La grabación no mentía: el momento había llegado. Pero no “El Momento” que todos estáis pensando: Perú Rail olvidó advertir para que nos cubriésemos los ojos, si no queríamos sufrir daños irreparables… Habíamos llegado a uno de los pueblos más feos y extravagantes que he visto en mi vida: Aguas Calientes.
También conocido como “Machu Picchu Pueblo”, Aguas Calientes es, literalmente, un pueblo surgido alrededor de las vías de un tren, y hasta donde sólo se puede llegar en este medio de transporte (o caminando durante tres días). En Aguas Calientes todo gira en torno al tren: un gigantesco mercado de artesanías que, en un desesperado intento por extenderse cada vez más, casi se mete en la estación; una veintena de restaurantes turísticos, colgados de los andenes, con vistas a las vías…
Y es feo… ¡terriblemente feo! En la Plaza de Armas, el inca Pachacutec recibe a los visitantes con los brazos abiertos (una estatua para ver, fotografiar, y regalar) y desde ahí, las pocas calles que no discurren paralelas a las vías, empiezan su penosa ascensión montaña arriba, atiborradas de ciber-cafés, tiendas, bares y restaurantes. Junto a sus puertas, los camareros, con el menú en la mano como tigres en estado de alerta, esperan pacientemente a que el turista suba la empinadísima cuesta, para en el momento de mayor flaqueza invitarle “cordialmente” a sentarse en su terraza. “No, gracias: ya he comido”. La situación se repite en el siguiente local: ¿Serán sordos, o pensarán que en dos metros ya he hecho la digestión?
Aguas Calientes es, a fin de cuentas, un pueblo que vive por y para el turismo, donde todo cuesta el doble o el triple que en cualquier otro lugar del país, y donde lo único que puede hacerse es gastar dinero: comer, beber, navegar en Internet, comprar souvenirs de tercera calidad, o bañarse en las aguas termales que le dan nombre. Yo, que no tenía intención de visitar Machu Picchu ese día (me reservaba para el amanecer), sabía que me esperaban largas horas por delante: desde las once y media de la mañana que me instalé en el hostal, hasta las nueve de la noche que me acosté, tuve tiempo de aburrirme profundamente, comer cuatro veces y entrar en Internet más de seis (sin tener nada que mirar).
Me acosté a las nueve, pero no me dormí inmediatamente. A pesar de que debía levantarme a las cuatro, mi cuerpo (que estaba aburrido pero no cansado) me tuvo en vela dando vueltas en la cama hasta bastante tarde. Y claro: por la mañana se me pegaron las sábanas. Tampoco mucho, pero a las cinco y diez, cuando en medio de la mayor negrura llegué a la parada del autobús, la cola ya daba la vuelta a la manzana.
Durante los veinticinco minutos que duró el ascenso por la serpenteante carretera que lleva de Aguas Calientes a Machu Picchu, pude oír el aleteo de cuantas moscas se colaron en el vehículo. La algarabía reinante en el tren la mañana anterior había sido sustituida por un estado de tensa expectación que se podía cortar con un cuchillo. Por supuesto, la hora y el sueño también pesaban, pero cada vez que el autobús giraba una curva, todos los ocupantes del autobús, como impulsados por un mismo resorte, nos erguíamos en nuestros asientos y nos apelotonábamos contra las ventanas para comprobar si se veía algo de una vez. Los veinticinco minutos parecieron noventa, incluso para mí.
Por fin, llegamos. Al bajar del autobús, la niebla era tan espesa que no permitía ver a más de cinco metros de distancia, pero los cientos de personas que nos arremolinábamos junto a la puerta de acceso estábamos tan pegadas las unas a las otras, que en realidad poco importaba. La suerte estuvo de mi parte y, a pesar de no haber llegado en uno de los primeros vehículos, no tuve problema para conseguir el sello que me autorizaba a subir a Wayna Picchu en el grupo de las siete de la mañana (mi único objetivo y el verdadero motivo de ese madrugón).
A las seis en punto se abrió el recinto y por fin la muchedumbre comenzó a pasar por los torniquetes. Lo reconozco: a esas alturas yo ya estaba en un estado de nervios ejemplar. La hereje no había sido convertida aún, pero mi mente se movía a tal velocidad, me hacía tantas preguntas, que pensé que iba a estallar en cualquier momento: “¿Qué será lo primero que se ve? ¿Estará hacia arriba o hacia abajo? ¿Será muy grande? En las fotos parece pequeño… seguro que al final no es para tanto. Pero, aunque me decepcione, no lo puedo decir: quedaría fatal… ¿Qué será lo primero que se ve…?”. Y así, una y otra vez.
Unos metros más adelante, y cuando esta misma secuencia de preguntas, a fuerza de repetirse, estaba punto de volverme loca, Machu Picchu apareció ante mis ojos. No de golpe: al parecer, los primeros en llegar habían quedado paralizados, presos de la impresión, y me tocó abrirme paso a empujones, y sobre todo dar muchos saltos, para poder ver por encima de las cabezas de todos los que me precedían. Pero ahí estaba.
Expresar lo que sentí en aquel instante sería imposible, de modo que sólo diré que mi mente, antes tan activa, se quedó en blanco; y mi boca, que estaba cerrada, se abrió sola para dejar escapar un “es la hostia…” que provocó las risas de todos cuantos estaban a mi alrededor. Todavía ahora, días después y con un café junto al teclado, soy incapaz de describirlo mejor. Quizá porque en aquel momento quedé tan bloqueada que no tuve tiempo ni fuerza mental para analizar las sensaciones que la visión de aquellas ruinas, aquellas montañas, aquellas nubes y aquel escenario tan irreal, me producían.
No hay palabras para describir el Machu Picchu de las seis de la mañana. No es una cuestión de formas, tamaños o medidas. Tampoco sabría decir que es lo que le da ese aura de lugar encantado, fantasmagórico, onírico y detenido en el tiempo, si el emplazamiento (carente de toda lógica); las verdes, picudas y rasuradas montañas que lo rodean, el precipicio del que cuelga, o la niebla. Sí, la niebla: supongo que la niebla tiene mucho que ver.
Recuerdo que, cuando salí de ese trance y empecé a fijarme en las personas que tenía alrededor, me sorprendió comprobar que el tapón humano no había sido producido por “la impresión”, como yo en un primer momento había imaginado: aquel lugar era un desfile de cámaras que iban de un lado para otro, un concierto de “Can you take me a picture?”, “Yes, sure!”, “Niña, ponte más a la derecha y di kiss”, “A ver, los de adelante: vayan pasando que hay gente esperando”. ¡La cámara! Llevaba ahí petrificada diez minutos, y ni se me había ocurrido sacarla. Tardé un rato más en hacerlo. ¿Quién piensa en sacar fotos cuando se le ha detenido el corazón?
Inmortalizado el momento, mi siguiente reacción, completamente intuitiva, fue alejarme de la gente y echar a correr hacia las ruinas. Tenía escasa media hora para disfrutar de aquel escenario de película, y quería verlo hasta el último rincón. Posiblemente, cuando bajase de Wayna Picchu, el sol lo alumbraría todo y los turistas se contarían por centenas. Era ahora o nunca. Así que empecé a correr, a correr y a correr; a meterme entre las piedras, a subir escaleras, bajar terrazas; ahora sí, con la cámara en la mano. Estaba como poseída: una eufórica sensación de felicidad me dominaba y no quería dejar ni un milímetro de terreno sin pisar ni fotografiar.
Fueron unos minutos mágicos que sólo interrumpí cuando escuché a un grupo de chicos que se dirigían a la entrada del Wayna Picchu porque ya era la hora. Allí, los doscientos elegidos (en total se permite el acceso a 400 personas por día, divididas en dos turnos), estábamos todavía más nerviosos, si es que eso era aún posible. Eran muchas las leyendas que había escuchado sobre esa montaña: que si te hacían firmar un “contrato” donde te responsabilizas de lo que te pueda pasar, que si había gente que no lo conseguía y quedaba atrapada en mitad de la subida… Tonterías: a mi sólo me hicieron escribir mi nombre y nacionalidad en un papel para controlar quienes estaban arriba, y la subida, ni fue tan terrible, ni tan peligrosa. Eso sí: quien padezca de vértigo, que se abstenga. Habría que ser muy torpe para caerse precipicio abajo, pero lo cierto es que la altura impresiona (¡afortunadamente la niebla impide que puedas ver demasiado!). Y mejor estar en buena forma física, porque se tarda una hora en llegar a la cima y la “escalera” no siempre es un camino de rosas…
Tras un durísimo ascenso en el que definitivamente comprobé que he perdido forma (¿o será la altitud?), llegué a la cima. Allí, veinte personas esperaban ya, encaramadas a las rocas en las posturas más inimaginables, a que la niebla se disipase y permitiese ver la ciudadela. Tardó un poco; un espacio de tiempo indefinido durante el cual las nubes hacía amago de apartarse, para luego cubrirlo todo otra vez, como si no estuviesen seguras de querer compartir su tesoro. Finalmente, y en cuestión de segundos, el sol salió, las nubes se abrieron y Machu Picchu apareció como por arte de encantamiento, antes nuestros atónitos ojos. Es un momento que no voy a olvidar jamás.
Quedé ahí sentada, sin poder moverme, más de una hora. Mi actividad cerebral parecía estar recuperándose de la impresión, pero corría el riesgo de bloquearse de nuevo, tal era la cantidad de preguntas que me vinieron a la cabeza de golpe: “¿Cómo es posible que exista en el mundo un lugar así? ¿A quién se le ocurrió construir semejante monstruo en la cima de estas montañas? ¿Y cómo es posible que durante años permaneciese abandonado, sin que nadie le prestase la menor atención (a pesar de que se sabía de su existencia)? ¿Y cómo lo construyeron? ¿Cómo demonios trajeron las rocas hasta aquí? ¿Y qué sería: una ciudad, un palacio o un lugar sagrado?”. Demasiadas preguntas y demasiadas teorías sin confirmar como para exponerlas en una entrada de blog del tres al cuarto. Para mí, Machu Picchu es y seguirá siendo un misterio.
Tras una bajada igual de larga que la subida, pero un poquito más peligrosa si cabe, me encontré en el centro de la ciudadela, bajo un sol radiante y, como había predicho, rodeada de turistas por todas partes. Me tomé con calma la visita: la primera hora y media, tumbada frente al Templo del Sol, no hice otra cosa más que escribir, escuchar música y extasiarme con la vista que tenía delante. Tras eso, vino el ineludible paseo, en el que intenté arrimarme a cuantos grupos hablasen ingles, español o italiano, para escuchar las explicaciones de sus guías; y por su puesto, la sesión fotográfica, donde estuve algo más torpe que de costumbre.
Finalmente, a las dos del mediodía, cuando mi estómago dio la segunda señal de alarma, decidí marchar. No fue fácil: caminaba hacia la salida, pero cada pocos metros no podía resistir de tentación de voltearme para sacar «la última» fotografía. Tenía ya más de 600. Al final tuve que ponerme dura conmigo misma y, cual esposa de Lot, me prohibí girarme de nuevo, si no quería quedar atrapada para siempre en la cordillera andina.
Posiblemente, esta entrada no será la mejor que se haya escrito sobre Machu Picchu; he tratado de evitar las lecciones de historia de segunda mano, y repetir los grandes tópicos que tan bien quedan pero que tan cansada estoy de leer en todas partes (¿pensábais que yo no me informo antes de escribir lo mío? ;) ) arriesgándome, por otra parte, a que mi experiencia personal no sea lo suficientemente rica como para llenar este espacio. Puede, incluso, que haya resultado un coñazo infumable (ahora me toca releerla a mí: igual aguanta «en antena» menos que Paco y Veva), pero no sé: es lo que yo he vivido. Ni más, ni menos. Y si hay algo que pueda decir, a modo de resumen, es que en el tren de regreso a Cuzco, «la hereje» era la más callada del vagón: pero porque la emoción no me dejaba articular palabra.
Madre mia!!!!!!!!! simplemente IMPRESIONANTE!!!!!!!!!
Es una maravilla, y que razón llevas con las preguntas, ¿Cómo lo construirían? Siempre nos quedaremos con la duda!!
Un besazo.
Encreible post Carmen! Acabo de aterrizar de Machu Picchu ahora mismo!! Al final te vuelves seguidora de los incas! jejejeje… Esa emoción que expresas se siente solo cuando estás en un lugar importante, aunque no fuese importante para ti anteriormente. Son sensaciones que se viven pocas veces.
Por cierto… a mi Aguas Calientes me ha encantado! Cierto es que estando allí y viendo que está todo preparado para el turista pierde su encanto… pero viendo las fotos me parece un sitio muy peculiar!
Un saludo!
PD: Increible suerte con las nubes en Machu picchu e increibles fotos igualmente.
Víctor, Aguas Calientes tiene su encanto! Muy oculto, hay que saber encontrárselo… pero lo tiene! jajaja
POR FIN!!!pensaba que no lo ibas a escribir nunca!! A mi me ha gustado mucho, ha sido como estar ahi contigo :) Solo me quedo con la curiosidad de saber como es la estatua del indio, no tienes ninguna foto!!! es esta? http://www.esacademic.com/pictures/eswiki/65/Aguas_Calientes.JPG
Y no te preocupes por ser original, seguro SEGURO que eres la unica persona del mundo capaz de escribir una entrada sobre machu pichu y terminar hablando de paco y veva. Te lo garantizo!!!!
muy buena entrada ;)
Exactamente, ese es. Pero no le llames «indio», hombre… Es un inca ;)
Ya, acabo de caer en lo de Pavo y Veva… qué poca clase tengo, jajaja
Qué impresión! Yo no estoy nada en forma y odio subir escaleras, pero creo que si alguna vez tengo la oportunidad de ir a Perú haré el esfuerzo y subiré por la escalinata que lleva a Mordor para poder contemplar las ruinas desde lo alto de la montaña.
de blog del tres al cuarto nada, eh!!!
las fotos impresionantes! y no me puedo imaginar en la realidad…
si ya es dificil captar un sentimiento o sensacion con una foto…tú al menos con las lineas q escribes consigues transmitirnos un poquito de tu parte!! aunq lo bueno te lo lleves tu ;) q eres la q disfruta el paraje!
como diria barney stinson: SUBLIME, q sensacion de paz y de poder dsd ahi arriba no? jo….yo tb me he kedado sin palabras…
algun dia ire…
un bacione!!!!
Bravo, Carmen!
Me leí la entrada anterior y la terminé con ansias de llegar a Machu Picchu pero esta me ha APASIONADO!
Antes de nada te tengo que felicitar porque ha quedado realmente bella y por otra, decirte que entiendo perfectamente esa sensación de nervios, expectación e ilusión para que la niebla de fuera y os regalara la vista de uno de los lugares más increíbles que seguro existen en el planeta.
Me ha encantado como has narrado tu historia en Machu Picchu: de hereje, a fiel, de escéptica a amante… Muy bonito. Me alegro mucho por ti y a seguir alucinando con los regalos de este bello planeta!
Un abrazo,
Blai
¡¡En hora buena!!. Creo que esta es una de tus mejores crónicas, aun que tal vez sea una osadía decirlo, por que las tienes buenísimas, pero esta me a gustado mucho, por la emoción con la que describes y trasmites tus sensaciones. La verdad que el lugar es impresionante ,y no me extraña nada que te surjan ese tipo de preguntas. La subidita se las trae menuda escalinata!!..pero que recompensa!! que vistas… Me nos mal que pillaste un buen día, que si no, a esas alturas no se ve nada.. El tren tiene su punto, todo acristalado, es muy original. En fin, una gran experiencia la que as compartido con nosotros, y las fotos.. que decirte.. pues una pasada como siempre.
Seguimos con atención tu próximo movimiento.
Un Besuco!! Cantabro.
Dios mío, qué escaleras…Qué VÉRTIGO!!! Hasta lo he sentido viendo las fotos, con que no quiero ni imaginar lo que será estando ahí….Genial, una vez más, tu entrada!!
Impresionante reportaje fotográfico del ascenso al Machu Picchu, felicidades!
Esperemos que algún día podamos visitarlo.
Ku
Consigues lo que pretendes. Muy bien descritas tus sensaciones.
Para saber un poco de Machu Pichu, nos podriamos conformar con Wikipedia, pero ellos no nos hacen sentir lo que sentimos cuando eres tu la que escribes. Precioso.
Un 10. Bueno, ¡No!! un 14 (que la selectividad ha subido los varemos y ahora los buenos tienen que pasar a 14 ó más, no sé )
T.Q. mami.
Bueno al fin he temido un hueco para ponerme al día, 6 entradas atrasadas eran muchas, encima termino con esta impresionante entrada del Machu Picchu xDD
Se intenta ir al día viendo tus entradas, pero ahora ando en mi blog con un repo sobre la Costa del Sol y claro no hay tiempo para todo y lo que es aún más importante preparando el viaje de fin de año próximo muahaha hay ganas de salir de España que desde el fin pasado no se ha dado la oportunidad por suerte o por desgracia según se mire jeje
Para nada ha quedado mal, lo que comentas y las imágenes nos acercan un poquito a lo que vivistes, para notar todas las sensaciones habría que haber estado allí en ese momento, pero algo es algo y con eso nos conformarnos hasta que tengamos la suerte de ir por allí, está anotada en mi lista de restos de JC el viajero xDDD
Esperando las entradas siguientes.
Saludos.
Gran entrada, las fotos son geniales, el texto tan divertido/entretenido/interesante/descriptivo como siempre…
Lo único malo es que me has recordado a Paco y Veva. Jo, ¡Cómo echo de menos esa serie! ¿Porqué la cancelaron? ¿¡¿PORQUÉ?!? :'(
Paco y Veva XDDDDDDDDDDDDDDDD Ay madre :_DDDD Si quieres una teoría de por qué se eligen esos emplazamientos y dimensiones, creo que de salida te puedo dar la de «porque el que lo planea no tiene que cargar las piedras ;D»
pasada que fotazas ¡
mucho machupichu por hay? XD
Impresionante explicación, yo he ido a machu picchu y no logre captar todo lo que comentas en tu narración, tengo que volver una vez mas.
Saludos desde Perú
Pues muy interesante tu escrito, sobre todo la «metamorfosis» de hereje a entusiasta jejeje. Bueno nos pasa a todos, muchos sudamericanos (no solo peruanos) cerrados por la falta de info o los chovinismos siempre consideran a España «la misma mierda» del colonialismo, ya sabes las razones históricas… que los invasores, que los fanáticos religiosos, que los explotadores, que los atrasados analfabetos que llegaron aquí en fin.. toda una retahíla de denuestos y bromas crueles que se dan sobre todo en Cuzco. Por fortuna mi educación no me permitía meterlos en la misma bolsa ni «odiar» España… odiar España pára mí era odiar a Velazquez, Zurbarán, Miguel Hernández, Cervantes, y millones de cosas más… así que guardaba un velado «amorcillo» por España… aunque nunca en mi vida pensé irme a vivir a dicho país, no era muy entusiasta para eso. Prefería Alemania u Holanda que para mí era le verdadera Europa… y heme aquí que estoy viviendo en el norte de España, zona de la que poco o nada había escuchado aparte del camino de Santiago, enamorado de una cántabra y de lo mejor que tiene España…y por ahora por aquí me quedo… una historia también de «herejía» superada. Por otro lado completamente de acuerdo, ese pueblo Aguas calientes es feísimo… lastima que siga creciendo como un cáncer a la sombra de Mapi… aunque un grupo de noruegos con los que fui me dijeron que el sitio les parecía «cool»… entiendase que tenían mucho dinero para entrar a cuanto restautante y café y bar encontrasen… así el tiempo no pasan tan lento, no? Ah, yo te habría recomendado ir caminando hacia las ruinas. Yo lo hice y creo que es lo mejor y así uno no paga tantos dolares por el precio abusivo que cobran los minibuses (otra vez el monopolio)… Si alguna vez vuelves a Perú… te recomiendo Choquequirao más que Mapi… yo caminé 9 días juntando ambas ruinas y fue extraordinario pero la primera aún no está contaminada de tanta cosa… ya sabes… en todo caso si solo quieres Choquequirao te lleva 2 días de camino y el sitio es alucinante… un saludo y suerte por Asia…
Madre, Pablo! La tuya sí que es una buena historia! Quién iba a decir que terminarías en mi tierra, enamorado de una cántabra! :D
Tomo nota de tu recomendación sobre Chonquequirao. Sinceramente, cuando estuve allí ni siquiera escuché hablar de ello; aunque claro, es lo que pasa cuando vas con tan «poco tiempo» y te ves obligado a ceñirte a lo más importante…
A ver si la próxima vez que vaya por la tierruca podemos encontrarnos par tomar algo :D Un abrazo!!
Hola Carmen! Me ha encantado tú relato, es realmente ameno y divertido. Me ha hecho recordar mi estancia por aquellas tierras en Septiembre del 2011 y muchos de los sentimientos que tuve al ver esta maravilla, son una caricatura a los que tú relatas. Me he sentido muy identicado con muchos de esos instantes tan mágicos, aunque yo soy de los miles de personas que siempre soñé con ir, je, je.Por cierto, yo me entretuve subiendo al Putukusi, una de las cimas emblemáticas de la zona, la tarde que tenía libre, pues mi tren llegó a las 13 y aunque casi me quedo sin luz en la bajada, fue inolvidable, sobre todo el ver Mapi justo en frente. Muy recomendable.Un abrazo.
¡Hola Daniel!
Me alegra que te haya gustado el relato, ¡muchas gracias! A veces temo que lo que yo intento plasmar con algo de gracia sea malinterpretado, cuando lo cierto es que, aunque no hubiese soñado toda la vida con ir, conocer Machu Picchu ha sido una de las grandes experiencias de mi vida.
Me has hecho buscar en Google el Putukusi ese, la verdad es que no lo conocía y me he quedado de piedra! Un motivo más para volver ;)
Un abrazo muy fuerte!
Yo estuve en Perú el verano pasado, pero por desgracia, la política de cupos cambió, y me quedé con las ganas de subir al Wayna Picchu, porque los cupos se habían agotado para el día que podíamos ir.
No veas la rabia que me dio estar en la misma entrada, y ver que un montón de «gringos», que habían pagadao a través de agencia el doble, no subían, y yo no podía ocupar su lugar.
Aggggg!!!
Nosotros subimos a Aguas Calientes de la manera alternativa, evitando el tren.
Eso da mucha rabia… Pero bueno, al menos pudisteis disfrutar de Machu Picchu, y os lleváis una experiencia que yo no me atreví a vivir: la de llegar por el «camino alternativo». La próxima vez intercambiamos roles ;)
Este camino alternativo no es la ruta de tres días que ya llevaba pillada desde marzo del mismo año, pero estuvo muy bien.
Supongo que la conoces, consiste en pillar un bus desde Cuzco hasta Santa María (tela para encontrar el bus de marras). Ya sabes que luego los horarios son un poco «libres», te dicen que salen a una hora y luego se pegan media hora o más hasta llenar el bus.
Desde Santa María es posible pillar taxi compartido hasta Santa Elena (tremenda la carretera). Una vez en Santa Elena, se camina durante unas horas por las vías de tren (con cuidado, claro) hasta llegar a Aguas Calientes.
A mi me gustó el viaje, pero estaba algo fastidida porque tuve la feliz idea de probar cuy al horno el día anterior, y no me sentó nada bien (yo creo que fue cosa de mi coco, que le veía parecido a una rata)…
Al menos pudimos subir a la montaña de Machu Picchu.
Es espectacular. A mi se me cortó la respiración cuando lo vi. A nivel de impresión, me pasó conel Taj Mahal, me pareció impresionante.
Qué ganas de ver la gran muralla (qué tramo es mejor??) y más adelante Petra, que lo tenemos pendiente…
Sin duda Machu Pichhu es uno de los lugares que más impacto me han causado en la vida. Espero poder regresar, por el camino alternativo ;)
De la Gran Muralla solo conozco el tramo que yo visité: Huanghua. No sé si será el mejor, pero yo te lo recomiendo :)
Carmen, qué fotos maravillosas! Nunca vi imagenes de Machu Pichu como éstas, es más, antes de ver tus fotos ni siquiera me llamaba tanto la atención llegar a conocerlo, simplemente increible, espero alguna vez estar alli. Saludos!
Hola Carmen! Excelente relato sin duda MachuPicchu es un excelente destino turístico, esta lleno de Historia, cultura, tradiciones y mucho más. Estas son algunas recomendaciones prácticas para optimizar su viaje hacia esta montaña sagrada.
1)La forma más rápida y cómoda es en tren. Existen dos empresas que ofrecen frecuencias diarias a Aguas Calientes (el pueblo que está justo debajo de la ciudadela) desde Ollantaytambo: PeruRail e Inca Rail. Además, PeruRail es la única que opera desde la estación de Poroy (en Cusco).
2)Otra alternativa para llegar a Machu Picchu seria el famoso Camino Inca, Referente a las condiciones de la reserva del camino inca: hay solo 500 espacios disponibles por día que se agotan con meses den anticipación, en los meses de abril a octubre se suelen agotar con 4 o 5 meses de anticipación.
3)también existen caminos alternativos para llegar a Machu Picchu como el camino inca jungle, camino inca salkantay y varias maneras de poder llegar a maravilla de Machu Picchu solo es escuestion de organizarce bien y hacer todo con planificacion. dejos este sitio espero les ayude en sus viajes http://www.paquetesdeviajesperu.com/
Un abrazo y suerte en sus viajes.
Menos mal que en esto si coincidimos, Machu Pichu es la releche, como lo es el Taj Mahal, o las Pirámides de Egipto, un abrazo
Hola Carmen, dos veces ya he visitado Machu Picchu y nunca deja de sorprenderme. Creo que todos nos hacemos las mismas preguntas que vos te hiciste, es increible lo que se siente estando arriba.
Coincido plenamente con vos con lo que decis de las personas de los restaurantes, uno entiende que ellos quieren trabajar, pero llega un momento que te cansan. No se pueden hacer 2 pasos que se tiene un hombre tratando de convencerte para comer en su lugar.
Saludos desde Argentina!!
wow, que emoción y orgullo siento de ser cusqueño y ser parte de ese pueblo milenario. Gracias por haber escrito sobre la impresión que tuviste al conocer este hermoso lugar. A veces como cusqueños solo monetizamos a Machu Picchu sin darle el verdadero significado que tiene para nosotros los cusqueños, un motivo mas para sentirnos las personas mas orgullosas del planeta por haber nacido en esta hermosa tierra del sol.
¡Hola Carmen! ¡Simplemente Impresionante!!!!!! Tu post es genial; cada detalle, momento de tu impresión durante tu viaje a Machu Picchu sucedió conmigo. Antes de Viajar a Machu Picchu leí muchos post que hablan de Machu Picchu, pero realmente ninguna relata tan maravilloso como este Post.
Fascinante recorrido para llegar hasta Machu Picchu, es muy recomendable leer tu artículos. https://incredibletravelperu.com/tour-cusco-5-dias-4-noches/