dónde nace? :)
Sobre la financiación de mis viajes, ha habido un poco de todo. El primer viaje me lo pagué ahorrando los escasísimos sueldos que me daban mis trabajos en prácticas en diversos medios de comunicación. No era mucho dinero (ya sabemos cómo se paga en España a los becarios), y de hecho salí a dar esa «vuelta al mundo» sin demasiadas esperanzas de completarla, pero apretándome el cinturón lo logré. Hay formas baratas de viajar :) Cuando regresé empecé a escribir en otro blog de viajes, lo que me proporcionaba unos pequeños ingresos, pero muy pocos…. Así que para hacer el transiberiano tuve que pluriemplearme al máximo, trabajando en cosas que nada tienen que ver con escribir. Así me financié ese viaje. Y desde ese momento, empecé a escribir en más y más sitios, hasta llegar al punto en que ahora puedo decir que sí: me dedico completamente a esto. Hay que esforzarse y no tirar la toalla, pero merece la pena ;)
Un fuerte abrazo!
Hola Ku!..de nuevo en casa eh!.
Que sitio mas original,me encanta esa filosofía de pasártela tirado al sol,paseos,lectura ese cebiche, y el pescado fresco Humm! que rico,y al borde del mar, eso es vida ja,ja.. lastima que se acabe verdad?..Bueno, seguro que ya tienes algo en mente.Las fotos geniales,como siempre..
Un Besote
¡Dentro de dos días estaré en casa, Riky! De momento he hecho una pequeña escala en Madrid, aunque sí, esta también es mi casa :D
El final de cada viaje siempre va acompañado de una cierta nostalgia, pero cuando sabes que pronto vendrá el siguiente se lleva mucho mejor :)
Un abrazo muy fuerte!!
Hermosa cronica y excelente fotos. Un lugar que deberiamos conocer.
Muchas gracias!
Parece que Uruguay se une a India y Laos como uno de esos países que más huella te han dejado. La verdad que no es para nada uno de los grandes destinos viajeros por regla general, pero su encanto es indudable.
Voy a leer la siguiente entrada a ver si me pongo al día del todo :P
Uruguay es un país maravilloso, aunque admito que en mi percepción han influido muchos factores emocionales y la suerte que he tenido de verlo acompañada por los uruguayos más geniales del mundo :D Recomendadísimo!!
Unas imagenes preciosas! Enhorabuena :)
¡Muchas gracias, Beatriz!