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Un primer acercamiento a Nagaland

Advertencia: Este post es un entreacto, un interludio. Una de esas clásicas introducciones mías que, cuando me quiero dar cuenta, se me han ido de las manos y tengo que cortar antes de salirme del papel (si la pantalla fuese un papel). Así pues, no esperéis mucha y jugosa información sobre Nagaland en él; solo relato la llegada. Nuestra llegada a Nagaland, paralela (en el espacio, pero no en el tiempo) a mi «llegada» a conocer de su existencia. Todo ello salpicado por un puñado de ideas sueltas.

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Salvajes. Así son los niños konyak de las montañas de Nagaland, en su frontera con Birmania. Capaces, con no más de cuatro o cinco años, de cargar a sus hermanos menores en la espalda y correr, y jugar, y saltar con ellos a cuestas, sin inmutarse por su ensordecedor llanto.

Así crecen, sin ayuda, sin “colecho o no colecho”, sin remilgos. Sin ver a sus madres más que unos breves minutos por la mañana y por la noche, cuando estas han terminado de trabajar en el campo y ellos de jugar con sus amigos a iluminar el crepúsculo con hogueritas hechas de basura.

Y cuando un forastero (nosotros) llega a su aldea, gritan. Algunos lloran asustados. Si están en manada se hacen fuertes, enfureciéndose, e incluso se atreven a tirar piedras. Todo forma parte del juego, claro, pero uno se alegra de que la costumbre de cortar las cabezas de los enemigos sea cosa del pasado, porque si no la nuestra no hubiera durado tres minutos sobre los hombros.

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Nagaland (en hindi «tierra de los desnudos») es un estado verde y abrupto, con malas conexiones en todo su territorio, obligando incluso a salir de él en lugar de atravesar su interior si se quiere ir de un extremo a otro. Eso lo descubriríamos unos días más tarde.

Entramos en Nagaland directamente desde Majuli sin pasar por Kohima, la capital, ya que nuestro objetivo era Mon, en las montañas del norte. Nuestra primera parada fue Mokokchung; uno de esos altos de carácter técnico, “para dormir y continuar al día siguiente”, que al final se alargó dos días debido a la excesiva hospitalidad de sus habitantes.

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[Mokokchung de día, mucho más bonito.]

Y es que llegamos a Mokokchung de noche; hacía frío y en el único alojamiento económico que encontramos nos pedían 400 rupias por dormir en una celda de 2×1 llena de humedades desde las sábanas hasta el techo. En plena búsqueda estábamos cuando un coche se detuvo a nuestro lado. Bajó la ventanilla un muchacho gordito, de rostro afable, que enseguida nos ofreció su ayuda para buscar un hotel decente.

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Lo encontramos, pero era demasiado caro. Nagaland se mantiene todavía a salvo de los efectos del turismo de masas con sus cosas buenas y sus cosas malas, y es difícil dar con un hotel que cueste menos de 2000 rupias la noche. Alem, nuestro nuevo amigo, no lo dudó un segundo: “Venid a mi casa”, ofreció, para acto seguido disculparse “Si no os importa esperar un momento, pues antes tengo que ir a casa de mi tía para darle estos huevos que he comprado”.

El despliegue de platos que desfiló ante nuestros ojos en casa de la susodicha tía merecería un capítulo aparte, pero no menos que las atenciones que, durante los dos días que permanecimos en su propia casa, él y los suyos nos dedicaron. Se trataba de una familia bien acomodada, sin duda (y, como veríamos después, cristianos hasta la médula del hueso), pero su amabilidad no se limitó a ofrecernos un lugar donde dormir o más comida de la que nuestros estómagos podían digerir: nos pasearon por las aldeas de los alrededores; literalmente, nos vistieron (a mí me regalaron una sudadera de su tienda y un collar de su madre). Incluso fuimos invitados a acudir con ellos a una celebración especial en la iglesia protestante de su tribu, los Ao, donde fuimos testigos de la extrema fe que toda la comunidad profesa.

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[Éramos los peor vestidos de la iglesia. Entonces entendí lo del collar.]

Estaba recibiendo unas primeras pinceladas de las diferentes realidades de Nagaland sin darme cuenta. En mi necedad mi objetivo seguía fijo en las montañas del norte y lo que allí esperaba encontrar: la Nagaland “auténtica”, tribus cortacabezas viviendo como hace siglos, conservando sus costumbres (excepto la de cortar cabezas, claro) y creencias animistas. Puedo culpar de esto a Javi, autor del blog Viaje Sin Rumbo, cuya experiencia viviendo con una tribu konyak me cautivó hace cuatro años. Sí, hace menos de un lustro yo no sabía absolutamente nada de Nagaland, pero a partir de ahí se encendió la mecha y cuanto más leía mayores eran mis deseos de conocer esta parte tan alejada de India en todos los aspectos, para comprobar hasta qué punto mantenía viva su cultura. Ahora puedo decir que solo en parte. Al fin y al cabo la religión moldea a los pueblos, y la labor que los misioneros han hecho en esta región del mundo es digna de tener en cuenta, para bien y para mal.

Nagaland es, junto con Meghalaya y Mizoran, el estado de India con mayor población de cristianos: un 90% nada menos, el 75% bautistas. Esta misión evangelizadora se ha cargado, en apenas tres generaciones, las tradiciones de todos sus antepasados. Antepasados de los que, dicho sea de paso, se sabe muy poco, pues hasta la llegada de las misiones a Nagaland sus habitantes carecían de escritura (ahora emplean el alfabeto latino, siendo el inglés el idioma “oficial” del estado, aunque las tribus hablan más de veinte dialectos diferentes) y no ha quedado registro alguno de su Historia.

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[Con las misiones también llegó la educación -ampliar para leer-.]

Llegar a Mon nos llevó doce horas más de coche, pues como he dicho los caminos directos Nagaland no existen y el trayecto se desvió hasta Assam para volver a entrar súbitamente en las montañas, sorprendiéndonos con los violentos cambios de escenario. Nuestra entrada triunfal en tierra de Konyaks fue, nuevamente, de noche, por lo que se repitieron los problemas para encontrar dónde dormir sin dejarnos el presupuesto en el intento. Los hoteles de Mon estaban simplemente fuera de nuestro alcance, y ya nos veíamos en la calle cuando apareció Knok, un muchacho que con tal de que contratásemos sus servicios como guía nos ofreció dormir en el suelo de su casa, en un espacio entre la habitación de su hermana y la de sus padres.

A sus 24 años, Knok ya está casado y tiene un hijo de nueve meses. Se le veía con pocas tablas pero a pesar de ello decidimos, quizá ligeramente empujados por nuestra necesidad de dormir en alguna parte aquella noche, darle una oportunidad como cicerone. Sus contactos y dominio de la lengua konyak nos abrirían puertas, pensamos.

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[Knok y su familia.]

Pronto Knok pasaría a un segundo plano con la entrada en escena de Marco: un alemán que, para ser sincera, no me cayó bien desde el principio. Concretamente cuando a las seis de la mañana interrumpió mi placentero descanso dando gritos y lamentándose porque no había electricidad y no podía conectarse a Internet para enviar sus trabajos. Podéis atribuirlo a mi escasa sociabilidad para con según quién y en según qué ocasiones, pero yo prefiero pensar que fue intuición femenina; al fin y al cabo, todos mis malos augurios se cumplieron. Ya he hablado de los desastrosos efectos que puede tener juntarte con la compañía inadecuada durante un viaje.

Y como ya he hablado de ello, voy a omitir las (de otro modo quizá oportunas, o al menos graciosas) constantes alusiones al suplicio que supuso la compañía del alemán durante el tiempo que compartimos (bueno, la última: ¡¿de verdad es necesario hacer la broma de que te apetece un Big Mac cada vez que te dan de comer arroz con patatas?!) para prestar a Nagaland la atención que merece. Porque sí, entre chascarrillos fuera de lugar y anécdotas de su vida, también encontré la forma de aislarme un poco de su presencia para recordar y disfrutar del lugar en el que estaba.

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9 comentarios en Un primer acercamiento a Nagaland

  1. Sandra 26 noviembre, 2013 at 22:13 #

    Me ha encantado esta entrada, y la primera foto me ha cautivado!

  2. Sergio Rodríguez 27 noviembre, 2013 at 17:23 #

    ¿Se permiten los niños fotografiar fácilmente? Maravilloso que queden pueblos así todavía.

    • Carmen 15 diciembre, 2013 at 13:57 #

      Es muy difícil. Salen corriendo despavoridos en cuanto ven la cámara ;)

  3. Moni 28 noviembre, 2013 at 16:33 #

    Estoy muy enganchada con tus relatos de esta parte de India desconocida para mi, me encanta como escribís Carmen!! Espero ansiosa más posts!
    Saludos!!

    • Carmen 15 diciembre, 2013 at 13:58 #

      ¡Gracias, Moni! Ya van saliendo más… aunque la segunda parte de Nagaland todavía tardará un poco ;) ¡Un saludo!

  4. Iván 1 diciembre, 2013 at 18:45 #

    Muy buen post Carmen. Parece el fin del mundo de la India. Buen viaje

    • Carmen 15 diciembre, 2013 at 14:11 #

      ¿El fin del mundo de la India? ¡Eso sí que no sé lo que es ;)

      ¡Un abrazo fuerte, Iván!

  5. Sergio 6 marzo, 2015 at 18:33 #

    Hola!

    Yo visité Nagaland en Noviembre. Quiero dar un consejo a los que se decidan a viajar a este lugar tan mágico.

    Si podéis no os alojéis en ninguno de los pueblos principales (Kohima, Mon, Mokokchung) y buscad las perlas escondidas en los pequeños pueblos más remotos.

    En Shiyong, Phejin tiene una farm house totalmente renovada y preparada para alojar a visitantes. De ensueño!

    En Longwa (justo en la frontera con Myanmar) podéis alojaros en la longhouse tradicional de la comunidad. Más auténtico imposible.

    Bueno sí, si tenéis ganas de caminar. A 4 horas de treking por el bosque (más bien selva) desde Longwa se llega a Nyahnyu, allí podréis dormir en casa del rey (Angh).

    Os animo a todos a visitar esta parte de la India, que poco tiene que ver con el resto del país.

    Por último un pequeño apunte. No es culpa de los misioneros que no haya registro de la historia de los Konyak. La realidad es que nunca lo ha habido. Todo el origen de los pueblos konyak está basado en mitos e historias pero no documentos.

    A mi como a vosotros me choco mucho el peso de la religión en Nagaland. Por el contrario me gusto el sistema de los Morung, donde paralelamente a la iglesia se mantiene viva la tradición y cultura Konyak en las nuevas generaciones.

    Saludos!!

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