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Cartas desde Birmania (2): Un viaje accidentado

Ayer por la tarde cogí el autobús que debía traerme a Bagan. Cuando llegué a la estación, se dio una situación bastante divertida: todo el mundo me miraba, y muchos (hombres, mujeres y niños) me gritaban “hello” aunque me encontrase de espaldas a diez metros de distancia, por lo que no me quedaba más remedio que darme la vuelta hacia un lado u otro, saludando a todo el mundo como si fuese el Papa.

Mientras esperaba a subirme en el autobús, un chico se acercó a hablar conmigo (en un inglés bastante precario), y no pasó mucho tiempo hasta encontrarme rodeada por un corro de más de diez birmanos, atentísimos a mis respuestas o a la traducción simultánea que otro hombre hacía a medida que yo hablaba.

Al parecer estaban bastante sorprendidos de que estuviese sola. Al enterarse de que era de España, hacían comentarios del tipo: “Oh, ¡Spain! Pero los españoles normalmente vienen en grupos”. No concebían que una chica como yo viajase sin compañía, ni mucho menos que para ir de una punta a la otra del país cogiese un autobús de casi catorce horas, en lugar del avión, sólo por “ver el paisaje”.

El autobús salió más o menos a la hora prevista (las 16:10), y por suerte tenía aire acondicionado. Poco, pero tenía. Cuando todo el mundo se hubo subido, primera sorpresa: los autobuses birmanos, además de los dos asientos a cada lado, tienen (a ver cómo lo explico)una “tercera fila” que se monta en el pasillo, cuando los demás asientos están ocupados, mediante una especie de banquetas con un mínimo respaldo (de no más de un palmo de altura) que sacan del apoyabrazos de los asientos de la izquierda. De forma que no hay pasillo, y de lado a lado del autobús van cinco personas (unas más cómodas que otras). Vamos: que el autobús iba a reventar.

No era el único: hacia Bagan, a la misma hora, salían unos seis autobuses, todos completos. Al parecer estos días hay mucho movimiento en el país, ya que el día 13 es el Water Festival o Año Nuevo Budista, una de las fiestas más importantes en los países del sudeste asiático, y que a mi me va a pillar en algún lugar perdido de la antigua Birmania. En el autobús un hombre me advirtió que resultaba casi imposible conseguir billetes en estas fechas (desde una semana antes del Festival, hasta una semana después), algo que me asustó un poco, ya que yo voy decidiendo mi próximo destino de un día para otro, sobre la marcha. Aunque, claro: con dólares todo es posible (y en el peor de los casos, está el avión). El problema es que yo no voy sobrada de ellos…

Como el viaje que me esperaba era muy largo, tras escuchar un poco de música y cuando ya no había luz para leer, decidí dormir un poco. A las nueve y media de la noche, el hombre que se sentaba a mi lado me despertó para indicarme que todos los viajeros debíamos bajar del autobús para pasar un control e identificarnos.

Imaginaros la situación: noche cerrada, unos siete autobuses parados a un lado de la carretera, y todos sus ocupantes (que serían unas cuatrocientas personas), en fila de a uno enseñando su documentación a los militares. Y entre todos ellos: yo, la única turista. Al llegar mi turno, como no podía ser menos, no se conformaron con que les enseñase el pasaporte: me hicieron pasar a la caseta, donde me sometieron a un interrogatorio (quién eres, con quién viajas, por qué viajas sola, a qué te dedicas…)de unos quince minutos. Y mientras tanto, todos mis compañeros, que ya se habían subido al autobús, esperando. Al final me dejaron ir, pero no parecían muy convencidos con mis respuestas: realmente no les encaja que una chica esté viajando sola, de esta forma, sin ser periodista o algo parecido. Yo a todos les cuento lo mismo: que soy estudiante de turismo. Y bueno… por el momento parece que voy tirando.

Una vez en el autobús volví a quedarme dormida, y no desperté hasta las doce de la noche, al sentir voces y movimiento a mi alrededor. Muchos de los ocupantes del autobús se habían bajado, por lo que lo primero que pensé fue que se trataría de otro control, o una parada para comer e ir al baño, pero al mirar por la ventanilla (lo poco que se podía ver con esa oscuridad), me di cuenta de que estábamos en mitad de ninguna parte. Sin embargo, como estaba muy adormilada, no le di más importancia, volví a darme la vuelta, y seguí durmiendo.

Cuando desperté de nuevo, a las dos de la mañana, seguíamos ahí, en el mismo punto, así que me bajé para ver si alguien podía decirme que pasaba. El autobús había sufrido una avería, y aunque en un principio habían intentado arreglarla, el vehículo no era de esa compañía, por lo que no se podía hacer mas que esperar a que nos mandasen otro desde Bagan.

Y en esas me encontré, in the middle of nowhere, rodeada de birmanos (que se tomaban el incidente con una serenidad envidiable), esperando a que llegase el otro autobús… que tardó la friolera de cinco horas más: hasta las siete de la mañana no vimos aparecer sus faros por el horizonte.

Echad cuentas: de doce de la noche a siete de la mañana, un autobús parado en una carretera sin ningún pueblo a la vista. Y mientras tanto, la gente sentada en mitad de la calzada, compartiendo mandarinas, galletas y agua, y charlando animadamente para pasar el tiempo, ya que en el interior del autobús no se podía estar del calor que hacía (bueno, reconozco que yo me metí un par de horas a dormir, pero es que yo ya soy capaz de dormir en cualquier parte, aunque sea poco y mal).

Contra lo que pueda parecer, y aunque esta mañana haya llegado a Bagan con siete horas de retraso, la experiencia ha sido muy positiva. Si no llega a ser por este incidente, no hubiese visto con mis propios ojos el control al que se ven sometidos los birmanos para cruzar de un lado a otro de su propio país; o no hubiese tenido la suerte de desayunar con una familia que decidió tomarme bajo su protección y que, con toda la amabilidad del mundo, compartió conmigo sus mandarinas y pistachos; o no hubiese sido testigo de cómo un monje budista puede fumar un cigarrillo tras otro, sin que nadie le mire mal (este es un asunto que me mosquea… si no es capaz de renunciar al vicio del tabaco, ¿cómo va a deshacerse del apego a las cosas materiales para salir del ciclo de las reencarnaciones? Tengo que estudiarlo más a fondo).

En definitiva, es como si a medida que el viaje se convierte en “una forma de vida”, ya no hubiese prisa por llegar a un determinado lugar y se disfrutase más del camino: los desplazamientos dejasen de ser un “trámite” que hay que pasar para llegar a determinados puntos, para formar parte de la aventura misma, como un destino presente y constante, donde aprendo y descubro más cosas que en el templo o museo de turno (aunque también llegue a ellos). Si no fuese así, por ejemplo, no habría estado parada dos horas en una montaña de Nepal esperando a que un camión me recogiese, y hubiese pagado un autobús turístico directo con todas las comodidades. Es, como digo, otra forma de viajar; para mi, mucho más auténtica, intensa y enriquecedora.

Así que ahora estoy en Bagan, concretamente en Nyaung U, a unos 4 kilómetros de Old Bagan (la zona arqueológica), ya que aquí las guesthouses son más económicas. Esta tarde la he dedicado a pasear por la zona, sin prisas, para ir familiarizándome con el pueblo, y ya mañana alquilaré una bicicleta para recorrer por mi cuenta todos los templos y pagodas, o al menos una parte, ya que pienso quedarme un par de días para verlo bien.

Seguiremos informando.

Esta entrada no tiene fotografías ya que, debido a los problemas para conectarme a Internet durante aquel viaje en 2010, todas las «Cartas desde Birmania» fueron publicadas sin imágenes. De todas formas, dudo (no lo he comprobado) que tomase alguna foto en aquel accidentado viaje nocturno en autobús.

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10 comentarios en Cartas desde Birmania (2): Un viaje accidentado

  1. Rubén 7 abril, 2010 at 12:40 #

    O no se lee, o no lo leo, parece un twitter, sólo título!

  2. Emanuele 7 abril, 2010 at 13:32 #

    yo lo leo, y mola mucho :) Animo Ku, me parece genial lo que estàs haciendo. Cuidate y disfruta!

  3. .melo 7 abril, 2010 at 13:45 #

    Los monjes birmanos son curiosos.

    Les he visto fumar, beber cerveza, usar su cámara de fotos digital, …, se lo toman menos en serio que en Tailandia o Camboya :)

    Disfruta de Bagan.

  4. Isabel 7 abril, 2010 at 14:21 #

    Pues lo que comentas de la fila de asientos del medio ya lo había visto en furgonetas en Japón. Se aprovecha todo el espacio, pero al que le toca ir en medio no es que vaya muy cómodo.

    Apasionante relato, sí señor!

  5. Luis 7 abril, 2010 at 14:32 #

    “Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem revertis” (Génesis, III, 19.)

    Es genial todo lo que explicas. Ya no te digo más eso de ánimo porqué te veo en tu salsa 100% =P!

    Disfuta mil, un besote!

  6. mami 7 abril, 2010 at 15:41 #

    Los birmanos parece que nadan en leche. Son asi. No existen las adversidades.
    Solo el gobierno descoloca su forma de ser ( aunque creo que no les afecta mucho)
    !! Vaya viaje !! !! Me duelen los riñones!! ¿ A ti no?
    No te olvides de mi peine de madera ( en el mercado de Bagan, a la entrada, por 0,0003 €) son buenisssimos.
    TQ.

  7. Marina 7 abril, 2010 at 17:05 #

    KUU!!todo es una pasada,tanto los seguidores que tienes,tanto de america como por torrelavega.(Te leen amigas de abuelita!!!!^^ )como lo que estas haciendo…¿por qué no me has llevado contigo?…Bueno suerte
    Aviso han detectado una nueva enfermedad: Adictos a leerte.(yo ya lo soy)

    Según el texto:
    Que intriga…pasaras por los mismos sitios??…^^
    Que miedo…me tengo que poner yo en fila de a uno y se me afloja el intestino…
    “in the middle of nowhere”, ajaja vaya situación!
    para salir del ciclo de las reencarnaciones??…muy buena observación…¬¬
    que guay protegida por una familia …y encima te daban cacahuetes y mandarinas …vaya chollo!!
    Por cierto me encanta el comentario de mami:
    nadan en leche? ajajajaj ese peine esta genial pero si encuentras los mecheros gigantes,no lo dudes!

    Hasta la proxima actualización que espero que sea pronto!!

    Firmado:(«Tu fan number one»)

  8. panedu 7 abril, 2010 at 16:33 #

    Esta bien disfrutar del viaje en si, pero tantas horas de autobus tienen que cansar una barbaridad bufff

    Y lo de los controles, pues supongo que como todos los regimenes dictatoriales. Tu muestrate segura y ya esta :)

    Aun sin fotos, el blog sigue estando interesante jejeje

  9. riky 7 abril, 2010 at 18:07 #

    Hola
    Debes sentirte como una estrella del Rock..je,je.. rodeada de publico. Siempre es bonito ver fotos, pero te aseguro que es tan interesante tu relato, que no las echamos en falta. Disfruta del viaje (pesadilla lo del bus)….y luego nos cuentas.
    Un abrzote!

  10. Criss 9 abril, 2010 at 20:40 #

    olée la española!!! jajaja te advierto q esos buses tienen q ir igual d llenos q los de casanova en verano….algo de costumbre tendras ya aunq sea d cuando eras pekeña :p
    oye disfruta un monton!!y vigila siempre la retaguardia! un besito!

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