La foto que encabeza este post tiene como único objetivo demostrar que: 1) sí, he llegado a Rusia; y 2) sí, sigo viva. Tan atolondrada como siempre, aunque quizá un poquito más sucia y ojerosa.

Sé que no tengo perdón. Se supone que este blog debería ser un cuaderno de viaje en directo (o casi), y sin embargo, mientras el año pasado a estas alturas ya os había contado cada paso que había dado, de qué color era mi mochila, cuántos kilos pesaba, y la marca de mi antidiarréico, éste ni siquiera he tenido la decencia de avisar un día antes de que, por fin, comenzaba mi viaje.

Lo cierto es que, desde que he llegado a Rusia, hace hoy exactamente una semana, he tenido poco tiempo para la reflexión y todavía menos para sentarme delante de la pantalla del ordenador a plasmar mis primeras impresiones sobre el país. Me encuentro en un estado de adaptación y, sobre todo, “tránsito” que me tiene algo descolocada; y finalmente he tenido que admitir que, a ese paso, si esperaba un poco más para escribir algo, corría el riesgo de ponerme las pilas cuando ya estuviese cruzando la frontera con Mongolia o algo peor.

Así que me he dicho: «Carmen, vas a escribir. Aunque sólo sea para decir que estás bien, que San Petersburgo es una ciudad preciosa, y que aunque ahora no tengas la cabeza demasiado en su sitio, poco a poco estás tomando conciencia de que El Viaje ha comenzado, y tienes un montón de kilómetros por delante para centrarte y volver a coger el ritmo de observación y escritura que ahora, y debido a la excitación de los primeros días, parece que hayas perdido.»

Así pues: ¡He llegado a San Petersburgo! De hecho he pasado allí cuatro días y, en el momento de escribir estas líneas, ya estoy en Moscú, en casa de un anfitrión que me saca de paseo a las nueve de la mañana y no me trae de vuelta a casa hasta las diez de la noche. Mis piernas, que se habían vuelto un poco vagas últimamente, lo notan. Y no sólo eso: Frank, que así se llama mi “segundo amigo ruso”, es una base de datos que habla por los codos, escupiendo nombres y fechas con tal intensidad, que a duras penas soy capaz de retener la mitad. Así que cuando llego a casa estoy hecha una piltrafa física y mentalmente. ¡Como para ponerme a escribir! Si apenas soy capaz de dar con la cama…

Por eso he decidido “pasar” (por el momento) de San Petersburgo, ventilarlo diciendo que he llegado bien, y prometer llevar los próximos capítulos de este diario al día, como siempre. Al fin y al cabo, tampoco se ha producido, durante mi estancia en la antigua Leningrado, ningún suceso insólito o importantísimo que requiera, inexcusablemente, ser recordado. Si acaso lo lamento por las fotografías… pero ya las iré subiendo durante los próximos días a su álbum de Flickr. Y el día menos pensado, escribo un post sobre la ciudad.

Lo importante es que ya estoy en Rusia, y en dos días comienzo el Transiberiano propiamente dicho. Destino: Bangkok. ¿Llegaré? ¿Cuándo? ¿En qué condiciones? ¿Conseguiré mantener mi presupuesto medio de 15 euros diarios? ¡Chan, chan, chan! No cambien de canal.