Ya es oficial. En mi cabeza siempre lo ha sido, pero ahora ya más oficial no puede ser. El jueves 10 de diciembre (casi con toda seguridad: debo comprar aún el billete que me llevará a Delhi, de modo que la fecha exacta podría variar; día arriba, día abajo) dará comienzo mi viaje. Un viaje del que no sé exactamente lo que espero, pero con el que llevo meses soñando, y del que tengo el fuerte presentimiento de que cambiará mi vida.

Puede que esta afirmación no sea del todo correcta, ya que en estos momentos no tengo aún una «vida» propiamente dicha que pueda sufrir fuertes cambios, de modo que  tal vez lo que quiero decir es que marcará mi vida, o el rumbo que posteriormente tome, en un sentido u otro.  No puede ser de otra manera.

No tengo miedo. No me preocupa la vuelta, ni lo que pueda encontrar por el camino. Tengo expectativas, en muchos sentidos, que pueden verse satisfechas o no. Tengo ilusión, y no puedo esperar a encontrarme lejos de todo lo conocido, sin fecha de vuelta, y sin ninguna señal que me indique si debo ir hacia la izquierda o  a la derecha; sin nadie a quien rendir cuentas de dónde he estado o por qué he llegado tarde. Simplemente ser yo misma, abrir los ojos y aprender. Empaparme como una esponja de todo aquello que el mundo tiene para ofrecer, ahí, delante de mí, aguardando a que vaya a por ello.

No puedo esperar, pero tendré que hacerlo. Cinco meses. Hasta entonces, hay mucho que preparar.