Han pasado varios días desde la última vez que escribí. No me siento orgullosa, pero tampoco soy capaz verlo como algo negativo: significa que he estado ocupada, sumergida por completo en el ajetreo del viaje, de esta gran aventura que cada día que pasa me sorprende con algo nuevo. Ha transcurrido más de una semana de emociones constantes, sucesos inesperados y encuentros fortuitos que me va a costar resumir en unas pocas líneas, pero como el viaje no se detiene y la carretera me espera, trataré de hacerlo lo mejor posible.
Del relax de la playa, al estrés de la gran metrópoli
Toda la energía que había recuperado en aquellos días en Arambol, la consumí por completo en unas pocas horas en Mumbai.
Sí, una vez más llegué y me fui en el mismo día. Parece que esta ciudad se me resiste. Es duro para mi orgullo admitir que en dos días (el de la ida y el de la vuelta de Goa) no he sido capaz de hacerme con ella, y que me voy sin haberla explorado a fondo, pero parece ser que el destino (el destino, y mi cabezonería por quedarme en casa de un anfitrión que, se veía venir, no iba a responder bien) no ha querido que la haga mía esta vez.
Eso sí, tras casi 16 horas recorriendo (o más bien “corriendo”) sus calles mochila al hombro, y luchando contra los múltiples obstáculos que se obstinaban en interponerse en mi camino, al menos puedo decir que he visto algunos de los lugares más pintorescos que la ciudad ofrece a sus visitantes: la Gateway of India, la Estación Victoria, el Taj Mahal Hotel, el barrio de Colaba, e incluso las Torres del Silencio de la comunidad parsi. Aunque no cuente con documento gráfico para probarlo. Quedan pendientes muchos otros, como la Isla de Elefanta, o un paseo por Marina Drive, pero eso no es más que otra señal indicándome que el viaje al sur de India es algo que no puede tardar en darse.
Puede que de estos dos días no tenga un gran repertorio de fotos para el recuerdo, pero de lo que estoy segura es de que me han curtido como ninguna otra etapa del viaje. Tras nueve horas corriendo de un lado a otro, con treinta kilos a mis espaldas, tratando de hacerme entender, de que no me timasen (más de lo necesario), de encontrar un piso que no existe… y todo ello sola, me río yo de Pekín Express. A mandíbula abierta. Que conozco a más de uno que se lo hubiese hecho encima en mi situación. No me iré más culta, pero sí más fuerte.
Regreso a Octopussy
Abandoné la ciudad dispuesta a centrarme exclusivamente en el norte del país, la que había sido mi idea desde un primer momento. Desde Mumbai, y con tan poca antelación, resultaba difícil encontrar un medio de transporte directo a Delhi, por no hablar de la cantidad de horas que suponía, de modo que tomé un autobús nocturno a Udaipur, ciudad que ya conocía y en la que no me importaba pasar un día más, simplemente disfrutando de su ambiente, observando la vida que se desarrolla en sus calles y charlando con sus habitantes.
Puesta de sol en el lago Pichola, Udaipur.
La que iba a ser una noche de paso, se convirtió en dos. El segundo día, cuando me dirigía a la estación para coger un autobús hacia Pushkar, uno de los lugares de Rajasthán que me habían quedado pendientes, un chico llamado Raja me paró en la calle y me preguntó si quería tomar un chai con él. Como todavía quedaban un par de horas para la salida del autobús, accedí, y sin casi darme cuenta me encontré cenando con sus amigos y dos chicos franceses que están estudiando en Dehli y aprovechan los fines de semana para viajar por el país. Poco a poco, entre todos me convencieron para que me quedase esa noche, y aunque al principio me negué, terminé cediendo.
Perdí el autobús, pero no pagué nada: Raja me invitó a la cena, el hotel (mucho mejor que cualquiera de en los que he estado hasta ahora, ¡con agua caliente!) y me compró un nuevo billete de autobús para el día siguiente. Por la mañana visité su tienda, donde me presentó a su familia y no pude resistir la tentación de comprar un precioso salwar kameez (la vestimenta típica de la mujer india, además del saree) bordado a mano. Me costó 1000 rupias (15 euros), pero lo valía.
Raja (izq. de la fotografía) y su primo Rajesh.
En el largo viaje hacia Pushkar no podía dejar de pensar en las personas maravillosas que pueden llegarse a conocer tan sólo dejando a un lado nuestros prejuicios iniciales y abriéndonos un poco a la gente. Normalmente, cuando se viaja en un paquete más organizado, la única relación que se tiene con los habitantes de una determinada ciudad, de un país, es estrictamente comercial. Es más, cuando alguien se nos acerca, el primer pensamiento que se nos suele cruzar por la cabeza es que quiere vendernos algo. Es curioso que, supuestamente, se viaje para conocer otras culturas, otras formas de ver el mundo y la vida, y sin embargo, el contacto humano no lo incluyamos en ese lote. Parece que, inconscientemente, considerásemos a esas personas como los trabajadores de un parque temático, al que sólo vamos para sacarnos fotos y visitar los cuatro monumentos de turno. Por eso resulta tan especial esta forma de viajar, este mezclarse con la gente, de relacionarse con ella, de aprender de ellos. Si muchas veces tardo en escribir es porque necesito un tiempo de reposo, un tiempo para que toda la información que me va llegando y todas las emociones que voy sintiendo se acomoden en mi cabeza y mi corazón.
Pushkar: una ciudad con tres caras
La ciudad de Pushkar es la perfecta materialización de gran parte del conglomerado de la cultura y tradición indias. Al igual que muchos de sus dioses, con varios brazos, cabezas, y cada uno de ellos con diferentes avatares y personalidades que se entremezclan con las de los otros, Pushkar también tiene tres caras claramente diferenciadas.
La ciudad sagrada de Pushkar y su lago vacío.
Es vendida como una ciudad sagrada, y realmente lo es. Se organiza alrededor de un gran lago (lamentablemente vaciado por problemas de contaminación, o eso me han contado) que, según la leyenda, apareció en el preciso lugar donde Brahma dejó caer una flor de loto con la que había matado a un demonio que aterrorizaba a la zona. Otros afirman que Brahma se preparaba para la puja (ofrenda), pero su esposa le hizo esperar, y como la puja no podía realizarse si no era en presencia de una mujer, Brahma se casó con una chica de Pushkar, por lo que su mujer, enfadada, juró que nunca se le volvería a rendir culto en ningún lugar del país. Por eso el templo de Pushkar es el único que existe dedicado a este dios en toda India.
En cualquier caso, y leyendas aparte, Pushkar es un importante centro de peregrinación, donde está prohibido el consumo de carne, huevos, alcohol u otras drogas, así como caminar calzado cerca del lago o hacer fotos a los ghat.
Normas de comportamiento de la ciudad.
Hamburguesas, sandwiches y rollos muy, muy vegetales.
Por todo esto, además de por su escaso número de habitantes (no más de 18.000), cabría esperar que Pushkar fuese un lugar tranquilo, casi místico. Con esta idea llegué yo, pero no tardé en darme cuenta, nada más posar los pies allí, de que Pushkar esconde muchos otros aspectos ocultos y diametralmente opuestos a la imagen que de ella nos quieren vender.
En primer lugar, está el movimiento hippie. Al parecer en los años 70 Pushkar era lugar de encuentro de los hippies de todo el mundo; ahora esa tradición perdura, pero como en todas partes, se ha ido desvirtuando con el paso del tiempo.
Del espíritu hippie inicial no queda más que la estética, la pose. Por todas partes se ven personajes, a cada cual más extravagante, con más tatuajes, con más rastas, que parecen estar compitiendo para ver quién lleva el pelo más sucio (pero sucio de peluquería). Todo el mundo juega a ser alternativo, se respira un aire “new age de fábrica”, una espiritualidad artificial, que hace un poco de daño a los ojos. Entre todos ellos llama la atención el importante número de españoles; de hecho, la mayoría de los habitantes de la ciudad saludan directamente en español, y muchos de los carteles de sus comercios están escritos en nuestro idioma.
Fauna típica de Pushkar.
Lo más ofensivo es que, tras esa careta, todos vengan a hacer negocio. Pushkar es el paraíso para los hippies de los mercadillos que cada cierto tiempo se instalan en las calles de las ciudades europeas. En general India es un país muy barato: una pulsera de abalorios tras un breve regateo puede costar diez rupias (quince céntimos de euro), pero si se compran al por mayor (pongamos unas 150), el precio final no supera las tres rupias. En España se venden a uno o dos euros. Por ese motivo abundan también los negocios de mensajería, en cuya entrada hay siempre una gran aglomeración de personas esperando para hacer su envío.
La tercera cara de esta ciudad, estrechamente relacionada con la segunda, es la de la droga. Ya he dicho que Pushkar es una ciudad sagrada, donde el consumo de estas sustancias, así como el del alcohol, está estrictamente prohibido. Pero el negocio es el negocio, y aquí se vende lo que la gente pide. El tema de la cerveza no es ni digno de mención, porque en cualquier bar te sirven cuantas quieras; pagando un poco más, eso sí. Conseguir marihuana tampoco es difícil, y los porros se fuman en cada esquina y en cada plaza, pero aquí lo que de verdad está de moda es el bhang lassi.
Creo que hace tiempo os conté lo que era el lassi. Se trata de una bebida popular hecha a base de yogur líquido, dentro del cual existe un gran número de variantes que pueden ir desde el dulce, con azucar, sabor a chocolate, miel o cualquier fruta, al salado.
El bhang lassi (anunciado en la carta de los restaurantes con el discreto nombre de “special lassi”) está compuesto por ese mismo yogur y bhang, un derivado del cannabis. Huelga decir que es casi la bebida local, y no sólo de cara a los turistas (para quienes además el precio es irrisorio: 50 rupias): los propios trabajadores de los restaurantes van completamente colocados, sobre todo al caer la noche, al cierre de los locales. Hablando con uno de ellos, acerté a entender (no era fácil encontrar sentido a sus palabras, entre su paupérrimo dominio del inglés y sus ataques de risa) que no está mal visto, e incluso el bhang se vente legalmente en cualquier droguería, al igual que la ketamina.
A pesar de todo esto, Pushkar es una ciudad que no me ha disgustado. Un poco comercial, pero también tiene su encanto descubrir las facetas secretas de este país tan contradictorio. Secretas, y misteriosas, como un episodio que no puedo dejar de mencionar, aunque sé que no voy a ser capaz de transmitíroslo con toda su intensidad.
Con Osvaldo, «estrella del rock» de Argentina.
Una noche, rompiendo por primera vez mi regla de no relacionarme con turistas, salí a cenar con dos chicos de Argentina y Uruguay que había conocido esa mañana. Tras la cena quisimos ir a algún bar a continuar hablando, pero a las once de la noche la ciudad de Pushkar queda literalmente muerta. Se podría decir que esa es su cuarta cara: la de una ciudad fantasma, sin absolutamente ni una persona por la calle, donde tan sólo se escucha el constante aullido de los perros callejeros. Tras caminar lago rato, y resignados a no encontrar ningún lugar abierto, nos despedimos para irnos cada uno a nuestro hotel; pero, de repente, escuchamos música no muy lejos de donde nos encontrábamos, y decidimos averiguar de dónde provenía.
Y así, de la manera más inverosímil, nos encontramos en medio de una boda donde cientos de personas, vestidas con sus mejores ropas, bailaban sin descanso. No sólo nos invitaron a entrar, sino que nos hicieron protagonistas del evento, se pelearon por hacerse fotos con nosotros, comenzaron a sacarnos comida en bandejas de plata, y nos obligaron a bailar con ellos. Estoy segura de que, aunque continue viajando diez meses más, es muy difícil que vuelva a encontrarme en una situación como esa.
Loca, loca, fiesta sorpresa (la foto no hace justicia a la realidad).
Say «Namasteeee»!
De modo que, para ir terminando, sólo puedo decir que Pushkar es un lugar de donde me llevo muy gratos recuerdos. Exceptuando ese episodio surrealista, he pasado allí tres días tranquilos, tratando de sacar a escondidas alguna foto decente de los ghat, paseando, y haciendo amistad con la gente, lo cual no resulta muy difícil, pues al segundo día, al ser un lugar tan pequeño, enseguida te reconocen por la calle.
Mercadillo local.
Calle principal de la ciudad (zona menos turística).
Me ha sido imposible quedarme a dormir en casa de ninguno de ellos, pero el contacto en la calle lo ha compensado. Incluso en una ocasión me he dejado timar por dos niñas de quince y diecisiete años que me engañaron para tomar un chai con ellas, y en cuanto me descuidé, cogieron la palma de mi mano y me hicieron un tatuaje con henna (que no me gustan y encima va a tardar dos semanas en quitarse) por el que tuve que pagar doscientas rupias (al principio me pedían 900).
Al final resultaron estar encantadas con mi compañía y se quedaron más de una hora hablando conmigo, alucinadas con mi vida, y yo con la suya. Antes de irse, me juraron que el tatuaje da buena suerte y que antes de que se me borre conoceré al hombre de mi vida, con el que me voy a casar. A saber.
¡Hola, Carmen!
Es lógico que tengas que descansar de escribir. A veces, incluso, es preferible dejar reposar un poco las cosas para asimilarlas mejor y contarlas como se merecen. Bueno, como siempre, un relato muy entretenido y vivificante.
Un beso
Bueno me voy a racionalizar la entrada para tener un poquito cada día. Mira que estaba dudando de Pushkar en mi itinerario, pero bueno me vas convenciendo….
Un beso y sigue disfrutando!
KU
! YA ERA HORA QUE NOS ESCRIBAS ALGO! Nos has tenido abandonados
Describes muy bien Pushkar. Me ha gustado mucho como nos lo cuentas.
! Cenaste dos veces !! !que burrada! Ja-ja
Las fotos son preciosas. Me gustan mas cuando sales tu.
un besazo. Mua.
uaaaaaaaaaaaoooooooo…..tutto meraviglioso, che dire, anche se del tuo resoconto ho compreso solo il 75%….il mio spagnolo da quando non ci sei tu fa cagare, mi florida…..
cmq corazòn de mantequilla, ti penso tantissimo e non sentirti abbandonata se non ti scrivo, perchè tanto 6 sempre presente qua….nos entendemos….presto ti farò vedere in qualche modo il video che abbiamo fatto la sera del compleanno di lara: ho cantato come sempre»questa è la torta…»….ti ricordi, l’inno spagnolo?
la roba fatta di yoghurt e marijuana l’hai assaggiata?potrebbe essere la rivelazione economica della mia vita!!!
la situazione surrealista in cui ti sei trovata mi ha sconvolto, specialmente x il fatto che , se non ho capito male, hai cenato 2 volte!!!!hahahhah skerzo…ma era 1 matrimonio?questo non l’ho capito….ah!e che cazzo sarebbe 1″pulsera de abalorio»?1 bracciale di avorio?
ho delle serie difficoltà di comprensione….ma ti adoro corazòn de bombero!
spacca tutto, sii felice!
ti voglio benissimo…
saretta
Hola Carmen
Ya te echábamos de menos .Curiosa ciudad Pushkar,me llama la atención lo del lago vacío a causa de la contaminación. Lo de la fiesta es la leche,parece sacado de una peli de bolliwood es total. Se te resiste la visita a mumbai eh!.
Bueno que disfrutes, y nos lo sigas contando, que te seguimos con mucho interés..
Un Besote..
Ah!, la mirada del perrillo de la foto, te llega al Alma…
Supongo que no te sorprenderá que te diga que un par de fotos me recuerdan cierto video de las Morning Musume, una suerte que escuchaseis el jolgorio a lo lejos :) Voy a ver la galería.
Muchas veces me pregunto si aqui en España recibiriamos a la gente de la misma manera que lo hacen en la India, y yo creo que no. Aqui somos mas desconfiados con los desconocidos.
Me agrada saber que hay gente buena por alli :)
Que buena la hamburguesa y el kebad… al menos tiene 5 tomates cada uno jajaja
La fiesta esa tiene pinta de bodorrio, y se les ve bastante felices.
Bueno sigue tu camino y con ansias de que escribas de nuevo.
Un beso!
Carmen!! cada dia me gustan mas tus entradas, me he reido un monton con lo de la litera, jajaja encima son ellos los q no kieren, pero bueno oye eso q sales tu ganando,
menudos viajes mas largos dios mio, te admiro esa vida interior q tienes xq yo acabaria loca!!!es genial tb lo de la fiesta inesperada, parece bollywood realmente! y estas super wapa en la foto q sales sentada con el chico, te esta sentando muy bien el aire hindú eh?jajaja
bueno cuidate, seguiremos aprendiendo cn tus batallitas!!
1beso!
kUKITA sigue siendo todo muy interesante. Ya no parecen acechar los fantasmas de que te ocurra algo. La sensación de libertad se palpa, no dejes que nadie te corte las alas en nombre del amor verdadero. Nosotros no te las hemos cortado y nadie te quiere mas…
Me gustaria saber de un hotel economico y que este bien en pushkar.gracias