Llegué a Agra con el firme propósito de sacar todo el partido posible a la ciudad antes de entrar en el famoso mausoleo que la convierte en el destino turístico más visitado de India. Por este motivo, ni el primer día, ni el segundo, ni el tercero, atravesé las murallas que protegen el monumento de las miradas de curiosos.
Habrá quien considere una tontería obligarse a resistir la tentación y cumplir gratuitamente una penitencia como ésta, pero el haber hablado con tanta gente que lo único que conoce de Agra es el Taj Mahal y el Fuerte Rojo, ya sea porque no quisieron ver otra cosa o, aún peor, porque vinieron y se fueron en el mismo día en una excursión organizada desde Delhi (con comida incluida y 40 minutos para “disfrutar” del monumento), realmente me hizo plantearme si la ciudad tendría tan poco que ofrecer, y si el acoso al turismo sería tan acusado como se decía. El primero de estos interrogantes no tardaría en ser respondido; el segundo, tampoco.
Primer día: Barrio musulmán y Sikandra
La primera mañana la dediqué a explorar los alrededores de mi hotel, situado en Taj Ganj, un barrio junto a las murallas del Taj Mahal lleno de tiendas de souvenirs, restaurantes más o menos baratos y hoteles para bajos presupuestos. Una vez más, encontrar alojamiento en una casa particular me resultó imposible, a pesar de que yo venía con la ingenua idea de que, al tratarse de un lugar tan frecuentado por el turismo, no faltarían las mentes abiertas aficionadas al couchsurfing. No tardaría en probar en mi propia piel los dañinos efectos de la mentalidad comerciante que, como un cáncer, pudre los cerebros de sus habitantes y hace imposible establecer demasiados vínculos con ninguno de ellos.
El hombre más simpático de Agra. Nunca antes me habían saludado tan efusivamente más de cinco veces al día.
Desde ahí caminé hasta el barrio musulmán, en el centro de la ciudad, formado por cientos de callejuelas que se enredan en torno a una Gran Mezquita sin demasiado encanto. Por el contrario, el barrio en sí mismo bien vale una mañana, especialmente por las llamativas carnicerías en cuyos escaparates se exhiben, colgadas de ganchos, impresionantes piezas de carne como hasta ahora no había visto en ninguna otra ciudad de India (al menos, no expuestas al público tan explícitamente).
Callejeando por el bazar.
Teniendo en cuenta que la religión musulmana prohíbe el consumo de cerdo, en un primer momento me incliné a pensar que se tratase de cordero (animal que, junto con el pollo y es pescado, constituye la base de la dieta no vegetariana del país), pero al preguntarlo, uno de los vendedores me aseguró que era vaca. Yo no quise creerlo, pero al fin y al cabo, lo verdaderamente interesante de su respuesta no es que el hombre mintiese o dijese la verdad (o entendiese mi pregunta) sino el hecho de que se atreviese a afirmar con tal rotundidad esa “barbaridad”, a un metro de distancia de su vecino hindú. Finalmente, otro chico más avispado me explicó que el animal en cuestión es el búfalo, a cuya carne la creencia popular atribuye efectos beneficiosos en la vida sexual.
Personajes pintorescos de Agra.
La visión de tanta carnicería me había dado hambre, de modo que regresé a mi barrio a almorzar, para lo cual escogí un coqueto y turístico restaurante frente a la Puerta Este del Taj Mahal, que a pesar de su estratégica situación se encontraba completamente vacío. Allí entablé conversación con el dueño, un hombre de unos 45 años que se me presentó como Nikky (uno de sus numerosos nombres, según él) y que, mientras fumaba un porro tras otro, me contó prácticamente toda su vida. Además del restaurante y otra pequeña tienda adyacente, su principal fuente de ingresos es la compra-venta de marihuana, opio, cocaína y cualquier otra droga que se os ocurra (y que según me dijo, a excepción de la marihuana, él no prueba ninguna). Con estos trapicheos afirma haber llegado a acumular una pequeña fortuna que guarda en un banco suizo.
“Nikky” se ha casado cuatro veces: las dos primeras, con una japonesa y una israelí, relaciones que duraron más bien poco y de las que se había separado limpiamente, sin ningún trámite legal de por medio. A día de hoy, conserva sus dos últimas esposas: una australiana con la que lleva más veinte años y con la que tiene cuatro hijos, y por último, una joven india de 19 años con la que ha tenido una hija hace poco. Una vez al año, su familia australiana al completo viene a verle y, junto a su mujer e hija indias, se dedican a viajar por el país. Todos juntos. Tan extraordinaria biografía debe ser naturalmente cogida con pinzas, pero he de admitir que tal profusión de detalles y convicción al contarlo le convierten, cuanto menos, en un tipo interesante.
Por la tarde me acerqué hasta Sikandra, una localidad a doce kilometros de Agra, en la que se encuentra el colosal mausoleo del emperador mongol Akbar, constructor del Fuerte Rojo y abuelo de Shah Jahan, quien fuera artifice del Taj Mahal.
Entrada al conjunto funerario.
Ya la entrada impresiona, debido a los cuatro gigantescos e incluso desproporcionados minaretes que coronan la puerta de acceso. Pasada ésta, se accede a un bonito jardín lleno de ciervos, a los que no está permitido acercarse, excepto para las parejas indias de recién casados que, acompañadas por un fotógrafo, acuden hasta allí para hacer su álbum de boda.
Esa manita…
Al final del paseo se erige, imponente, el mausoleo. La primera vista hace pensar que se trate de un edificio algo tosco, sin embargo, al observarlo con detenimiento, enseguida se percibe cómo el detalle con el que ha sido trabajada la piedra aumenta progresivamente desde los pisos inferiores, en gres rojizo, hasta la parte superior, de un hermoso y brillante mármol blanco. La fachada parece un intento de aunar armoniosamente los estilos árabe, hindú y budista, algo que encuentra explicación en la visión y filosofía del monarca, quien durante su reinado trató de instaurar la tolerancia de culto, e incluso crear una nueva religión que uniese todas.
Tras entrar al interior al edificio y ver las tumbas, tanto del emperador como de sus mujeres e hijos, emprendí el camino de vuelta a Agra. Una agotadora hora de autostop para recorrer los doce kilometros que me distanciaban de la ciudad termino de proporcionarme un profundo cansancio que a duras penas me permitió subir a cenar en una de las numerosas terrazas proximas al Taj, para una primera y parcial vista de la maravilla…
Segundo día: Desde el Fuerte Rojo hasta el otro lado del Yamuna
El segundo día no me moví de Agra. Por la mañana caminé los aproximadamente dos kilómetros que hay desde Taj Ganj hasta el Fuerte Rojo, y dediqué la mañana entera a su visita. Aunque llevo casi dos meses sin parar de ver fuertes y palacios, hasta el punto de estar comenzando a perder ligeramente el interés por los mismos, debo reconocer que el Fuerte de Agra constituye una excepción.
El palacio principal, construido a mediados del siglo XVI por Akbar El Grande, ha sido lugar de residencia para cuatro generaciones de mongoles, quienes lo fueron ampliando sucesivamente hasta dejarlo como hoy día lo conocemos: un conjunto de edificios y jardines cuya belleza y extensión obliga a permanecer en él un mínimo de cuatro horas, si es que se pretende disfrutar plenamente de la visita.
Mención aparte merecen los jardines, donde resulta de lo más agradable sentarse con un libro a la sombra de un árbol; así como el harén, donde según se dice vivían más de 5.000 mujeres, en apartamentos individuales, y a las que Akbar pagaba una mensualidad que iba de las 1.000 a las 1.600 rupias, por sus servicios, ¡todo un capital para la época!
La leyenda más romántica de todas las referentes a este edificio cuenta que Aurangzeb, el sucesor de Shah Jahan, encarceló a su padre durante los últimos años de su vida en una de las torres del palacio, desde donde pudo observar el monumento donde descansaba su amada esposa, hasta el día de su propia muerte.
Tras esta visita continué mi paseo hacia el otro lado del río Yamuna. Son otros tres o cuatro kilómetros, en el transcurso de los cuales puede vislumbrarse, a mayor distancia pero también con más perspectiva, el Taj Mahal, además de otras muchas estampas de la vida más cotidiana y ajena al turismo que enturbia el centro de la ciudad.
Una banda de músicos ensayando para una boda.
«Inocencia interrumpida».
Imagen habitual en India: durmiendo en los lugares más inverosímiles.
Vista del Taj Mahal, a lo lejos, durante el paseo.
Niño jugando junto al puente de Agra.
Vista desde el puente: hora de hacer la colada.
Una vez cruzado el puente de Agra, siguiendo la orilla hacia la izquierda, llegué a Itimad-ud-Daulah, el mausoleo de Mirza Guiyas Beg. Este personaje no es otro que el padre de la esposa del emperador Jahargin (hijo de Akbar y padre de Shah Jahan), previamente ministro del mismo emperador, por lo que podría parecer que históricamente, no tiene tanta importancia. Sin embargo, bastan apenas unos minutos frente al mismo para darse cuenta de su belleza y, sobre todo, del innegable parecido que su estructura guarda con el Taj Mahal.
Considero bastante acertado visitar este pequeño monumento antes que la famosa maravilla, ya que, en caso contrario, es inevitable que el esplendor del Taj haga sombra a su “abuelo menor”, cuando tampoco es que éste tenga desperdicio alguno. Aunque menos espectacular que el Taj (evidentemente), sus grabados e incrustaciones de piedras semipreciosas, además de la decoración en marquetería de mármol de colores (el Taj está hecho excluidamente en mármol blanco) compiten en belleza con las de su sucesor, por lo que popularmente se le conoce con el nombre de “Baby Taj”.
Frente a él, en la otra orilla del río, pude observar las chimeneas de algunas de las fábricas abandonadas a principios de los años noventa debido a la decisión tomada por el gobierno indio de cerrar más de doscientas fábricas en Agra, con el objetivo de prevenir el deterioro que la contaminación atmosférica estaba ocasionando en la fachada del Taj Mahal. Por este mismo motivo, la zona circundante al monumento también se encuentra cerrada a los vehículos de motor; en teoría en un radio de cuatro kilómetros, aunque tengo mis dudas sobre ello…
Continuando por ese lado del río, a menos de un kilómetro del “Pequeño Taj”, se encuentran algunos monumentos menores como Chini-ki-Rauza, otro mausoleo erigido en memoria de un ministro (en este caso, de Shah Jahan), lamentablemente en peor estado de conservación, pero cuya visita vale la pena no sólo por aprovechar el camino andado, sino también al tratarse de un lugar tranquilo y agradable donde descansar un rato en compañía de los numerosos niños de la zona, quienes lo emplean como zona de juegos y donde, al ser visto, es fácil quedar retenido durante más de una hora entre sus risas, bromas, y curiosidad por ser fotografiados.
«Descansando en paz», nunca mejor dicho.
A pesar de no ser más de las cuatro de la tarde, el anochecer estaba al caer y debía darme prisa si quería desandar el camino recorrido hacia la izquierda del puente, y caminar otro tanto hacia el otro lado, siempre en la orilla opuesta al Taj Mahal: cuatro kilómetros más para disfrutar de una vista casi completa del monumento desde su parte trasera, y asistir a una puesta de sol para la que no tengo palabras. Mención aparte merecen las mujeres que conversan a orillas del río, y los niños que corren y juegan, ajenos al espectáculo que se desarrolla ante sus ojos. Después de eso (pensé yo) difícilmente podría impresionarme la entrada desde la puerta principal. Qué equivocada estaba.
A él le importa todo un pimiento.
Puesta de sol sobre el Taj Mahal.
Tras nueve horas y doce kilómetros de caminata desde que me había levantado esa mañana, regresé a mi hotel en rickshaw, donde me duché antes de reunirme de nuevo con mi amigo Nikky, quien continuó deleitándome con su extravagante visión del mundo. Esta vez, la historia de cómo seis extraterrestres aterrizaron hace menos de un año en Estados Unidos, desde donde han establecido su campo de operaciones antes de conquistar el planeta: el gobierno lo sabe, pero no nos lo quiere decir; podéis buscarlo en Internet. Un tipo interesante, sin ninguna duda.
Tercer día: 46 kilómetros de autostop hasta Fatehpur Sikri
El tercer día lo empleé en hacer una excursión a la que tenía muchas ganas: Fatehpur Sikri, conocida como la ciudad fantasma de Akbar el Grande.
Se encuentra a unos 46 kilómetros de Agra, lo que podría ser poco más de una hora de trayecto en autobús, pero debido a mis transportes alternativos tardé más de dos horas en llegar a ella, ya que hube de coger más de cuatro coches y furgonetas diferentes hasta que, finalmente, un amable conductor turístico que en esos momentos no tenía clientes y se dirigía hacia allí, se ofreció a llevarme.
Esta visita resulta especialmente mágica por varios motivos. En primer lugar, su historia: se dice que Akbar el Grande, que llegó al trono a la edad de 13 años, habiendo cumplido los 26 aún no tenía aún descendencia. Desesperado, acudió a la colina de Sikri, donde vivía un ermitaño llamado Shaikh Salim Christi, de sabiduría proverbial y cuya bendición le trajo ni más ni menos que tres hijos. Agradecido, decidió establecer la nueva capital de su imperio en este lugar; sin embargo, la ciudad de Fatehpur tuvo que ser abandonada poco después de la muerte del monarca debido a las fuertes restricciones de agua en la zona.
Hoy, transcurrido casi medio milenio desde su construcción, aún quedan en pie las murallas, que encierran las ruinas de ciudad antigua, el palacio y la impresionante mezquita; estos dos últimos objeto de una acertada restauración por parte de la Sociedad Arqueológica de India.
Puerta de la Victoria, Gran Mezquita.
Nada más llegar, un niño de ocho años con un excelente nivel de inglés se me pegó a las faldas y, tras comprobar que no había manera de venderme unas postales, decidió ser mi “guía” durante todo el recorrido. Yo le dejé claro desde un primer momento que no pensaba pagarle por ello, pero Sanee (así se llama), insistió en acompañarme y he de reconocer que terminé por cogerle bastante cariño. Con él aprendí cosas incluso mucho más interesantes que la propia historia de la ciudad, como el funcionamiento de las “guerrillas” entre los niños que compiten por conseguir, a la salida del palacio, el ticket usado de los turistas para revenderlo posteriormente a Dios sabe quién.
El pequeño Sanee.
Los niños de la zona usan las ruinas como campo de cricket.
Insisto: se puede dormir en cualquier parte (un vigilante cumpliendo con sus obligaciones).
No voy a detenerme a describir, uno por uno, cada edificio de la ciudad (necesitaría una entrada sólo para ello). Únicamente destacaré la impresionante Puerta de la Victoria que da acceso a la mezquita, de 54 metros de altura y en cuyo arco se alojan decenas de panales de abejas (que a mi me dieron un poquito de asco). Pasada la Puerta: Jama Masjid, o la Gran Mezquita, de la que unos dicen que es una copia de la mezquita de Bibi Khanam, en Samarkandra, y otros, de la mismísima Meca.
En cualquier caso, resulta de lo más interesante detenerse un rato en el interior de su patio, observando a los vendedores de colgantes y otros recuerdos, o a los muchos fieles, especialmente mujeres, que se acercan hasta la tumba de Shaikh Salim Christi con la esperanza de que, como hiciese hace quinientos años con el gran Akbar, les conceda la gracia de un hijo.
Sepulcro de mármol de Shaikh Salim Christi.
Tras corretear durante algunas horas entre los edificios de la ciudad antigua (que, por cierto, me gustó mucho más que el propio palacio, tal vez por el cansancio que había acumulado cuando llegué a él), y darle mi ticket y una pequeña propinilla a mi amigo Sanee (quién quedó más contento que unas pascuas, mientras yo me preocupaba por las decenas de niños que nos rodeaban dispuestos a tirarse a la yugular del pobre chiquillo en cuanto yo me diese la vuelta), emprendí el camino de vuelta a Agra. Apresurándome mucho aún pude ver los últimos coletazos de la puesta de sol desde una de las esquinas del Taj. Ahora sí, estaba más cerca que nunca.
Parte trasera del Taj (atención a las montañas de desperdicios)
Cuarto día: Entrada en el Taj Mahal
Son muchas las historias que versan sobre la construcción de este inigualable monumento al amor. De todas ellas, sólo una es completamente cierta: Shah Jahan, desolado tras la pérdida de Mumtaz Mahal, su esposa y musa fallecida trágicamente de parto en 1631, juró construir un monumento en su memoria sin igual en el mundo entero. Para ello, hizo venir a más de 20.000 trabajadores desde todos los rincones de India, Asia Central e incluso Europa, que durante veinte años trabajaron sin descanso en su levantamiento.
A partir de ahí, las leyendas son muchas y variadas. Unos dicen que, una vez terminado el Taj Mahal, el monarca comenzó la construcción de otro mausoleo idéntico en mármol negro, para sí mismo, en el otro lado del río. Esto podría explicar por qué su hijo Aurangzeb, que no estaba dispuesto a continuar siendo testigo de como su padre se fundía su herencia en semejantes estridencias, le mandó encarcelar como he comentado anteriormente en la visita al Fuerte Rojo. En cualquier caso, cuando Shah Jahan murió su cenotafio se instaló en el interior del Taj, junto al de su esposa, rompiendo de este modo la perfecta simetría del conjunto funerario.
Más leyendas: algunos dicen que, el día que Mumtaz Mahal falleció, el cabello del monarca se volvió gris de la noche a la mañana. Puestos a ponernos trágicos, hay quien asegura que como Shah Jahan creía que ninguna persona sería capaz de concebir un monumento a la altura de su dolor, mandó traer a un arquitecto persa e hizo matar a su prometida, para ayudarle a «ponerse en su piel». Por último, otra de las leyendas más extendidas cuenta que, una vez terminado el monumento, se cortó las manos de todos aquellos que habían trabajado en él, para asegurarse de que tal obra jamás pudiese repetirse.
Leyendas aparte, la sensación que recorre la espalda de aquel que entra por primera vez en los jardines del Taj Mahal, tiene difícil descripción. A pesar de llevar cuatro días viéndolo desde todos los ángulos posibles, la puesta en escena (sin duda alguna, perfectamente planificada) que se desarrolla desde el momento en que se cruza la primera de las murallas que lo protegen y comienza a adivinarse parte de su estructura a través del segundo arco de entrada, es de una genialidad difícilmente superable.
Una vez atravesada esta segunda puerta, el Taj aparece casi de golpe: imponente, glorioso, macizo y, al mismo tiempo, casi etéreo. La plataforma de mármol blanco sobre la que se alza y el reflejo de su estructura sobre el agua del estanque que lo precede, provocan la ilusión de que el edificio flotase en el aire.
A mi, personalmente, lo que más me conmovió fue la sensación que tuve, durante unos largos segundos, de que en ese preciso lugar terminase el mundo. Realmente, está construido de tal manera que no se ve absolutamente nada de los campos o el río que hay a sus espaldas, y parece que, tras el paseo que conduce a él y el propio edificio, no existiese nada, que toda vida y existencia finalizase ahí, como un pacífico camino hasta el cielo.
Una de las decenas de fotos que me vi obligada a hacerme con los turistas indios.
N.A: Si he decidido cortar el relato aquí, es porque cualquier anécdota que os pueda contar de las casi cinco horas que permanecí en sus jardines emborronarían todo lo escrito anteriormente; y cualquier otra curiosidad que pudiese añadir referente a su construcción o arquitectura, ha sido dicha cientos de veces por personas mucho más entendidas que yo, de modo que, por una vez, asumamos nuestras limitaciones y dejémoslo en el aire.
Para escribir sobre el Taj Mahal hay que tener mucho valor (y tiempo), algo de lo que en este caso concreto creo que carezco: el listón está muy alto. Quien quiera más información sólo tiene que teclear en Google y cientos de páginas podrán darle datos muchos más precisos y fiables que los míos. Por mi parte, y modestamente, sólo puedo remitiros a mis fotografías, que aunque no sean tan espectaculares como las de National Geographic, tal vez os hagan un poquito partícipes de mi experiencia personal en uno de los lugares más hermosos del mundo. Estarán colgadas en su álbum de Flickr próximamente (para no variar, el retraso sufrido estos días se ha debido a un apagón en toda la ciudad de Agra, problema que ya me asaltó en Haridwar y que parece decidido a perseguirme durate todo el viaje).
¡¡¡¡QUE ENVIDIA!!!!
Hola Carmen!
«Lo más difícil fue desenroscar me la boina… tras ello vi el mundo que había más allá»
Simple mente… ¡¡MARAVILLOSO!!
Un Besazo..
Por dios Carmen! Que cruel eres con esta última fotoooooo! jajajajaj Que tia! Es fantástica! Menudas fotos! Lo que más me ha impactado ha sido lo del dinero que recibian las mujeres en el fuerte! :O Un pastizal!!! Con todas las que eran…
La foto al atardecer (ya sabes lo que me gustan) es fantástica a pesar de los «residuos».
Besos guapa!
Viaje al atardecer
All About Cities
Me gusta mucho la descripción que haces del Taj, de ser como el fin del mundo. Y las fotos… No sé cuál me gusta más, aunque tiene muchas papeletas la del arco, con el «ONI» ése de los de Nikki (qué personaje del milenarismo….) sobrevolando el Taj.
Jugamos con ventaja, sabemos tu banda sonora en esos momentos XDDDDDD
La verdad es que no he tenido tiempo para leerme todo el artículo, pero que pedazo de fotos!
De verdad, qué experiencia mas bonita estás viviendo! Sigue así y muchísimos ánimos!
Un abrazo!
Buenísima la entrada, una vez más; gracias por hacernos partícipes. Me muero de ganas de que subas las fotos del Taj Mahal, debe ser impresionante. Cada vez me das más ganas de pegarme un viajecito por la India.
PD: El comentario «esa manita…» es grandioso jejeje
Hola Carmen.
En fin, no voy a hacer un «toma y daca» con la generosidad en los comentarios, pero realmente lo has sido con el que me has dejado en mi blog.
Como te dije te descubrí por tu amigo Javi y por Laura RS y, vuelvo a reiterarte que te admiro y mucho, que me encanta tu blog y que disfruto con él, y, lo más importante, me hace crecer como persona y viajero.
Gracias, por contestar, porque sé lo difícil que resulta desde allá, así que tiene muuucho más valor en este caso.
Esta visión que nos das de la ciudad del Taj, sin el Taj, en fin… que me ha gustado muchísimo, y que esa humildad que refeljas al final, te hace grande, Carmen, muy muy grande.
Gracias por enlazarme, a tí ya te tengo enlazada de hace tiempo y, aunque no siempre comento, sí que entro y disfruto leyédote.
Besos Carmen, y hasta prontito.
A Salto De Mata
Hoy he entrado contigo en Agra, pero mañana dare un nuevo paseo porque pienso que lo merece. No sé si la ciudad o como nos lo cuentas. Dá igual. Nos conquistas . La ultima foto es GENIAL. T.Q.
Que belleza de lugares! Todos!
El Taj Mahal tiene una linda historia de amor «mas alla de la muerte» diríamos , pero lo que me llama la atención es su estructura parece de cuento, místico, no se… me provoca suspiros, me hace acordar aveces a Aladdin y Jazmin jajaja
El Taj Mahal es una maravilla del mundo. Es imposible estar ante él y no quedar hipnotizado ante su belleza :D
Hola!!!! MIL GRACIAS POR ESTA INCREÍBLE ENTRADA con ese maravilloso título!!!!
Estamos preparando nuestro viaje a la india para sept de este año. Iremos sólo 8 días (puesto q iremos a los EAU antes..) y queremos aprovecharlos al máximo.
Siguiendo las recomendaciones del mundo en general (especialmente de las agencias de viajes…), en 8 días básicamente me daría tiempo a recorrerme media india (obvio, si en cada sitio paso 30 min. y vamos volando de un lado para otro).
Eso significa que en 8 días, como mínimo, me daría tiempo a estar en Delhi, Agra y Jaipur.
El problema es que NOOO quiero hacer esoo!!!
Estoy consultando a algunos amigos indios y, básicamente, me vienen a recomendar lo mismo; es decir, q pase 4 días en Delhi, 3 en jaipur y que a Agra lo haga en ida y vuelta.
Como no estoy dispuesta a ir corriendo de un lado para otro, he pensado en hacer lo siguiente: quedarnos en Delhi y elegir entre Jaipur y Agra.
Todo el mundo dice que Delhi no merece la pena, pero… no creo que sea así. Y más tras haber leído tu post sobre la ciudad!!! Allí quiero quedar con amig@s de delhi, ya tengo fijadas citas para visitar dos ONGs, quiero ver una peli, hacerme un sari para mi próxima boda…. Muuuchas cosas!!!
Peroooo, sí que es cierto que nos gustaría movernos a alguna otra ciudad.
He leído tu post sobre Jaipur… y, a pesar de que supongo que es visita imprescindible… no sé si encaja con lo que buscamos… quizá demasiado agobio y demasiado lejos de Delhi…
Por eso, me he enamorado de este post sobre Agra… Es increíblemente maravilloso escuchar a alguien que no se ha dejado llevar por lo que dice todo el mundo y ha decidido experimentar esta ciudad que debe ser maravillosa !!!
DUDAS:
1) He comentado como opciones Jaipur y Agra, peroooo…. fuera de estas dos opciones…¿nos recomiendas una tercera? Algún sitio bonito y tranquilo. Quizá algún recorrido por los pueblos de alrededor de Delhi… u otra ciudad…?
2) He visto que en tu visita a Agra has usado el autostop todo el rato (por ej. tras tu visita a Shikandra…?), pero ¿hay opciones alternativas para moverse Agra?
MILLONES DE GRACIAS Y ENHORABUENA POR ESTE MARAVILLOSO BLOG!!!!
Hola Erica!
Si buscas un sitio bonito y tranquilo, yo te recomiendo coger el tren directamente de Delhi a Udaipur. Está algo lejos pero llegas en una noche. si no quieres hacer tantos kilómetros, cerca de Jaipur tienes también Pushkar, te gustará!
En cuanto a moverte por Agra, la mejor forma y más barata de moverse es el rickshaw.
¡Un saludo!
Hola! muchas gracias por compartir con todos tus experiencias, resulta super útil e interesante.
En unos días nos vamos de viaje a India 21 días a India y nos ha surgido alguna duda. Lo hemos organizado ya todo por nuestra cuenta y aunque nos gustaría verlo todo el tiempo que tenemos es el que es…desgraciadamente…
Llegamos un día por la noche a Agra por lo que no podemos ver nada, al día siguiente mi idea era ver en Agra: Taj Majal (el amanecer), Fuerte Agra, Mausoleo Akbar, Itimad-ud-Daulah, Chini-ka-Rauza, Mehtab Bagh, Jama Masjid. Después hemos contratado un coche para ir a Fatehpur Sikri, Abhaneri y finalmente dormir en Jaipur.
El conductor nos ha dicho que no es posible hacer eso en un mismo día :-( que si quiero ver todo eso en Agra habría que salir a las 16-17h y por tanto no daría tiempo a ver Fatehpur Sikri, Abhaneri…
Tu como lo ves? crees que nos daría tiempo? nosotros si es necesario ni comemos jejeje, si estamos entretenidos ni nos damos cuenta. Qué quitarías sino de Agra?
Muchas gracias de antemano!!!
Hola, Lucía.
Siento ser yo quien te quite la ilusión, pero ver todo lo que planteas en un día no es solo difícil, es IMPOSIBLE (aunque dejéis de comer y de respirar). Por otra parte, aun en el caso de que fuera posible, ¿vas a viajar hasta India para ver el Taj Mahal en 30 minutos? ¿Prefieres ver diez cosas rápido y mal, que tres bien?
Mi consejo es que veáis el Taj Mahal al amanecer y después el Fuerte Rojo. Solo con eso ya habréis ocupado toda la mañana, hasta la hora de comer (contando la cola para comprar las entradas, el tráfico entre un lugar y otro…).
Itimad-ud-Daulah, Chini-ka-Rauz y el parque Mehtab Bagh son bonitos, pero no os va a dar tiempo a visitarlo si queréis ver todo lo demás (están al otro lado del río y con el tráfico se tarda mucho en llegar), así que yo los descartaría sin dudarlo (es una pena que no lleguéis el día anterior, porque en dos horitas por la tarde si sería factible, y el atardecer es bonito desde Mehtab Bagh). De la mezquita Jama Masjid también podéis prescindir. No es ni de lejos lo más bonito de Agra.
De modo que, si fuera vosotros, mi plan después de comer algo rápido (podéis comprar un sandwich para llevar) sería poner rumbo a Fatehpur Sikri. En el camino, a solo una hora de Agra, paráis en el mausoleo de Akbar, pero apenas os dará tiempo a hacer una foto muy-muy rápido si queréis llegar a Fatehpur Sikri antes de que cierren y verlo bien. Y de ahí en tres o cuatro horas os plantáis en Jaipur, llegando ya por la noche para cenar…
Mi consejo sobre todo es que no pretendáis verlo todo. No sólo porque es una pena que a una maravilla como el Taj Mahal o el Fuerte Rojo le dediquéis menos tiempo por ver otras cosas rápido, sino porque además (y lo más importante) los desplazamientos entre un lugar a otros son TAN largos que solo en el coche vais a pasar medio día, por lo que ni así os va a dar tiempo a ver todo lo que pretendéis…
Resumiendo: Taj Mahal y Fuerte Rojo por la mañana, y Tumba de Akbar y Fatehpur Sikri por la tarde, sí es factible. Lo demás, para la próxima vez ;)
Espero haberte ayudado un poco. ¡Disfrutad el viaje!
Muchas gracias por tu rapidez y buenos consejos!!
Las ansias de querer verlo todo pueden conmigo jejeje, y me has abierto los ojos!!
Antes de Agra estamos en Orchha llegamos un día hacia las 12:00h y cogemos el tren destino a Agra al día siguiente a las 19:45h y llegamos a Agra hacia las 21:00h. El tema es que en el Hotel ya nos han cogido los billetes de tren para Agra.
Hubiera estado bien llegar a Agra por la tarde para ver el atardecer y el resto de cosas, y a cambio sacrificar el tiempo en Orchha. No sé si se permiten cambios en los billetes de tren una vez comprados y tampoco sé si merecerá tanto la pena el cambio. ¿Como lo ves?
En cualquier caso, muchas gracias por tus consejos!! me han servido un montón!
y enseguida a disfrutar de la India!! :-)