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Una ciudad nocturna

Varanasi es una ciudad india como cualquier otra. Una ciudad con un tráfico caótico y vacas obstruyendo el paso de los vehículos; una ciudad donde los verdaderamente necesitados se sitúan bajo las barandillas de las escaleras, en fila de a uno, compitiendo con shadus de pacotilla, que piden dinero para satisfacer sus deseos más mundanos.

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Una ciudad de ghats, donde las niñas rodean a los turistas con sus cestos llenos de flores y collares, y los niños vuelan cometas, juegan al cricket y corren entre las barcazas; una ciudad donde una muchacha hindú muestra gran parte del vientre, vestida con el saree de los colores más vistosos, a menos de un metro de otra, musulmana, cubierta de los pies a la cabeza con un burka negro.

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Una ciudad donde el ruido de los coches y las motos se mezcla con las oraciones provenientes de las mezquitas, los gritos de los vendedores, las risas de los niños y la banda sonora del último super hit de Bollywood, creando rumor un incesante y casi indescifrable, si no se presta la debida atención.

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Una ciudad donde las vacas, más que nunca, campan a sus anchas, y los monos saltan de tejado en tejado, de cable en cable, convirtiéndose en los reyes de la calle. Una ciudad donde una camada de perros puede dormir, acurrucada, en el centro de una de las arterias principales sin que nadie les pise.

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Varanasi es una ciudad donde el más rico entre los pobres y el más pobre entre los ricos convive con mafiosos, prostitutas, estafadores y hombres santos. Una ciudad donde cada día, en los hospitales, para un recién nacido es el primero de su vida, mientras afuera, en la calle, un anciano llegado desde la otra punta del país se prepara para morir, sabedor de que su hora ha llegado.

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Una ciudad a orillas de un río, la Madre Ganga, a cuyas aguas se atribuye una pureza legendaria, siendo de las más contaminadas del planeta. Unas aguas en las que, cada mañana, los habitantes de Varanasi se lavan la boca y los dientes, mientras a su alrededor flotan excrementos y las cenizas del cadáver que ha sido incinerado apenas unos metros atrás.

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Como decía, Varanasi es una ciudad india como cualquier otra, pero donde cada emoción, cada estímulo, se multiplica por diez. La India más extrema, y por ello, imposible de condensar y tratar de describir en unas pocas líneas, tras poco más de una semana de estancia en ella.

Lo que sí puedo afirmar, con total rotundidad, es que, por encima de todo, Varanasi es una ciudad nocturna. Y no porque sea común ver a sus habitantes de jolgorio a las tantas de la madrugada. No. Por la noche los habitantes de Varanasi duermen, pero su espíritu, el espíritu de la ciudad, se despierta al caer el sol, justo después de la ceremonia del fuego, y su pesado manto no se retira hasta bien entrada la mañana, a la hora de las abluciones.

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Atardecer en el río.

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Preparación para el ritual.

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«Candle? Puja good karma…»

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The show must go on.

Varanasi es una ciudad que, más que ninguna otra en este país, cambia de la noche al día. Bajo el sol, las callejuelas del barrio antiguo son un hervidero de comerciantes, artesanos y turistas; por la noche, esas mismas callejuelas se tornan misteriosas, tenebrosas; el escenario perfecto para una película de terror. Los perros aúllan, las ratas corren sobre las cabezas de aquellos que no tienen otro lugar para dormir más que el frío suelo; y las farolas, con sus luces amarillentas o anaranjadas, crean sombras caprichosas en cada esquina; esquinas en las que en cualquier momento, puedes tropezarte con un cortejo funerario que, silenciosamente, porta el cadáver de un hombre camino de la cremación.

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Esa misma ceremonia supone un espectáculo (si se me permite llamarlo así) completamente distinto según el momento en que se vaya. Durante el día, la plataforma sobre la que arden las hogueras se encuentra abarrotada de personas. No sólo por los familiares del difunto (quienes, por cierto, y como curiosidad, sólo son hombres: a las mujeres no les está permitido asistir, para que no lloren): los mismos habitantes de la ciudad parece que tengan como lugar de encuentro estos ghat, así como otros individuos menos deseables, especialmente estafadores que tratan de hacer negocio con los turistas de maneras nada sutiles. Decenas de chinos, americanos y japoneses observan atónitos y al mismo tiempo frustrados por no poder sacar, por primera vez, sus poderosas réflex con el fin de capturar la macabra escena que tiene lugar ante sus ojos.

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Turistas observando las cremaciones (fotos permitidas a esta distancia).

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A mi, personalmente, el espectáculo diurno no me atrajo en absoluto. Quienes gusten de ver como la tela que cubre uno de los cuerpos cae al suelo dejando ver unos pies, aun a salvo del fuego, supurando un liquido rojizo; o cómo un hombre trata de empujarlos con un palo para que se quemen, terminando de partir la pierna en dos, para después recoger el miembro con la mano y arrojarlo a las llamas, tal vez disfrute con ello. Por mi parte, se lo dejo a los más morbosos.

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En este lugar del mundo el fuego nunca se apaga.

Sin embargo, por la noche la experiencia es radicalmente distinta. O tal vez esa fuese mi impresión, ya que fue la primera vez que me acerqué al crematorio y, por tanto, mi primer impacto con una realidad tan diferente a cualquiera que haya vivido hasta ahora.

Quedé completamente hipnotizada. Incluso podría decir que, durante algunos minutos, me sentí como drogada. Sencillamente no daba crédito a lo que veía: ante mi, siete piras de leño en diferentes grados de consumición alumbraban un escenario dantesco en el que una decena de hombres se movía en el más absoluto de los silencios. Los cuerpos que a aquella hora se incineraban eran apenas acompañados por dos o tres familiares y los trabajadores del crematorio: personas que, como operarios de una fabrica, cada cual con su función bien determinada, transportaban los cuerpos hasta el río, los sumergían en el agua y los depositaban en el suelo en filas, hasta que llegase su momento; es decir, hasta que hubiese una pira libre. Como una gran fábrica de almas.

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Crematorio eléctrico para los más pobres.

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En aquel juego de luces y sombras, apenas alumbradas por la luz del fuego, me costaba creer que aquellas personas estuviesen muertas; rezumaban vida, una vida que tal vez seguía ahí, antes de abandonar definitivamente sus cuerpos y encontrarse con la Unidad. En mi fuero interno deseé con todo mi corazón que así fuese, pero la imagen que veía, más que transmitirme paz, me remitía a un final más apocalíptico.

Varanasi es una ciudad donde hasta el más escéptico entre los escépticos, cree. Es imposible no hacerlo. No se sabe qué, pero hay algo. Se siente. Es una energía que se palpa en el ambiente, que envuelve. Hablo de una energía oscura, poderosa. Cualquiera dirá “otra que se ha iluminado”. No: ni me he iluminado ni me voy a hacer yogui, pero algo, dentro de mi, ha cambiado.

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Mágico momento a las cinco de la mañana.

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¿Río o cielo?

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Puja bajo los primeros rayos del sol.

N.A: La experiencia vivida al asistir a una cremación nocturna en Varanasi es imposible de transmitir. Aunque estuviese permitido hacer fotografías, ni siquiera éstas podrían reflejar lo que allí se ve: es algo inexpresable. Sin embargo, os voy a dejar con un pequeño texto de un libro que estoy leyendo estos días y que, en mi opinión, da una visión bastante parecida a la que yo tengo; es decir, una visión más negativa que positiva.

El autor es Aravind Adigo y “The White Tiger”, su primera novela. Ha sido todo un éxito de crítica y ventas, tanto dentro como fuera del país. La traducción, antes de que salga nadie dispuesto a criticarme, es mía y la he ido haciendo sobre la marcha, de modo que no me responsabilizo….

(…) He mencionado que el cuerpo de mi madre estaba envuelto en una tela de raso. Esta tela cubría ahora su rostro; y troncos de leño, tantos como habíamos podido pagar, se apilaban sobre su cuerpo. Entonces, el sacerdote la prendió fuego.
Mientras el fuego devoraba el raso, un pálido pie se sacudió como si estuviese vivo; los dedos, que se derretían entre las llamas, empezaron a retorcerse, ofreciendo resistencia a aquello que se les estaba haciendo. Kusum empujó el pie hacia el fuego, pero no ardió. Mi corazón comenzó a latir muy deprisa: mi madre no iba a dejar que la destruyesen.
Bajo la plataforma de la pira, había un gigante y rezumante montón de negro fango, justo donde el río bañaba la orilla. El montículo estaba cubierto por trozos de jazmín, pétalos de rosa, jirones de satín y raso, y huesos carbonizados. Un pálido perro se arrastraba y husmeaba entre los pétalos, el satín, y los huesos carbonizados.
Miré aquella masa, y miré el pie enroscado de mi madre; y entonces, comprendí: el fango la estaba atrapando; ese enorme, tumefacto y negro montón de masa viscosa. Mi madre trataba de resistirse; sus dedos estaban arqueados y tiesos, pero el fango tiraba de ella, tiraba de ella. Era muy denso, y cada vez que el río bañaba el ghat se hacía más grande. Muy pronto, también ella formaría parte de esa negra masa, y el pálido perro comenzaría a lamerla.
Y entonces, comprendí: éste era el verdadero Dios de Benarés. Éste negro lodo del Ganga, donde todo moría y se descomponía, y nacía de nuevo, y volvía a morir. Lo mismo me pasaría a mi cuando muriese y me trajesen aquí. Nada encontraba la liberación en este lugar.
Dejé de respirar. Fue la primera vez en mi vida que me desmayé. No he querido regresar a ver el Ganga desde entonces: ¡se lo dejo a los turistas americanos! (…)»

Viaje a India, Varanasi

¡Nos vemos en Nepal!

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29 comentarios en Una ciudad nocturna

  1. Riky 23 febrero, 2010 at 9:13 #

    Hola Carmen
    Uff!..Menuda experiencia!. Es tremenda la descripción que haces de las cremaciones,para un occidental de a pie (como el que te escribe), es surrealista y totalmente incomprensible.Si la perdida de un ser querido, de por si es una una de las peores (si no la peor) de las situaciones por las que pasamos en esta vida, ya nos deja total mente traumatizados..tener que pasar por eso… es terrible. Había leído, y visto en la tv algo del tema, pero nada comparable a como tu nos lo cuentas..
    Verdadera mente ese rió tiene que ser milagroso.. por que bañarse en sus aguas y no pillar todo tipo de infecciones, es un milagro en si mismo.
    Definitivamente, no me gusta Varanasi, pero es parte de ese país de contrastes, y de tu maravilloso viaje.
    Que tengas un buen viaje a Nepal… y Gracias Carmen por compartir con nosotros tus vivencias. No te quito ojo eh!
    Un Beso y un abrazo.

  2. .melo 23 febrero, 2010 at 9:54 #

    Varanasi me encantó, me pareció una ciudad bastante mágica.

    Coincido con el comentario que haces sobre las callejuelas de noche, impresiona aunque sabes que es India y que allí no te puede pasar nada.

    Disfruta de tus últimas horas en Varanasi y prepárate para entrar en Nepal, ya verás como aun siendo un país hinduísta, tanto el pais como la gente es muy diferente a India.

    A mí me encantó Nepal.

  3. Luis 23 febrero, 2010 at 11:32 #

    Hola Carmen!

    Vaya tela lo de las incineraciones… Si lo llego a saber no lo leo recién levantado. Me gusta lo que dices que algo en ti ha cambiado. El problema de occidente es que vivimos de espaldas a la muerte, a los muertos. Nos deshacemos demasiado deprisa de ellos y de una forma tan impersonal… hemos creado un tabú entorno al tema que bueno; Así nos va luego la vida…

    Cuídate, cuídate mucho!

    Te leo.
    Salud, Luis.

  4. kianista 23 febrero, 2010 at 11:39 #

    ¡Hola Carmensita! ¿Te marchas ya para Nepal? Espero que allí tengas la misma suerte que en la India y todo te vaya fenomenal. Te debo un mail y prometo que de esta semana no pasa, que por fin tengo algo que contar, aunque sea poco.
    Un besazo guapísima!!
    Seguiré pendiente de la próxima entrega de tu viaje!! jaja

  5. Gromit 23 febrero, 2010 at 13:50 #

    Mmm…
    Curioso…
    No diré mucho, porque sin palabras me has dejado…
    Tu mejor entrada… Ole!

  6. Laura 23 febrero, 2010 at 20:21 #

    Sin duda es una de las mejores entradas que he leído, de verdad… Es que las fotografías, el color y todo lo que nos has contado, tienen concordancia y llegas hasta sentir que estas allí…

    Fantástico guapa!

    Besos!
    Viaje al atardecer
    All About Cities

  7. Rubén 23 febrero, 2010 at 21:55 #

    Has visto la vida y la muerte de la India. Una entrada muy intesa, las imágenes se salen, con la del escaparate capturaste un gran contraste (y eso sólo lo puedes estar haciendo siendo muy observadora XD, así que vamos bien del primer 50% «consejil», el otro se te supone, como el valor en la mili ;D). Pero chica, el detallito del pie y los liquidillos y tal… Tú sabes lo que le puedes causar a una mente tan gráfica como la mía?????????? XD

  8. Belén 23 febrero, 2010 at 23:23 #

    Que señoras fotazos!!

  9. mami 24 febrero, 2010 at 16:55 #

    ! Vaya indio el del ritual !! ¿Es humano o divino?
    No me estraña que -casi- sea protagonista.
    Tampoco excluyo el merito del fotografo que cada dia se supera.
    Buenisssimas fotos y buen reportaje.
    Deseando que llegues a Nepal para que nos cuentes y trasmitas algo parecido a lo que yo sentí allí. Un cuento de adas.
    T.Q.

  10. panedu 26 febrero, 2010 at 14:04 #

    Varanasi se me hace una ciudad triste, pero representa la realidad de la vida en la India. Me ha gustado mucho como nos cuentas la cremación, aunque nunca entendere como la gente puede beber o usar el agua del rio sabiendo lo que hay en sus aguas… supongo que sera porque no tienen mas opciones. (aqui como estamos aconstumbrados al agua corriente).

    Bueno en definitiva que me ha gustado tu relato y por supuesto las fotos. :)

    Ya nos contaras que tal por Nepal, que parece un lugar totalmente diferente.

    Un beso!

  11. Victor 16 julio, 2010 at 22:33 #

    Increíble como lo has contado… te felicito. Y las fotos una pasada. Yo sin duda no podré olvidar nunca las horas que pase junto al Ganges… Es para vivirlo.

    Un saludo!

  12. Gemma 12 diciembre, 2010 at 17:59 #

    Solo puedo decirte…. Felicidades!!! Como tú soy una enamorada de viajar. He estado en India varias veces, la última hace sólo 10 dias. He leido tu viaje de cabo a rabo y veceversa es… tan real. Entiendo perfectamente tus sensaciones, India no deja indiferente a nadie. Es como vivir en otro planeta, personalmente a mí me fascina es por lo que he viajado ya cuatro veces en tres años.

    Tenes un don para los relatos, me ha encantado.

    Repito Felicidades…
    Un beso desde Barcelona
    Gemma

    • Ku 13 diciembre, 2010 at 18:45 #

      Muchísimas gracias, Gemma, por tus palabras =)

      Comparto tu amor por India y envidio (¡y mucho!) que hayas podido viajar allí ya cuatro veces, ¡en los últimos tres años! Envidia sana, pero de la buena =)

      Un abrazo!!

  13. Viajalo 18 febrero, 2011 at 9:16 #

    Sin duda Varanasi es una ciudad india como cualquier otra pero que no teja indiferente. Sus estrechas calles, su gente, sus pequeñas tiendecillas y el Ganges…rio donde gira la vida de un hindi… excelentes fotos Carmen!

    • Ku 18 febrero, 2011 at 11:56 #

      Muchas gracias, chicos! Efectivamente, Varanasi no se olvida fácilmente, es India al cuadrado :D Un abrazo!

  14. politvs 14 noviembre, 2011 at 16:00 #

    Enhorabuena por el blog y por la entrada.

    Una aclaración: las mujeres no están presentes en las cremaciones porque los ingleses lo prohibieron, ya que realizaban sati (las viudas se echaban vivas a las piras de sus maridos). Al menos esto es lo que yo he leído…

    A mi la ciudad me encantó, sobre todo porque acabé haciendo buenas migas con un chavalito de los que gestiona las barcas y hasta terminamos yendo al cine, para mi fue una experiencia bastante diferente del resto de mi viaje a la India. ¡Y además hay que tener en cuenta el tema espiritual, la vidilla de la ciudad, etc, claro!

    • Ku 15 noviembre, 2011 at 10:58 #

      ¡Hola Politvs!

      Interesante teoría, no la escuchado ni leído nunca. Buscaré información, ¡has despertado mi curiosidad!

      Varanasi es India en estado puro, con todo lo bueno y todo lo malo. Un auténtico shock cultural… ¡yo no veo la hora de volver!

      PD: Qué bonita tu experiencia con el chico de las barcas. ¡Ese tipo de anécdotas son las que hacen un viaje especial!

  15. politvs 15 noviembre, 2011 at 11:08 #

    Aquí tienes más información sobre la práctica del sati:

    http://en.wikipedia.org/wiki/Sati_(practice)

    La página en castellano tiene menos información…

    De todos modos intentaré coger la referencia del libro en donde lo leí…

    En cuanto a mi experiencia Rahul, el barquero, sí que hizo muy diferente el viaje. Además a la salida del fuerte de Ramnagar me dejé le bolsa con un objetivo y las tarjetas de memoria con las fotos en el sitio donde comimos alu chat, no creo que hubiera podido recuperarla si no fuera por el…

    En fin, cosas que pasan. Pero sí, ganas de volver a Varanasi y a la India, conocer más cosas…

  16. lidia 16 agosto, 2012 at 16:54 #

    impresionante post y magníficas fotos! gracias!

    • Ku 26 agosto, 2012 at 22:07 #

      De nada, Lidia. Me alegra mucho que te haya gustado :D

  17. Rosa 14 diciembre, 2012 at 10:50 #

    Varanasi, es mucho Varanasi…..que más decir. A buen entendedor pocas palabras bastan.

    • Ku 15 diciembre, 2012 at 3:38 #

      No podías haberlo dicho mejor, Rosa: sobran las palabras ;)

  18. Sergio 9 enero, 2013 at 9:41 #

    Enhorabuena.

    Pocas veces he visto mi ciudad favorita tan bien descrita. En Diciembre volví a visitar Varanasi, y ya estoy deseando volver a llegar allí.

    Un pequeño apunte, no me gusta el generalismo de los sadhus «de pacotilla». Es cierto que los hay «menos devotos» a su propósito, pero no se puede menospreciar la vida de renuncia y devoción de otros muchos.

    Te dejo una galería de nuestras visitas a la India y Varanasi.
    http://www.saylluiiis.com/albumshow/2/india/1/

    • Carmen 23 enero, 2013 at 0:01 #

      ¡Hola Sergio!

      Me has entendido mal: al hablar de los «sadhus de pacotilla» me estoy refiriendo precisamente a esos, los sadhus de pacotilla. Por supuesto que no son todos los que hay, y que también los hay de verdad, ¡no estoy generalizando! Solo me refiero, concretamente…. a los sadhus de pacotilla ;)

      ¡Un abrazo!

  19. Ivy 20 junio, 2014 at 9:46 #

    A mi Varanasi me hipnotizó. Me enganchó por completo. Es sin duda la ciudad que más me gustó de la India, junto con McLeod, y ésta última por la paz que me dio en medio de un viaje a tope.

    Fue nuestra segunda parada y la recordamos con especial intensidad. Lo malo, que fui en agosto, los ghats estaban bastante inundados y por supuesto no pudimos hacer un paseo en barca, que dicen que es precioso. Por cierto, ahí pillé la conjuntivitis a raíz de tocar lo que no debía.

    Yo también presencié una cremación pero por el día, no fue planificado, fue de casualidad… Aunque me impactó, admito que en ese contexto no me pareció tan atroz como lo veía la gente a la que luego le conté el viaje. Lo que me dejó loca es observar en la orilla cómo un grupo de 2-4 indios se hacían fotos con una difunta. La verdad es que la muerte, bastante presente en sus vidas, la ven de una forma mucho más «natural» que nosotros.

    A nosotros nos dijo un indio que las mujeres no solían estar presente porque sus lloros impedían que el alma se marchara en paz. Luego nos pidió propina para madera, así que no sé si nos dijo la verdad o no, aunque podría ser…

    En fin, Varanasi me fascinó, no puedo ser objetiva con esta ciudad :)

  20. Pedrito 30 abril, 2017 at 1:41 #

    No te mola el morbo de las cremaciones, pero años después asististe a un entierro celestial en Sichuan…

  21. Gerardo Efraín Castañeda Castillo 19 enero, 2018 at 7:08 #

    Me gustaría saber de un ashram en Vanarasi para hacer yoga y meditación. Que no sea muy caro e incluya alojamiento y comidas.
    Se los agradeceré mucho.

  22. Pedro 5 agosto, 2018 at 21:25 #

    Hermoso e interesante blog

    Gracias por compartir tu experiencia, de la que aprendí mucho en todos los sentidos. La traducción del texto me pareción encantadora y a la vez sobrecogedora.

    Gracias !!

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