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Recuerdos de Montevideo: un ejercicio de catarsis

Ha pasado mucho tiempo desde mi viaje a Uruguay. Seis meses; demasiado para hacer una crónica con las emociones a flor de piel.

Cuando regresé a España no pude escribir porque me producía tristeza. Ahora es la nostalgia la que me ha hecho rescatar las fotos del disco duro y, viéndolas una por una (me ha llevado unos días: son más de ochocientas), recordar los días pasados en Montevideo.

Pocos lugares me han golpeado tanto como Uruguay. En su momento dije que lo sentía un viaje “menos mío” que otras veces, y sin embargo, ahora pienso que fue precisamente al contrario. Es posible que en esta ocasión dejase apartado el papel de “descubridora” para convertirme en “acompañante silenciosa”, pero la conexión que tengo con este país hizo la experiencia más intensa, más desgarradora, que cuando he viajado a cualquier otro lugar al que nada me unía.

Hoy, seis meses después, pienso en Uruguay y lo primero que se me viene a la cabeza es la comida. ¡Tanta comida! El asado, por supuesto, pero también las milanesas, el chivito, la pizza con su fainá, los panchos, la torta frita… Aquel tremendo guiso que, la noche de mi despedida, Yael y Patricia hicieron en su casa con todos los ingredientes de su despensa.

Tendré que escribir toda una entrada sólo para hablar de aquello. Fue un milagro que no llegase a España con cinco kilos de más. Supongo que la gripe ayudó.

Es que, para más inri, en Uruguay estuve enferma. La mitad de mis días allí. Incluso cuando ya estaba clínicamente recuperada, mi cabeza no estaba donde tenía que estar. Viví mis días en Uruguay en una nebulosa, y ahora me cuesta rescatar los recuerdos separando lo que realmente viví de lo que imaginé.

Así que voy a hacer un ejercicio de catarsis y a escribir sin sentido todo lo que se me venga a la cabeza. Prometo que habrá una entrada coherente y ordenada con mis lugares favoritos de Montevideo, pero ahora mismo solo me apetece exteriorizar algunos recuerdos sin pensarlos demasiado… ¡Aunque sean absolutamente subjetivos y no haya nada útil en ellos!

El mate. Me resulta imposible pensar en una escena cualquiera vivida en Uruguay, y que no haya alguien con el mate cerca.

La costumbre del mate en Uruguay es… no sé. Como respirar. Yo creo que ni siquiera se dan cuenta de que lo están haciendo; lo llevan incorporado de serie. Cuando lo toman en casa, en familia o con amigos, sí parece responder a una especie de rito, de ceremonia; pero cuando les ves por la calle con la bombilla en los labios y el termo bajo el brazo, sin preocuparse conscientemente de agarrarlo porque lo tienen tan firmemente sujeto que no hay lugar para el imprevisto, te preguntas si realmente lo están saboreando, paladeando, o lo beben porque si dejasen de hacerlo quedarían sin respiración en el acto.

El asunto llega a tales extremos que en los autobuses hay carteles que prohiben consumirlo para proteger la seguridad del resto de los ocupantes. No sirve de mucho, al menos por lo que yo pude ver. El aspecto positivo es que, gracias a su habilidad y capacidad para beber y sujetar el mate en cualquier posición e incluso en movimiento, es muy difícil que alguien derrame algo. Yo diría que imposible.

Sigo pensando, y la siguiente imagen que recuerdo de Montevideo es la de sus paredes. Ya he comentado otras veces que son una especie de obsesión para mí, y la capital de Uruguay es un museo de ellas. Murales artísticos, graffitis, mensajes reivindicativos, provocativos, de risa… Mires donde mires, siempre hay una pared llamando la atención sobre algo. O sobre nada en particular. O sobre algo que yo no conozco.

Podría haber pasado horas a solas paseando por el centro tan solo fotografiando sus paredes, pero «no me dejaron». Y aquí entra en juego un tercer recuerdo que me resulta difícil desligar de Montevideo: el sentimiento de miedo.

Soy consciente de que me estoy metiendo en un terreno pantanoso; que quien me lea puede pensar que transmito una imagen negativa de un país que en mi corazón ocupa un lugar más que especial, así que me voy a intentar explicar.

Cuando llegué a Montevideo no tenía miedo, como tampoco lo he tenido viajando sola en India, Myanmar o Bolivia (salvo quizás en momentos muy concretos, como puede ocurrirme también en mi propia ciudad).  A Montevideo llegué segura de mi seguridad, valga la redundancia, pero cuando me fui de allí no salía del portal sin mirar dos veces en cada dirección. ¡Precisamente en un país donde viajaba acompañada y rodeada de amigos locales!

Y es que, paradójicamente o no, quienes me transmitieron ese miedo fueron las personas que me acompañaban. Para protegerme, supongo, ¡pero de qué manera! No me dejaban salir a pasear demasiado tarde, si llevaba la cámara colgada al cuello (en pleno día) me reprendían, «cuidado con sacar fotos directamente a la cara», «la mochila siempre delante»… Y cuando todo iba bien no tardaba en llegar alguien para contarme la última vez que le habían robado el móvil mientras hablaba en la calle, o le habían dado una paliza al salir de un bar, con el único objetivo de robarle lo que llevase encima.

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[Fotografía movida, resultado de sacarla a escondidas, de los «hombres del caballo.]

Feria Tristán Narvaja, Montevideo Uruguay
[Esa sensación de que siempre hay alguien mirándote, aunque sea mentira.]

Así, me diréis si no es normal terminar teniendo miedo. Creo que de haber viajado sola no hubiese sido consciente de ese «peligro» que todos se esforzaban en recordarme. Tampoco creo que Montevideo sea una ciudad TAN insegura, pero como no soy quien para valorar la situación de un país que no conozco, lo dejo ahí y paso a otro tema más amable: la música.

Uruguay me pareció un país muy musical y silencioso al mismo tiempo. Cuando había música era una sintonía constante: músicos callejeros subiéndose al autobús, una radio sonando entre los puestos de la Feria Tristán Narvaja, dos guitarristas amenizando la comida a los turistas del Mercado del Puerto, carteles anunciando conciertos por doquier… Música aquí y allá.

Un país, en definitiva, alegre; pero también silencioso, sosegado. De alguna forma Uruguay vive a su propio ritmo, está como adormecido. Sus habitantes tienen una pachorra, una calma, que en Montevideo concretamente choca fuertemente con el ambiente que se respira en las calles de Buenos Aires. Para ser vecinas, son dos ciudades completamente diferentes. O esa ha sido mi impresión.

Me gustó mucho Uruguay, y me gustó mucho Montevideo. Y lo que más me gustó, sin lugar a dudas, fueron los uruguayos. Y es que, aunque comencé esta entrada diciendo que lo primero que se me venía a la cabeza al pensar en Uruguay era la comida, no es eso lo que más recuerdo, sino las personas. Con nombre propio, además.

No es que en otros viajes los personajes de mis historias fueran seres anónimos, sino que en esta ocasión los conocía (y bastante bien) mucho antes de verles por primera vez.

Por ponerles cara, permitidme que os hable de Chavela (espero que a sus padres no les moleste). Chavela es la hija de Yael y Patricia, y la conocí mucho antes de nacer. De hecho, viví el anuncio de su concepción y todo el embarazo como una implicada más. También su primer cumpleaños. Y cuando por fin viajé a Uruguay y conocí al mismo tiempo al padre, a la madre y a la hija, Chavela ya era una preciosa niña de añito y pico, más lista que un ajo y con un notable parecido a Mafalda. Excepto porque todavía no hablaba. ¡Ay, cuando hable…!

Chavela, Yael, Patricia, Fede, Patricia (2), el Piru, el Mono, el Queso, el Caqui…. En fin, muchos nombres, y muchos apodos, como para mencionarlos a todos sin que se me olvide alguien.

A todos ellos les doy las gracias porque, con sus charlas, sus invitaciones a comer, sus fiestas y sus paseos, hicieron de mi estancia en Montevideo algo más que especial; un viaje por encima del mero hecho de desplazarse a un lugar y conocer los cuatro monumentos o los cinco tópicos más típicos de su cultura.

De alguna forma, en Montevideo fui una más, y lo mejor de todo es que en esta ocasión no tengo la menor duda de que no tardaré mucho en regresar de nuevo. Al fin y al cabo a «casa» siempre se vuelve, antes o después.

21 comentarios en Recuerdos de Montevideo: un ejercicio de catarsis

  1. La Mochila de Mamá 13 septiembre, 2012 at 13:04 #

    Carmen, viví allí 4 meses y el paisito es para mí segundo hogar. Lo añoro y pienso en él y su gente casi a diario! Y hace ya dos años que marché de allí. Te entiendo perfectamente, jajaja.
    Yo viajé sola y nada más llegar me dijeron lo mismo respecto a la seguridad. Bien debo decirte que fue el mejor consejo que me dieron pues a mitad de mi estancia trataron de robarme el ordenador de la mochila en plena avenida 18 de julioy a las 10.30 de la mañana!! Los uruguayos saben lo que dicen y porqué, ¡está claro!
    Pero nunca tuve miedo, solo me volví más cauta, que tampoco está de más =)
    Me alegra muchísimo saber que Uruguay conmueve a sus visitantes como me conmovió a mí.
    Un abrazo!

    • Ku 14 septiembre, 2012 at 9:49 #

      Me alegra que alguien que haya vivido allí pueda corroborar lo que digo. Que conste que, como he dicho, yo no iba con ningún tipo de temor o prejuicio previo, ¡me lo inyectaron allí! Como también me lo inyectaron en Buenos Aires, dicho sea de paso.

      Aún así, Montevideo me encanta. Uruguay al completo me encanta. Lástima que al final tuviese que reducir mi estancia a dos semanas y poco… La próxima vez procuraré quedarme al menos un mes. ¡Aún tengo que conocer el interior!

      ¡Un abrazo!

  2. JR Álvaro González 13 septiembre, 2012 at 13:52 #

    Estupendo artículo Carmen. Con lo difícil que es hacerlo y cada día te superas más. Por cierto, las fotos también son muy gráficas. Me gusta el ejercicio de catarsis que has hecho, al menos a mí me aporta mucho más que datos, direcciones y cifras.
    Sigue así. A mí como lector cada día me conmueven más tus historias.

    Un abrazo.

    • Ku 14 septiembre, 2012 at 9:51 #

      ¡Gracias JR!

      Bueno, ya te lo dije ayer en Twitter, pero te lo repito. Me alegra que te guste este tipo de post. A mi son los que más me cuesta (o más dudo) publicar, y comentarios como el tuyo me animan a perder el miedo a seguir por este sendero.

      ¡Un abrazo!

  3. Matías 13 septiembre, 2012 at 17:08 #

    Conocí Montevideo hace muy poco, y siendo argentino, me da vergüenza no haber ido antes. En cuanto a la seguridad, nunca me puse a hablar con los locales del tema, y la verdad, viví la ciudad con mucho más tranquilidad que la que cuentas. Igualmente, hay zonas que si me atinó a guardar mi cámara en la mochila, cosas que también me pasan en mi país. Es un país especial, la amabilidad de su gente, su tranquilidad se respira y hace bien. Me gustó el post…

    • Ku 14 septiembre, 2012 at 9:54 #

      ¡Hola Matías!

      Supongo que al ser de Buenos Aires, tú esa «inseguridad» de la que hablo la conoces más de cerca. Antes de cruzar el Río de la Plata a Uruguay estuve un par de días en Baires y fue… más de lo mismo. Que si cuidado con esto, con lo otro… Como no he vivido allí no puedo saber si realmente la situación es tan grave, o a mi me la hacían parecer mayor para que andase mucho más precavida por ser de fuera. No sé.

      En cualquier caso, me encantan ambas ciudades, y ambos países :D

      ¡Un abrazo!

  4. Anaviajera 14 septiembre, 2012 at 18:45 #

    Me ha encantado este artículo. Has conseguido reflejar muy bien lo que sentías cuando estabas en Montevideo. Es posible hacerse una idea con esas descripciones de lo que es la vida real allí y esas fotos tan de la calle que es como realmente se conoce una ciudad y no tanto viendo monumentos por dentro y por fuera. Gracias por permitirnos conocer un poco de esta ciudad.

    • Ku 26 septiembre, 2012 at 14:45 #

      ¡Gracias Ana! Si con mi artículo, por personal que sea, contribuyo a que se conozca un poquito mejor esa maravillosa ciudad que es Montevideo, he logrado mi objetivo :)

  5. José Carlos DS 29 septiembre, 2012 at 15:44 #

    Una entrada muy cercana en la que te haces una idea de como es Montevideo y de como vive su gente. Aunque tengo que reconocer que me alegra haberla leído después de comer, porque esa carne tiene una pinta… xDDD

    ¿Hace una barbacoa? :D

    • Ku 1 octubre, 2012 at 23:58 #

      Barcacoa no… ¡asado! ;)

  6. Marcia 2 febrero, 2013 at 18:49 #

    ¡Hola!
    Muchas gracias por dedicarnos este espacio en tu blog.
    Soy uruguaya y me hace muy feliz que, siendo vos una persona que ha viajado tanto y conozcas a tantas personas, tu estadía en el paisito haya sido agradable e importante en tu vida.
    Espero que vuelvas pronto para tomarte unos mates por la rambla.
    Un beso grande.

    • Carmen 6 febrero, 2013 at 15:21 #

      Marcia, espero que cuando regrese a Uruguay podamos coincidir para tomar esos mates. Tu país me tiene enamorada, así que no tardaré mucho en volver :D

      Un fuerte abrazo!

  7. Marcela 12 febrero, 2013 at 6:36 #

    Hola! Primero que nada felicitaciones por el blog :)
    Me encantó entrar y encontrarme de frente con un artículo de mi ciudad. Actualmente vivo en Buenos Aires, pero no hace mucho, hace un año solamente. Viví 21 años en mi amado Montevideo y lo extraño mucho (a pesar de estar bien cerquita).
    Espero que vuelvas pronto y puedas disfrutarlo sin gripe. Lo de la seguridad es asi y al mismo tiempo no. Mas que nada la gente trata de que los extranjeros tengan cuidado, porque al no conocer a veces son blancos fáciles, pero tampoco es para tanto. Sigue siendo la capital mas segura de Latinoamérica, pero pasan cosas cuando uno no tiene cuidado.
    Muchas gracias por las amables palabras al paisito, espero vuelvas pronto por estos lados!
    Abrazos!

    • Carmen 18 febrero, 2013 at 16:15 #

      Gracias a ti, Marcela! Estoy segura de que lo de la seguridad no es tan oscuro como me lo quisieron pintar. Espero volver pronto, sin gripe, para vivir la ciudad más intensamente y comprobarlo :D

      Un abrazo!

  8. viviana 16 febrero, 2013 at 18:50 #

    Hola!

    Me encanto este articulo, no solo me reí con algunos comentarios ( como el que tengas cuidado en la calle), si no que también se me erizo la piel al ver tan lindas palabras hacia mi ciudad.

    Me encanta el blog y sin duda lo tengo dentro de mis favoritos

    • Carmen 18 febrero, 2013 at 16:20 #

      Muchas gracias Viviana!

      Como acabo de decirle a Marcela en el comentario anterior, espero regresar muy pronto a Uruguay. ¡Estuve muy poquito tiempo y me quedé con ganas de ver tantas cosas!

      Un abrazo muy fuerte!

  9. Federico 26 septiembre, 2013 at 20:26 #

    Hola.
    La verdad me emosionó mucho leer tu blog sobre mi paisito y se nota que disfrutaste tu estancia en nuestro suelo.
    Te agradezco mucho las palabras sobre Uruguay, su gente y sus paisajes ya que somos una pais muy chiquito (en tamaño pero muy grande de corazon) y la gente no nos nota al viajar.
    Encontré tu blog tratando de planificar un viaje por Asia para el año que viene y ademas de esta grata sorpresa me llevo bastante info para mi planificación.
    Me da mucha envidia que puedas vivir de viajar. Me encantaría poder hacer lo mismo.
    Saludos y mucha suerte.

    • Carmen 9 octubre, 2013 at 10:29 #

      ¡Hola Federico!

      Gracias a ti por pasar por mi blog y decir que te gusta lo que he escrito sobre Uruguay. Es un país que llevo muy dentro del corazón, y espero poder volver algún día, pronto, para seguir descubriéndolo.

      Te deseo la mejor de las suertes en tu viaje a Asia, ¡igual nos encontramos allí!

      ¡Un abrazo!

  10. Ramonchu 17 abril, 2014 at 17:33 #

    No se separan de la matera ;-)

  11. Alejandra 1 diciembre, 2023 at 17:32 #

    Que hermoso, estoy pensando vivir en Uruguay un tiempo, sin embargo no me animo a hacerlo o no, tienes algún consejo para mi¿?

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