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Los hombres-caballo de Kolkata

Están en todas partes. Mires donde mires, a cualquier hora del día o de la noche, bajo este calor sofocante o en época de monzón. Compitiendo contra auto-rickshaws, bici-rickshaws, taxis, autobuses, e incluso el mismísimo metro. Únicamente con la fuerza de sus brazos.

Algunos son muy mayores. La mayoría no pesará más de 50 kilos. Muchos van descalzos. Y aún así, ahí están: bien corriendo (porque, sí: corren, aunque tengan que cargar con el peso de una gigantesca gorda y su nuevo televisor), bien esperando un nuevo transeúnte al que llevar de un lado a otro de la ciudad.

Cada día son más de diez (y de quince, y de veinte) los que desde el otro lado de la acera se ofrecen para llevarme a alguna parte. En mi caso la decisión es fácil: a todas partes voy caminando. Pero si así no fuese, ¿qué hacer? Es su trabajo. La pérdida de un cliente equivale a veinte rupias menos para comprar la comida de esta noche.

Lo que es yo… no puedo. Lo siento, pero no soy capaz de subirme en uno de estos hombres-caballo.

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*Aunque algunos lo critiquen, para mi el mejor libro para acercarse a la ciudad de Calcuta y a la vida de uno de estos rickshaw wallah, es “La ciudad de la alegría” de Dominique Lapierre. “Estilísticamente” nefasto (o al menos eso me pareció a mi, aunque quiero pensar que era la traducción…), pero como documento realista y estremecedor, el mejor. No me preguntéis por la película: cuando me enteré de que la protagonizaba Patrick Swayze, me negué en rotundo a verla.

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7 comentarios en Los hombres-caballo de Kolkata

  1. Rubén 15 marzo, 2010 at 15:46 #

    Yo tampoco podría dejar que tirase así de mi alguien a quien le saco taitantos kilos :S

  2. Gromit 15 marzo, 2010 at 17:10 #

    Mmm…
    Curioso…
    Yo es que siempre he sido más de tren…

  3. jose 15 marzo, 2010 at 19:02 #

    PRUEBA A SUBIRTE, despues de haberte subido en el techo del tren…puedes pensar que le humillas, pero tambien piensa que le puedes privar de algunas rupias que seguro le vienen bien.
    Dile que quieres conocer a su familia que te lleve donde él vive ,saca fotos y cuentanos su vida,sus necesidades, como vive…ayudanos a entender la India de la calle,no nos dejes con la imagen de la gorda y el televisor.
    Quien sabe, detras de tanta cara seria,en algun lugar puede haber un poco de alegria.
    Enhorabuena por tu pagina, te sigo desde que preparaste la mochila.A seguir VIVIENDO.

  4. jose 15 marzo, 2010 at 19:23 #

    He vuelto a leer tu ultimo articulo y no te subiste al techo de un tren,era de un autobus,pero bueno es igual si te animas cuentanos que hay detras del rickshaw,a parte de la gorda. Tus seguidores te envidiamos y te queremos.Un abrazo.

  5. Elena 19 marzo, 2010 at 7:27 #

    Hola Carmen,
    Te sigo desde hace tiempo y finalmente me he decidido a escribirte. Solo queria decirte que esa capacidad que tienes de transmitir sentimientos ya hacernos viajar a tu lado es un don. Disfruto leyendote como si viajase contigo, me preocupo cuando tardas en escribir, y cuando recibo el e-mail con tu nueva entrada, no lo abro enseguida, sino que espero hasta llegar a casa (suelo recibirlo en el trabajo), donde lo leo tranquilamente tomandome un cafe. Es uno de mis momentos de tranquilidad de la semana, donde puedo dejar volar la imaginacion y soñar con lugares que tal vez vea algun dia. Por todo esto queria decirte: gracias. Sigue escribiendo, no lo dejes, porque a muchos de los que estamos al otro lado de la pantalla nos haces un gran regalo con cada uno de tus escritos.
    Un abrazo desde España

  6. jose ochoa castillo 11 julio, 2012 at 6:55 #

    Este es el resultado del crecimiento económico y la democracias que se sostienen con las puntas de los fusiles asesinos, que las mantienen en el poder, mientras el hombre para sobrevivir se convierte en animal ara tirar los coches.

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  1. Cuatro años sin Paloma Gómez Borrero – El Tridente - 24 marzo, 2021

    […] visitado esa ciudad del infierno donde existía, no sé si todavía seguirá, el hombre caballo. Hombre caballo que tiraba de una especie de carreta y era más barato que el taxi y veías aquellos hombres […]

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