En mi último viaje a India pude cumplir un pequeño sueño de los muchos que aún tengo pendientes en este país: ir a la Feria del Camello de Pushkar.

Esta ciudad, de la que ya escribí mis impresiones hace tres años, ocupaba un lugar muy especial en mi recuerdo de aquel primer gran viaje; y la Feria del Camello, siendo su gran evento anual (a pesar de que muchos la critiquen por haberse convertido en una atracción turística más), era un acontecimiento que quería vivir al menos una vez.

Otra de mis asignaturas pendientes era ver el lago con agua.

Llegamos a Pushkar tres días antes del inicio de la Feria y nos fuimos cuatro después, lo que da un total de 12 días de estancia en esta pequeña ciudad que en condiciones normales puede conocerse en uno.

No me aburrí. Durante esas casi dos semanas Pushkar estuvo sumergida en un ambiente festivo contante regido por un amplio programa de espectáculos, ceremonias y eventos que hacían que cada día fuese diferente. Aquellos que por cansancio o pereza no tenía ganas de asistir, simplemente me dediqué a descansar y vivir. Y eso en India es mucho decir.

Tampoco pude resistirme a subir otra vez en la noria. Me gusta el riesgo.

Cuándo ir y dónde dormir

La Feria del Camello de Pushkar tiene lugar entre finales de octubre y principios de noviembre, coincidiendo con la luna llena del mes de Kartika según el calendario indio Shaka Samvat.

El principal problema que rodea al evento es el alojamiento. Al hecho de que en esa época comienza la temporada alta de turismo, se suma que los hoteles y hostales suben sus precios debido a la gran demanda con motivo de la Feria, por lo que se suele recomendar reservar con mucha antelación (viéndote obligado a aceptar el desorbitado precio que, por teléfono o en Internet, marque el dueño del hotel) a menos que quieras exponerte a no encontrar lugar para dormir.

No obstante, esto no afecta a los viajeros acostumbrados a improvisar cada paso y que no tengan especial interés por un hotel concreto. Es cierto que nosotros llegamos tres días antes por precaución y que la ciudad ya se empezaba a ver llena de gente. Y también es cierto que en los hoteles, efectivamente, nos pidieron dos y hasta tres veces más del precio habitual.

Tuvimos que llamar a muchas puertas, pero finalmente encontramos en el hotel Rainbow, situado a pocos metros del lago, una habitación doble con baño y Wi-Fi por 600 rupias (8,3 euros = 4,15 euros por persona) que bajó a 400 rupias cuando la Feria terminó. No pretendo hacer publicidad del hostal; tan solo dejar claro que si se busca, se encuentra; y que en India siempre es mejor regatear el precio de las habitaciones in situ. En la calle no os vais a quedar.

La feria de camellos más grande del mundo

Tres días antes de la Feria, los camellos se cuentan por decenas de miles en las afueras de la ciudad. Ellos han llegado antes, pues los días de compra y venta siguen su propia agenda, y de hecho, cuando el programa de eventos comienza la mayoría de los comerciantes ya han emprendido el camino de regreso a sus hogares, en muchos casos en pleno desierto de Thar.

Durante esos días previos a la Feria todavía es posible pasear en las calles de Pushkar sin agobios, pero sobre todo se impone acudir a la entrada del desierto, donde los mercaderes montan sus campamentos y venden camellos fundamentalmente, pero también ovejas, cabras, vacas y artilugios propios de su actividad. Entre los vendedores de sillas de montar, mantas, riendas y turbantes tampoco faltan quienes, pensando en los turistas, aprovechan para exponer souvenirs y algunos productos fabricados con la leche, el cuero e incluso ¡los excrementos! del animal.

Sin necesidad de programas festivos, asistir a esa gran concentración de mercaderes, pastores, peregrinos y animales es todo un espectáculo. Fundamental acercarse al menos un día al atardecer para presenciar una puesta de sol única en la que las siluetas de los camellos se recortan sobre las luces del ocaso: es una imagen inolvidable.

Turbantes, bigotes, partidos de fútbol y vestidos de novia

Durante el Pushkar Mela, a lo largo del día se suceden eventos, ceremonias y actividades de toda índole que llenan aún más de música y color las calles de la ciudad en un país que ya de por sí es un constante festival.

En este caso, además, para bien o para mal el programa se ha ido adaptado al turismo con numerosos espectáculos y competiciones en los que los visitantes extranjeros tienen un papel principal, por lo que sea como mero espectador o como protagonista, en la Feria del Camello de Pushkar no hay lugar para el aburrimiento. Algunos eventos se solapan obligando a elegir, pero muchos otros tienen lugar todos los días, de modo que con un poco de organización es posible no perderse casi nada.

Eventos tan diversos como conciertos de música folclórica, carreras de caballos, concursos de camellos vestidos de gala, de bigotes o turbantes; otros en los que los turistas tienen la oportunidad de mostrar su destreza jugando al fútbol contra los indios, o en el caso de las mujeres, su gracia vistiendo un típico traje de novia rajasthaní, se suceden sin interrupción durante todo el día.

Espectáculo de coches suicidas, sin ningún tipo de medida de seguridad.

La ganadora del concurso de novias (izq.) fue una española llamada Carlota.

Para terminar, cada atardecer tiene lugar el Maha Aarti: un ritual que viste de velas y espiritualidad los ghat del sagrado lago donde, según la tradición hindú, Brahma quiso celebrar una ceremonia acompañado de su mujer y terminó protagonizando una escena de celos, nunca mejor dicho, de leyenda (versión muy resumida de la historia).

Y, por la noche, mezclarse entre la gente en las atracciones de la Feria. Subirse en el break-dance en India, rodeado de chavales absolutamente exaltados, con ganas de reír, pasarlo bien y relacionarse con los de fuera, es una experiencia única, doy fe.

De cómo me proclamé ganadora de una carrera de cántaros de agua

Para ser totalmente sincera, quedé segunda. ¡Pero compitiendo con las mujeres del desierto, más acostumbradas a portar sobre sus hombros estas enormes vasijas, es todo un logro!

Todo empezó con la pregunta de un policía mientras asistía al espectáculo de una familia de circenses ambulantes en el precario estadio de la ciudad: “¿Te gustaría apuntarte a una carrera?”. “¿A una carrera? ¿Yo, que siempre era la última en ser elegida para jugar al “pañuelito” en el colegio?”. Como no sé decir que no, accedí, creyendo (ingenua de mí) que habiendo tantos eventos a esas horas del mediodía, nadie prestaría atención a una carrera de porteo de cántaros de agua.

Cuando me quise dar cuenta estaba rodeada por trescientos indios (que no hubiesen dejado pasar la oportunidad de ver correr a quince mujeres ni en sus peores sueños), la prensa y televisión (tanto locales como nacionales) y hasta el sursuncorda. Cada una de las quince participantes tenía su propio club de fans.

Un momento de esfuerzo muy poco favorecedor, pero las caras de fondo piden a gritos que esta foto se haga pública.

Cómo, descalza y con esa fuerza en los brazos que tanto me caracteriza, conseguí llegar la segunda, no tengo ni idea. Pero aquí están las fotos para probarlo; y el trofeo, en la biblioteca de mi casa junto al Bitácoras 2010. Los dos grandes logros de mi vida.

Pan y circo

Los desfiles religiosos que se pueden ver durante la Feria del Camello de Pushkar harían palidecer a la más espectacular de nuestras Cabalgatas de Reyes (por poner un ejemplo).

Sí, pan y circo para el pueblo; pero en este caso, no puedo menos que defenderlo. Cuando uno está ahí, en medio de la multitud, compartiendo esa alegría, viendo las expresiones de emoción en los rostros de mujeres, ancianos y niños, resulta muy difícil no emocionarse con ellos e incluso (es mi caso) sentir una especie de moderada envidia por esa inocencia, esa sencillez en su forma de vivir que les hace sentirse dichosos y disfrutar de este tipo de acontecimientos festivos, a los que al final y al cabo están acostumbrados, como si fuera la primera vez.

Es difícil transmitirlo con palabras, así que (ahora sí) os dejo con unas poquitas fotos que intentan reflejar la espectacularidad y la magia de esos momentos. Demasiadas se han quedado en el tintero.

Por último, no quisiera cerrar esta entrada sin hacer una mención muy especial a mis compañeros de viaje durante esos días maravillosos: Germán, Lourdes, Nicolás, Martín (autor del blog Cueva del viajero) y Florcita (blog: El mundo es un libro). Sin vosotros no hubiera sido lo mismo: gracias.