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Muang Sing y el trekking de la muerte (3 de 3)

Crónica del segundo y tercer día

Dormí poco y mal: por el tiempo que tardé en decidirme a salir de la cabaña a hacer pis, por el susto del cerdo, y por el frío. Finalmente amaneció, y aquello ¡ah! era otra cosa.

El sol brillaba, y aunque tenía todos los músculos del cuerpo doloridos por haberme acostado con la ropa mojada, rápidamente me levanté para aprovechar el rato que teníamos antes de abandonar la aldea. Eran más o menos las siete y media de la mañana.

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Claro que, antes, tuve que cambiarme de ropa. Las camisetas que había dejado secando junto a las brasas la noche anterior olían a chamusquina y estaban igualmente sucias y húmedas, pero aceptables. Lo que no tenía solución posible eran las zapatillas: introducir los pies en ellas era como meterlos en un charco. Al caminar hacían “chof, chof, chof”. Teniendo en cuenta que me quedaban dos largos días con ellas puestas, más me valía hacerme a la idea.

Pero lo peor vino al encender la cámara de fotos: el agua y la humedad habían hecho de las suyas, y el visor y los objetivos estaban completamente empañados, de modo que las fotos que durante esa hora saqué fueron un desastre. Las primeras, insalvables; las siguientes las hice ya sin ilusión.

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El segundo guía en la cocina de nuestra cabaña

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Fotos empañadas

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Mientras paseaba, maldije una vez más al guía y la puñetera organización por habernos arrebatado la posibilidad de llegar un poco antes el día anterior. La aldea era auténtica: un puñado de cabañas sostenidas sobre pilares de madera, al estilo de los hórreos del norte de España, como medida preventiva ante las fuertes lluvias. Ni agua corriente, ni electricidad (más que la que proporcionaba el generador de una especie de “centro cívico”, donde incluso tenían una televisión). Por muchos turistas que a lo largo del año pasasen por esa zona, los Akha se mantenían casi al margen de modernización.

Los Akha de esta aldea llegaron allí 15 años atrás, provenientes de las montañas. Esto quiere decir que se trata de una aldea joven, formada por apenas dos generaciones: padres e hijos. Para estos últimos cuentan con una escuelita de educación primaria, pero el profesor tiene serios problemas con los padres, que muchas veces obligan a sus pequeños a quedarse en casa trabajando el campo o ayudando en las labores del hogar. Ellos son analfabetos, y en sus esquemas la educación es un asunto secundario, aunque el Gobierno laosiano imponga la enseñanza primaria como obligatoria. Quienes completan esta etapa, para continuar estudiando deben ir a a ciudad, lo que en la mayoría de los casos resulta del todo inaccesible para unas familia que viven en una economía casi autárquica y de subsistencia.

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Habitación de familia Akha

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Pero lo que más me llamó la atención de su cultura lo vimos cuando ya estábamos abandonando la aldea. Alejada unos metros del resto de las casas había un par de cabañitas, compuestas por una única estancia del tamaño de una cama. Su función, precisamente esa: ser una cama para los jóvenes que, antes del matrimonio, quisiesen “conocerse mejor”, por supuesto con el consentimiento de los padres. Teniendo en cuenta que los Akha se casan más o menos a los 16 (las mujeres) y 17-18 años (los hombres), quienes usan esas “cabañas del amor” pueden ser niños de 14 o 15 años.

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«Cabaña del amor»

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Empezamos a caminar, y automáticamente empezó a llover. Afortunadamente durante esa parte del recorrido sólo atravesamos campos de pendientes moderadas, y nuestra única preocupación consistía en mirar muy bien dónde pisábamos para no resbalar, porque el suelo seguía siendo fango. ¡Y hasta vimos seres humanos! Mujeres trabajando el campo que además fueron muy simpáticas.

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Pero la paz no podía durar: enseguida nos metimos nuevamente en la selva. En esta parte del relato deja de haber fotografías porque:

1- Cayó el chaparrón del siglo.

2- Necesitaba ambas manos para no resbalar.

3 – Sinceramente, estaba hasta las narices.

En cualquier caso, no hay nada nuevo que mostrar: más raíces, más barro y más mala leche acumulada durante las casi cuatro horas que caminamos selva adentro, resbalando constantemente y preguntándonos cuándo terminaría toda esa locura.

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No sólo no terminó, sino que fue a peor: entraron en escena los ríos. Tuvimos que atravesar dos. Del primero tengo fotografías, y aunque en ellas aparente ser un riachuelo inofensivo (claro: hice las fotos antes de entrar en él), las piedras resbalaban y pinchaban como cristales, la corriente os aseguro que era fuerte, y el guía no se conformó con hacérnoslo cruzar: hubimos de seguir su curso durante un buen rato, haciendo equilibrios con un palo. En algunas zonas el agua llegaba a la altura de medio muslo.

El segundo río sólo lo cruzamos, pero escarmentados de la experiencia anterior, algunos de los miembros del grupo tuvimos la genial idea de meternos en él con las zapatillas puestas. Fue nuestra ruina. Terminado el trekking, esas zapatillas no me las pude volver a poner.

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Parece un riachuelo, pero no lo era. Al menos, no después.

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Fue salir de la selva y volver a brillar el sol. Paramos a comer en un paraje precioso donde pudimos poner nuestra ropa a secar y recuperar el aliento. Esa comida, justificadamente, se prolongó casi una hora: necesitábamos descansar.

Y entonces el guía titular nos dio una gran noticia: para llegar a la aldea donde dormiríamos esa noche sólo teníamos que seguir caminando por aquel sendero de tierra. No más selva: la pesadilla había terminado. Presos de la euforia, nos levantarnos con la intención de echar a andar inmediatamente para llegar a la aldea a una hora que nos permitiese ver algo.

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Pero el guía no nos lo iba a poner tan fácil. Dijo algo sobre una cascada. ¡Ah, sí! ¡La cascada! Algo nos habían comentado al contratar la excursión. Pero, ¿quién quería ver la cascada después de tal paliza? ¿Tan espectacular era? ¿Estaba cerca? Según el guía, sí: para llegar a ella había que subir por un camino algo escarpado, pero eran sólo 20 minutos y merecía mucho la pena, ¿cómo negarnos?

La francesa y yo nos miramos. “No, no… nosotras preferimos esperar aquí, o empezar a caminar hacia la aldea, tranquilamente”. El guía nos dijo que era imposible, la aldea estaba lejos y el grupo no se podía separar. E insistió en que la cascada estaba “ahí, a dos pasos”. A la cascada, pues.

Por supuesto, la cascada no estaba cerca. Los veinte minutos se convirtieron en una hora, y el camino no era escarpado: era selva pura y dura, ya no en vertical, sino “de lado”, junto a un barranco, y muy resbaladizo (no sé ni cómo explicarlo). Fue espantoso. El guía, como siempre, a su ritmo muy por delante del grupo. Todos mis compañeros se metieron sus buenos leñazos, y yo no podía creer mi suerte: con lo torpe que puedo llegar a ser, por el momento mantenía el equilibrio.

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Finalmente llegamos a la cascada, que como yo ya me temía, resultó ser una mierda. Disculpad el lenguaje, pero me cuesta encontrar las palabras para manifestar la decepción y el enfado que sentí entonces. Era una cascada del montón, que ni por asomo merecía el esfuerzo que habíamos tenido que hacer para llegar hasta ella. Y encima, no paramos ni cinco minutos para verla. Ni cinco. El guía nos apremió para que hiciésemos la foto y siguiésemos caminando, pues se nos podía hacer de noche otra vez.

En el camino de regreso hasta el sendero de tierra, resbalé. ¡No podía durar tanto mi suerte! Rodé pendiente abajo un par de metros y di con la cabeza en una roca. No empezó a dolerme hasta un minuto después, pues tras el golpe quedé completamente aturdida. El guía no se dio cuenta, ¿cómo iba a hacerlo, si estaba ya casi en Jerusalén? La mala suerte me vino toda de golpe, pues cuando me miré las piernas no tenía una ni dos, sino seis sanguijuelas chupándome la sangre. Un fiestorro.

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El trayecto hasta la aldea fue corto, de apenas una hora más. La aldea no estaba lejos, pero el guía no había querido dejarnos ir solos, del mismo modo que tampoco había permitido que la francesa y yo abandonásemos el trekking esa mañana, en el medio de transporte que fuese y pagando lo que nos pidiesen. Supongo que eso para él supondría un fracaso, y que cuando su jefe de Tiger Man lo supiese, se le caería el pelo.

Pero vamos con los aspectos positivos: ¡esta vez llegamos a la aldea cuando aún era de día! Tuvimos tiempo de dar un breve paseo, comunicarnos por signos con los locales e incluso “bañarnos” con ellos en una fuente. Todos juntos, hombres , mujeres (con el pecho al descubierto), niños, franceses y belgas. Fuimos el espectáculo del día.

Al cabo de un rato, cuando la fuente quedó despejada, me acerqué sola a limpiar mis calcetines y alguna camiseta. No tenía jabón, así que me conformaba con estrujarlos bien y quitarles el barro más superficial. En esas estaba cuando una jovencita se me acercó y, mirándome con lástima, me ofreció una bolsita de su detergente en polvo. Creedme si digo que ese momento valió todos los sufrimientos pasados los días anteriores. Estuve a punto de echarme a llorar.

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Aquella noche se generó una gran discusión entre los miembros del grupo y el guía titular. Una de las belgas estaba empeñada en que al día siguiente hiciésemos el camino “largo”, de siete horas por la selva, pues así lo había contratado. Los demás nos negábamos a ello pues, además de saltar a la vista que no podríamos resistir una paliza más, lo que habíamos hablado son el señor Tigre era que el tercer día caminaríamos cuatro horas por sendero.

Para no aburriros, sólo diré que la pelea se prolongó hasta altas horas de la noche y creó muy malos rollos tanto entre los “expedicionarios” como entre los guías, que por un momento llegaron a sugerir la posibilidad de dividirse para que cada uno llevase a una parte del grupo. Si no se hizo fue porque, después de mucho insistir al segundo guía para que manifestase su opinión (el pobrecillo era un subordinado que sólo acataba órdenes), finalmente confesó que él sólo no se atrevía a ir por la selva, porque era intransitable. ¡Por fin alguien con dos dedos de frente!

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No he podido resistirme: Retrato de la familia en cuya casa nos alojamos. Los rostros están insertados con Photoshop.

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Desayuno energético.

Al día siguiente, tras una noche parecida a la anterior, nos levantamos contentos a sabiendas de que aquel día dormiríamos en Luang Namtha. Si todo iba bien y llegábamos a tiempo de coger el autobús de las dos de la tarde, claro.

Tuvimos suerte. El tercer día de trekking puede resumirse en un agradable paseo entre campos y montañas que duró las cuatro horas pactadas y terminó en una aldea donde los niños salieron como locos a jugar con nosotros. Cuando la furgoneta llegó, creí estar viendo un espejismo.

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Sucia y apestosa, pero feliz

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33 comentarios en Muang Sing y el trekking de la muerte (3 de 3)

  1. Nerea 2 febrero, 2012 at 12:08 #

    La verdad que con este relato….esta una como para hacer muchos trekkings…de lo malo se acabó…

    esa noche dormirias como una reina!

    milittletreasure.blogspot.com

    • Ku 4 febrero, 2012 at 11:27 #

      Dormí como una bendita… ¡y me quedé tres días más en Luang Namtha descansando! :P

  2. Riky 2 febrero, 2012 at 12:53 #

    Hola ku!
    Menuda odisea la que nos acabas de narrar, y que “angelito” el guía ese que os toco en suerte no? la verdad, que hay que tener mucho cuajo para aguantar (a parte de las vicisitudes de la ruta) la actitud impresentable del sujeto. Menos mal que no hizo viento fuerte,por que esas cabañas de madera..no se si aguantarían un temporal (como el que nos viene a nosotros hoy, de frio y nieve ) ya te doy el parte meteorológico..ja,ja. Por cierto, vaya fiasco de cascada, para meterle de cabeza al tipo ese que os llevo.
    Pero en fin, se supone que estas cosas pasan, que son cosas impredecibles, y forman parte de esa vida tan intensa que as elegido vivir.. además si dices que al final valió la pena…Las fotos son muy descriptivas, nos podemos hacer una idea de lo que pasaste.
    Un besote!

    • Ku 4 febrero, 2012 at 11:29 #

      ¡Hola Riky!

      Aguantar, aguantan… ¡como que llevan ahí 15 años! Lo cierto es que no viven mal los Akha, a veces me pregunto qué vida es mejor, si la suya o la nuestra…

      Sobre el guía, nada más que añadir, ¡ya he soltado mi aviso!

      ¡Un abrazote!!

  3. Ana María 2 febrero, 2012 at 13:08 #

    Bueno, después de esto ya estás preparada para cualquier cosa! jajaja… yo no hubiera resistido algo así, sinceramente. Lo de las sanguijuelas…………………. uff! creo que me daría una crisis nerviosa si veo a uno de esos animales enganchado a mí! no los soporto!!!!

    • Ku 4 febrero, 2012 at 11:31 #

      ¡Hola Ana María!

      Las sanguijuelas a mi también me daban un repelús que «pa qué»… Luego, más que asco lo que es es un engorro, pues al chuparte la sangre segregan una especie de anticoagulante, y cuando te las quitas o se caen, sangras y sangras durante horas :S Lo peor es que desde entonces (y ya han pasado tres meses) aún tengo las seis marcas en la pierna!! Vaya con los bichitos… ¡un saludo!

  4. David 2 febrero, 2012 at 21:11 #

    Pues como dije en el otro post, cuando vaya a Laos quiero contratar esa misma excursión con la misma compañia tan poco profesional!! A mi es que me gusta ese tipo de caos y desorganización, le da un toque extra de aventura-experiencia, y lo de los pueblos por si solos ya merece un trekking tan duro. Aunque ciertamente, llevar a gente tan dispar es un error, y la cascada no parece nada especial. Lo de vadear ríos es un horror, pero al menos el agua no estaba helada (eso lo sufrí en Islandia y es un dolor atroz).

    Por cierto, que me gustan tus aventuras y como las cuentas.

    Saludos

    David

    • Ku 4 febrero, 2012 at 11:37 #

      Jajajaja, como diría Jesús Vázquez:¡Allá tú! :P Si te gustan este tipo de aventuras, lo disfrutarás seguro ;) A mi no es que no me gusten… pero me hubiese conformado con que me hubiesen avisado antes!

      Muchas gracias por el cumplido! Me alegro mucho de que te guste :D

      Un abrazo!

  5. Taide 2 febrero, 2012 at 23:19 #

    Qué pesadilla! No sé como lo pudisteis soportar. Aunque las fotos son preciosas!

    • Ku 4 febrero, 2012 at 11:38 #

      ¿Preciosas las fotos? Bueno, ¡si te gustan me alegro un montón!! Yo me sentí algo frustrada en ese aspecto… en esas condiciones era imposible hacer fotos y las que saqué lo hice ya por hacer…. :S

  6. José Carlos DS 3 febrero, 2012 at 0:23 #

    Desde luego que menudo show, es que realmente esa desorganización y esa falta de información no es normal, se apunta ahí cualquiera pensando que es una ruta agradable por el campo y acaba que parece que ha estado en la guerra XDDDD

    Yo creo que me junto con 3 o 4 amigos y ponemos de los nervios al guía fijo, ¿que quieres meternos por terrenos impracticables? Pues te vas a enterar hombre jaja

    El retrato es mejor que los photoshop de la Casa Real :D Lo único que he echado en falta algún vídeo con grabaciones en directos, en los senderismos se pueden llegar a decir muchas burradas si se pone la cosa chunga y si se graban luego quedan para el recuerdo jeje

    Pues nada, trekking de la muerte leído. Saludotes!

    • Ku 4 febrero, 2012 at 11:42 #

      Ay… ¡estaba yo en esos momentos como para hacer vídeos! Doy gracias a Dios de que la cámara de fotos se salvase… aunque no es la misma desde entonces :(

      ¡Un abrazo!

  7. El Guisante Verde Project 3 febrero, 2012 at 10:08 #

    Hola Ku!, menuda odisea de trek, aunque lo bueno es que de experiencias así se aprende, y mucho.
    Nosotros no somos montañeros de altura, escaladores, pero treks sí que hemos hecho. Bastantes. Y diría que, casi en cualquier lugar, es fundamental conocer con quien caminas. De salida, un trek como ese, en el que se habla de siete horas, nunca un grupo de absolutos desconocidos lo va a hacer en ese tiempo.
    Por otra parte, un trek en la selva sin botas de caña alta te asegura sanguijuelas, y alguna que otra morderura. Tampoco parece que llevéis bastones de montaña. Y lo de no llevar chubasquero o capa…
    Y luego está la información que te dan los que organizan. Normalmente todo es fácil, está genial, etc, pero la realidad suele ser otra.
    A nosotros nos ha ocurrido de todo, pero ya te digo que con la experiencia se aprende. Y también es cierto que pasado el tiempo las cosas se ven de otra manera, especialmente si no ha habido consecuencias graves, así que ánimo que al fin y al cabo fíjate lo que estas recorriendo!! ;-)

    Un abrazo
    Roberto

    • Ku 4 febrero, 2012 at 11:48 #

      ¡Hola Roberto!

      A ver, yo antes he hecho también bastantes trekkings. Posiblemente no tantos como vosotros (¡seguro!), pero alguno que otro sí. Debían ser sencillitos, porque nunca he necesitado los bastones de montaña. Botas de caña alta sí llevaba, esta vez he viajado con unas más bajas por cambiar…

      En cualquier caso, el verdadero problema de todo este asunto residió (y ahí está el engaño) en que no nos advirtiesen de las condiciones que nos íbamos a encontrar durante la travesía. No nos dijeron que podía llover; nos hablaron de «caminatas», no de pasar horas y horas gateando y resbalando por un terreno en el que a duras penas se podía avanzar; por supuesto, ninguna mención a que los caminos llevaban meses cerrados; nos dijeron unas horas estimadas que en nada se parecían a las que al final fueron, y sobre todo, ¡nos llevó un guía al que le importaba un comino lo que nos ocurriese! (y que, por cierto, era bastante antipático).

      De las experiencias se aprende, sí, pero la próxima vez que haga un trekking de este estilo, y me digan que todo va a estar bien, que vamos a hacer esto, esto y esto, ¿cómo puedo saber que es verdad, que no me están engañando?

      Un abrazo!!

      • El Guisante Verde Project 8 febrero, 2012 at 15:11 #

        Jajaja, hola Ku! Saber cuando es cierta la info sobre los treks, es muy, muy difícil. Si tienes un mapa, ayuda mucho. Y claro, en paises con selva, siempre hay que ponerse en el peor de los casos: lluvia, barro y bichos. ¡Aunque haga un sol de la pera el día antes! A pesar de todo no se puede ir del todo seguro. Es el precio a pagar por lo que nos gusta!
        Un abrazo, y buenas noches, allá por las Antípodas :D

  8. M.C. 3 febrero, 2012 at 13:00 #

    Qué agobio me ha dado leer tu entrada!! Y ya el remate ha sido leer lo del trompazo que te pegaste y las sanguijuelas!! Pufff!! Yo creo que no habría podido hacerlo!! Soy demasiado comodona y viajar en esas condiciones me agobia!
    Un abrazo

    • Ku 4 febrero, 2012 at 11:49 #

      ¡Hola Mari Carmen!

      Llámame exagerada, pero el trompazo tenedlo en cuenta si dentro de unos meses sufro un derrame cerebral inexplicable. No es ninguna broma: con golpes así en la cabeza, nunca se sabe…

      Un abrazo!!

  9. Dos de viaje 4 febrero, 2012 at 2:37 #

    Vaya odisea!!! Me pasa a mi eso y la verdad es que no sé cómo hubiera reaccionado… pero hubiera acabado llorando de rabia seguro…

    • Ku 4 febrero, 2012 at 11:54 #

      Yo lloré el primer día, en el corredor de la muerte, y ahí ya me desahogué. Los dos días siguientes sólo tenía rabia y ganas de terminar! Aunque admito que la experiencia en las aldeas fue maravillosa :D

      Un abrazo!

  10. Saray 4 febrero, 2012 at 11:33 #

    Ha quedado claro que nada de trekkings durante la época de lluvias. Vaya tres días…tenías razón con eso de el trekking «de la muerte»!
    La verdad es que esas aldeas que visteis con sus gentes tienen pinta de merecer la pena pero con el humor que estaríais…que amable la joven del jabón!
    Bueno, al final una experiencia más!

    • Ku 4 febrero, 2012 at 12:09 #

      La primera aldea ni la disfrutamos, esa es la verdad. Una horita por la mañana, y con el cabreo de la cámara de fotos y las ganas que tenía de desaparecer de allí… te lo puedes imaginar.

      En la segunda aldea fue distinto, pero al final los malos rollos acumulados hacen que uno no lo mire con los ojos que hubiese deseado…. La chica del jabon fue un encanto. Ni habló, pero con ese gesto (y en el estado en el que yo en esos momentos me encontraba) me emocionó muchísimo :D

  11. Blai 5 febrero, 2012 at 4:21 #

    Madre mía, qué peripecias… hahah

    He disfrutado mucho leyendo está crónica, Ku. Me ha divertido mucho pero a la vez me ha hecho sufrir imaginarte allí… Madre mía!

    Vamos, que me lo apunto como algo que no voy a hacer en mi paso por Laos (no creo que haga mucho más que instalarme en LP por unos laaaargos días!) ¡Y cada vez se acerca más el momento! hehe En 15 días ya estaré yendo hacia allí creo… :P

    Un muy fuerte abrazo desde Shanghai!

    • Ku 6 febrero, 2012 at 8:15 #

      Blai, no te voy a decir la envidia que me das al ir a Luang Prabang porque ya la sabes… Como me gustaria estar en tu lugar!! Disfruta muchisimo!!

      PD: Perdon por la falta de acentos. Estos teclados kiwis…

      • Blai 7 febrero, 2012 at 5:25 #

        hehe Te das cuenta, hace unos meses, yo te decía exactamente los mismo!!! Ai dios.. LUANG PRABANG, son palabras mayores, simplemente espero que esté al menos igual que antes, no lo necesito mejor; PERO NO PEOR! (sólo de pensar en los 30ºC, en salir temprano a ver a los monjes, en pasear sin rumbo, en alquilar una bici, en sentarme en una terracita… AINS!) Nada, en unos 10-15 dias i estoy allí!! ARGH! ME MUERO!

        Un abrazo Ku!

        • Ku 8 febrero, 2012 at 11:58 #

          Según lo escribía me daba cuenta de ello, Blai, jaja! Las vueltas que da la vida! Pero me alegro mucho de que ahora seas tú quien vaya a disfrutarlo :D Aunque me des mucha envidia!!!! :P

  12. matias 7 febrero, 2012 at 16:40 #

    Me leí los tres relatos desde el título hasta el último punto, así que me he visto más que obligado a comentar (faltaba menos). Gran experiencia!, y tremenda la agencia de la excursión de no explicar algo así con anticipación. Eso sí, lo de la cascada calificada como «una mierda» me ha dado mucha risa. Es como la frutilla del postre del trekking de pesadilla….Supongo que el tiempo transformará ésta anécdota en una historia a la que le tengas más cariño. Me gusta tu blog, así que vuelvo más que seguido a él….
    Un saludo!

    • Ku 8 febrero, 2012 at 12:07 #

      Gracias Matías! No pretendía ser graciosa, pero entiendo que el relato provoque risa porque fue surrealista!! Con el tiempo hasta yo misma me río, y seguro que a la larga se convierte en uno de los grandes recuerdos de mis viajes ;)

      Un abrazo!!

  13. Fran soler 9 abril, 2012 at 20:17 #

    Se le quitan a uno las ganas de hacer un trek por Laos, que días más sufridos hija mía….¿ cual era el nombre de la empresa, para tenerlo bien apuntado?
    En fín, a toro pasado se ve de otra manera pero he visto que has aguantado bien el tirón!! Saludos

    • Ku 11 abril, 2012 at 22:34 #

      ¡Hola Fran! Perdona por los días de silencio… acabo de volver a España y ando a tope :D

      El nombre de la agencia era Tiger Man… No quiero decir que sea mala, seguro que las personas que hayan hecho treks con ellos en otras épocas del año han regresado con una experiencia estupenda, pero sí fueron un poco irresponsables con nuestro grupo aquellos días…

      ¡Un saludo!

  14. Sabela 10 mayo, 2013 at 15:36 #

    Hola! Me ha gustado mucho tu relato, vamos, tu forma de contarlo… :)
    Quería preguntarte en qué época fuiste porque yo tengo pensado ir entre julio y agosto y tenía pensado hacer un trek de dos días en Luang nam Tha, otro por Muang Ngoi y en Luang Prabang. Pero leyendo lo que cuentas se quitan las ganas! Cuando yo voy es época de lluvias, así que no se si replantearme todo el itinerario.
    He hecho muchos treks y no me asusta lo empinado, pero sí que puede ser aburrido estar tres días caminando mirando para los pies. Por otro lado, upongo que habrá un camino único o es que cada agencia tiene su sendero abierto? sabes algo de eso?
    Un saludo!

    • Carmen 10 mayo, 2013 at 18:38 #

      ¡Hola Sabela!

      El trekking, como cuento en la primera parte del relato (está dividido en tres post, no sé si los has leído todos), lo hice en noviembre. Al parecer acababan de abrir las rutas después de la época de lluvias, y por eso estaban así… llenas de zarzas, etc. Como ese año, además, las lluvias habían durado más de lo previsto (no sé si recuerdas las inundaciones en Bangkok) pillamos tormenta sí, tormenta también…

      Yo he hecho varios trekkings, me gustan mucho (con moderación, que tampoco soy una Gran deportista) y éste concretamente es precioso y atraviesa unos paisajes de cine. Te lo recomiendo totalmente, pero infórmate antes de las condiciones de los senderos, que no te lo maquillen. Quizá en julio y agosto no sea así.

      Un abrazo!

  15. Sandra 4 septiembre, 2016 at 18:37 #

    Me he estado riendo porque lo cuentas con mucha gracia, pero desde luego la historia es parar ponerse a llorar, ¡qué tortura! Ya sé qué termine no hacer en Laos, desde luego, miraré en otras zonas del Norte entonces. ¡Un abrazo!

  16. Juan 21 diciembre, 2023 at 13:37 #

    Irse a una caminata de 3 días por una selva tropical sin chubasquero, en vaqueros y con zapatillas.

    Lo mínimo antes de contratar una actividad o adentrarse en cualquier lugar, es informarse bien previamente de donde se va. No hace falta que la empresa de trekking te lo diga, es de sentido común que una selva tiene ciertas condiciones y de responsabilidad por uno mismo y los que le acompañan ser consciente de ello e informarse bien previamente, hay muchas formas de hacerlo, aparte de la que te lo diga la empresa con la que contrates.

    Siento decírtelo pero eres la típica turista europea del siglo XXI, con el victimismo y «los derechos» como bandera, ignorando que no estas en Europa y echando toda la responsabilidad de sus actos en otros.

    Seguro que la niña que te dio el detergente no se quejaba ni exigía sus derechos, estando en una situación mucho peor que la tuya.

    Por personas como tu el Everest está colapsado de inconscientes y los seguros frotándose las manos.

    La próxima vez plantéate mejor un café europeo de Bali o de Hoi An, antes que una selva en Laos, pero sobretodo infórmate antes y no eches la culpa de tus propios errores a otros, ni traslades tus ideales de Europa a lugares donde todavía se vive de otra manera.

    Un saludo y suerte

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