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(Re)Descubriendo Bilbao: la ciudad del siglo XXI

Hotel Miró - Vistas desde la habitación

Estas son las vistas desde la habitación del Hotel Miró de las que os hablaba el último día; un verdadero lujo y un anticipo de lo que nos aguardaba en nuestra segunda jornada en la ciudad: la cara más moderna y vanguardista de Bilbao.

Y es que si bien  es cierto que la ciudad de Bilbao destila tradición e historia por todos los poros, no lo es menos que en los últimos años ha sufrido un sinnúmero de transformaciones que, de pasar casi desapercibida, la han hecho posicionarse como una de las ciudades referente a nivel europeo en el mundo del diseño y las nuevas corrientes arquitectónicas. Hasta tal punto, que grandes figuras como el japonés Arata Isozaki pelean por dejar su impronta en ella.

Pero empecemos por el principio…

EL MUSEO GUGGENHEIM

Corría el año 1991 cuando la Fundación Guggenheim y el Gobierno vasco comenzaron las negociaciones para construir un museo en la capital vizcaína. En menos de un año ya tenían arquitecto: como en un principio se pensaba instalar el museo en el antiguo almacén de vino de la Alhóndiga (del que hablaremos más adelante) se pensó en el canadiense Frank O. Gehry, quien ya había destacado por trabajos de rehabilitación anteriores.

No obstante, cuando Gehry se supo elegido, decidió cambiar de planes y diseñar su propio edificio: ese que todos conocemos y que desde su inauguración en el año 1997 se ha convertido en símbolo de la ciudad.

Museo Guggenheim - exterior

Museo Guggenheim - exterior

Museo Guggenheim - interior

No voy a detenerme en la descripción de sus formas (de ¿pez?, de ¿buque?) o en las características de sus materiales; no me corresponde. Tenéis que ir a verlo, si es que no lo habéis hecho ya, y admirarlo vosotros mismos, porque de lo que no cabe ninguna duda es que el edificio del Museo Guggenheim es una obra de arte en sí misma.

Arte encerrando arte; aunque, si he de ser sincera, a la hora de escoger un museo para visitar nunca he sido muy de “instalaciones” o formatos electrónicos, que es el tipo de exposiciones que más frecuentemente solemos encontrar en los museos de arte contemporáneo. Quiero decir: me gustan, me parece “divertido”, pero de ahí a ponerlo a la altura de las artes tradicionales, como la pintura o la escultura (presentes en el Guggenheim sólo de forma minoritaria)… hay un trecho.

No obstante, eso no impide que me sobrecoja ante obras como las que componen la exposición permanente de Richard Serra: “La materia del tiempo”; no tanto por su belleza (para gustos) como por el respeto que imponen esas gigantescas esculturas de acero, y el desafío a la gravedad que representan sus toneladas de peso en posición vertical sobre una superficie de apenas unos centímetros (por no hablar del trabajo que debió suponer traer las planchas desde Alemania).

Museo Guggenheim - interior

Museo Guggenheim - interior

Recorrer el Museo Guggenheim nos llevó casi dos horas, y eso que la mayor parte de las salas se encontraban cerradas en vista a acoger futuras exposiciones, como “El intervalo luminoso: The D.Daskalopoulos collection”, que abrirá al público el próximo 12 de abril.

Pudimos disfrutar, eso sí, de una exposición, pictórica en este caso, y que me gustó mucho: “Caos y clasicismo”; una colección de obras francesas, alemanas, italianas y españolas de los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, en las que me sorprendió –y atrajo- muchísimo el fortísimo componente político y propagandístico del arte de esa época. Como apunte personal, me gustaría destacar la obra “Los cuatro elemento: fuego, agua, tierra y aire”, de Adolf Ziegler, la cual estuvo durante mucho tiempo colgada en el cuartel general del mismísimo Adolf Hitler. Si queréis verla, podéis hacerlo hasta el 25 de mayo.

COMER EN BILBAO: EL RESTAURANTE GUGGENHEIM

Comimos en el restaurante del mismo museo. Un lujo (porque no deja de serlo) en este caso accesible a todos los bolsillos: el Restaurante Guggenheim cuenta con varios menús degustación que por 20 o 25 euros te permiten probar algunos de los platos estrella de su carta, con vino incluido. Y eso, dado el lugar del que estamos hablando… es un precio más que razonable.

Se trata de un restaurante de cocina creativa, pero en la que me sorprendió muchísimo la base tan tradicional de todos sus platos. Pongamos como ejemplo el “Huevo a baja temperatura”: un huevo, tan simple como eso, sobre un lecho de puré de patata y regado con sopa de cebolla roja. El camarero encargado de servirnos lo llamó “tortilla de patata en tres fases”. Y no podéis imaginar lo bueno que está.

[Reseña completa del restaurante aquí]

Restaurante Guggenheim

Arte en el plato


 

EL BILBAO MODERNO: ENSANCHE Y ABANDOIBARRA

Tras la visita al Guggenheim salimos a explorar las calles de Bilbao; concretamente, las zonas del Ensanche y Abandoibarra, donde la visión de futuro de la ciudad se hace más patente y en las cuales pueden admirarse edificios (quien dice edificios, dice también puentes u otras estructuras funcionales) de firmas como Legorreta, Moneo, Calatrava, o el ya mencionado Isozaki.

Dimos tantas vueltas y caminamos tanto, que sería incapaz de reproducir el itinerario seguido. Admiramos “desde fuera” edificios tan emblemáticos como la Casa Montero, única huella del modernismo en la ciudad; pasamos por la plaza Moyua, donde las grandes bocas de metro en forma de ¿gusano? diseñadas por Norman Foster no dejan de impresionarme; nos deslumbramos ante la sede del Departamento de Sanidad, cuya fachada poliédrica, al parecer, sigue la corriente deconstructivista, una de las muchas tendencias arquitectónicas surgidas tras la construcción del Guggenheim. Andando, andando, alcanzamos el Museo Marítimo, e incluso llegamos hasta el Palacio Euskalduna: el Palacio de Congresos y de la Música, otro de los buques insignia del nuevo Bilbao del siglo XXI (esta frase se la he copiado a la web oficial; me encantó ;) ).

Casa Montero

Casa Montero

Plaza Moyua

Plaza Moyua

Plaza Moyua

¡LA BATAMANTA! (lo siento, no me he podido resistir...)

Paseo por el centro

Edificio de Sanidad

Museo Marítimo

El plato fuerte del paseo, al menos para mí, vino con la visita a la Alhóndiga: un almacén de vino centenario, declarado Bien de Interés Cultural por el Gobierno Vasco en el año 1999, que tras años de abandono ha sido rehabilitado para abrir sus puertas como centro de ocio y cultura.

Qué puedo decir: me encantó. La Alhóndiga era una de las pocas cosas que todavía no había visto (posiblemente en esto haya tenido algo que ver el hecho de que fuese inaugurada cuando yo estaba de viaje), y de la que ni siquiera tenía referencias.  Y por no extenderme mucho, sólo remarcaré en negrita sus impactantes 43 columnas; las cuales, más que una reseña, merecen un vídeo aparte. Y, ¡anda! ¡lo tienen! Así que con él os dejo (al menos, el enlace: no he podido insertarlo por motivos de derechos… Está en italiano, pero bueno… sé que mis lectores son gente lista y apañada ;) ).

Alhóndiga

Alhóndiga

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COMER EN BILBAO: EL RESTAURANTE YANDIOLA

Tras un merecidísimo descanso en el hotel, volvimos a la Alhóndiga para cenar en el Restaurante Yandiola: uno de los tres establecimientos que componen la oferta gastronómica del antiguo almacén de vino.

El restaurante, como no podía ser de otra manera, no nos decepcionó: de decoración ligeramente recargada, pero con gusto, y con mesas lo suficientemente separadas unas de otras (muy separadas, me atrevería a decir), para dar a la sala un ambiente íntimo por mucha gente que haya (se llenó por completo, os lo puedo garantizar: por algo será).

Restaurante Yandiola

Restaurante Yandiola

Una vez más, cocina creativa de base muy tradicional: entre otras cosas, arroz marinero de mejillones y vieiras, cochinillo deshuesado y asado a baja temperatura (sublime), y un postre de esos empalagosos a más no poder, pero que no puedes dejar de comer: gratén de frutas rojas con helado de limón de romero. El precio, eso sí, un poquito más elevado que el restaurante de ese mismo mediodía; pero lo recomiendo, lo recomiendo encarecidamente.

Restaurante Yandiola

Restaurante Yandiola

Lástima que, cuando terminamos de cenar, la terraza hubiese cerrado, porque las vistas que ofrece de la ciudad nos habían tenido fantaseando toda la noche con la idea de despedirnos de Bilbao tomando una copa sobre sus tejados. Habrá que volver.

DESPEDIDA Y PINCHOS

Al día siguiente nos vestimos apresurados para dar el último paseo antes de abandonar la ciudad. Como nuestro avión salía a las cuatro de la tarde, y antes de ello había que llegar al aeropuerto con un mínimo de antelación, la comida de ese día la hicimos en el Bitoque, un típico local de pinchos situado en la calle Rodríguez Arias.

Y es que uno no puede abandonar el País Vasco sin probar sus pinchos. Pero a quien crea que las variedades que podemos encontrar se limitan a cosas como un pimiento de piquillo relleno de queso sobre un trozo de pan  tostado, o un pedazo de tortilla de bacalao con aceite de ajo, le voy a romper todos los esquemas.

Esos pinchos, los tradicionales, existen, claro que sí; y están para comer unos cuantos. Pero echad un ojo a estos que os muestro a continuación, y después me comentáis. Con ellos os dejo, ¡no puedo imaginar una manera mejor de cerrar esta entrada!

Restaurante Bitoque

Sushi de roast beef, algas y wasabi (10€ la ración)

Restaurante Bitoque

Huevo a 65º a la brasa con pimientos y jamón (3,20€)

Restaurante Bitoque

Hamburguesa de atún rojo con ensalada de caviar (3,50€)

Restaurante Bitoque

Foie fresco con espárragos y jugo meloso (3,50€)

Restaurante Bitoque

Tarta de queso a la inversa (3€)

¡Bon Profit!

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5 comentarios en (Re)Descubriendo Bilbao: la ciudad del siglo XXI

  1. Blai 10 abril, 2011 at 17:00 #

    Mmmmm Qué hambre que me has hecho venir…. Estos últimos pintxos del último día son alucinantes.

    El Museo Guggenheim es una pasada, un edificio singular donde los haya y que se ha convertido en la imagen de una ciudad que sin él no sería la misma.

    Genial explicación obre Bilbao, un abrazo!

  2. Totalmente de acuerdo con Blai.

    ¡No se puede ver esta entrada antes de comer!

    ¡Que te vaya bonito!

  3. Ku 11 abril, 2011 at 15:03 #

    Voy a tener que dosificar las entradas de comida a partir de ahora! ;)

    Un beso a los dos!!

  4. cordobesa viajera 8 julio, 2011 at 1:01 #

    Bilbao es una ciudad impresionante por muchos aspectos como su patrimonio artístico y monumental. Pero, sin duda alguna, la gastronomía se lleva la palma.
    Visitar la ciudad obliga a degustar sus pintxos, a beber una copita de su txacolí o a saborear algunos de sus platos típicos como el txangurro o la porrusalda.
    Está claro, Bilbao es un placer para los sentidos.

    • Ku 9 julio, 2011 at 10:28 #

      Tienes toda la razón, Cordobesa :)

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